Y usted… ¿Qué opina?
Fernando Berrocal
No se discute el hartazgo legítimo de la inmensa mayoría de los costarricenses. Sucede igual en toda América Latina y en el mundo.Además, la pandemia exacerbó, por las limitaciones que impuso en el país y en el mundo, ese sentimiento de hartazgo y cansancio ciudadano que viene de mucho atrás. Desde antes de estos fatídicos últimos 8 años de gobiernos del PAC, en que el brutal desface entre lo que se dijo y prometió sobre el CAMBIO y lo que realmente hicieron, en los hechos, los gobiernos de Luis Guillermo Solís y de Carlos Alvarado y el derrumbe total de la imagen de Ottón Solís, no hicieron otra cosa que profundizar y desbordar ese hartazgo.
El tema, ahora, es cómo le entramos y cómo salimos de esta realidad nacional, que no se fundamenta solo en los datos objetivos y ciertos de la crisis económica, social e institucional por la que atravesamos, sino también de fuertes componentes psicológicos y de un hecho indubitable: el mundo cambió y los paradigmas cambiaron. La revolución tecnológica y de la informática, iniciada en la década de los años ochenta del siglo pasado, ha transformado las relaciones entre los seres humanos, las aspiraciones de las sociedades y las relaciones diplomáticas y económicas entre los países.
Vivimos en un mundo nuevo, aquí en Costa Rica y en la Conchinchina. Se trata de un fenómeno global y de eso da cuenta e informa la prensa todos los días.
Pero… aunque el fenómeno es global y se manifiesta en todas partes del mundo, los hechos siempre son concretos y tienen que ver con realidades específicas y con la naturaleza del CAMBIO que anhelan con justicia y razón los pueblos. A cada quien como ser humano y a cada país en particular, le duele y mucho el zapato de una forma específica. Ahí es en donde, necesariamente, hay que racionalizar y no dejarse llevar solo por la emotividad o por el odio que enferma el alma o la demagogia como arma de acción política y principio de todos los autoritarismos, sean estos de izquierda o derecha.
América Latina está llena de ejemplos. Las elecciones en Perú y Chile son solo los dos últimos ejemplos. En Costa Rica la disyuntiva es entre un CAMBIO real, reformista y democrático o un salto al vacío y con ribetes de autoritarismo.
Hablar de “chorreo de votos” y deslegitimar al árbitro constitucional, como es el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), es por ello un despropósito político sin límites y un inadmisible insulto a la democracia costarricense que, recientemente, ha sido reconocida como una de las más sólidas y creíbles a nivel mundial. Desde ahí, una de las opciones arrancó haciendo demagogia.
Es también un síntoma psicológico de desesperación política o peor aún: una falta de ADN costarricense y de raíces democráticas. Como dice sabiamente nuestro pueblo “para hablar y comer pescado, hay que tener mucho cuidado”.