Dialogo con Canelo

Dedicada a todos los perros grandes prohibidos en ciertas comunidades.

Ariel Nazario

Canelo

Parece que la lluvia de madrugada, o quizás por ser el séptimo día del capital, el parque de doña Fontán estaba tranquilo. Solo había un can de esas razas chiquitas y peludas de dos colores y mucho pelo, que Canelo descubrió tardíamente – gracias a Dios – porque la dueña estaba jugando con su mascota lanzándole una pelota, lo que oportunamente (Canelo darse cuenta) hubiese sido un caos, no porque Canelo le hubiese hecho daño a la mascota o la dueña, pues él solo ataca cuando le da la gana, sino porque la mascota hubiese perdido su pelota para siempre. Canelo tiene por rutina el recoger toda pelota explotada y las no explotadas que alguien pueda dejar a su alcance. Consecuentemente las trae a la casa, si es que no las ha hecho pedazos antes de llegar, y es a “éste que les habla”, a quién le corresponde esconder lo que queda de la pelota y echarla a la basura a espaldas de Canelo.

Mientras estábamos en el área de esparcimiento del Canis lupus familiaris en el parque de doña Fontán, y luego de que, como de costumbre, Canelo hubiese despachado la carga del día anterior y su fiel sirviente recogerla (en el parque de doña Fontán regalan bolsitas de desperdicio, y contrario al área similar de Baldrich donde han destrozado las cerraduras de las entradas, en doña Fontán las hicieron con “cyclone fence” y tubos galvanizados, que su manejo obligatoriamente tiene que ser cuidadoso o, – ¡ouch!- te pilla.); le estaba explicando que había lugares bajo ciertos regímenes legales comunitarios, dónde no se permiten Canis lupus familiaris con peso mayor de 25 libras.

– ¿Cómo? – pareció decirme Canelo con su mirada.

Le dije que se imaginara un lugar en el mundo repleto de chiguagas, de todas las variedades de razas en miniatura, todos corriendo y ladrando a la vez; perros artistas como Benji, Toto, Mushu el feo, Uggie o Terry el de Judy Garland. ¡Sería una película como “Beverly Hills Chihuahua”!

Canelo se quedó pensativo y – como nos comunicamos vía telepatía – me dijo: “Pero en ese mundo no hay Rin TinTin o Lassie. Tampoco habrá un San Bernardo como Chris, o un “golden” como Air Bud, o un mastiff como Spike que tantos corazones ha roto; o un Rattler, el american bull. Menos musculosos pitbulls. ¡Será un mundo de perros falderos y chiquitos! ¡No habrán héroes y posiblemente nunca habrá vacas, cabras u ovejas que proteger! ¡Discrímen! ¡Que cuando se atrinchere un truán en esa comunidad, no llamen a la unidad canina!”.

Le puse la cadena a Canelo, abrazándole y prometiéndole que podrá seguir viviendo en Roosevelt; que nunca lo discriminaría por su peso, o lo pondría en una dieta mortal para cumplir con ese tipo de reglamentación. Enseguida movió su cola y cuándo salimos del área, se me fugó. Luego de tratar de alcanzarlo (tratar), le grité: ¡Canelo! ¡Te prometo que seguirás viviendo conmigo! ¡Ven Canelo que en la Arrigoitía permiten perros grandes! Solo así se detuvo y regreso dónde el viejo con quien vive.

25 de junio de 2023, desde Roosevelt, Puerto Rico.

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