Carlos Manuel Echeverría Esquivel
En la década de los setentas en un noticiero en EEUU, informaban que en el estado de New Hampshire, se había presenta un hombre hablando con marcada acento sureño, a la salida de una fábrica presentándose así: “hola, soy Jimmy Carter y estoy compitiendo por la presidencia”. Como era desconocido excepto en Georgia, inmediatamente le preguntaba el interlocutor si se lanzaría como presidente del sindicato. Y él explicaba que era por la presidencia de los Estados Unidos de América.
Lo conocí en la casa de doña Violeta Barrios de Chamorro en 1990. Él, con gran humildad y dedicación, cualidades que hasta su muerte exhibió, se convirtió en el arquitecto del acuerdo que hizo posible el que Daniel Ortega dejara el poder en Nicaragua, por lo menos el poder formal. Este servidor observaba los comicios presidenciales de ese día, que evidentemente había ganado doña Violeta.
El expresidente, paciente experto en negociación, iba y venía de la casa de doña Violeta en Las Palmas, hasta donde se encontraban “los Ortega”. Cada vez que llegaba conversaba con los pocos observadores que allí estamos. Tuve oportunidad durante esa larga noche de conversar a ratitos con él en privado, a lo que ayudó el hecho de que este servidor había trabajado en Atlanta con la Coca Cola Co. Como don Jimmy era de Georgia, hacía “click” con la empresa.
Hablar con él era como hablar con cualquier persona, eso sí, con altura, cultura y una decencia extraordinaria. Su papel en el logro del acuerdo por todos conocido fue clave. Como lo fue su participación en la caída de la dinastía somocista, aunque no es cierto que él se la hubiera puesto fácil a los sandinistas, marxistas convencidos en ese tiempo. Subieron por muchas causas, incluyendo un mal manejo de la situación por parte del liderazgo insurrecto no sandinista, pero fundamentalmente porque el presidente transicional Francisco Urcuyo Maliaño, incumplió el acuerdo al que se había llegado, antes de irse Anastasio Somoza.
La siguiente vez que lo vi fue en el Centro Carter en Atlanta, Georgia. FEDEPRICAP, cúpula centroamericana entidad que este servidor dirigía ejecutivamente, había elaborado una propuesta de desarrollo para la Cuenca del Caribe y se consideró que por la vía del expresidente Carter, podía hacerse llegar al Presidente Clinton, quien recién asumía el cargo. Por Costa Rica participó don Marco Vinicio Ruiz y también el doctor José Manuel Salazar, hoy en día secretario general de la CEPAL y en ese entonces economista y de lujo, en el equipo técnico de FEDEPRICAP. Fue notable la atención con que el señor expresidente escuchó la presentación.
En Costa Rica, su gran y cercano amigo es el licenciado Juan Edgard Picado Fernández, quien, con su padre ya fallecido, cultivó una amistad de décadas con doña Roselynn y don James Earl Carter, aquella su gran compañera. Fue evidente que me relacioné con un hombre extraordinario, que le dio a la presidencia de los EEUU, un carácter humanista que nunca había tenido y quien sabe si volverá a tener.
Contrario a lo que algunos detractores dicen, él no entregó el Canal de Panamá a nuestro país hermano vecino sureño, como una graciosa concesión. Lo hizo porque la argumentación que el bien asesorado General Torrijos expuso, dejó ver claramente, que había llegado el momento de terminar con ese enclave, que constituía una afrenta a la dignidad panameña como país soberano. Viví de 1977 a 1978 en Panamá, como representante de la Coca Cola Co. Pude constatar lo que para los panameños significaba la afrenta, además de lo caro que le resultaba a EEUU mantener la Zona del Canal. Cuando Trump vea lo que costaba entrará en razón. Panamá ha retribuido con creces la confianza que en el país hermano y su gente puso el presidente Carter.
Me impresionó su logro al llevar a Sadat y Begin a un entendimiento que hasta hoy perdura, así como el que profundizara las relaciones con China, en seguimiento al magnífico trabajo realizado por el cuatrinomio Nixon-Kissinger y Mao y Chou. Un hombre sencillo a pesar de ser físico nuclear, tildado de rústico por las elites prepotentes cuando llegó a Washington, por ser sureño y productos de maní, demostró gran capacidad negociadora durante y después de su presidencia, algo impropio en un inculto. Fue ejemplar su aporte personal como constructor al emprendimiento Habitat, que tantas soluciones de vivienda ha aportado al mundo. Él se involucraba de lleno en lo que hacía.
Así mismo, ha trascendido por la prensa norteamericana estos días, específicamente en el respetado New York Times, que funcionarios vinculados a la primera campaña electoral del presidente Reagan, sabotearon las negociaciones del presidente Carter con los Ayatollahs, a fin de que no alcanzará el logro libertador antes de la elección. Si esto ocurrió como todo parece indicar que sí, fue un acto bochornoso, al que mejor no referirse mucho pues no vale la pena revolcar. Lo importante es que la imagen del Presidente Carter se está viendo fortalecida extraordinaria y justamente.
– Exdirector de Política Exterior de Costa Rica.