Vía costarricense
Johnny Soto Zúñiga
A un año de entrar de lleno en una nueva campaña política; los vientos electorales comienzan a pegarnos en el considerado unos de los países más felices del mundo. El hecho de que el plazo de 4 años que dura el Gobierno de la República, conlleva a que prácticamente es posible gobernar en menos tiempo; porque un año antes de las elecciones nacionales del primer domingo de febrero; el margen de acción y decisión de un Presidente se reduce sustancialmente. Por otra parte, la oposición desea alzarse con el poder político y se le hace más fácil criticar y cuestionar a quienes representan el gobierno (Poder Ejecutivo); mientras que los que están en éste sufren un lógico desgaste de poder. Este es el círculo vicioso en que se encuentra nuestro sistema presidencialista y republicano en una democracia occidental como la nuestra.
Incluso en los últimos días han empezado a salir las encuestas de las empresas que se dedican a este tipo de censos, estadísticas y muestras sobre las simpatías de diversos personajes políticos y de los partidos políticos. Nos ilustran con diversos escenarios entre posibles candidatos (algunos ni tan siquiera han afirmado querer ingresar a la arena política, cuan si fueran gladiadores). Se realiza el muestreo preguntando a los ciudadanos por quienes podrían votar en una eventual elección presidencial; poniendo a enfrentar candidatos que no sabemos si realmente llegarán al final en las elecciones nacionales, o a lo interno con las convenciones o primarias de los partidos políticos. Entonces, a la fecha todo se convierte en mera especulación política.
Por ejemplo en el PUSC ya afloran los candidatos Rodolfo Piza Rocafort y Rafael Ortiz Fábrega; en el PLN a la fecha han anunciado José María Figueres, Enrique Rojas, Sigifredo Aiza, Clinton Cruickshank. Sobre el expresidente Oscar Arias, éste ha señalado que será en el mes de setiembre que dirá la última palabra si decide finalmente proponer su nombre y dar la lucha en la convención interna del PLN. Dentro de las filas del PAC, el panorama no está claro, no sabemos si el excandidato presidencial, diputado Ottón Solís decida de nuevo presentar su nombre para ser el candidato presidencial por el partido oficialista. En el Frente Amplio (FA) José María Villalta aún no ha decidido si presentara de nuevo su nombre. En el Partido Republicano Social Cristiano (PRSC) pareciera que el Dr. Rodolfo Hernández lleva mucha ventaja de ser el candidato sin que se dé una convención interna con otros precandidatos. Sobre el resto de los partidos minoritarios no tenemos mayor información sobre sus probables candidatos presidenciales.
Según el artículo 90 de la Constitución Política expresa: “La ciudadanía es el conjunto de derechos y deberes políticos que corresponde a los costarricenses mayores de dieciocho años.” Es muy claro que el deber ciudadano es participar, opinar, e incluso ser candidato para representar los intereses comunes o de la colectividad (elegir y ser electo). El pueblo se manifiesta de forma libre y democrática y puede elegir a sus representantes a la Presidencia, diputados, alcaldes, regidores y síndicos y demás puestos de elección popular. El artículo 48 del Código Electoral señala: “El derecho de agruparse en partidos políticos, así como el derecho que tienen las personas a elegir y ser elegidas se realiza al tenor de lo que dispone el artículo 98 de la Constitución Política. En las elecciones presidenciales, legislativas y municipales solo pueden participar individualmente, o en coalición, los partidos inscritos que hayan completado su proceso democrático de renovación periódica de estructuras y autoridades partidistas.”
Sin embargo en la actualidad según los índices de opinión pública; en Costa Rica los partidos políticos han venido a menos, perdiendo credibilidad y legitimidad ante la ciudadanía. Para muchos el ejercicio de los que están en el gobierno lo consideran que no reciben las respuestas claras y rápidas a los múltiples problemas existentes en los ámbitos sociales, económicos, obras e infraestructura, tramitología, etc. Incluso muchos ciudadanos ven a los partidos políticos como uno más de los problemas y no de la solución a éstos. Sin duda, esto atenta contra el sistema de partidos políticos establecido en una madura y consolidada democracia nacional. Según las encuestas los ciudadanos sin partido y que no simpatizan con ninguna de las organizaciones políticas inscritas o de sus líderes; son la mayoría (más del 50%). Las causas son múltiples y muchos costarricenses no desean saber nada de los políticos y sus partidos, aunque éstos son instrumentos fundamentales para el ejercicio de los derechos políticos constitucionales.
Con la extinción del bipartidismo y la llegada del multipartidismo en nuestra democracia, la situación política ha cambiado sustancialmente; donde ahora es más difícil concertar con diversos actores políticos para aprobar las leyes que requiere el país y consensuar políticas públicas e ideas fuerza en beneficio del bien común y a favor de todo el Estado como motor del desarrollo social y económico. Algo está sucediendo que no calza en este país y que atenta contra el sistema democrático de partidos políticos; es cada vez más los ciudadanos que los ven lejos de darles respuestas claras y concretas a sus exigencias; y esto es grave. Por esto es preciso hacer conciencia en la necesidad de aprobar una nueva Constitución Política que establezca un marco general y obligue hacia abajo a que se realicen las reformas legales necesarias (Ejemplo: reforma Estatal, reforma al Reglamento Legislativo, reformas institucionales que respondan a las necesidades actuales, etc.)
Como bien señala el escritor Maurice Duverger: “El desarrollo de los partidos ha transformado profundamente la estructura de los regímenes políticos. Del mismo modo que las dictaduras contemporáneas, apoyadas en el partido único, no tienen más que un parecido lejano con las tiranías personales o militares, las democracias modernas, fundadas en una pluralidad de partidos organizados y disciplinados, son muy diferentes a los regímenes individualistas del siglo XIX, que descansaban en el juego personal de parlamentarios muy independientes unos de otros.” (Los partidos políticos. M. Duverger. Pág. 377)
Por eso, en nuestro país es necesario revertir el proceso de deterioro del sistema de partidos políticos, y volverlos a empoderar. Las organizaciones deben entrar en un profundo análisis para lograr reinventarse, variar los mecanismos de participación en las estructuras internas; reformas integrales de sus estatutos internos; una mayor transparencia en la toma de las decisiones; lograr una participación sectorial y gremial que permita que diversos ciudadanos se sientan participes y no utilizados. Actualmente en nuestro país; un sector sumamente crítico de los partidos políticos es la juventud, que se sienten desencantados con las propuestas de las organizaciones; y que no generan respuestas concretas en diversos temas: generación de empleo, mayores oportunidades. Un ejemplo típico actual son los jóvenes denominados los “Millennials” o también llamados la “generación Y” son un segmento de jóvenes que nacieron entre los años 80s hasta los primeros años del 2000; es decir vivieron en el cambio de siglo y representan el 30% en Latinoamérica y está considerado que para el 2025 serán el 75% de la fuerza laboral del mundo.
Es decir estos jóvenes entre 20 y 35 años se hicieron adultos con todo el cambio tecnológico; dominan muy bien las redes sociales y el internet, se afirma que la “tecnología es una prolongación de su propio cuerpo”. Son muy críticos y exigentes y esperan del sistema de gobierno respuestas claras y concretas. Representan otra forma de pensar, de consumismo, de exigencias en los programas de gobierno que se les plantea. Sin duda un reto y desafío enorme para los partidos políticos satisfacer las necesidades y los valores de esta generación de jóvenes que representan un segmento de suma importancia en las urnas electorales y que pueden variar una elección política hacia la persona y partido político que escojan. Todas estas nuevas variables deben ser estudiadas por los partidos políticos y hacer las reformas estatutarias; leyendo los signos de los tiempos y no se conviertan de forma rápida en piezas de museo y viviendo de las glorias pasadas.