Carlos Manuel Echeverría Esquivel
Como quien dice “a boca de urna”, lanzo las siguientes reflexiones sobre la reciente elección en El Salvador:
1. Desde el punto de vista del proceso electoral como tal, la elección presidencial en El Salvador del 3 de febrero del 2018, ha sido ejemplar. Como es sabido, la elección fue ganada en primera vuelta por el candidato de una tercera fuerza, el hoy presidente electo Nayib Bukele, con 54% de los votos emitidos, dejando a los dos partidos tradicionales de la postguerra salvadoreña, ARENA derechista y el FMLN izquierdista, el primero con el 32% y el segundo con 14%. El abstencionismo llegó al 55%; muy alto. Contrario a lo que se decía en círculos políticos, las encuestas acertaron.
2. Desde el punto de vista cualitativo se han roto paradigmas que debieron acabarse desde hace tiempo: bipartidismo derivado de la posguerra; el viejo liderazgo enquistado en los dos partidos principales, la rebelión de los jóvenes; el rechazo a la intolerancia.
3. La democracia idealmente está diseñada para ciudadanos en el pleno sentido de la palabra: motivados, con espíritu cívico, educados (mucho más allá de capacitados; no basta el recibir información; el procesamiento de ésta es fundamental); capaces de balancear sus intereses particulares con los colectivos, entendiendo que si los colectivos no son resueltos, los particulares no se podrán satisfacer sosteniblemente y con seguridad.
4. Un porcentaje de abstención de 55%, deja claro que el sistema no está funcionando bien. Es muy alto; denota agotamiento (demasiadas elecciones seguidas), desconocimiento de gran parte de la ciudadanía de sus derechos y deberes ciudadanos, incluyendo el desconocer los riesgos que conlleva el no ejercitar aquellos o incumplir con los deberes; desilusión con el incumplimiento de promesas, propuestas de plan de gobierno inconsistentes y antojadizas; percepción de que los gobiernos anteriores han quedado debiendo por gestión considerada deficiente; parte del electorado manipulable por carencias educativas y cívicas; resentimiento al interior de los partidos; la percepción de corrupción y de funcionarios públicos alejados de la ciudadanía, influencia de corrientes mundiales que apuntan hacia la ruptura de esquemas políticos tradicionales, así como y entre otras razones, la emisión del voto por razones puntuales, dejando de lado un análisis más integral. En la elección del nuevo Presidente, poco pesó el partido que le sirvió de andamio; aquel demostró coraje, agallas y cautivó.
5. Los partidos tradicionales deben revisarse a sí mismos, modernizar su pensamiento acorde con las nuevas realidades de la forma de “hacer política”, su oferta y su ideario, así como promover el relevo en el liderazgo, facilitando el desarrollo de nuevos cuadros.
6. Vale cuestionarse si demasiado pragmatismo durante la campaña electoral conviene o más bien enajena al electorado. El dogmatismo paraliza; demasiado pragmatismo minimiza el papel de la ética y la moral como guía de la gestión pública.
7. La democracia moderna es mucho más que elegir y gobernar pensando que se ha recibido “un cheque en blanco”; quienes perdieron la elección no desaparecen. Además del debate en el Congreso, conviene crear herramientas que fomenten la participación ciudadana permanente a todo nivel. Hay experiencias valiosas de participación por la vía de consejos de desarrollo funcionando piramidalmente con visión estratégica o consejos sectoriales al más alto nivel, que facilitan el acuerdo para un proyecto de Estado Nación, trascendente a los ciclos electorales.
8. Es fundamental mejorar la gestión pública, lo que exige rigurosidad al nombrar jerarcas en base a requisitos claros y evaluación periódica de la gestión, según parámetros evaluativos concretos, verificables y justos.
9. Fundamental es insistir en la formación apta para ejercer la gerencia pública, que tiene sus particularidades, así como el fortalecimiento del concepto sistémico funcional al interior del aparato estatal, con un sistema de planeamiento, presupuestación, implementación, control y evaluación, consistente y práctico.
10. La correcta implementación de la concentración, descentralización y la desconcentración según corresponda, se vuelve clave. Un aparato estatal, dentro de un concepto de Estado moderno, eficiente y eficaz, que entienda que la sostenibilidad es integral, haría mucho por robustecer la práctica democrática.
11. La incorporación a los programas educativos formales a todo nivel, según pedagógicamente corresponde, de los temas cívicos, del ejercicio ciudadano y de la socio economía, son torales en cualquier esfuerzo por darle vida al ejercicio democrático republicano y pluralista.
Voté…al fin soy ciudadano de El Salvador, país al que mucho quiero, sin dejar por supuesto de querer a Costa Rica, el país donde nací, crecí, me he realizado y a cuyo progreso político y socio económico, siempre he querido contribuir. El Salvador constitucionalmente acoge a los hermanos centroamericanos en forma muy abierta; aproveché esa facilidad, lo que es propio de alguien que como el suscrito, cree en Centroamérica. Costa Rica y El Salvador, por múltiples razones, son los llamados a liderar cualquier proceso serio de integración.