A un año de la partida de Gustavo Gutiérrez

Una oportunidad para reflexionar, sobre la Teología de la Liberación

Gustavo Gutierrez

Ocean Castillo Loría

Agradecemos a Dios por haber tenido un sacerdote teólogo fiel que nunca pensó en el dinero, ni en los lujos, ni en nada que se pareciera a creerse superior. Pequeño, como era él, supo con su pequeñez anunciarnos el Evangelio con fuerza y ánimo”. Carlos Castillo, Cardenal de Lima

Introducción

Para muchas personas, la teología cristiana, es por lo menos, una rama de conocimiento inofensiva, en el conjunto del saber. Además, ella, es eminentemente conservadora: no aceptando los avances científicos y apoyando a los regímenes establecidos; distante del avance de la historia, buena para hablar del “sufrimiento humano”, pero lejana de resultados en su combate; y muro que detiene las revoluciones políticas y sociales.

La Teología de la Liberación, quiebra esta imagen. Con ello, recobra la tesis de Dios, como Dios de la vida, como Dios contra los imperios, como Dios, que denuncia lo incorrecto de la sociedad, y anuncia la esperanza de la justicia; el Dios de Jesús de Nazaret; el liberador del Reino de Dios.

Esta Teología, coloca al cristianismo, a la vanguardia de los movimientos sociales, ellos, que buscan transformar la sociedad de todas las opresiones: las políticas, las económicas y las culturales. Indudablemente, el padre de ese paradigma teológico, es Gustavo Gutiérrez.

Él comenzaría a hablar de este tema, en 1968, en las conferencias: “Hacia una Teología de la Liberación”, esto en la ciudad peruana de Chimbote. Allí comienza el modelo liberador, versus el tradicional modelo de control e inquisición. Es el Dios de Jesús de Nazaret, no “el Dios de la filosofía”.

La Teología que presenta Gutiérrez, es una Teología comprometida. Ese compromiso, tiene que ver con la reflexión de la praxis histórica, esto, a la luz de la Palabra de Dios. esa reflexión, busca la transformación de la historia de la humanidad. Esa transformación, indagando aperturas al Reino de Dios.

Ya veremos que, como toda reflexión, Gutiérrez, parte de un diagnóstico y va hacia la relación de Jesús con los pobres. antes de ello, ya en el Concilio Vaticano II, se dará “El Pacto de las Catacumbas”; en este trabajo, veremos cómo evoluciona el modelo teológico de Gustavo Gutiérrez; de él, vendrá la persecución a la Teología de la Liberación y sus teólogos.

Luego vendrá un renacimiento de la primavera eclesial, esto, por medio del Papado de Francisco, quien hablará de “la globalización de la indiferencia”, ella “nos vuelve indiferentes a los clamores de los otros”, calificando el sistema, injusto desde su raíz.

Una vez más, el ensayista y novelista francés, Georges Bernanos, llegaría a decir que, los cristianos, serían capaces de colocarse cómodamente, hasta debajo de la cruz de Jesucristo. En oposición a esta tesis, Gustavo Gutiérrez, se deja guiar por fray Bartolomé de las Casas: defensor de los indígenas sometidos por los conquistadores, pionero del reconocimiento y respeto a los diversos universos culturales. Esto queda demostrado, en su excelente obra: “En busca de los pobres de Jesucristo: el pensamiento de Bartolomé de las Casas” (1992).

Esto nos debe llevar a una profundización teológica: el Antiguo Testamento, presenta en muchos momentos, una teología Levítico – sacerdotal: una teología, centrada en el culto y la pureza. Ella, concretada en el Templo de Jerusalén.

Frente a esta, Jesús de Nazaret, plantea una teología samaritana: en términos muy sintéticos, ella deriva de una espiritualidad marginal, más cercana al pueblo y lejana del control de los sacerdotes de Jerusalén.

El corazón de la Teología Samaritana, se puede sintetizar en los siguientes tres puntos:

a) Dios no se revela solo en el templo, se revela en el encuentro con el otro.
b) La mediación no es ritual, es afectiva y ética, lo que vale es la compasión (“Padecer con el otro”).
c) El culto que agrada a Dios, es el servicio a los necesitados.

Con esto claro, veremos que, las preguntas que motivan la teología de Gustavo Gutiérrez, se ubican en la Teología Samaritana, en la Teología que deriva de la práctica y enseñanzas de Jesucristo. Si vemos a Jesús desde la ciencia social historia, nos daremos cuenta que, él, no estaba conforme, con lo que hoy podemos denominar: “el sistema de dominación de su tiempo” (Borg y Crossan). De hecho, es crítico de ese “sistema”, no se conformó con él, de ahí, su propuesta alternativa: “el Reino de Dios” y claro está, de ahí, la cruz.

Pues bien, veremos que, en Gustavo Gutiérrez, se articulan: metodología, praxis, profecía, reflexión, teoría y vida. pero, además, en él se encarnaba la humildad, esa virtud, que no es fácil de encontrar en los mundos académicos.

Bien decía Francisco, que Gutiérrez, era fiel siervo de Dios y amigo de los pobres, su teología hoy, moldea la vida de la iglesia, cosa que vemos en la frescura del pontificado del argentino y, en “Dilexit Te”, de León XIV.

I

El pasado 22 de octubre, se cumplió un año de la muerte, del “padre de la Teología de la Liberación”, Gustavo Gutiérrez Merino (1928 – 2024); para algunos teólogos, su obra (Que no es tan extensa, como las de otros de sus colegas), tiene dos fases muy claras, fases que, por cierto, son muy propias de las ciencias sociales (Y, no se confunda, no estamos diciendo que la Teología sea ciencia social).

La primera fase, es la de diagnóstico: es una socio teología de la pobreza, en ella, resulta que, los pobres son los preferidos de Dios y, por ello, los libera. En la segunda fase, se centra en la relación de Jesús de Nazaret con ellos.

Valga decir, que este análisis, no agradaba al peruano. Pensaba que, esa división, podía interpretarse como desautorización y ruptura, entre la primera fase y la segunda; para él, lo que aquí hemos llamado en primera instancia, socioteología, marca una continuidad, con lo que aquí hemos llamado segunda fase: nos explicamos: la gran mayoría de los latinoamericanos, son pobres (Primera fase) y cristianos (segunda fase).

Dado que la gran mayoría de los latinoamericanos son cristianos (alrededor del 90%) y que la pobreza afecta a aproximadamente el 32% de la población, se infiere que una gran proporción de los pobres latinoamericanos, también son cristianos.

En esta lógica: primero, Gutiérrez, define quiénes son los pobres; y de seguido, se enfoca en la espiritualidad y fe, de esos pobres, en su fundamento teológico; así expuesto, Gutiérrez, estaría más de acuerdo en esta tesis. Por eso no es ocioso decir que, en la obra: “Teología de la Liberación: perspectivas”, hay un aparte dedicado a la “espiritualidad de la liberación”, esto lo desarrollarán más adelante, teólogos como: Pedro Casaldáliga, José María Vigil y Leonardo Boff.

En suma, las fases descritas, podrían distinguir diferencias metodológicas, pero no teológicas. Precisamente, desde la teología misma: para el inca, hay una unidad entre fe y pobreza; de ahí que, Jesús es pobre, desde esa pobreza, Jesús, presenta a Dios. Esa presentación de Dios, la hace el nazareno a los centros de poder y a las periferias. No en balde, la teología para Gustavo Gutiérrez, era, ante todo, “un instrumento de caridad”. Un puente entre la fe y el compromiso social.

Tales ideas, insertan a la Teología de la Liberación, en las nuevas espiritualidades y las nuevas teologías. Para decirlo de algún modo, desde la praxis (“Momento primero”, en el que se busca hacer la voluntad de Dios), se da el encuentro con el pobre y de ese encuentro, surge la relación con Dios (Dios – pobre); de ese encuentro, de esa relación, se da la teología (“Momento segundo”): de la praxis y de la teología, se da el caminar cristiano: la liberación “de” y “con” los pobres, en la construcción de un mundo más fraterno y justo.

Actualmente: “el compromiso social”, estorba, desde la derecha y los populismos y los neopopulismos de la extrema derecha; y, para muchas corrientes de izquierda, se puede ejercer ese compromiso, sin la necesidad de “un Dios”; incluso, en esto, hay tesis propias dentro del modelo de la Teología Mística.

Al final, por ejemplo, en el caso costarricense, donde “nuestra pastoral es de clases medias”, se puede terminar “en una espiritualización, sin compromiso social”: muchas, devociones, muchas “horas santas”, “muchos rosarios”, “muchas coronillas de la Divina Misericordia”; pero nada, de compromiso con el prójimo oprimido y pobre.

Se termina así, descuidando y hasta arrinconando, la solidaridad, con esos oprimidos, con esos pobres; entonces: “hay mucha beatería”, pero, no hay encuentro real con el Dios de Jesús de Nazaret; incluso, usando lenguaje de la Teología Mística: “no hay encuentro con el Absoluto”.

Ahora: en el cristianismo: ¿Hay Teología Mística?: en efecto así es, pero ese “Absoluto”, en Jesús, tiene “rostro histórico”; “tiene carne y se encarna”, tiene una opción social: lo que Jesús, llamará: “El Reino de Dios”. esto, no se practica solo en las devociones populares.

En términos de teorías del desarrollo y el subdesarrollo, se habla tradicionalmente: “del primer mundo”; se hablaba del “segundo mundo” (Lo que era el Pacto de Varsovia y se incluía hasta a China) y, el “tercer mundo”.

Hoy, podemos hablar hasta de “un cuarto mundo”, que implica los nuevos rostros de la pobreza, en medio, de la lucha porque el libre mercado, sea el gran organizador social. En esto, no se pueden olvidar las tesis de Raúl Prebisch: de la explotación del tercer mundo, viene el disfrute del primero; esto, a manos del neopopulismo de derecha, es cada vez más olvidado.

Pues bien, en el caso del catolicismo romano, podría decirse, que en lo que refiere a los Papas, hasta antes de Juan XXIII, esta idea, de que Jesús, se identifica con los pobres, no se proclamaba con la fuerza necesaria.

En el momento presente, hemos tenido dos cúlmenes, que han reafirmado la tesis opuesta: todo el Pontificado de Francisco y la reciente exhortación apostólica “Dilexit Te”, de León XIV: los pobres son los preferidos de Dios, no porque sean cristianos, religiosos o buenos, sino, porque Dios, identificándose con ellos, es bueno y misericordioso. Esto, antes de estos Pontífices, ya fue dicho en la Conferencia de Medellín en 1968.

Así: dado que Dios se identifica con los pobres, en su liberación, encontramos un espacio de encuentro con el Dios de Jesucristo, esto lo han probado vidas como las de Hildegarda de Bingen, Héctor Béjar, Oscar Arnulfo Romero, Rutilio Grande o Dom Hélder Cámara.

En esta línea, ellos y otros muchos, vieron y ven, en los pobres, a “los otros Cristos”. Esto, no es menor, ni para la espiritualidad, ni para la teología. A un año de la partida de Gustavo Gutiérrez, vale la pena que, el cristianismo, medite en la gran cantidad de testimonios espirituales y teológicos, en este marco de la fe en Cristo Jesús.

Por ejemplo, al adentrarse en estos caminos, nos encontramos con lo que, San Vicente de Paul, dijera a las Hijas de la Caridad. Pasamos a parafrasearlo: “Dejen a Dios, por Dios”: ¿Qué quiso decir?: menos oración, menos ver a Cristo en la Eucaristía y comenzar a orar y ver a Cristo, en la atención a los pobres (Conste, no estamos diciendo que hay que dejar la Eucaristía o la oración, se trata de “equilibrarlas”, con la praxis hacia los pobres).

II

Con esto claro, vamos a la historia de la iglesia: a partir del edicto de Milán, del año 313, sumado a la caída del imperio romano, se inicia y consolida, lo que, en esa historia, se conoce como “el régimen de cristiandad”, siendo una de sus características principales, el que la jerarquía eclesiástica, desease conservar el poder. Esto llevó a la iglesia católica, a dejar de “poner en el centro a los pobres”.
Ese centro, que ocupan en los Evangelios, en la Patrística, en los mártires, en los monjes, en los santos, en los teólogos de los primeros tiempos y los que vendrían luego. Tal idea, se retomaría en el Concilio Vaticano II y con la firma de “la Declaración de las Catacumbas de Domitila”, en la víspera de su finalización (1965). De hecho, Juan XXIII, al convocar el Concilio, dijo que, “la iglesia es de todos, pero particularmente de los pobres”.

El tema de la “Declaración de las Catacumbas de Domitila”, es poco conocido por muchísimos católicos, por ello, pasamos a contarlo: el brasileño, Monseñor Hélder Cámara, apoyado por otros obispos: africanos, europeos y latinoamericanos, se comprometían con una iglesia pobre y servidora.

El documento surge como una reacción profética dentro del Concilio, frente al riesgo de que las reformas de éste, quedaran solo en el plano doctrinal y litúrgico. Los firmantes (Primero 40 obispos, luego serían más de 500); buscan encarnar el Evangelio desde los pobres y reformar sus propias vidas y estructuras.

Su contenido esencial es el siguiente: es un texto breve de 13 puntos, pero profundamente radical. Con las propuestas, que presentamos de seguido:

  • Vivir como los pobres: renunciar al lujo, los títulos honoríficos, los signos de poder (Anillos, vestidos ostentosos, residencias suntuosas, carros de lujo).
  • Administración transparente: que los bienes eclesiásticos sirvieran para la justicia social y la participación.
  • Iglesia sin privilegios: rechazar toda alianza con los poderosos o estructuras políticas opresoras.
  • Cercanía al pueblo: compartir la vida, los problemas, las luchas de los pobres.
  • Promoción de la justicia: trabajar activamente por un orden social más humano y justo.
  • Colaboración ecuménica y fraterna: reconocer la acción de Dios, más allá de las fronteras visibles de la iglesia.

En lo que refiere a las repercusiones de “la Declaración de las Catacumbas de Domitila”, debe decirse que, la curia romana, la ignoró, pero tuvo un fuerte impacto en América Latina, especialmente en las Conferencias del Episcopado Latinoamericano, en Medellín (1968) y Puebla (1979), donde la iglesia asume, la Opción Preferencial por los Pobres.

Así, tal y como lo dicen los teólogos, Casiano Floristán y Juan José Tamayo: Medellín y por qué no decirlo, Puebla, son resultado de la Teología de la Liberación. Estas conferencias, no dejan de ser carta de ciudadanía del paradigma liberador, en la iglesia Latinoamericana. Gustavo Gutiérrez diría que, Puebla, impulsa la perspectiva de la iglesia de los pobres, empujándola, desde el Concilio y Medellín. Puebla, es testigo del Concilio Vaticano II (Esto pese a que, esta conferencia, inició con un enfrentamiento de posiciones).

El también conocido como “El Pacto de las Catacumbas”, inspiró directamente a teólogos, como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Pablo Richard, Jon Sobrino y Enrique Dussel, así como obispos de la talla de Oscar Arnulfo Romero (El Salvador), Pedro Casaldáliga (Brasil) y Samuel Ruiz (México).

Finalmente, en lo que compete a su significado político y teológico, podemos realizar el siguiente resumen:

  • En materia Cristológica, Jesús, pobre y servidor, es el modelo de toda autoridad eclesial.
  • Eclesiológicamente, la iglesia, debería reflejar el proyecto del Reino de Dios y no el poder.
  • En el ámbito antropológico, el ser humano concreto, el pobre, es lugar teológico por excelencia.
  • En la palestra ética y política, se busca un compromiso con la justicia estructural, y con la transformación de las causas del sufrimiento.

A partir de ese momento, se realizarían una serie de encuentros de obispos latinoamericanos, esto, también será parte del telón de fondo, del surgimiento de la Teología de la Liberación. Con ella, Gustavo Gutiérrez, subraya, el “hacer”, en la espiritualidad y la teología; y de esa praxis, se desprendería, la experiencia de relación y unión con Dios (Véase que, en esa lógica, la praxis liberadora, podría llevar a una experiencia mística, no solo a “un conjunto de creencias, sobre la relación y unión con Dios”).

Pues bien, con Francisco y en “Dilexit Te”, de León XIV, no puede dejar de verse un esfuerzo, de vincular, la Constitución Política del Reino de Dios, que son “las bienaventuranzas”, con la realidad del Calvario (Jesús es crucificado, por oponerse al sistema de dominación de su tiempo); y de esa síntesis, abordar los dramas contemporáneos.

Dramas contemporáneos, que requieren una voz profética, capaz de denunciar lo incorrecto y anunciar la esperanza. Dramas, que requieren de la nueva alianza de Jesucristo. Ese del que dijo Dios – Padre: “es el hijo amado”.

Así las cosas, debe darse un equilibrio entre praxis y mística: ya lo decía el Maestro Eckhart: “Si un hombre estuviera en éxtasis como San Pablo, y supiera que un enfermo tiene una necesidad… yo tengo por mejor que se dejara el éxtasis y se sirviera al necesitado con gran amor”.

En esta línea, tanto Gustavo Gutiérrez como Leonardo Boff, fueron capaces de hacer una teología adecuada a la situación de América Latina, construida sobre injusticias sociales y pobrezas humillantes. Del mismo modo, ambos, han referido al tema de la espiritualidad y la mística: basta leer los libros del primero:

  • “El Dios de la Vida”.
  • “Sobre Job: hablando de Dios”.
  • “El sufrimiento del Inocente”.
  • “Bebiendo de nuestro propio Pozo”.

Precisamente, el libro sobre Job, dice Frei Betto, es una biografía “disfrazada” sobre Gutiérrez: allí, dice que la Teología de la Liberación, busca dar sentido al sufrimiento humano. En ese camino, se llega a la tesis de que: “todo es política, pero la política no lo es todo”; la solidaridad con los pobres, también tiene que ver con la gratuidad de la espiritualidad y la mística. He aquí, diría Boff, la unión entre mística y política.

Cuando se inicia la formación en teología clásica, se lee en los manuales, que, el objeto de estudio de la teología, es nada más y nada menos, que Dios mismo, conforme se va profundizando en esos estudios, se va viendo que Dios, es experiencia de vida; y dependiendo del modelo teológico sobre el que se avance, se puede partir del sufrimiento humano, y luego, ir hacia una reflexión reverente.

En el caso del peruano Gustavo Gutiérrez, él fue afectado por la osteomielitis y, pasó un largo periodo en silla de ruedas. Después, operado, caminaba con dificultad. Así, aquel hombre, era: cojo, pequeño, fornido, con rostro de indio quechua. pero, con una inmensa inteligencia: Gustavo, era creativo, con un fino humor, quien llegaría a ser: “el padre Gutiérrez”, era: bueno, espiritual, humilde y sencillo.

Sobre esto, cabe una anécdota: en 1986, en la séptima Conferencia Internacional de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo (ASETT), celebrada en México, el teólogo afroamericano, James Cone, se quejó que la teología de la liberación latinoamericana, era demasiado blanca. A su lado, ¡Estaba Gustavo Gutiérrez!

Esa bondad, esa espiritualidad, esa sencillez, fueron acrisoladas, en la cercanía de las limitaciones: su familia era objeto de un sistema económico y social, que marginaba (Margina) a muchos; ya hemos hablado de la enfermedad de Gustavo, ella no dejará de llevarle a una reflexión bíblica sobre el sufrimiento. Esto, le haría desarrollar, una sensibilidad única, hacia los más vulnerables.

III

Ya hemos hablado de la ascendencia indígena de Gutiérrez: en la casa de su padre, se hablaba la lengua del imperio inca, esto, junto a la herencia genética, hacía de Gustavo, un claro amerindio andino.

Es interesante que, cuando se observa la biografía de Gustavo Gutiérrez, él tuvo una formación multifacética: medicina, filosofía y letras, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Perú; luego pasaría por varias universidades en Europa (Lovaina en Bélgica y, Lyon en Francia. No es extraño que, en ellas, recibiera influencia de Maritain, Mounier, de Chardin, De Lubac, Congar y Lebret. En Lovaina, fue compañero de Camilo Torres y defendió una tesis, sobre Freud.).

Entre sus maestros, podemos citar a: Mary Dominique Chenú, Ives Congar, Henri de Lubac y Christian Ducoq; ellos, siendo parte de las escuelas dominica y jesuita. De la mano de estos mentores, iría descubriendo las discusiones posconciliares, de la necesidad de que la iglesia se abriese al mundo. Esto será clave en su obra posterior, por ejemplo, cuando cita la Constitución del Concilio: “Gaudium et Spes” y “Popolorum Progressio”, de Pablo VI.

Esto es clave, tomando en cuenta que, el peruano, participó como asesor junto a Segundo Galilea, del Cardenal chileno, Manuel Larraín. De este Cardenal, surgirá la idea de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (Donde también Gutiérrez, tuvo una notable participación: trabajó en el borrador, del famoso documento final).

El sacerdote (Fue ordenado a los 31 años de edad), veía el sufrimiento del inocente en su país de origen, de ahí, la pregunta que guiará su práctica y reflexión teológica: ¿Cómo comprender a Dios en el sufrimiento del inocente; cómo comprender a Jesús resucitado en un mundo donde las personas debido a la opresión, mueren antes de tiempo; cómo encontrar a Dios liberador en un mundo donde falta fraternidad y solidaridad?

Como puede verse, la interrogante que se plantea Gutiérrez y las preguntas subsiguientes, tienen que ver con la injusticia, la materialidad de la vida, la pobreza y el sufrimiento. En 1979, se interrogaba: ¿Tiene sentido hacer teología en un mundo de miseria y opresión?; ¿No estaremos dejándonos llevar más por la inercia de la formación teológica que por los problemas reales de un pueblo que lucha por su liberación?

En busca de esas respuestas, el padre Gustavo, inicia con su fuerte formación en teología clásica; pero en ese caminar, irá viendo aquella hoy, vieja crítica: no se puede seguir hablando de Dios, en términos de resignación: “el pobre, es pobre, por voluntad de Dios, ya recibirá su recompensa en el cielo”. Así, como otros cristianos en el pasado, el inca, va teniendo claro que, el Reino de Dios, comienza “aquí y ahora”.

Además, en términos cristológicos, el Jesús histórico (La figura de Jesús, reconstruida por medio de la investigación académica y científica, utilizando métodos históricos para analizar su vida y enseñanzas en su contexto socio político y religioso), es sociológicamente pobre: no tiene donde recostar su cabeza (Mateo 8: 20).

Sigamos en la línea cristológica: Jesús, tiene una práctica histórica: la concreción y predicación del Reino de Dios; esa práctica, tendrá una reflexión crítica, a la luz de la Palabra revelada. Esto es lo que hace Gutiérrez.

Con este marco claro, se entiende aquello que dijo Gustavo Gutiérrez, en una conferencia de prensa, en Puebla, con motivo de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano: la Teología de la Liberación no había planeado comenzar con una reflexión sobre los pobres. los propios pobres, agentes de transformación histórica, iniciaron esta reflexión teológica. El objetivo de la Teología de la Liberación, es dar a los pobres el derecho a pensar y expresarse teológicamente. Los periodistas, esperaban que, de su boca, salieran herejías, de ella, solo surgían síntesis entre el paradigma liberador y el Magisterio eclesiástico.

En otro orden de cosas, ya hemos hablado de la obra central de la Teología de la Liberación: “Teología de la Liberación: Perspectivas”, de 1971; casi paralelamente, Leonardo Boff, estaba escribiendo precisamente, su Cristología: “Jesucristo el Liberador”; por su parte, el gran y profundo teólogo, Juan Luis Segundo en Uruguay y, Segundo Galilea, en Chile, venían trabajando en una perspectiva de liberación. Eminentemente desde la fe, los cuatro, venían trabajando guiados por el Espíritu Santo.
Ellos, ven que el Dios vivo, en el Antiguo Testamento y en la vida de Jesús y en su resurrección, opta, por los que menos tienen, por los que menos vida tienen. He aquí el fundamento teológico de la Opción por los Pobres. esa opción, tiene que ver con su vida oprimida – amenazada y con las sendas para su liberación.

Gutiérrez hace esto práctica: vive con los pobres del barrio Rimac (Lima, Perú), de esa praxis, vendrán sus libros, sobre todo:

  • Beber en su propio pozo: el itinerario espiritual de un pueblo.
  • El Dios de la vida.
  • La Fuerza Histórica de los pobres.
  • ¿Dónde dormirán los pobres?
  • En busca de los pobres de Jesucristo: el pensamiento de Bartolomé de las Casas.

El autor llegaría a decir que, como todo modelo teológico de peso, el paradigma liberador, viviría incomprensiones y persecuciones; para decirlo de algún modo, esto iniciaría en el mismo Perú, por parte del Cardenal Cipriani, cuya sede era Lima.

Cipriani, viene del Opus Dei; él dirá que, la teología de la liberación, es marxista. A él se uniría, el que Leonardo Boff, escribiría que fue, el mayor enemigo, de ese modelo teológico: el colombiano, López Trujillo, quien también, era cardenal.

Gustavo Gutiérrez, además fue perseguido por “Los Legionarios de Cristo” y el “Sodalicio de Vida Cristiana” (Ambas estructuras acusadas de abusos psicológicos y sexuales. El segundo, fue disuelto por Francisco).

Ya esta acusación de marxismo, ha sido lo suficientemente refutada, pero siempre se le ha hecho, a los comprometidos con los oprimidos, contra la opresión. Quizás, quien mejor ejemplificó esto, fue Dom Hélder Cámara: “Si le doy de comer a los pobres me dicen que soy un santo, pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre, me dicen que soy comunista”.

En América Latina, la categoría de pobre, en la Teología de la Liberación, se fue ampliando:

  • Los indígenas.
  • Los negros.
  • Las mujeres.
  • Los pobres en materia económica.
  • Los pobres, en materia cultural.
  • Los homoafectivos.

De allí, surgirán distintas vertientes del modelo: el centro de cada grupo específico, el método adecuado y su correspondiente liberación; en lo más básico, el método, es el clásico de la iglesia:

  • Ver: la realidad de sufrimiento.
  • Juzgar: usando las ciencias sociales a la luz de la fe.
  • Actuar: para transformar esa realidad de dominación, teniendo como protagonistas a los propios oprimidos (En esta etapa, no deja de resonar, la: “Tesis XI de Marx a Feuerbach”: “los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”.).

Solo como ejemplo: una Teología Feminista de la Liberación, les permite a las féminas, sentir a Dios de una manera diferente, y, por consiguiente, expresar de manera distinta, la experiencia de Dios, caracterizada por el sentido relacional, que desborda la frialdad, que podría generarse de una mera mediación filosófica.

Entonces: el componente de la liberación en esta teología, deriva de la fe en Jesucristo, no en Marx. Su inspiración se encuentra en las fuentes de la fe cristiana: la Biblia, la Tradición (San Francisco de Asís, San Vicente de Paul, por mencionar solo algunos).

De hecho, en 2015, el peruano dijo que, la Teología de la Liberación, no podía asociarse con el marxismo, porque según afirmó: “La Teología de la Liberación, desde la primera hasta la última línea del libro, está en contra del marxismo, porque para Marx, el cristianismo era opresión y el trabajo de mi vida está comprometido con la idea de que el cristianismo es liberación”.

Fruto de su trabajo y reflexión, Gustavo Gutiérrez, recibió gran cantidad de premios y títulos (Más de 30 doctorados Honoris Causa), pero esto, no era importante para él. Tenía claro que su centro, eran los pobres, con los que compartía su vida.

Precisamente, después de muchos años de malos entendimientos y hasta persecuciones (Sobre todo, en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI), el padre Gustavo, obtuvo muchos años después, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2003).

La motivación para entregar el galardón, le hace plena justicia: “Por su preocupación por los sectores más desfavorecidos y su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje”.

Se resume así una reparación, a lo que fue la tragedia, de un sector importantísimo de la iglesia. Una iglesia (La católica), que, en muchas ocasiones, se precipita en el juicio, un juicio que hace parcialmente, un juicio que hace con poca misericordia (Muchos años después, el Papa Francisco, diría que: “Dios es misericordia”). Esto fue lo que sucedió a la Teología de la Liberación y sus defensores, los que trataban de ser sellados en su práctica y reflexión, con el Evangelio.

IV

Seamos claros: Gustavo Gutiérrez, fue denigrado eclesiásticamente, muchos decían que, la intención del teólogo, era justificar hasta la violencia guerrillera en América Latina, tales argumentos, permitían “lanzar una cortina de humo”, de nuevo, sobre el “régimen de cristiandad”, del que ya hemos hablado: en muchas partes del mundo, la iglesia, siendo parte de las injusticias y las opresiones, pero “viendo para otro lado” (Juan Pablo II en Chile, con Pinochet; la tensión dentro de la comunidad de fe, de Marcial Maciel etc.).

En este penoso tema, hay que detenerse: el teólogo de la liberación, Víctor Codina (También ya fallecido), escribió un esclarecedor artículo, titulado: “Los Teólogos malditos y Francisco” (2016), en él, dice que, muchos teólogos, fueron marcados con ese adjetivo calificativo, durante el largo “invierno eclesial”, del post concilio (Se refería, una vez más, a los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI).

Aquí no puede olvidarse que, cuando Karol Wojtyla, asume el trono Petrino, viene de una Polonia oprimida por los comunistas; además, con el ascenso del Republicano, Ronald Reagan, en la presidencia de los Estados Unidos, se van dando acontecimientos que marcaron la lucha contra la Teología de la Liberación, esto, llevó a la estigmatización de sus teólogos.

Esos teólogos, fueron sospechosos en sus doctrinas, algunos fueron excluidos de sus cátedras, otros fueron censurados por sus escritos, tuvieron que defenderse de las amonestaciones de sus iglesias locales; y muchas veces de Roma (Con la Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezada por Joseph Ratzinger, luego, Benedicto XVI).

El sufrimiento fue grande y el silencio doloroso (Sobre esto, solo como ilustración, debe recordarse que, Leonardo Boff, fue sancionado, con lo que se conoce, con un lenguaje muy diplomático, como: “silencio obsequioso”, que significa: una prohibición para escribir y hablar públicamente, por un año. El brasileño, había escrito un libro, en el que se denunciaba la violación de los derechos humanos en la iglesia: “Iglesia, Carisma y Poder”. Boff se defendió, se decía que, la respuesta de Ratzinger, se daría en el corto plazo; en ese momento, también se anunciaba la “segunda Instrucción”, de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ante la cercanía de la visita del Papa Juan Pablo II a Perú, Gutiérrez, pensaba que se podría aprovechar esa llegada, para que, de la boca del mismo Papa, se diera una declaración oficial, sobre el paradigma liberador).

Valga decir, que, el título de censura, no solo recayó sobre teólogos de la liberación, sino, sobre eruditos de otros modelos teológicos:

  • Hans Kung (Opositor al autoritarismo en el Vaticano, cuestionó el dogma de la infalibilidad papal. Roma, le advirtió que no siguiera en esa tesis, él se negó a ir al Vaticano, para ser sometido a un interrogatorio, que era un procedimiento medieval. De ahí, que la Congregación para la Doctrina de la Fe, le relevó de sus deberes de enseñanza; y le revocaron su título de teólogo católico).
  • Juan Masiá (Se le sancionó por sus posiciones sobre: bioética, moral sexual y teología).
  • José Antonio Pagola (En 2007, publica el libro: “Jesús: aproximación histórica”, por él, la Conferencia Episcopal Española, emite dos notas de clarificación, en la que señala que, esa obra, pese a no contradecir las proposiciones de la fe, era peligrosa, por su ambigüedad y omisiones, además de los errores en su metodología. La obra fue retirada temporalmente. La Congregación para la Doctrina de la Fe, intervino, enviando una carta al obispo correspondiente, diciendo que el libro, “no podría tener el ‘imprimatur’”, aunque el autor, había respondido a las dudas de la Congregación).
  • Marciano Vidal (La Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó una Notificación dirigida a Vidal, en la que, señalaban ambigüedades y errores, en algunos de sus escritos sobre ética y moral. Esas obras, antes de la fecha de la Notificación, no podrían ser utilizadas en la formación teológica. Vidal, aceptó las directrices).
  • Andrés Torres Queiruga (También la Congregación para la Doctrina de la Fe, le envía una Notificación, diciendo que, algunas de sus tesis, no estaban conformes con la fe católica. Torres, planteaba dudas, sobre la resurrección de Jesucristo, la revelación divina, la mediación salvífica de Cristo y de la iglesia. De ahí, un Obispo de Bilbao, veta la participación del docente, en un curso de formación, del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral).

En el caso de Gustavo Gutiérrez, nunca fue formalmente sancionado por el Vaticano, pero sí, objeto de cuestionamientos, observación y vigilancia doctrinal:

  • Los cuestionamientos iniciales, eran sobre la presunta influencia del marxismo, en su método teológico. En 1983, el Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, envió a la Conferencia Episcopal de Perú, unas: “Observaciones sobre la Teología de Gustavo Gutiérrez”: una síntesis de ese documento, hace mención de los siguientes “errores”, en la teología del padre inca:
  1. Utilización del método de interpretación marxista, abandonando la filosofía clásica de la escolástica (Ya hemos visto que, por el contrario, es por allí, por donde inicia la reflexión de Gutiérrez).
  2. Una lectura selectiva y parcial de los textos bíblicos identificando de forma poco crítica, el símbolo de “los pobres de Yahvé”, con los explotados sociales del capitalismo moderno (Tanto Gutiérrez, como Leonardo Boff, Pablo Richard y Jon Sobrino, dejan claro, que, su lectura no es sociologista ni reduccionista, sino, histórico – salvífica: el dato bíblico, es la “Opción Preferencial por los Pobres”, ésta, es interpretada en el contexto actual, de opresión estructural: así, “los pobres de Yahvé”, no son solo los pobres económicos, sino, la situación de los oprimidos, en que Dios actúa preferentemente).
  3. Una noción reducida y poco exacta del término “Reino de Dios”, como si ese Reino, se edificara por medios económicos y políticos, abandonando los elementos más específicamente religiosos de la iglesia (Una vez más, los teólogos ya citados, establecen que: el Reino de Dios, no se identifica con ningún sistema político o programa económico: el Reino de Dios, es la acción transformadora de Dios en la historia, que incluye, lo espiritual y lo social. Entonces: la liberación integral, propuesta por el Evangelio, implica la superación del pecado personal y estructural. Así, la dimensión política, es consecuencia ética de la fe, no su sustituto).
  • Entre 1984 y 1986, la Congregación para la Doctrina de la Fe, publica dos documentos, que refieren indirectamente a Gutiérrez:

a) “Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación” (1984): donde criticaba y condenaba, el uso del análisis marxista en la teología.

b) “Instrucción sobre la Libertad Cristiana y Liberación” (1986): más suavizada, reconociendo la Opción Preferencial por los Pobres, dentro de la ortodoxia cristiana.

  • A finales de los 80, su orden (Los Dominicos), revisaron los escritos del peruano, por petición de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el proceso concluyó sin sanciones, la Orden, apoyó a su miembro, por lo que, pudo continuar enseñando y publicando. Incluso, Gutiérrez, fue defendido desde antes: en la primavera de 1985, los obispos de Perú, fueron convocados a Roma, para tratar “el caso Gutiérrez”. El Cardenal Ratzinger, los presionó, para que lo condenaran. Algunos de ellos, se opusieron a esas presiones, ellos le dijeron al alemán: “no tiene sentido que, se nos obligue a condenar a un hermano creyente comprometido con los pobres”. Gutiérrez, no fue condenado. Pero este teólogo, tuvo que escribir una respuesta a las observaciones que le habían enviado.

Valga decir que, una carta del Papa Juan Pablo II, a los Obispos brasileños (9 de abril de 1986), constituye un reconocimiento explícito, que se hacía de la Teología de la Liberación: allí, el Papa Juan Pablo II, hace dos afirmaciones, que reflejaban un clima prometedor y abierto:

  1. “…estamos convencidos de que la teología de la liberación es no solo oportuna, sino útil y necesaria”.
  2. “Ha de constituir una nueva etapa de la reflexión teológica que se inició con la tradición apostólica”.

En el caso de Leonardo Boff, ya hemos mencionado la etapa del “silencio obsequioso”, luego, ese “silencio”, sería levantado parcialmente, pero manteniéndose “bajo vigilancia”; en 1992, tendrá nuevas tensiones con Roma, como consecuencia de su apoyo a las Comunidades Eclesiales de Base, además, de sus críticas al autoritarismo clerical; por ello, Boff, decide abandonar la Orden Franciscana y el ministerio sacerdotal. Hoy, el brasileño, ejerce como laico y académico, destacándose, en materia de defensa de la ecología.

Por su parte, Jon Sobrino, recibió una Notificación, en 2007, esto, durante el Pontificado de Benedicto XVI, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, William Levada. En ella, se le hacía una advertencia sobre algunas de las tesis de sus libros: “Jesucristo Liberador” de 1991 y, “La fe en Jesucristo: Ensayo desde las víctimas” (1999).
Otro de los casos, es el de Eleazar López, quien recibió advertencias de la Conferencia del Episcopado Latino Americano (CELAM) y de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

  • Durante los encuentros de Teología India, promovidos por el CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosos) y el CELAM, especialmente en Quito, en 1992 y, en Asunción en 1996, los delegados vaticanos miraron con preocupación: el uso de categorías y símbolos indígenas (Por ejemplo, la Madre Tierra), en la liturgia y la teología; la tendencia a sincretizar, elementos del cristianismo y las religiones autóctonas, lo que fue asimilado como una “relativización del cristocentrismo”; y la insistencia en que los pueblos indígenas, son “sujetos teológicos” por derecho propio, lo que cuestiona el modelo colonial de evangelización.

Por ello, la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitió una serie de comunicaciones internas, dirigidas a los obispos latinoamericanos, pidiendo prudencia con las posiciones de López, además, mandó que, a él y sus adherentes, se les sometiera, a “vigilancia doctrinal”.

  • En este marco, a López, se le impidió participar oficialmente, en reuniones episcopales o teológicas, vinculadas al CELAM.
  • En 1997, fue vetado para participar como ponente, en un Congreso Teológico Continental, en Brasil, por presión de sectores eclesiales conservadores.
  • Durante años, sus obras no fueron publicadas por editoriales católicas oficiales, circulando más en ámbitos populares o de Teología de la Liberación (Por ejemplo, “Amerindia”).

Un caso más, es el de José María Castillo: él, desde los años 70, publicó libros que, fueron considerados problemáticos, por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Como ilustración, su obra: “Jesús: humanización de Dios” (De 1972, reeditada en 2003), proponía una Cristología, sustentada en la humanidad histórica de Jesús, ella, como revelación del amor de Dios. esto, fue interpretado como “una minimización de la dimensión de Cristo: ‘como Dios verdadero’”.

Este y otros textos (“El Reino de Dios”, “Teología Popular”, “La Laicidad del Evangelio”); iniciaron sospechas de “reduccionismo antropológico” y “Cristología descendente”, véase que, Castillo, recibió señalamientos semejantes a los hechos a Jon Sobrino.

En 1988, la Congregación para la Doctrina de la Fe, exigió al Provincial de los Jesuitas en España, que retirara a Castillo, de la docencia en la Facultad de Teología, en la Universidad de Granada. Al año siguiente, fue suspendido de la enseñanza eclesiástica, prohibiéndosele publicar con el sello oficial de instituciones católicas.

Se le impone una sanción disciplinaria eclesial, que lo marginó del magisterio teológico oficial. Cuando se le consultó, Castillo dijo que, era objeto de: “una expulsión silenciosa”, del ámbito académico católico.

Para 1992, tras años de tensiones con los jesuitas, sale de la Compañía, pero siguió siendo sacerdote, en la Diócesis de Granada. Él seguiría ejerciendo la teología en espacios laicales, populares y universitarios, particularmente, en el “Centro Teológico de Granada” y, en la “Asociación Teológica Juan XXIII”.

Sumemos a lo expuesto, al Claretiano, Benjamín Forcano: fue profesor de Teología Moral y director, de la revista “Misión Abierta”, una de las más directas y accesibles del catolicismo español, tras el Concilio Vaticano II.

En 1986, la Congregación para la Doctrina de la Fe, intervino directamente ante los superiores Claretianos, así como, ante la Conferencia Episcopal Española, esto, debido al contenido de “Misión Abierta”, así, como por los libros de Forcano, sobre Moral Sexual.

Tanto la Congregación, como la Conferencia Episcopal, lo acusaron de:

  • Contradecir la moral sexual tradicional: Forcano, defendía el uso de métodos anticonceptivos, una ética abierta a la homoafectividad y el valor del placer sexual, tanto, dentro como fuera del matrimonio.
  • Relativizar el magisterio eclesial: para Forcano, los creyentes, debían obedecer primero, a su conciencia informada, antes de los dictámenes eclesiásticos.
  • Apoyar abiertamente la Teología de la Liberación: criticando al capitalismo desde la ética cristiana.

Como resultado:

  • Fue destituido como director, de la revista: “Misión Abierta”.
  • Se le retiró la autorización para enseñar Teología Moral, en instituciones eclesiásticas.
  • La revista, fue cerrada temporalmente, luego fue reinaugurada, pero bajo control conservador.

Finalmente, hablemos de Juan José Tamayo: él, recibiría las primeras observaciones doctrinales, en la década del 80 al 90: los conservadores, dirían que, por ser teólogo de la liberación, era difusor de ideas marxistas y relativistas, dentro del pensamiento teológico.

Así, la Congregación para la Doctrina de la Fe, advirtió a la Conferencia Episcopal Española, sobre sus enseñanzas en la Universidad Pontificia de Comillas; y en el Instituto de Teología de Murcia. En 1992, sería separado de la docencia teológica, en centros eclesiásticos oficiales. Por ello, pasó a enseñar en instituciones, civiles y laicas, sobre todo, en la Universidad Carlos III de Madrid.

En 2003, la Conferencia Episcopal Española, publica la: “Nota Doctrinal sobre algunos escritos del profesor Juan José Tamayo”; allí se declaraba que, sus libros, contienen afirmaciones contrarias a la doctrina de la iglesia católica, en materias fundamentales de la fe cristiana.

En la misma línea: algunos obispos prohibieron expresamente su participación en congresos diocesanos y jornadas teológicas; además, se vetó su candidatura, a la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Pontificia de Salamanca.

A raíz de sus libros: “Dios y Jesús”, “El horizonte religioso de Jesús de Nazaret” y “Fundamentos de la Teología de la Liberación”, llevaron a varios medios eclesiales, a acusarlo de ser un “hereje encubierto”.

Con este telón de fondo, Gutiérrez, exploró, como anunciar el mensaje cristiano, en un mundo marcado por la injusticia estructural (“Violencia Estructural”, se dice desde las ciencias sociales); esto, por medio de la defensa de “la Opción Preferencial por los Pobres”. esta lucha, llevará a integrar esa “Opción”, en el Magisterio de la Iglesia, como un camino para vivir nuestra fe.

Una vez más: dentro del escenario de persecuciones y tensiones antes descrito, Gutiérrez, entra en la Orden Dominica, esto, para evitar la persecución del ala más conservadora eclesial y política del Perú.

Pero, además, debe decirse que: pese a las persecuciones y tensiones, el padre Gustavo, tuvo muy buenas relaciones, con importantes sectores del episcopado latinoamericano, tanto en su país, como fuera de éste: por ejemplo, con Juan Carlos Landáruzi (Perú), Enrique Alvear (Chile), Leonidas Proaño (Ecuador), Pablo Evaristo Arns, Pedro Casaldáliga (Ambos de Brasil); y Oscar Arnulfo Romero (El Salvador).

Una vez más: en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Teología de la Liberación, fue criticada y perseguida. Pese a ello, Gutiérrez, mantuvo diálogo con la iglesia institucional (Por esto, fue señalado hasta por otros teólogos de la liberación. Para otros, eso mostraba su discreción frente a los conflictos teológicos, frente a los que abrazaba la sutileza y, además, nunca entraba en pánico).

Años después diría: “A mí me obligaron al diálogo, pero nunca me incoaron un proceso. Por eso cuando los periodistas me preguntan si el Papa me va a rehabilitar, siempre contesto que no puede rehabilitarme, porque nunca fui deshabilitado”.

Incluso, el peruano, llegaría a decir que, por ejemplo, Juan Pablo II, retomaría la categoría de “la iglesia de los pobres”, esto, desde Juan XXIII. El Papa polaco, lo haría en la Encíclica: “Laborem Exercercens” (Como ilustración, el numeral 8). También en alguna entrevista, recordaría unas palabras del Papa, en su visita al Perú, en 1985: “Hambre de Dios, sí; hambre de pan, no…”.

V

Pero, ya lo decía Víctor Hugo: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo«. Al ser elegido el Papa Francisco, una de las primeras cosas que hizo, fue invitarlo a Roma, con lo que oficializó, la reconciliación de la iglesia oficial con la Teología de la Liberación.

Esa Teología que, como dijera el peruano: “…Se trata de dejarnos juzgar por la Palabra del Señor, de pensar nuestra fe, de hacer más pleno nuestro amor y de dar razón de nuestra esperanza (,) desde un compromiso más radical, total y eficaz. Esto es lo que busca la llamada teología de la liberación”.

Aprovechamos pues, este primer año de su partida, para el recuerdo esperanzado: muchos de los teólogos que ya hemos mencionado, también han partido: Hans Kung, José María Castillo, pero marcaron el paso, de una iglesia, menos enfocada en lo institucional, para centrarse más en el mensaje, en la vivencia (La experiencia, con lo que, hay un punto de contacto, con la Teología Mística).

Con lo dicho hasta aquí, no cabe duda que, Gustavo Gutiérrez, es parte de la lista de católicos comprometidos, con los descartados (Papa Francisco); con los vulnerables de la historia. En esa lista, ya están: Hélder Cámara, Pedro Casaldáliga, Ignacio Ellacuría y Oscar Arnulfo Romero; he aquí, los fermentos de una nueva humanidad.

Ya lo diría, Silvia Cáceres Frisancho, directora general y coordinadora del área de reflexión teológica del Instituto Bartolomé de las Casas: “…Gustavo nos deja su gran legado, una teología hecha desde la vida misma, desde la opción preferencial por los pobres y una herencia que nos invita a seguir comprometiéndonos con los pobres, y excluidos de nuestras sociedades”.

Este instituto, fue fundado por el teólogo de la liberación, en 1974, desde él, Caceres, da testimonio de que Gutiérrez, dio cuenta del Reino de Dios en la historia. Para ello, volvemos a la práctica: es la experiencia que se hace servicio en medio de nuestra realidad, esa realidad de los excluidos, de los pobres. luego de esto, es que viene la teología, ella, debe ser crítica de esa praxis, de ese compromiso.

De nuevo: por lo anterior, la Teología de la Liberación, surge y a su vez, se inserta en el Concilio Vaticano II, estando atenta a “los signos de los tiempos”, a los desafíos actuales de la desigualdad, de la pobreza, de los populismos, de los neopopulismos, con eficacia y lucidez.

Para decirlo de algún modo, esta es una forma de dar testimonio del amor de Dios hoy. En 1982, se celebraron los 20 años, de la celebración del Concilio; como fruto de ello, se realizó, un debate sinodal; éste fue interpretado desde América Latina, como la toma de conciencia, no excluyente, de la opción preferencial por los pobres.

Esto nos lleva a Pablo VI: Costa Rica, aunque no lo parezca, está en plena campaña electoral. en ella, muchos de los candidatos a la presidencia de la República y a la Asamblea Legislativa, se dicen cristianos (católicos o evangélicos): desde la crítica ciudadana, desde la fe cristiana, deberíamos ver si esos, “que hablan diciéndose cristianos”, “hacen de la política, un acto de amor”, como la definiera el Papa Montini.

Por su parte, católicos como Gutiérrez, supieron transparentar la misericordia, hicieron “experienciar” a los demás, ese amor de Dios; esto llevó a su praxis y luego a su teología, a transformar la vida de muchas personas. Es el cambio personal, que lleva al cambio social.

Francisco y León XIV, nos han hablado de la iglesia sinodal, lo cierto es que, Gustavo Gutiérrez ya la practicaba. El Inca, escuchaba a la gente, creaba relaciones horizontales y de igualdad. En este contexto: la iglesia sinodal, no puede perder de vista, el tema de la misión, esa misión, debe empezar con los excluidos, allí, comienza a construirse la iglesia, allí, comienza a construirse una sociedad capaz, de transformar la realidad opresiva, que vivimos hoy día.

Por esto, la obra y trabajo de Gustavo Gutiérrez, en favor de los más descartados, de los más pobres de la sociedad, deben seguir iluminando, el camino de la iglesia, en una lucha por un mundo más fraterno y justo.

En otro orden de cosas, hemos probado aquí que, el peruano, fue más que un teólogo: fue un hombre de acción. Regresando a la teología, fue fray Gustavo, un profeta, que señalaba que, la fe no puede separarse de la vida real de las personas, sobre todo de los pobres.

Este señalamiento, lo llevó también a la actividad educativa: fue asesor e inspirador de estudiantes y jóvenes, particularmente, en la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC); y siendo un estrecho colaborador de movimientos que tuvieron su origen, en la Acción Católica.

Bajo este marco, ayudó a muchas generaciones, a reflexionar sobre la presencia de Dios; y a partir de esa presencia, animar a prácticas transformadoras de la realidad; por él, estas generaciones, reflexionaban sobre las injusticias en América Latina; de ahí, la imperiosa necesidad de un cambio estructural, en este caso no basado en teorías sociológicas o ideologías políticas, sino, partiendo de la fe cristiana.

Pese a ello, teólogos como Xabier Pikaza, en su obra: “Diccionario de Pensadores Cristianos” (2012), nos dice que, por presiones de la jerarquía, no había podido enseñar de modo consecuente en la Facultad de Teología de la Universidad Católica.

Pues bien, ya hemos dicho que, con la llegada del Papa Francisco, se inicia la reconciliación de la institución católica, con la Teología y los teólogos de la liberación: ya hablamos por ejemplo de, Eleazar López, pues, resulta ser que Francisco, reivindicó el valor espiritual de los pueblos originarios. Sirva como ilustración: “Laudato SI”, “Querida Amazonia” y el Sínodo Panamazónico del 2019.

Tales acciones, permitieron una revaloración pública de López: en 2016, recibió el Doctorado Honoris Causa, de la Universidad Iberoamericana de México; en 2020, fue invitado a participar en los eventos de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM). Incluso, en entrevistas recientes, ha dicho que: “Ya no somos sospechosos de herejía; ahora somos interlocutores de la iglesia”.

En el caso de José María Castillo, también Francisco, permitió la revalorización de este teólogo de la liberación: en 2011, el arzobispo de Granada, Javier Martínez, lo reincorporó a la vida pastoral y sacramental, lo que Castillo, definió como: “un gesto de reconciliación eclesial”.

Tres años después, el Papa Francisco, le envía un mensaje por medio del Nuncio Apostólico, Renzo Fratini, agradeciéndole su: “servicio teológico” al Pueblo de Dios. el 8 de enero del 2018, en horas de la noche, Castillo, recibe una llamada del mismo Papa.

Unos días antes, don José María, se encontró con un amigo de Jorge Mario Bergoglio, este cercano amigo, llevó al Papa, el libro del español: “La Religión de Jesús: Comentario al Evangelio Diario”; la obra, está dedicada al Papa.

Pero Francisco, no le habló de esto. El Pontífice fue directo en los diez minutos que duró la conversación: “Quiero agradecerle lo que usted está haciendo por mí”. Esto sorprendió, al que era tachado “como teólogo maldito”. Además, varias veces, le insistía: “rece por mí, lo necesito mucho”.

En agosto de ese año, recibía una carta de Francisco, en ella le decía: “Te perdí en los años 80 y ahora te vuelvo a encontrar”; eran unas letras breves, pero escritas de su puño, por eso, quería hablar con él.

Castillo y Francisco se encontrarían, con lo que, quedaba públicamente rehabilitado. El primero, se emocionó hasta las lágrimas. El hispano, le regalaría sus dos últimas obras, eso sí, primero fueron a la Misa del Papa en Santa Marta, luego de ello, los dos teólogos conversaron: Castillo le dijo a Francisco: “Santidad, somos dos jesuitas sin papeles”.

El Papa, bendijo su teología: “Leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente”. Más tarde, el teólogo rehabilitado diría: “De la Compañía se sale por arriba, como en el caso del Papa, o por abajo, como en el mío, pero en ambos casos somos y seremos siempre jesuitas… ahora sin papeles”.

Al salir de Santa Marta, en la explanada que da a la parte trasera de la Basílica de San Pedro, dijo Castillo, todavía emocionado: “Tenemos que disfrutar de este Papa, que es una bendición de Dios para su iglesia y apoyarlo con todo nuestro ser porque al hacerlo, estamos apoyando la iglesia del Vaticano II y, lo que es más importante, el Reino de Dios”.

Gente como Francisco, como los teólogos de la liberación, con ellos, Gustavo Gutiérrez, insistieron en que, “la pobreza no es un signo de virtud, sino, de injusticia”; esta y otras ideas, siguen vivas, en muchísimas Comunidades Eclesiales de Base, en los movimientos sociales y apostólicos; en redes laicales, y en aquellos que creemos en la lucha por un mundo más justo.

Dicho esto, no se puede olvidar que: Gustavo Gutiérrez, también tuvo experiencia docente en: Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Inglaterra y Japón. En esa experiencia, dejaba claro a sus distintos grupos de alumnos, la realidad de estructuras, que, en territorios como América Latina y el Caribe, han sido normalizadas, haciendo perpetua la condición de pobreza para muchos (No es ocioso recordar que, el mismo teólogo decía: “Que bien estaríamos si no fuera por la realidad”). En cuanto a su estilo de enseñanza, era rígido, con argumentos cuidadosamente construidos, se veía que sometía sus clases y conferencias, a constantes correcciones de texto.

Gutiérrez, escribiría que, la pobreza: “…es el resultado de estructuras sociales y de categorías mentales y culturales, está ligada al modo como se ha construido la sociedad, en sus diversas manifestaciones”.

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