Crucitas

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

Varias veces, en esta columna semanal, he escrito que la situación en Crucitas es una auténtica catástrofe y que el Gobierno de la República, los de antes y el de ahora, deberían asumirla como una emergencia nacional e iniciar acciones definitivas y contundentes en tres direcciones concretas:

  1. La explotación racional y técnicamente correcta de la enorme riqueza en oro que existe en el subsuelo y las entrañas de Crucitas, estimada en la suma astronómica de US $22.000 millones. No hacerlo sería una locura nacional.
  2. Paralelamente, el desarrollo de un integral de reforestación y recuperación de las tierras arrasadas y de la biodiversidad y vida silvestre de Crucitas.
  3. El despliegue de una fuerza policial suficiente para acabar, de una vez por todas, con la explotación ilegal, la delincuencia y otros males derivados, como la prostitución, la trata de personas y la migración descontrolada desde Nicaragua. En esa zona impera la ley del más fuerte y no la del Estado.

Por ello, me alegra y felicito al presidente Rodrigo Chaves por la visita de inspección que realizó el pasado sábado a Crucitas en compañía del Ministro de Seguridad Pública y del Minae, así como de algunos Diputados, miembros de la Fuerza Pública y la alcaldesa de San Carlos.

Es la primera vez, desde que comenzó esta absurda y censurable catástrofe nacional, que un presidente de la República se apersona a esa abandonada región y que se anuncian acciones y CAMBIOS en beneficio de la economía nacional y de los habitantes de la zona norte fronteriza, para encontrarle una solución integral a la crítica y absurda situación experimentada en Crucitas.

Y que se puede se puede… ¡porque se puede! Sería una locura nacional no explotar racionalmente esa enorme riqueza en oro y sería todavía más locura dejar Crucitas en el estado de abandono e indiferencia absoluta con el que las autoridades han enfocado y tratado esta gravísima situación. Eso sería una irresponsabilidad para un país que necesita, urgentemente, crecer económicamente y generar empleo, distribuir socialmente y disminuir sus índices de pobreza y que, a nivel internacional y como marca país, se ufana de ser defensor del medio ambiente y que sus habitantes viven en armonía con la naturaleza y en el que, como política de Estado, se protege la naturaleza y la biodiversidad. Sería un contrasentido absoluto no hacerlo.

Aunque no será sino hasta noviembre que se resuelve en definitiva el laudo arbitral con la empresa canadiense, desde ahora se puede comenzar a trabajar para darle un vuelco de 180 grados a la situación de Crucitas y poner en marcha un proyecto integral que sea transparente y sólido desde el punto de vista económico, tecnológico y ambiental. Eso sería un éxito para el país. Eso sería pasar de las palabras a los hechos reales y hacer el CAMBIO en Costa Rica.

¡Ojalá así lo podamos constatar y celebrar como país en noviembre!

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