Carlos Mugica: fe y política

Ocean Castillo Loría

He dedicado y dedicaré mi sacerdocio a la defensa de los oprimidos. Podría dedicarme exclusivamente a las clases altas, lo que es más agradable, me evitaría problemas y conquistaría su adhesión. Usted lo sabe muy bien. Elegí el camino de la cruz, la contradicción, la calumnia de dentro y fuera de la iglesia. Lo elegí porque me une más a Dios, me vuelvo más útil a mis prójimos, me hace vivir en la iglesia de los pobres, me sirve de reparación a Dios por los pecados e infidelidades mías y del clero. Espero en Dios no verme forzado jamás a abandonar el sacerdocio, aunque deba resistir infinitas presiones.
Respuesta de Carlos Mugica al Arzobispo Juan Carlos Aramburu.

Carlos Mugica

I
Los comienzos…

Carlos Mugica, nacerá en el seno de una familia de clase alta en Argentina. En razón de la clase social, Carlos sería criado bajo ideas anti peronistas. Pero, además, bajo una fe católica – cristiana, de tipo tradicionalista, de donde surgían dos valores: “Patria y religión”: el centro, era la salvación del alma, el mundo de los pobres no importaba.

Precisamente, un poco de ese mundo de los pobres, lo verá Carlos, gracias al fútbol: él era aficionado al “Racing Club”. Al estadio iba, acompañado del hijo de su cocinera. Mugica, tenía claras “las divisiones sociales”.

Lo que no tenía como meta fija, era el ser buen estudiante: sus calificaciones eran pésimas. Fue suspendido, por lo menos en seis ocasiones, teniendo que llevar materias, fuera del calendario normal. Ante ello, el padre le dijo, que no iba a obligar a sus hijos a estudiar, pero de no hacerlo, le enviaría a trabajar: esta advertencia, junto al cambio de escuela, surtieron efecto.

Paralelamente, Dios, iba formando su conciencia: su confesor le hacía ver, que, la felicidad iba más allá de las “mujeres enamoradas o los triunfos deportivos”; la verdadera felicidad, era la entrega a los demás.

Ya desde estas experiencias, en Carlos, se comienza a manifestar, la vocación religiosa. Pese a ello, entra a estudiar la carrera de Derecho. En ese momento, irá por primera vez a Europa. El tour, era patrocinado por obras de caridad de la iglesia católica.

Para tratar de entender a Carlos Mugica, hay que explicar varias cosas antes: la primera, el Peronismo: trataremos de ser sintéticos: el Peronismo, es un movimiento político, que aparece en Argentina, en la década de los cuarentas. La figura con la que se asocia, es el general Juan Domingo Perón, quien llegará a la presidencia de su país, en 1946.

Al inicio, el Peronismo, se iba consolidando como un movimiento de masas, esto, por medio de luchas en pro de la inclusión social y los derechos de los trabajadores. Así, en su primera etapa, se enfoca en:

  • Leyes laborales.
  • Programas de asistencia social y salud pública.
  • Nacionalización del petróleo y los servicios públicos.

En esta etapa histórica, es ordenado sacerdote, uno de los “inspiradores” de Mugica, nos referimos al padre Jorge Vernazza: el sería ordenado en 1951, en el Seminario Metropolitano. Mientras avanzaba en su proyecto, el Peronismo sufría varias crisis, en este contexto, es que tenemos que hablar de otro de los referentes del padre Carlos Mugica: el sacerdote, Alberto Carbone: él sería ordenado sacerdote en 1953, un año antes, Mugica, ingresaría al seminario. Perón sería derrocado en 1955. Ese año, los aviones que bombardearon la Plaza de Mayo, llevaban la insignia: “Cristo vence”.

Ya en ese período, era clara la diferencia generacional, entre los compañeros de Mugica y sus formadores: los primeros, eran “rebeldes”; los segundos, estaban acostumbrados a moverse dentro de una estructura preconciliar. Pese a ello, Carlos, acostumbrado a la religiosidad tradicional, se adaptaba a los mandatos de sus profesores.

El Peronismo fue proscrito, pero el movimiento estaba vivo en la resistencia popular. Esto llevó a esa corriente a diversificarse y generar varias tendencias. En medio de esta dinámica, será ordenado sacerdote, otro “precursor” de Mugica: Rodolfo Ricchiardelli.

II

Carlos Mugica: su acción, su pensamiento, sus adversarios, sus amigos. El asesinato: las acusaciones, la impunidad.

Quienes le conocieron, dicen que Mugica era apasionado, carismático, conversador, divertido, futbolero, seductor, solidario, temperamental. El tema era que Carlos Mugica, era sacerdote y en los tiempos en los que vivió, esas características, parecían no ser propias de un católico lleno de fervor.

Él comenzó a recorrer los barrios pobres en 1965. Llegó al Barrio 31, en Buenos Aires, Argentina. Por las fotografías y los testimonios, se ve que era bien parecido: ¿Qué hacía este hombre con “pinta” de actor de cine europeo o gringo, en las barriadas?

Era una cosa extraña: un sacerdote, en medio de las pobrezas de uno de los primeros barrios marginales, surgidos al calor de la crisis de los años treinta, en la capital gaucha. El Barrio 31, comenzó con argentinos venidos de las provincias, luego se les unirían migrantes de varios países. La densidad de su población en él, iría creciendo, con ello, vendría la capacidad de organización y de ser necesario, de protesta.

¿Cuáles rostros eran los que veía el padre en la barriada?:

  • Los de adolescentes de 13 años, que perecían de 8, fruto de la desnutrición.
  • Los de hombres y mujeres, que tenían que chapotear por el barro.
  • Los de los que se habían acostumbrado al olor, de las aguas servidas.
  • Los que perdían la vista, por tener que leer a la luz de las candelas.
  • Los de los hambrientos.

Ya para 1966, se estaba construyendo la capilla. Mugica, celebraba la Misa sobre tablones con unos caballetes. Pero después de la Eucaristía, el primero que tocaba el balón, para iniciar lo que en Costa Rica conocemos como “la mejenga”, era el padre Carlos.

Precisamente, Mugica diría algo interesante: en el caso de quien esto escribe, se ha formado en dos ámbitos: el de la fe cristiana y el de las ciencias sociales: en las segundas, se insiste frecuentemente en el lado oscuro del catolicismo en América Latina: “Ese Dios del catolicismo, no es digno de ser creído, ese Dios, sometió a los ancestros de los pueblos originarios, sus feligreses, se llevaron las riquezas de los territorios, esos que se decían “católicos”, masacraron indígenas, sus templos fueron saqueados, se llevaban las riquezas en nombre de ese Dios”.

Mugica, a estos señalamientos, llegaría a decir: “Todos somos hijos de esa prostituta”: esa frase no debe asustarnos: cuando se estudia la organización de la iglesia (La materia de Eclesiología, dentro de la Teología), se descubre que, desde antiguo, se dice que: “la iglesia es santa y meretriz”, es decir: “la iglesia es santa y pecadora”.

Pero en la experiencia del padre Carlos, esa “iglesia santa y pecadora”, nacía en medio de las carencias de agua, calles y luz. El sacerdote, compartía bailes, comidas, fútbol, misas. La capilla, se iba convirtiendo en centro de organización, y eso de organizarse, no era nuevo para los vecinos: se iban mejorando las casas, se constituían equipos de fútbol, comisiones de madres, sociedades de fomento etc.

Con Carlos, se irían acercando otros sacerdotes, religiosas y religiosos. Ellos, iban a trabajar, muchos luego, comenzaron a vivir en la barriada (Cosa que Mugica nunca hizo). Otros, ya comenzaban a ir a otros lugares. En medio de estas realidades, la iglesia católica se irá renovando, por medio del Concilio Vaticano II (1962 – 1965). Precisamente, en 1962, se ordenaría como sacerdote, otra de las personas, que Mugica admiraba: el ya mencionado, Rodolfo Ricciardelli.

Mugica y otros, comenzaron con la praxis de lo que luego sería la Teología de la Liberación y, la opción preferencial por los pobres; los sacerdotes, comenzaron a radicalizar sus acciones: la asistencia ocasional a las villas, pasó a ser constante.

El primer cura que se fue a vivir a un barrio, fue Héctor Bodán, él se va a habitar a la Villa 20; contrario a lo que muchos podían pensar, él no era de ninguna orden religiosa. Era un diocesano. Bodán, decía que se sentía apoyado, por el Concilio, con éste, el padre Héctor, reafirmaba su catolicismo.

Si se lee el libro de los Hechos de los Apóstoles, se verá que, el cristianismo primitivo, tuvo una fuerte experiencia de comunidad. Esa experiencia está muy impregnada en el concepto de “cristianismo originario”, ese concepto, implica: vivir y trabajar en la comunidad. Es una opción pastoral, junto a una invencible sensibilidad social.

Los sacerdotes y religiosas de los que estamos hablando, estaban en los barrios, luego vino, la teología de la opción preferencial por los pobres. Comienza a darse la dinámica (Círculo hermenéutico se dice técnicamente), entre “práctica y teoría”. Allí se darán los debates y las formaciones, allí, se van politizando. He aquí un tópico clave: la Teología de la Liberación, verá como mediación socio – analítica, la teoría marxista. Pero este no será el caso argentino: ellos, se irán acercando al Peronismo (Luego, esto sería esencial en la “Teología del Pueblo”.).

Si regresamos a los Evangelios, nos daremos cuenta que, Jesús va a ir adquiriendo fama evolutivamente, lo mismo sucederá con estos religiosos: ellos se aprovecharán de esto, para realizar acciones de impacto en los medios. No se olvide, que eran tiempos de dictadura en el país del sur.

Los sacerdotes de esta línea, se organizaron en el “Equipo de la Pastoral Villera” (EPV); Carlos Mugica, llegará a ese Equipo, elegido por el colectivo de curas: hoy, se diría que, Carlos, era vocero del Equipo, su perfil era perfecto: un hombre carismático y para decirlo en términos marxistas, con gran educación burguesa.

Los Mugica, eran una familia acomodada, y, en tanto acomodada, conservadora. Carlos, sería ordenado en 1959, luego de salir del Seminario de Villa Devoto. El joven padre, no tenía claros los conceptos del nacionalismo: más que pueblo, pensaba en feligresía; y, su teología era la propia de Europa.

No en balde, la iglesia era enemiga de Juan Domingo Perón, por esto, ella aprovechó una Peregrinación de Corpus Christi, en 1955, para manifestarse contra el general. En esa peregrinación, estaba Carlos Mugica. Ya las tensiones, se manifestarían desde antes: en las calles, aparecerían lo que hoy se conocen como grafitis, contra Evita Perón.

El cura, que adheriría a las causas nacionales, populares, latinoamericanas, vendría después (Recuerda esto, la experiencia de Oscar Arnulfo Romero). Eso sí, el inicio de su “conversión”, se daría ese mismo año de 1955. A raíz de la situación política en Argentina, el padre de Carlos, estaba prófugo y dos de sus hermanos estaban en la cárcel.

Un día, yendo a un conventillo ubicado en la calle Catamarca, en un callejón medio a oscuras, encuentra una luz tenue, que apenas le ilumina unas palabras escritas con tiza, pero en gran tamaño: “Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos”. Entiéndanse por “los cuervos”, a los sacerdotes. Esto comenzó a interpelar a Mugica: el conventillo, estaba en una barriada humilde: sus habitantes, responsabilizaban a la iglesia de la caída del general: ellos estaban de luto.

Pero, para 1960, la idea que se tenía del padre Carlos, era que, dada su clase social, su vida sacerdotal, se desarrollaría en ascenso, con cargos y dignidades propias de “una brillante carrera eclesiástica”. Incluso al sacerdote le favorecía que, su progenitor, era amigo del entonces Arzobispo de Buenos Aires, el Cardenal Caggiano: él, recomendará a Mugica, como uno de sus secretarios en la curia.

Pero Carlos, rechazaría el nombramiento, alegando que se iría de misiones, con Monseñor Iriarte (Obispo de Reconquista); esa jornada, fue de unas tres semanas. Un elemento interesante, es que, en esas misiones, se concretó una experiencia ecuménica: la Iglesia Evangélica Metodista, les abrió las puertas de su salón, para que, tanto el padre Mugica, como el pastor (De apellido Gordillo), realizaran charlas.

Este gesto ecuménico, se presenta, recién iniciado el Concilio Vaticano II (1962); es decir, la iglesia, no había dado normativas para este tipo de eventos. De hecho, lo que estaba vigente era lo dicho por Pío XII, en la Encíclica: “Mortalium Animos”, de 1928, donde expresaba que: se prohibía, bajo sanción de ex comunión, el que los católicos participasen en este tipo de encuentros. Como fruto de esta realidad, en 1965, el Obispo Iriarte, procedió a la creación de la parroquia local.

En este proceso que va viviendo el padre Mugica, no se puede negar la influencia de Lucio Gera y Rafael Tello, pilares de la “Teología del Pueblo”, clave en la formación posterior del Papa Francisco. Otro, de los que incidió en esa conversión del cura Carlos, fue el reconocido Abe Pierre, quien dijera: “Antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo es mejor conseguirle un techo”.

Sobre este punto, vale decir que, en 1966, en su quinta visita al Chaco de Santa Fe, en misiones, se encontró el padre Carlos, con gente que le decía: “¿Para qué me vienen a hablar de Dios?: yo lo que estoy, es muriéndome de hambre”. Ante estas realidades, Mugica hablaba en términos marxistas: la burguesía no iba a abandonar sus privilegios “a la buena”, se requería una revolución política: para él esa revolución, no dejaba de ser reactiva: “la violencia de arriba, genera la violencia de abajo”, pero: “la peor violencia, es la explotación del hombre por el hombre”. Tal parece, que luego el padre, cambiará de posición, hasta llegar a decir que: estaba dispuesto a que lo mataran, pero no a matar.

Mugica va avanzando en la fe, pero, también en su conciencia política: ayuda a organizar las villas, ayuda a redactar el programa del movimiento villero, allí, hablará de fortalecer las instancias dentro de las barriadas, esto, porque sabían que: “nada vendría de las élites gobernantes y políticas”. Junto a esto, se convierte en asesor espiritual de grupos de la Acción Católica, ellos, comenzaban a insertarse en la práctica de un socialismo nacional.

De igual manera, hablaba de organizar el sindicalismo desde las bases, de modo que, se lograsen verdaderos representantes en los grupos de presión y no, dirigentes que traicionasen y vendieran a los trabajadores. Por esas épocas, sería testigo del “Mayo de 1968” en Francia, del triunfo de la revolución cubana (Tuvo contacto con Ernesto Guevara, al que recibiría años después, en Buenos Aires).

En ese 1968, será fundador del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). El ya citado Carbone, dirá que el Movimiento inició a finales de ese año, con “un plantón frente a la casa de gobierno”. Ese mismo año, su colega, Jorge Vernazza, llegaba al Barrio de Mataderos, donde viviría en una casilla y tendría una carpintería. Él dará cursos y misas.

Precisamente, el MSTM, denunciaba el sistema injusto, la opresión a la sociedad, y los combatía. Hablaba más de cambios estructurales que, de un cambio de gobierno, y lo identificaba con un socialismo de base cristiana. Por ello, se involucraban en las villas y trabajaban como obreros, el MSTM, comenzaba a ver a los sacerdotes como hombres, por eso, inician a discutir el tema del celibato.

El padre, era claro en el sentido, de que era necesario organizarse para una lucha difícil y larga. Su esperanza, era el triunfo final de la clase trabajadora, que llevara a un gobierno, de tipo democrático – socialista. Quizás, pensaba que un paso para ello, era el retorno de Juan Domingo Perón, a quien acompañó en su regreso a Argentina luego de 18 años de exilio. Junto a ellos, venía también, el padre Jorge Vernazza.

La acción política del sacerdote, llevó a que se le ofreciera un puesto elegible en la lista de diputaciones nacionales, por capital Federal, para las elecciones de marzo de 1973. En esta línea, su arzobispo, Juan Carlos Aramburu, opuesto a las ideas y actos de Mugica, prohibía que, los curas, aceptasen puestos electorales, además, el MSTM, estaba dividido sobre la postulación.

Luego el padre Carlos, escribirá un texto titulado: “Cristianismo y Peronismo”, donde razona su visión política. Conforme a sus tesis peronistas, vivió su acción política. Otros escritos del padre, fueron: “La muerte de Dios” (1970) y “Jesús y la política de su tiempo” (1972). Eso sí, Mugica, era un Peronista de izquierda, sus adversarios, venían del Peronismo de derecha, tal fue el caso del Ministro, López Rega.

En ese enfrentamiento, el sacerdote sabía que, su vida corría peligro, pero él, había escogido la opción de estar de lado de su pueblo. Esto, lo dejó expuesto a los grupos parapoliciales, fundados por López Rega. De hecho, días antes de ser baleado, ya varios medios, habían recibido listas con su nombre, entre los que pronto iban a ser asesinados (Las famosas: “listas de López Rega”.).

Mugica sería liquidado. Resultaría ultimado a balazos, el 11 de mayo de 1974 (Eran, poco después de las ocho de la noche), a la salida de la iglesia de San Francisco Solano de Mataderos. Jorge Vernazza, estaba en la sacristía, él lo acompañará al hospital. Caía por tierra, quien había creído en el cristianismo y el peronismo, para la transformación social. Nada más y nada menos, que por eso lo mataron. Fruto de las investigaciones posteriores, se sabrá que dos días antes, había recibido una llamada en su casa: la empleada respondió y le dijeron que lo iban a matar. Ella, le pasa el teléfono al padre, a él le dicen: “Ya matamos a uno de las villas, ahora te toca a vos”. Mugica responde: “¡Andáte a la puta que te parió!”. Cortó la llamada.

La derecha peronista, decía que había sido asesinado por las izquierdas (“Los Montoneros”); las segundas, señalaban a las estructuras creadas por López Rega. La derecha, no podía refutar que, inclusive, el último acto público del padre, había estado relacionado con las villas (El funeral de un villero, asesinado por la Policía Federal).

Para los “Montoneros”, los beneficiados de la muerte de Mugica eran: el imperialismo, la oligarquía y los grupos organizados por López Rega. Pese a estas expresiones, algunos medios de prensa, insistían en que “las izquierdas, habían matado al padre”. Muchos de esos medios, enfrentaban conflictos laborales internamente.

Entre tanto, medios católicos, ligados al peronismo de izquierdas, decían, aunque con cierta diplomacia, que los “Montoneros”, no tenían nada que ver con el asesinato. Otros medios, laicos, lo apoyaban: Mugica, nunca había sido amenazado por ese grupo. De hecho, el cura, se enteraría de su fundación: dos de sus iniciadores, le dirían que no se preocupara por sus acciones y que, ellos entendían que su rol en la lucha revolucionaria, no era el violento.

Muchos años después, (En 2011), un amigo del sacerdote, Carlos Capelli, dirá que, estando él, junto a Mugica el día del asesinato, vio al homicida. Él pertenecía a la facción de Rega. Capelli, recibió varios balazos y fue operado 14 veces.

El nombre del asesino era Rodolfo Almirón, quien, en 1970, había sido rechazado por la Junta Calificadora de la Policía Federal. Esto se debía a su participación en varios actos criminales. Al año siguiente del asesinato del padre Mugica, se fue con López Rega a España. Allí, ambos, se unieron a grupos neofascistas, ayudando a los servicios de inteligencia del franquismo: en ese momento, el objetivo sería la organización vasca, ETA.

Valga decir, que el día del asesinato, Almirón fue a la última Misa del sacerdote. En mayo de 1974, un edecán aeronáutico de Perón, llegó a escuchar a dos custodios de López Rega, hablando del padre Carlos: “A este le vamos a hacer boleta”. Dos días después, el cura, es asesinado.

Capelli y Mugica, son recogidos de la calle por compañeros de causa: el primero, gritaba de dolor; el cura, es puesto atrás de un automóvil, llevado por una mujer: su cabeza ensangrentada, iba recostada en las piernas de la dama. Eso sí, el padre llegó vivo: agonizando, pidió que operaran primero a Capelli.

El sacerdote, moriría horas después en el hospital (Contaba con 43 años de edad). Sobre Capelli, la orden era dejarlo morir. Un amigo médico, pregunta por él, le dicen que: “solo tiene una herida que va a cerrar sola”. El galeno, sabe que le mienten; y logra sacar a Capelli, en una ambulancia clandestina.

Dos días después, en el hospital en el que estaba, se le presenta Jorge Conti, vocero de López Rega: le dice secamente: “Qué barbaridad lo que le pasó a Carlitos”. Ahí, Capelli se da cuenta que, Mugica había muerto. Por recomendación de amigos, el herido, le dice a Conti, que no vio nada. De inmediato, lo sacan del hospital a su casa.

Capelli, dirá, que hasta antes de 1999, pasaba amenazado: según su testimonio: lo llamaban todas las madrugadas, para decirle que se iba a morir. Tuvo que dejar su trabajo, poco antes, declaró ante los tribunales, que tenían la causa de la Triple A (Las estructuras parapoliciales de López Rega). En 2007, Almirón es extraditado a Argentina, pero fallece antes de recibir su condena (En 2009).

En una de sus Misas, llegaría a decir Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, quien luego sería el Papa Francisco: “Oremos por los asesinos materiales, por los ideólogos del crimen del padre Carlos y por los silencios cómplices de gran parte de la sociedad y de la iglesia”.

En el momento en el que Bergoglio dijera estas palabras, el Partido Justicialista (PJ, Peronista), estaba plenamente dominado por el neoliberalismo:

  • Menem.
  • Duhalde.
  • Cavallo.

Frente a ellos, el “Peronismo de izquierdas”, reivindicaba la figura de Mugica, pues ella, representaba el nacionalismo, los sectores liberadores de la iglesia y, la organización villera. Esto era molesto para la derecha peronista.

Ella, defendía la explotación y la acumulación de la riqueza. Para ello, la desindustrialización de Menem, no debía tener oposición; las tesis de Mugica, eran todo lo contrario. La incomodidad, se extendía a los sectores del catolicismo conservador, aquellos que se oponían al catolicismo popular y el compromiso cristiano con los pobres.

El problema era que, en buena teoría, las ideas del padre Carlos, debían ser defendidas por el sindicalismo, pero éste estaba en manos de aliados del gobierno. Ellos, apoyaban las reformas laborales, el vaciamiento de las acciones sindicales, la destrucción del Estado y los despidos en masa. Menem, ejecutaba el plan economicista, los sindicalistas “pro gobierno”, eran sus “guardaespaldas” en materia del arrebato de la riqueza nacional.

Ya desde el gobierno de Menem, era claro que, la democracia argentina, no era eficaz y eficiente, en la resolución de conflictos; era claro, que las izquierdas reformistas y materialistas, perdían espacio, acelerada y fuertemente.

Todo esto, será el escenario que permitirá el arribo del actual gobierno de Javier Milei. Entre tanto, tal parece que los ya mencionados, materialistas y reformistas, dicen una cosa, pero hacen otra. A hoy, ya con los libertarios en el poder, se refuerza el discurso de que: “la violencia organizada, nunca fue usada como arma política”: el asesinato de Mugica, es evidencia de lo contrario.

Ya medios de prensa “pro izquierdistas”, venían denunciando que, desde junio de 1973, la parapolicía de Rega, venía actuando. Por cierto, que en las dictaduras anteriores a la de Videla, Mugica, denunciaba que: había presos políticos, que había torturas, que había asesinatos (Valga decir que, en junio de 1973, Perón regresaba de su exilio, los cuerpos de seguridad, tenían orden de no permitir que la izquierda peronista se acercase al lugar donde estaba, cuando lo intentaron, fueron repelidos a bala: el saldo fue de 13 muertos y más de 300 heridos, este evento, es conocido como: “La masacre de Ezeiza”. En septiembre, sería asesinado, José Ignacio Rucci, secretario sindical y cercano a Perón).

En 1970, el ex dictador, Pedro Eugenio Aramburu, fue víctima de secuestro y homicidio, por parte de los “Montoneros”, tras la “organización de un juicio revolucionario”. Entre los acusados de estos hechos, estaban dos discípulos de Mugica: ellos, de apellidos: Medina y Rasmus, los tales, también fueron muertos (A ellos, el padre los conocería, como asesor de la Juventud de Estudiantes Católicos (JEC)).

En julio de ese año, el padre Alberto Carbone, es arrestado bajo la acusación de sus vínculos, con los Montoneros. Por otra parte, recientemente, hay autores que han ligado a Ricciardelli, con éstos, entre otras cosas, porque, recibió el cuerpo de Medina, para su velación.

Ante los cuerpos de los muertos, el padre Carlos dijo, que ellos, habían elegido el camino más difícil, para luchar por la dignidad del ser humano. Ellos, eran ejemplos de definición y valentía. En esos funerales, estuvieron presentes, entre otros, el padre Hernán Benítez, confesor de Evita Perón. El obispo, sancionó a Benítez y Mugica, a no decir Misa por 30 días: según el obispo, habían hecho apología del delito. Dos años después, Carbone, volvería a ser arrestado, pero meses después, sería puesto en libertad.

En el funeral de Medina y Rasmus, Mugica dirá el siguiente responso de despedida: “Señor en este acto litúrgico en el cual pedimos por tus hijos, públicamente quiero pedir perdón, porque me siento en buena parte responsable de esta ola de violencia que hoy, hay en nuestra patria por mis cobardías, por mi indiferencia, por mi falta de compromiso. Porque no he sabido seguirte a ti, Jesucristo, que viniste al mundo no a ser servido sino a servir. Te pido Señor, al mismo tiempo, que los lleves contigo a la vida eterna, que ellos no hayan muerto en vano, sino que nosotros impulsados por el amor a ti, por el deseo de glorificarte Señor, no con las palabras sino con las obras, luchemos por la justicia, la fraternidad, para que todos en nuestra patria, sin explotación sin marginaciones de nuestros hermanos, los pequeños, los pobres, los humildes, podamos construir esa Patria Grande, esa patria en la cual seamos hermanos, en la cual mostremos con los hechos, que somos realmente tus discípulos y podamos entonces, nosotros también ser dignos de estar un día en tu gloria, donde gozaremos para siempre de tu amor y de tu dicha”.

El 14 de septiembre de 1970, en horas de la tarde, el padre Carlos, sería arrestado y trasladado a las dependencias Federales, donde permanecerá algunos días. No deja de mirarse, el que posiblemente, querían ligar al sacerdote con el asesinato de Aramburu. Pero ya para ese momento, el cura, renunciaba a las tesis de la praxis violenta (Cosa que venía haciendo desde su regreso de sus viajes por Europa y Cuba). El 2 de julio de 1971, estalla una bomba en su casa paterna, el sacerdote dirá: “Si el Señor me concede el privilegio que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición”.

Entender estas posiciones, hoy es quizás difícil: en la Encíclica “Popolorum Progressio”, el Papa Pablo VI (Hoy santo), dice que, en casos extremos, se justificaba la violencia, para resistir la tiranía. Esta era la tesis del padre Carlos: de no ser así, decía el sacerdote, estaríamos bajo las primeras dictaduras en el país. En esta línea, algunos testimonian, que el primero que habló de violencia armada, fue Mugica. Pero ya hemos dicho, sobre todo, después de su viaje a Cuba, se va desilusionando de la vía revolucionaria.

Así las cosas, para tener unos trazos del ambiente de aquellos años, hemos mencionado “La Masacre de Ezeiza y el asesinato de José Ignacio Rucci: para autores como el periodista, Eduardo Gurucharri, lo ocurrido en Ezeiza y con Rucci, servirá para encubrir a los asesinos de Mugica.

De hecho, en esos sucesos, se verá, una vez más, las acusaciones cruzadas entre la derecha y la izquierda Peronista, con clara evidencia, que señala a los primeros, pero el discurso oficial, acusando, cuando menos implícitamente, a los segundos.

En el caso del sacerdote, Carlos Mugica, dijo que, el asesinato de Rucci, fue un error: hablaba de la falta de necesidad de una guerrilla, si se tenía un gobierno constitucional (Tal era el caso de Perón en 1973), pero del mismo modo, decía que, ella, no debía dispersarse.

Inclusive, este tema de lo innecesario de una guerrilla en tiempos del gobierno constitucional del general; lo llevó a fortísimas discusiones, con miembros de “Los Montoneros”. Con el regreso del militar, Mugica, aceptará luego de consultar con los villeros, la Secretaría, dentro del Ministerio de Bienestar Social, esto, bajo la idea de que, su acción política, ayudaría a aligerar las necesidades de la gente. Al final, terminará renunciando al cargo, develando manejos turbios en la cartera.

Así las cosas, la derecha tuvo que ver con lo de Ezeiza; en el caso de Rucci, existe la sospecha de la participación de la izquierda; la derecha, tuvo que ver con la muerte de Mugica. La derecha en sus acciones, manifestaba sus tesis contrarrevolucionarias: de un modo u otro, la idea era aterrorizar a la población.

Perón, a su retorno, giraba a la derecha. El asesinato de Rucci, permite el ensayo del argumento de las acciones asesinas de “Montoneros”; una vez baleado el padre, se seguirá en esa línea discursiva por parte de la derecha.

En 1978, en un claro régimen de terrorismo de Estado, se inicia un plan de erradicación de las villas miseria, las viviendas son destruidas. Jorge Vernazza, trata de ayudar a los perjudicados, publica un documento, denunciando las acciones represivas de las que eran objeto. Posteriormente, junto a sacerdotes como Ricciardelli, se publicará otro informe en 1980.

El paso siguiente de los sacerdotes mencionados, será la conformación de una comunidad de apoyo, llamada “Madre del Pueblo”, ella tendrá una importante participación de laicos: arquitectos, economistas, ingenieros. Con ellos, se forma una cooperativa, esto, con la idea de luchar por el tema de la vivienda digna. En 1981, se terminan las construcciones, en lo que se llamará como el Barrio Luján. En 1983, consiguen el terreno, para la construcción del Barrio San José Obrero, pero cambiaron la estrategia para lograrlo.

Finalmente, Jorge Vernazza, entre 1984 y 1989, publica dos libros, referidos a la vida del padre Carlos y a la dinámica de los curas villeros: “Padre Mugica, una vida para el pueblo”, publicado en 1984 y, “Para comprender una vida con los pobres: los curas villeros”, de 1989.

La historia argentina avanzará, hasta el retorno de la democracia: pese a ello, los Peronistas y los socialdemócratas, de la Unión Cívica Radical (UCR), bloqueaban las investigaciones sobre esa oscura época. Por ejemplo, Alfonsín, firmará una amnistía que impide las indagatorias pertinentes.

Isabelita Martínez de Perón, se vería beneficiada por esa acción del presidente Radical. Pero no fue el caso de López Rega. Lo trajeron de Estados Unidos en 1986, moriría en prisión en 1989. Lo cierto, es que López, no fue condenado (Murió esperando sentencia); y si lo hubiera sido, esa sentencia, no contemplaba la muerte de Mugica.

En 2009 (Como ya vimos, año de la muerte de Almirón), la justicia decide volver sobre la investigación de la muerte del padre, este es el momento en el que Capelli, reconoce a Almirón como ya lo hemos dicho.

En 2012, la justicia confirma que, Almirón es “el autor inmediato del homicidio de Mugica, esto, como acto de la Triple A”. En abril de 2016, se hace otra acusación a un involucrado más: al ex viceministro de Bienestar Social de aquel momento, Carlos Villone, por haber ordenado desde el Ministerio, el asesinato del cura (No se olvide que el padre, había denunciado manejos turbios en el Ministerio). Con estos vínculos, cada vez es más claro que la policía, estaba puesta al servicio de la Triple A.

¿Por qué mataron a Carlos Mugica?: porque era libre, libre encarnando a Cristo, libre de los prejuicios de su clase social, libre de los poderosos, libre por Cristo y liberado por los pobres. En esa libertad, es martirizado, es pues, un mártir que nos dice algo sobre ser iglesia, sobre el sacramento del orden.

En esa libertad, se jugó la vida por los villeros. Pero, además, trabajó con estudiantes, con misioneros, era periodista, trabajaba como profesor universitario (De Teología, en la Universidad de El Salvador, dentro de las facultades de Ciencias Políticas y Medicina), además, hacía misas en el Instituto de Cultura Religiosa Superior.

Valga decir que, en sus clases universitarias, se daba un fenómeno inverso: los menos creyentes, concordaban con el sacerdote; los más fervorosos, se sentían incómodos con sus clases: la espiritualidad tradicional, chocaba con las tesis del padre Carlos.
Como puede verse, Mugica, es ejemplo de la iglesia “en primavera con el Concilio Vaticano II”, de la iglesia en diálogo, como la querían Juan XXIII, Pablo VI y Francisco. Como parece quererla León XIV. Una iglesia abierta, a las realidades humanas. Una iglesia, que haga y piense, desde el pueblo mismo. No en balde, Francisco, diría el año pasado (En la conmemoración del 50 aniversario del magnicidio del padre Carlos), que: su figura nos interpela a luchar contra la injusticia.

En esta lógica, figuras como la que estamos analizando y reflexionando, corren el riesgo de ser domesticadas: el suavizar su palabra profética, encarnada, política. En Centroamérica, hemos visto intentos de este tipo, con figuras como Monseñor Romero.

Por esas acciones de domesticación, tanto uno como el otro, son alejados de los conflictos sociales de su tiempo, de los conflictos intra – eclasiales de su momento (Ya hemos hablado de las diferencias de Mugica con monseñor Juan Carlos Aramburu. Romero, tenía importantes enemigos en su Conferencia Episcopal).

En suma, la iglesia latinoamericana, a veces, tiende a olvidar a sus mártires. Pero, también ha correspondido al cristianismo liberador, el que ellos no caigan en la esfera de “la amnesia eclesial”. Esa amnesia, que viene sustentada en el desinterés y la incredulidad. ¿Quién hizo mártir a Mugica?: Jesucristo, los pobres, el mismo padre Carlos.

Esa amnesia, que lo que genera es “un muro de silencio” (Citamos al ya mencionado padre Jorge Vernazza); ese “muro”, también se basa en las lecturas sesgadas de las vidas y contextos de esos mártires (Mugica y Romero, entre muchos, han padecido esto: ¿Cuántos años estuvo paralizada la causa de Romero por esos sesgos?).

Hoy sabemos que, los últimos días del padre Carlos, fueron de una espiritualidad intensa. Quince días antes de su asesinato, estuvo en un retiro en el Monasterio Bonaerense de Los Toldos: rezaba mucho, pasaba largos ratos, arrodillado ante el Santísimo Sacramento.

III
Reflexión final

Si regresamos a la reflexión desde la fe cristiana, veremos que el padre Carlos, era un apasionado por Cristo. Pero para él, la vida cristiana, debía estar fundada en la realidad. De estos fundamentos, debía surgir el amor a los demás.

Basado en esos dos bastiones (Cristo y la realidad), se podía combatir la alienación, esa alienación propia de la sociedad de consumo, ese consumo, en el que podían acceder solo algunos, e implicaba hambre para muchos.

Ante esta realidad, Mugica, tuvo claro que no solo debía procurar la realización de los seres humanos, sino, que debía modificar (Vía reformista) o destruir (Vía revolucionaria), las estructuras, que impiden a los seres humanos, vivir con dignidad (Postulado esencial de la Doctrina Social de la Iglesia).

Por otra parte, es propio de ciertos sectores de las iglesias cristianas, creer que, lo más importante es: defender la religión cristiana, en los ámbitos propios del debate formal. Así, hay teólogos católicos que pasan ejerciendo apologética contra el protestantismo, y viceversa.

Pero, para el argentino, la verdadera apologética es abrazar la liberación de la humanidad, esa liberación cubre: la justicia social e internacional, así como, la fraternidad y la paz. Esto, solo es posible (Diría), desde la pobreza, la sencillez, el leal servicio al prójimo.

El cristiano tiene que mirar la realidad desde la óptica de los pobres (De esto hablará muchos años después el Papa Francisco); contrario a lo que piensan cristianos creyentes en la Teología de la Prosperidad, Jesús no era un oligarca.

Contrario a lo que piensan cristianos partidarios del ejercicio de la violencia sin sentido, Jesús no era un militar. Jesús era un humilde carpintero (Para ser más exacto, era un humilde obrero, capaz de realizar muchas tareas).

En suma, si vemos la historia, comprobaremos que, Jesús era pobre y, los suyos, eran los pobres. de ahí, la fuerte vivencia de comunidad en el cristianismo primitivo, de la que ya hemos hablado. Para construir esa realidad hoy, debemos tener la atención puesta en el Evangelio, pero también, en la realidad nacional e internacional.

Por eso el cristianismo veraz, se opone al individualismo feroz, ese que defiende el economicismo, ese que se desentiende de los demás, de sus injusticias, de sus sufrimientos. Esto, alimenta el que “haya ricos, cada vez más ricos y pobres, cada vez más pobres” (San Juan Pablo II).

Hoy, a este escenario, sumamos los insultos, como lo propio de los discursos políticos, de los neopopulismos de izquierda y derecha. Así se engaña a los incautos y se cubre la despreocupación por la pobreza: en Costa Rica, se habla de la lucha “contra los ticos con corona”, pero en realidad, quienes así hablan, son parte de esos “ticos”.

Así las cosas, cristianos como Carlos Mugica, nos comprometen y nos desafían, nos interpelan, a una militancia dentro de la lógica de los socialismos. Ése debería ser nuestro compromiso, nuestra coherencia en la presente campaña electoral, esto desde el centro – izquierda y la izquierda misma.

Entonces: Mugica nos es un ejemplo en estos tiempos difíciles, en los que reina la injusticia y la patria costarricense corre peligro. El padre Carlos, nos es bandera y testigo fiel, de que podemos recuperar la democracia social. Y esa recuperación, en el caso específico de nuestro país, debe darse desde las clases bajas y medias.

Además, desde la perspectiva teológica, Mugica, es ejemplo de pastor creíble, abrazado de “la Opción Preferencial por los Pobres”, “de la causa de Jesús y su reino” (Nótese que, a Mugica, lo matan a la salida de la iglesia: es decir, los asesinos, deben irlo a buscar “al lugar en el que le corresponde estar”); en el caso costarricense, este es un tema que se las trae, pues, como lo demostrara el historiador y sacerdote, Miguel Picado G., nuestra pastoral es de clases medias.

Por nuestra parte, creemos que, los tiempos en los que se decía que: “el cristianismo y los socialismos, no son compatibles”, es cosa del pasado. La gran lucha, es entender que, los socialismos en Costa Rica, no están alejados del Evangelio.

Pese a ello, hay sectores que hablan de la “muerte de Dios”; los tales, no están enterados de cómo el Concilio Vaticano II, aproxima la revelación de Jesucristo, a los tiempos modernos, logrando un rol de las iglesias en la época contemporánea.

Ellos tampoco están enterados, de que el mensaje de Cristo, es un mensaje de liberación; y las iglesias, “deberían ser interpretes” de ese mensaje, de este modo, deberían ser agentes de la liberación de la humanidad, una liberación más allá de lo trascendente.

La pregunta sería: ¿De dónde viene esa ignorancia?: del “invierno eclesial”, fruto de los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Bajo esos pontificados, las tesis de Mugica y en general, las del cristianismo liberador, fueron erradicadas del debate católico.

Lo triste, es que, por ejemplo, en el caso de muchos dirigentes y partidarios, socialcristianos y socialdemócratas, se mueven de manera “camaleónica e hipócrita”, con las tesis economicistas. En el caso de los socialistas de tipo materialista, hay quienes se mueven entre posiciones reformistas, hasta las fanáticas del “Socialismo del siglo XXI”. Esto es parte, del “triunfo del neo populismo de derecha”.

Solo como ilustración: hay socialdemócratas que, cuando las medidas macroeconómicas monetaristas, son tomadas por sus dirigentes, las aplauden. Pero, si esas mismas medidas, son tomadas por sus adversarios, entonces las critican: la hipocresía es evidente.

En el caso de los socialcristianos costarricenses, la cosa quizás es peor: su postulante presidencial es un claro neoliberal. La ironía histórica, es terrible: mientras estamos viviendo las épocas de los pontificados de Francisco y León XIV, donde el tema del socialismo (Socialismos), se inserta en la concreción del Concilio Vaticano II, en Costa Rica, tal parece que, ni socialcristianos, ni socialdemócratas o socialistas, saben de las tesis del primero sobre las luchas populares.

Vamos a la disputa electoral del 2026: ¿Tendremos candidatos capaces de expresar que, el verdadero socialismo, es la vivencia integral del cristianismo?, ¿Tendremos candidatos capaces de expresar planes y programas, que, identificando el bien común, lo lleven al bienestar del mayor número?

Por otro lado, en el marco de la crisis de vocaciones sacerdotales, Mugica, es ilustración de un sacerdote renovado, que fue capaz de leer los signos de los tiempos, encarnando los valores permanentes de los sacerdotes fruto del Concilio Vaticano II, esto, en el contexto latinoamericano. Es en ese marco, es que escribe a sus padres en 1968, que lo que verdaderamente cuenta para Cristo, es poner la vida al servicio de los hermanos “en especial de los más pobres, de lo que más sufren…”.

Desde esta óptica, sacerdocio y política, no se contradecían. El padre Carlos, lo tenía claro: ya había leído de Oscar Cullman: “Cristo y los revolucionarios de su tiempo” (De 1969); a partir de allí, decía que, a Cristo, no se le podía simplificar como un “irenista” o como un guerrillero.

En este contexto, Mugica, se alimentará de las tesis de Dom Helder Camara: el brasileño, nos dejará claro que, de la violencia estructural (La pobreza), surgirá la violencia explícita, esto será clave, en el estudio de las categorías del conflicto y la paz, en las Ciencias Políticas.

Por otro lado, desde lo que podríamos denominar una sociología marxista, es evidente que, el cura argentino, traicionó a su clase social, él encarnaba la situación desventajosa de aquellos por los que había optado.
Así, hoy es evidente que, sin un Carlos Mugica, no hubiese sido posible, un Papa Francisco: ambos, no eran científicos sociales o políticos (En el sentido llano de la palabra), eran hombres de Dios, pero con una relación profunda con él. Ella, proyectada en un compromiso con el prójimo, con el pueblo, hasta sus últimas consecuencias.

Pero regresemos al momento presente en Costa Rica: el problema de hoy en nuestro país, es la convalidación del modelo monetarista, ya sea por las vías institucionales o por las vías neopopulistas. De ahí, que se puede ser apartidista, pero no apolítico.

Los socialcristianos, los socialistas, los socialdemócratas en nuestra patria, no pueden cerrar los ojos al Magisterio del Papa Francisco (QDDG), a las ideas de los reformistas históricos (De José Figueres Ferrer a Luis Alberto Monge) y las ideas de Manuel Mora Valverde.

De nuestra parte, también recordando a Carlos Mugica, debemos decir, que no podemos estar de acuerdo con lo que está sucediendo en Costa Rica: no podemos estar de acuerdo, con un sistema económico, que explota al ser humano por el ser humano, un sistema cuyo motor es el lucro, un sistema al que no le importa la desigualdad, un sistema que, produce a “ricos cada vez más ricos y pobres, cada vez más pobres” (Pablo VI). En suma, no estamos de acuerdo, con un sistema en el que el Estado se ausenta. Súmese que, ante este escenario, se alimenta una “cultura de la indiferencia” (Papa Francisco).

Ante esto, en el caso de nuestro país, no podemos dejarnos arrastrar por la visión monetarista y por la ya mencionada cultura de la indiferencia. Por ello, ante la próxima campaña electoral, los partidos de centro – izquierda e izquierda, deberían trabajar porque los principios del reformismo, fructifiquen en las comunidades y a través de ellas, en toda la vida social.

Esto nos lleva a un concepto fundamental en las Ciencias Políticas: la lucha y ejercicio del poder, presentan dos dimensiones: la integración y el conflicto: los neo – populismos, resaltan la segunda dimensión, por medio de “la descalificación del otro”; los partidos de centro – izquierda e izquierda, deben “terminar las grietas” en nuestro tejido social; para lograr este objetivo, esta campaña, debería estar por encima de las estrategias de mercadeo electoral, para poder hablar con plena verdad; reconociendo los errores, con propuestas para erradicar la exclusión.

Con estas ideas, se nos puede acusar de mirar con nostalgia y rumiar el pasado. Pero no es cierto. De lo que se trata es de poner de nuevo el lente, en la justicia, en la paz; teniendo claro que, la violencia de los neopopulismos, no es nuestro camino.

Es claro que, en esta parte de nuestro escrito, estamos entregados al idealismo, pero ya lo decía Carlos Mugica: “…Creo que el que no es idealista, es un cadáver viviente”. Nuestro idealismo se inscribe en quienes empujaron las reformas sociales, en quienes las extendieron y modernizaron, en quienes abolieron el ejército, en quienes estaban convencidos en la intervención del Estado en la economía, en quienes creyeron en la defensa de nuestros recursos nacionales.

Es triste, pero más que identificar la categoría de “pueblo”, con los discursos de odio y polarizantes; hoy, en Costa Rica, debemos identificarla con los pobres, aunque no la abarque totalmente; esto, en esta etapa de nuestra historia, donde de un lado y del otro, se exacerba el individualismo.

Hoy, donde estamos viviendo un juego de espejos, en el que muchos de los que se dicen socialdemócratas, vuelven a abrazar el neoliberalismo; en las palestras socialcristianas, ni siquiera el postulante presidencial lo es; y entre los que, en el pasado, defendían una ética dogmática, hoy se insiste en un marxismo cultural.

Más hacia la izquierda, la sospecha es la misma: de la “boca para afuera: un discurso reformista, pero, de la boca para adentro, claros defensores del mal llamado: ‘Socialismo del siglo XXI´”. ¿Y más hacia la derecha?: un claro ejemplo de transfuguismo, que, aunque lo niegue, busca “un baño de neo populismo Bukelista”, entre tanto, otros, buscan otro baño: “el del Cristofascismo”.

Por su parte, las verdaderas alternativas de centro izquierda e izquierda, deberían ubicarse en propuestas de visión comunitaria y de democracia social; en esto es clave, la retroalimentación entre política y fe cristiana de tipo liberador (En esto, tenemos de nuevo, el ejemplo de Carlos Mugica).

En esta línea, no se puede naturalizar la relación de fuerzas vigente: “los pobres, siempre seguirán siendo pobres”; “los pobres, son pobres porque quieren”; “Los curas y las religiosas a los templos”; “Si hay policía, es para combatir el crimen”; “Cuando conviene, la iglesia es una estructura social, que puede ayudar a conciliar, cuando no, reforzamos la tesis del Estado laico”; “Los políticos prometen sin cumplir”; “Los sindicalistas, son un estorbo para el avance del desarrollo nacional”.

Desde el economicismo, desde el conservadurismo, desde los neo – populismos, la historia no existe o se reinventa. Desde ellos, los actores políticos, económicos y sociales, responden a arquetipos “sin tiempo”, la estructura del mundo, no se puede modificar (Se resucita el concepto del: “fin de la historia”). Estamos ya, en el escenario de la reacción. No hay posibilidades, por tanto, no hay ética (Ni consecuencialista, ni contextual).

En este escenario, la única supuesta libertad, es la del mercado. Lo que queda es el silencio (No hay protesta); lo que queda es la soledad (El individualismo económico). Todo es complemento de los dramas o “éxitos” de consumidores y comerciantes: droga, narcotráfico, violencia, vivencia religiosa privada: es el sobrevivir, sin vivir; es el sobrevivir, sin existir.

Las diferencias de la sociedad, se marcan desde el rol de demandantes y oferentes, en el sistema de precios y mercados. No hay conciencias propias: desde una visión marxista, se termina en la indiferencia, los que solo tienen su fuerza de trabajo, los sectores marginados, no tienen voz, son “cosificados”; valga decir, que, en Costa Rica, esto está incluyendo a las clases medias – medias, ligadas al mercado interno y, a las clases medias – bajas.

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