Fernando Berrocal
Si el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, es sentenciado como cómplice del narcotráfico por la Corte Federal de Manhattan, en los Estados Unidos, esto sería una tragedia para este hermano país y pondría en evidencia el gran poder de las mafias criminales y su capacidad de llegar hasta los más altos y encumbrados niveles políticos, en cualquier país de América Latina.No sería el primer caso y no será el último. Ha habido otros y existen hasta gobiernos, como el de Venezuela, envueltos en ese miserable y vil negocio.
}En Costa Rica no hemos llegado a tanto, pero quién puede negar que la violencia criminal y el brutal sicariato de muerte en las calles no es una consecuencia directa del narcotráfico y quién puede poner en duda que el narcotráfico de menudeo y pulpería, el que se realiza en las barriadas de nuestras ciudades y pueblos, en las playas, a lo largo y ancho del territorio nacional, es la otra gran pandemia de Costa Rica. Negarse a aceptar esa verdad o encubrirla es una actitud vergonzosamente cómplice. Esa es la realidad.
Pero seguimos como país, como Estado y como gobierno sin una política pública integral, inteligente y visionaria, afirmando que es solo una cuestión prioritaria de policía y de seguridad nacional, cuando lo es también, igualmente, un gravísimo problema de salud pública y educación preventiva.
El narcotráfico es un enorme animal de dos patas y una billetera sin límite:
- De una se debe encargar el Ministerio de Seguridad Pública con la Policía de Control de Drogas (PCD) y de toda la capacidad operativa y el apoyo de los cuerpos de nuestra Fuerza Pública, las Policías Municipales y la DIS, actuando funcional y operativamente con el OIJ y el Ministerio Público. Ahí mano dura, valiente, sin miedo, decidida, a la raíz del cacho y con toda la capacidad y potencia policial preventiva y represiva del Estado costarricense.
- Al mismo tiempo, el Gobierno debe entender y aceptar que enfrentamos una crisis de salud pública y una auténtica pandemia que debe ser atendida médicamente por la Seguridad Social y prevenida con amplios y efectivos programas de educación en todas las escuelas y colegios del país por el Ministerio de Educación Pública, con el apoyo y el respaldo de los padres de familia, la ciudadanía, las iglesias y las organizaciones no gubernamentales que trabajan en el campo de las adicciones y que luchan por la reinserción positiva y creativa en la sociedad de quienes han caído en la tragedia y las garras del alcoholismo o la drogadicción. Esa es la otra dimensión.
Si esas dos batallas no se llevan juntas, al mismo tiempo, con igual énfasis, determinación y energía, y si el Gobierno no define una política pública integral y proactiva de lucha contra el narcotráfico, en ambas direcciones de acción, estamos en nada como país.
¿Cuándo le entraremos en serio a los grandes problemas de Costa Rica?
Objetividad es la norma. El negocio del narco es un arca abierta. Recuerde el escandalo Iran Contras y las invasiones de la URSS y USA a afganistan. Objetivo: el opio. Trump revelo que la mejor tajada se la lleva China.
Tal vez tres patas. El lavado puede no tener relación con el tráfico, sus actores no están tatuados, no usan pesadas cadenas de oro, pero sin ellos el negocio tampoco existe.