Luis Paulino Vargas Solís
Dos recomendaciones destacan por su carácter especialmente disparatado. Una tiene que ver con pensiones, la otra con el manejo del dólar, o sea, del tipo de cambio. Voy a referirme a esta última y luego les compartiré un comentario sobre lo de las pensiones:
1) Los desatinos del Banco Central de Costa Rica
La política cambiaria del Banco Central, o sea, aquella política que tiene que ver con el manejo del tipo de cambio, ha sido errónea precisamente por su desconexión respecto de las realidades del país. Ha sido una política permisiva y conservadora, que se ha limitado a seguir los movimientos del mercado e intervenir solo limitadamente, para suavizar oscilaciones abruptas.
Eso ha dado lugar a una situación de fuerte revalorización del colón frente al dólar, lo cual está teniendo negativas consecuencias para el país. Por diversas razones no ha afectado a las zonas francas, pero sí al resto de la economía, ese “resto” del cual históricamente ha dependido alrededor del 90% del empleo o más.
2) Las consecuencias para la economía costarricense
Es cuestión de revisar las estadísticas del propio Banco Central, en donde, si exceptuamos el llamado “régimen especial” (o sea: zonas francas), el panorama de estancamiento es generalizado: en la manufactura, la agricultura, la construcción, incluso el comercio, no obstante que la baja del dólar favorece el comercio de importación. También son contundentes las estadísticas sobre turismo: no solo no hemos retornado a los niveles de visitación pre-pandemia, sino que se ha hecho habitual ver números en negativo.
Esto está teniendo impactos en el empleo: la fuga masiva de personas que se salen de los mercados laborales, y el estancamiento del empleo, incluso su retroceso, durante al menos los últimos siete meses.
Pero también afecta las finanzas públicas, puesto que estas dependen de esa economía que funciona “fuera” de zona franca. Así, el estancamiento de esa economía explica mucho de la persistente fragilidad fiscal, esa situación de “mirame y no me toqués”, que es la realidad fiscal que vivimos, una realidad que, de nuevo, el FMI no capta, pero que un examen detenido y riguroso de las estadísticas del propio Ministerio de Hacienda permite evidenciar con claridad.
3) Los desatinos, mucho peores, del FMI
Y, sin embargo, y desentendiéndose de tales realidades económicas, al FMI le parece excesivo el tímido nivel de intervención que el Banco Central ha aplicado. A su juicio el precio del dólar debería regularse exclusivamente por el mercado, lo cual, en el contexto de los últimos años, habría implicado un desplome catastrófico del dólar, con consecuencias potencialmente devastadoras para la economía, el empleo y las finanzas públicas.
Las justificaciones que ofrece el FMI para sustentar esa recomendación, son todavía más dudosas y cuestionables: dicen que la política seguida por el Banco Central ha propiciado el endeudamiento en dólares, con el riesgo que eso comporta. Pero olvidan lo esencial: el estímulo más poderoso para que la gente asuma deudas en dólares está precisamente en el abaratamiento del precio del dólar. Recordemos entonces que el fenómeno de la baja del dólar empezó a fines de junio de 2022, que en el lapso transcurrido desde entonces el dólar bajó alrededor de un -28% y que las recomendaciones del FMI habrían conducido a un bajón incluso mucho más pronunciado, incrementando mucho más la inclinación hacia el crédito en dólares.
No puedo evitar pensar que el FMI actúa como el guardián de una secta ideológica.
– Economista jubilado