La abolición del Ejército

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

Ayer, 1 de diciembre, se celebró un año más del histórico mazazo con el que don Pepe Figueres, general victorioso, visionario intelectual y líder político, declaró la abolición del Ejército como institución permanente en Costa Rica.

Este hecho es un caso histórico único y, junto a las Garantías Sociales del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, constituyen los dos hechos de cambio nacional más profundos, cruciales e importantes de nuestro siglo XX.

A esas dos figuras, hay que unir la de Monseñor Víctor Manuel Sanabria líder de la Iglesia Católica y don Manuel Mora, líder del partido Vanguardia Popular.

Solo la anterior generación de los liberales republicanos que llegaron al poder con don Bernardo Soto hacia finales del siglo XIX le ha dado tanto a Costa Rica como la extraordinaria generación de la década de los años 40. La generación de nuestros padres y abuelos. La generación que fundó la II República y nos dio, al final de una incruenta guerra civil, la Constitución Política de 1949.

Son muchos los costarricense para recordar este 1 de diciembre. Agrego dos que contribuyeron, decisivamente, a evitar la batalla por San José que habría costado miles de muertos y dividido por siempre a la familia costarricense: el sacerdote Benjamín Núñez y el novelista Carlos Luis Fallas, testigos de honor de aquella impensable y patriótica reunión en Ochomogo entre don Pepe Figueres y don Manuel Mora que puso fin a las acciones militares en 1948.

Se me dirá que eran otros tiempos y otros liderazgos. Es cierto, pero sí afirmo que el país singular y diferente que es Costa Rica y lo que nos hace y debe mantenernos distintos en el medio de las recurrentes turbulencias de América Latina, son esos gloriosos hechos históricos que nos heredaron la vida en democracia, con libertad y justicia social, sin someternos a nadie, orgullosos de nuestra historia y del ejemplo siempre presente de esos formidables y visionarios líderes políticos que le dieron destino y razón de ser a nuestro país.

Honor por siempre a sus nombres y a todos aquellos hombres y mujeres que, a su lado y con extraordinaria valentía e integridad, lucharon en ambos bandos, por los ideales de una mejor Costa Rica, con desarrollo económico, justicia y equidad social, sin ejército, con elecciones libres y en democracia.

Esas son las raíces de nuestra historia reciente y así lo entendió don Pepe Figueres que, en la finca La Lucha y con sus propias manos, dio vida a un monumento simbólico y visionarios de reconciliación y unidad nacional, en cuya base escribió esta profunda leyenda: “A los caídos de ambos bandos”.

Hoy, la II República que surgió de esa confrontación está en serios problemas, pero ante la crisis que atravesamos y las incógnitas del futuro, al recordar estos hechos y estos liderazgos, comprometámonos los de todos los bandos, a seguir su ejemplo y a no aflojar en la lucha por “el bienestar del mayor número”.

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