Desde La Mina 2.0
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro@costarricense.cr
Refugiado de las presas, de la locura en las calles y de lo que el zapping de la radio te ha permitido asimilar, escribo desde La Mina en Santa Ana, adonde en los últimos 800 metros de viaje no hay presas, solo uno que otro loco que baja a toda velocidad en una calle de una sola vía.
En los últimos 10 años he estado ligado –de una u otra forma– al financiamiento de actividades que mejoren el desempeño ambiental de empresas o personas con actividades productivas y por consiguiente ligado en el mejoramiento del entorno en el que vivimos.
Lo más importante para la gente que pide créditos es el interés: bajo o alto, la verdad que uno se pregunta ¿bajo o alto con respecto a qué? Y para el que presta lo más importante es la garantía, y curiosamente lo demás…lo que debería ser lo primero es el proyecto a financiarse.
En estos años podría decir que si acaso he conocido 5 solicitudes de crédito en las que el interesado propone la forma de pago, la garantía y el interés, normalmente es el prestamista quien los da. Los que piden deberían indicar cómo pagar de acuerdo con su producción e ingresos y negociar.
En el país se ha discutido una y otra vez sobre las garantías que respaldan los créditos. Se ha hablado de fideicomisos de avales, de aceptar el proyecto mismo como garantía y últimamente de garantías mobiliarias. Lo cierto es que quien presta prefiere una garantía real, digan lo que digan…
Y es aquí donde yo considero que está la pega real de los emprendedores, de los soñadores, de los micro y medianos empresarios: en las garantías. Por más Ley de Garantías Mobiliarias todos prefieren las garantías reales: propiedades (casas, fincas, lotes) y si acaso fianzas y prendas.
Si usted es profesional joven y no tiene bienes o no quiere utilizar los de sus papás literalmente y con el perdón suyo: “se jodió”, no puede buscar financiamiento prácticamente en ningún lado, ni en la banca privada, ni en la pública, ni en mutuales, ni en cooperativas, ni en fundaciones…
Y creo que me quedo corto, esto no solo cubre a profesionales jóvenes, sino también a viejos, a emprendedores de toda edad y género. La banca regulada se justifica diciendo que la SUGEF al analizar el riesgo pone límites a préstamos sin garantía sólida.
Lo mismo argumentan los no regulados: no podemos perder, no nos podemos arriesgar, e incluso he escuchado decir: “no somos el IMAS”. ¿Entonces? ¿Tanta alharaca de fondos suaves, de fondos de banca de desarrollo, de donaciones semilla para convertir a la gente en sujeto económico?
He de decir que en la realidad hay más publicidad que hechos, porque todavía todo (TODO) el sistema financiero está sustentado tácitamente en esta premisa: “al que tiene se le presta y al que no tiene no…”