Carlos Revilla Maroto
Francamente, cuesta entender en qué mundo viven.
Lo sucedido en San Ramón es, sin duda, un episodio lamentable y que refleja pugnas internas que deben resolverse. Pero de ahí a decretar el funeral de Liberación hay un salto enorme. El PLN sigue siendo un partido con presencia nacional, con nuevas caras, nuevos sectores y movimientos que le están dando aire fresco a su estructura.
Quienes se apresuran a redactar la esquela política de Liberación parecen olvidar que el partido se ha reinventado muchas veces. Ha perdido elecciones, ha enfrentado divisiones y hasta ha tenido que reponerse de derrotas históricas. Sin embargo, siempre logra renovarse. Y hoy, más allá de un caso aislado, la evidencia es clara: hay un relevo en marcha.
Además, resulta curioso que algunos exdirigentes, que en su momento tuvieron la oportunidad de modernizar al partido y no lo hicieron, hoy se presenten como profetas del desastre. El PLN no está exento de críticas ni de la obligación de corregir errores, pero que la autocrítica venga de quienes también cargan con su cuota de responsabilidad histórica parece, cuando menos, oportunista.
El boicot en San Ramón no es más que la expresión de una disputa local, amplificada mediáticamente por quienes desean ver en ello un símbolo nacional. Pero mientras se habla del “colapso” en un cantón, en el resto del país las estructuras cantonales se han reactivado, nuevos liderazgos emergen y la militancia se moviliza. 83 de 84 cantones no está mal ¿no creen? Ese es el pulso real del partido, no el ruido de unos pocos inconformes. Claro, como mencioné, hay que arreglar el problema en San Ramón, pero lo importante es no dejarse chantajear por unos pocos, que no nos representan a la mayoría de los liberacionistas.
El reto del PLN no es sobrevivir —eso ya lo ha demostrado de sobra—, sino conectar con una ciudadanía cansada de discursos vacíos y de la política como espectáculo. Renovarse significa abrir espacio a liderazgos jóvenes, a mujeres, a sectores que históricamente se han sentido marginados. Ese es el verdadero camino para fortalecer al partido. Eso se logra con menos drama mediático, más trabajo territorial; menos nostalgia del pasado, más compromiso con el futuro.
Antonio Álvarez, en su papel de agorero, repite con dramatismo que el PLN vive sus últimos días. Delfino, desde la comodidad del análisis, se suma con sus propias profecías. Pero les anuncio algo: se van a quedar esperando. El partido no está muerto ni cerca de estarlo. Eso sí, muchos desean su muerte.
Si tanto insisten en el velorio, más les vale que llamen para cancelar a las lloronas. Les anuncio que no van a hacer falta.
Lo que sí hace falta es que Liberación siga su proceso de renovación sin distraerse con los profetas de calamidades. El PLN no tiene tiempo que perder en lloriqueos ni en viejas cuentas pendientes: su responsabilidad es con el país, no con quienes ya renunciaron a creer en él. Si algo ha demostrado la historia es que Liberación nunca muere; se transforma, se adapta y vuelve. Y esta vez no será la excepción.
– Militante liberacionista