Desde La Mina
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro@costarricense.cr
Si bien estudié en un colegio católico no soy muy “misero” ni participante en actividades eclesiásticas y separo bastante bien lo que compete al Estado y lo que compete a la Iglesia, y por nada del mundo me gusta que se mezclen: “…a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César…”
El fin de semana que pasó se convirtió en un fin de semana largo, anduve haciendo mandados fuera de San José y tuve la oportunidad de ver jóvenes, otros no tan jóvenes y a gente mayor caminando hacia Cartago. Me impresionó mucho un grupo de muchachos que venían con una manta que decía “Monterrey de San Carlos”, los vi por La Garita….cuando todavía les quedaba un buen trecho por caminar.
Hace unos años, unos 8, fui caminando a Cartago, lo hicimos erróneamente el 2 y no el primero…ni para qué contarles…en resumen: casi nos atropellan subiendo hacia Ochomogo, ese día ya había pasado el furor de la Romería y “la guardia estaba abajo”, así de literal: cero autoridad, invisible o bien oculta.
Mi impresionó ver la devoción con que mucha gente iba, he de decir que no todo el mundo iba con devoción, muchos también estaban por el vacilón o simplemente por la nota de ir a Cartago. En la explanada había de todo: vendedores, rezadores, familias, vinos y demás.
Por cosas de trabajo me ha tocado vivir en varios lados, y en todos sin excepción hay veneración a su Virgen, y por supuesto, en cada país “su” virgen es más milagrosa y –si se puede decir así—más poderosa que las otras…
Cada país es orgulloso de su Virgen.
Me impresionó en la antigua Yugoslavia, en Servia para ser más preciso, encontrar zonas en que la Virgen era una figura poderosa, tanto así que la recepcionista del hotel, siendo camarada y no creyente, me ayudó en la pre guerra a tomar un tren para ir a Bosnia, simplemente me dijo: yo no creo en la Virgen, pero fui a Medjugore y sentí un no sé qué…
En mi casa en La Mina, en Santa Ana, me he cuestionado (¿o preguntado simplemente?) la relación entre poder y veneración a la Virgen, entre utilización y devoción, entre simple participación y fe, entre manipulación y credo y otras cosas más.
No tengo duda que no hay concentración de gente –ni la habrá—más grande que la del 1 y 2 de agosto, es la expresión cultural más grande de este país, que supera a la “n” a la política y al futbol, van tirios y troyanos.
Participar alguna vez en la vida en la Romería es algo que todo el mundo debe hacer, ojalá caminando y sintiéndose parte de ese algo, de ese ser costarricense, que como dicen por ahí “sentir esa extraña sensación al ver ese “mar de gente” caminando en una dirección como las hormigas siguiendo una marca química dejada en el camino…”MAR 2016
Y por supuesto que también me he preguntado cientos de veces: ¿y si en realidad es un llamado celestial el que convoca a esa multitud y no es nada terrenal?