Toda la primavera en una tarde de otoño…

El 22 de septiembre de 2025 a las 13.19 horas llegó otro Otoño…

Caryl Alonso Jiménez

Caryl Alonso

“Este hechizo solamente llega una vez en la vida…” -le dijo Robert Kincaid a Francesca, en uno de los diálogos cumbre de la película “Los puentes de Madison” (1995). Justo allí donde las palabras alcanzan la intensidad más dramática de la apoteosis del amor…

Al parecer el ritmo de vida actual y más para quienes tienen el privilegio del empleo, consumo y el móvil… seguramente el amor y la amistad puede parecerles otra forma de alejarse de esas trivialidades. Esos misterios que despierta el sentido de la generosidad… ¿Quién puede negar ahora esa sensación de hechizo y magia que altera los sentidos…?

Alguna vez Oscar Picardo (2023), dijo que en el comportamiento humano pasamos más del 70% del día en estado de soberbia. Curiosa actitud, madre de los pecados capitales del mundo cristiano, porque es allí donde está la esencia de la vanidad… aunque más allá del derroche de bendiciones que hoy nos prodigamos, aflora la arrogancia, desprecio, descalificaciones e ira… curiosa hostilidad dicen de la edad. Pero no de todos.

Pero seguramente quien lo entendió mejor fue James Hilton (1900-1954), que encontró en Shangri-La, ese lugar de la inmortalidad… en aquel excepcional libro “Horizontes perdidos” (1933), que fascinó por la idealización de la vida eterna…. Y que más tarde fue llevada a la pantalla con el mismo nombre en 1937, dirigida por Frank Capra (1897-1991), a quien le otorgaron un Oscar al mejor diseño de producción. No cabe duda, construir la fascinación de la inmortalidad tiene su magia.

Al parecer la juventud es el emblema del momento cumbre de la vida, porque allí nacen las historias que serán nostalgia… Es allí donde se quedaron esos heroicos momentos épicos de pasiones, transgresiones y emociones que parecían eternas…“Juventud divino tesoro, te vas para no volver” repetía Rubén Darío (1867-1916), y se fue… pero dejó nostalgias en esos cofres resguardados en el tiempo y sin fecha de caducidad, aunque los psicólogos digan otra cosa… Y entonces, ¿De dónde viene el combustible para seguir adelante…? Se preguntó alguna vez Murakami.

El mundo del mercado apoyado por el conductismo de Skinner (1904-1990), descubrió las claves de la emoción, aplicó la seducción subliminal, técnica capaz de tocar teclas del ego y la vanidad para convertirlas en ese placer adosado del edulcorante emotivo y, del que ahora nos preguntamos… ¿Acaso no eran esos los veinte segundos más emotivos de la vida…? No. Ya no lo son… los convirtieron en placer pero de consumo… ¡Vaya enredo emocional…!

¡Nostalgia…! Dicen que existe en cada mente esa breve circunstancia, excepcionalmente momentánea… donde las neuronas recurren a momentos que transportan pequeñas y breves historias que quedaron en ese cofre cerrado en el tiempo. Pero que regresan en esas curiosas tardes o noches de insomnio, donde no hay explicación a esa sutil gota que recorre la mejilla… Son, como dice Virginia Woolf (1882-1941), “emociones completas que no pertenecen al presente, sino pertenecen al pasado…”.

O, esas expresiones extrañas de felicidad en gratos e incontenibles momentos que aparecen en largos viajes nocturnos…. Parecieran breves aperturas en el espacio-tiempo por donde la vida imaginaria se escapa. Curiosos periplos al pasado. Pero. ¿Por qué tendrían que tener caducidad…? ¿Acaso la nostalgia no es ese curioso sentido de continuidad imaginaria que acompaña en retornos intemporales…?

Seguramente en eso pensaba el director de aquella hermosa cinta, “Somewhere in time” (1980), del director Jeannot Szwarc y los actores Cristopher Reeve, Jane Seymuor y Christopher Plummer, titulada en español “Pide al tiempo que vuelva”.

La cinta magistral es el epítome del relato más emotivo del amor, acompañada con uno de los temas musicales de que resulta intensamente capaz de despertar las más elevadas sensaciones románticas que se hayan producido en la historia del cine, “Variación número 18 sobre un tema de Paganini”, de Serguéi Rajmáninov (1873-1943).

Fue una de las cintas con la delicadeza persuasiva que alentó a creer que en momentos de mayor lucidez nostálgica se abre la retrocausalidad en esos universos paralelos en el tiempo, como ventanas hacia los avatares de momentos que giran hacia retornos imaginarios en el tiempo… donde más allá del consuelo por el momentos ido, pero por extraño que parezca, florecen sentimientos de gratitud por la circunstancia y un café…

A veces, pareciera que en el ajetreo diario resulta no solo una grata razón para regresar en el tiempo, con breves alteraciones emocionales que otorgan razones suficientes para justificar periplos imaginarios… y repetir aquella sentencia de Nietzsche (1844-1900), el eterno retorno.

Volver en el tiempo más allá de estados imaginarios de bilocación temporal, siempre será parte de este presente… “A veces las cosas más reales solo suceden en la imaginación…”, Zafón (1999, Pág. 105.), porque eso es la suma de relatos intensos o pasajeros, momentos atrapados en el tiempo, de esos cafés de vez en cuando, que siempre justificarán la existencia… Pero, ¿Acaso no es eso la vida una tarde de otoño…?

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