Progresemos
Carlos Manuel Echeverria Esquivel
Cuando Deng Xiaoping sacó a China de la fatídica Revolución Cultural de Mao, que pretendió el absurdo de eliminar la individualidad del Ser Humano para consolidar uno nuevo puramente social, se propuso enrumbarlo hacia un progreso sostenido hacia el desarrollo. Lo hizo bajo la premisa de que “no importa de qué color sea el gato mientras cace ratones”.Nunca fue la intención de Deng ni la de sus sucesores, el sacar a China de su rumbo hacia el ideal marxista. Se trataba simplemente, como ha sido hasta recientemente, de aprovechar la fuerza intrínseca fomentadora de productividad y competitividad de la economía de mercado con varios “jugadores” en cada rubro productivo o comercial.
Con esa idea en mente, la China ha sido capaz de desarrollar una economía moderna, liquidar las hambrunas de las que este servidor oía cuando era niño allá por los cincuentas y sesentas, así como sacar a cientos de millones literalmente de la pobreza y convertirse en potencia mundial, la segunda del orbe, en los campos principales para el caso.
Sigue siendo sin embargo la China, un país donde el ingreso de la mayor parte de la población es bajo, persisten grandes diferencias de clase, la opacidad brilla y los derechos humanos individuales, si nos basamos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, son irrespetados sin pudor. Hoy en día, luego del reciente Congreso del Partido Comunista (PC), el líder indiscutible Xi Jinping, ha decidido “socar clavijas” para que el PC no pierda el control. Ello tendrá sus consecuencias: se asegurará el control por parte del Partido Comunista, lo que en una sociedad de un millardo seiscientos millones de personas cobra especial importancia, pero posiblemente disminuirá la creatividad, productividad y capacidad para competir a nivel mundial. El PIB posiblemente crecerá a menores tasas que en el pasado reciente.
No es de subestimarla, pero no veo a la China como la potencia dominante. No en sus condiciones actuales, con una economía titubeante y muchos problemas internos, incluyendo el ambiental por resolver. La veo más como un socio comercial, que va a actuar en su propio beneficio hasta donde la dejen y que es algo errática, como lo hemos visto en el manejo de la pandemia de COVID, incluyendo la estrategia actual. Militarme su capacidad va in crescendo, pero no le veo la capacidad para replicar la capacidad de EEUU con sus 800 bases a nivel mundial. No veremos una Diego García china o una Guam por ejemplo, al otro lado de donde se ubica la China en el globo terráqueo. A pesar de los avances tecnológicos, las bases alrededor el mundo son y seguirán siendo claves; son muy caras sin embargo. Por eso EEUU no las desmantela.
La relación China-Occidente siempre será compleja, en gran parte por los errores chinos y temores muchos infundados. Hay que entender bien a la China, Xinhua centro del mundo, desde su punto de vista nosotros trabajando para ella, para relacionarse a fondo con ella y sacar provecho o al menos salir “tablas”. Por ejemplo, ser parte de la propuesta de la “ruta de la seda” a nivel mundial, que es más que todo una metáfora, donde los países que participen, en algunos casos por pura geografía como es el caso de los istmeños centroamericanos. Participar es ser parte de la red comercial más ambiciosa nunca vista. Allí todos, incluyendo los EEUU, debemos participar. ¿Qué tal un ferrocarril de Colombia a México que nos conecte mundialmente desde el “fin del mundo” en el Cono Sur hasta la ciudad del Cabo en Sudáfrica, asumiendo se concrete el propuesto túnel bajo el estrecho de Bering.
Los chinos se ven así mismo como parte de procesos que pueden durar cientos de años para resultar; nosotros lo queremos todo “para ayer”, lo que a menudo nos pone en situación de desventaja.
Todo un reto el convertir la fuerza de la China en un factor positivo para el progreso sostenible y sostenido, así como la seguridad mundial que nos conduzca a una paz duradera.
– Exdirector general de Política Exterior de Costa Rica