Blanco o negro

Pandemia

Yayo Vicente

El maniqueísmo lleva 18 siglos de existir y está lejos de su erradicación. Esta doctrina trasciende lo religioso y se nos mete en todos los rincones. La idea de Manes sobresimplifica: la luz contra las tinieblas. Blanco o negro y así se pierde todo el arcoíris y sus infinitas combinaciones. ¿En qué cabeza cabe pensar que la luz es buena y la sombra no los es? En la nuestra…

Muchos caemos en esa sencillez, en la que algo es bueno o malo en términos absolutos. El Gobierno es: malo o bueno. Las medidas sanitarias para la pandemia son: buenas o malas. Mi compañera de vida es: buena o mala. Mi equipo de fútbol es: bueno o malo.

Solo existen cisnes de color blanco o negro y solo un atrevido puede inclinarse a decir cuál ave es más bella. Los unos y ceros son útiles para programas o algoritmos que procesan datos. Algunas veces ese dualismo es necesario, pero no en la mayoría de los casos.

Blanco o negro

Es un absurdo reducir la capacidad de razonar del Homo sapiens a un plano binario. Nos quita opciones y nos deja, por decisión propia, mentalmente debilitados.

¿Cómo abolió la humanidad la esclavitud (la más terrible versión de la explotación de las personas por las personas)? Se reguló. Se establecieron horarios, condiciones laborales, derechos del trabajador, obligaciones para el empleador. No fue necesario acabar con todas las maneras de colaboración (de unos con los otros), pero si humanizar la relación. Hacerla moralmente aceptable.

Para los demás animales, fue una suerte la domesticación. Las personas dejamos de cazar y muchas especies se salvaron de la extinción (para siempre). El canfín (querosén) arruinó a la industria ballenera y salvó estos imponentes cetáceos. Otras fuentes de energía (eólica, hidráulica, combustión, solar …), han hecho cada vez menos necesaria la tracción de sangre. Otra premio de lotería para mucho animal.

La ciencia ha demostrado la capacidad de sentir (dolor y placer), pensar y la de elaborar sentimientos (afecto, miedo y odio) de los animales no humanos. Esos hallazgos obligan a reconsiderar nuestra relación con otros seres vivos. Nace el “bienestarismo”, que no es más que moralizar la relación, comprender su situación, ponerlos a salvo del estrés, dolor, hambre, sed, frío, calor y miedo; con mayor énfasis en los domesticados. Nuestra relación con ellos, debe reformarse al mismo ritmo de la información científica y de la moral, ambos elementos cambiantes.

La contraparte del bienestarismo es el veganismo. ¿Será ese el camino? ¿Estaremos perdiendo opciones por no querer complicarnos? Estoy convencido que debemos explorar posibilidades de relaciones con otras especies, de manera que se ajusten a nuestra moral e inclusive ir más allá, considerar al Otro, con independencia de la información genética, sujetos morales.

Poner a un lado mitos y construcciones sociales sin fundamento científico, es uno de los grandes retos en nuestras manos. Para que eso ocurra es necesario socializar los resultados de la ciencia. Engavetarlos es un error y provoca caminos divergentes entre ciencia y moral.

Aprender a socializar la ciencia suena a tarea fácil. Nada sencillo, pues la gente se siente más confortable con lo rígido e inmutable (escritos con miles de años) y con clasificar únicamente en dos categorías. Como si la sombra y la luz no pertenecieran al mismo universo.

Esta pandemia nos puede servir para comprender lo dinámicos y cambiantes que son los resultados de la ciencia. Cada día sabemos más del virus y de sus manifestaciones en las personas y en las poblaciones. Lo que sabíamos ayer, tuvimos que reemplazarlo por lo que sabemos hoy, que será sustituido por los resultados de los estudios de mañana.

Una vez vencida la pandemia y sus consecuencias, tenemos que visualizar y hacer cosas para mitigar el desfile de amenazas que vienen de camino: cambio climático, otras pandemias zoonóticas (patógenos que burlarán la barrera de especie y llegarán a la humanidad), holocausto nuclear, guerras comerciales, disrupciones tecnológicas, hambrunas, escasez de agua, entre otras posibilidades del tamaño del planeta.

Esta pandemia puede ser solo un entrenamiento. Pongamos el pensamiento “blanco o negro” a un lado, no se trata si habrá un apocalipsis o no. Es adelantarnos a los siniestros, con medidas pequeñas y grandes, con soluciones intermedias. Aprendamos la lección para esta y futuras generaciones, el mundo se nos hizo pequeño, “la aldea global” que nos vaticinó Marshall McLuhan es una realidad.

No se trata de prepararnos con tanques, buques y aviones de guerra, con ejércitos enormes armados hasta los dientes con la última tecnología. Esa falsa preparación será la línea Maginot de nuestros tiempos. Aquel gran esfuerzo de los franceses para evitar la invasión alemana y que de nada les sirvió.

La vida se vive riéndose, entre más carcajadas mejor se vive. Que no nos abrumen las amenazas que aún no llegan. Los problemas complejos suelen tener soluciones complejas, que podemos construir. A veces reducir un problema en un 80%, lo resuelve. Devolvamos a Manes al siglo III d. C. y nosotros resolvamos las amenazas de la humanidad con las herramientas del siglo XXI.

PANDEMIA. El fenómeno salud-enfermedad, es complejo y cuando se escala a una población, se le suman infinidad de nuevas variables, haciéndose todavía más intricado. Poner en palabras simples lo que todavía no termino de comprender, ha sido mi reto durante la pandemia por COVID-19.

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