Trump apuesta por la Biblia

Roberto Montoya

Trump apuesta por la Biblia

La Biblia le ha enseñado el camino. A menos de cinco meses de las elecciones presidenciales en las que se juega su reelección, y con cada vez más frentes adversos abiertos, Trump busca su salvación en el libro sagrado del cristianismo.

La foto del presidente estadounidense del pasado 2 de junio alzando un ejemplar de la Biblia frente a la iglesia episcopal de St. John´s es digna de alguien que pareciera querer emular a Nerón en el siglo XXI.

Fue uno de los actos más provocadores de su mandato. Y ha protagonizado muchos. Pero no fue solo una simple provocación más de Trump. Fue un acto coherente, meditado.

El hombre que dijo querer ser recordado en los libros de historia como «el presidente de la ley y el orden» ordenó a la policía que desalojara con gases lacrimógenos y porrazos a los cientos de manifestantes que protestaban frente a la Casa Blanca por el asesinato de George Floyd y la justificación que hizo Trump del mismo.

Para sorpresa de todos, o casi todos, incluido el jefe del Pentágono Mark Esper, y varios de los asesores presidenciales y secretarios de Estado presentes, la razón por la que el presidente quería que despejaran los alrededores de la Casa Blanca era para salir a pie junto con ellos y rodeados de decenas de agentes del servicio secreto hasta la cercana iglesia de St. John´s.

Quería esa foto, quería que los medios de comunicación de todo el mundo difundieran esa imagen: por un lado, el presidente respetuoso de Dios y la Iglesia, en silencio solemne frente a la iglesia de St. John’s, blandiendo la Biblia en su mano, por otro los «violentos terroristas».

Un digital evangelista publicaba poco después una foto de Big Floyd de hace años alzando también un ejemplar de la Biblia, como Trump.

El digital recogía declaraciones de su pastor, Patrick Ngwolo, de la iglesia Resurrection Houston, que también aparecía en esa foto, donde sostenía que George era una «persona de paz», un voluntario que sobresalía entre todos en la labor de difundir el Evangelio en su comunidad.

A Trump no le importa mucho la opinión de los afroamericanos, sabe que no lo votan, como tampoco los hispanospero sí le interesa el voto de los cristianos protestantes, presbiterianos como él, evangélicos, episcopales o seguidores de las muchas otras iglesias existentes en Estados Unidos.

Una encuesta del Pew Research Center realizada en noviembre de 2016, tras las elecciones presidenciales que ganó Trump, revelaba que el 81% de los cristianos evangélicos blancos no hispanos y el 60% de católicos blancos no hispanos votaron por Trump.

En otra encuesta de este instituto realizada durante la campaña electoral mostraba que muchos feligreses eran influidos por una visión política y social conservadora desde el púlpito sobre temas como el aborto o la homosexualidad. Para muchos feligreses los sermones de sus pastores son decisivos a la hora de votar y tomar decisiones en su vida.

Al nombrar a dos jueces ultraconservadores para el Tribunal Supremo, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, Trump hizo un guiño importante a los cristianos evangelistas.

Con esos nombramientos se fortalecieron en el seno de ese alto tribunal las posturas en contra del aborto, de las reivindicaciones feministas y de la comunidad LGTBI, y de toda ley que suponga un avance para la igualdad entre personas sea la que sea su orientación sexual.

Trump completó su cruzada evangélica nombrando a más de 150 jueces federales de ese mismo perfil. Para elegirlos ha dado más importancia a su «idoneidad moral y religiosa» que a sus antecedentes profesionales e imparcialidad en el cumplimiento de la ley.

La foto frente a la iglesia de St. John’s no es la primera en la que Trump recurre a la Biblia. También la ha citado muchas veces… aunque pocas veces acertadamente.

Muchos pastores evangélicos dudan realmente que la haya leído alguna vez, pero lo disculpan, como le disculpan que su vida no haya un ejemplo de virtuoso creyente, pero reconocen que es el presidente que más ha hecho por esa comunidad en toda la historia contemporánea de Estados Unidos.

Son muchos pastores evangélicos que aseguran los domingos a sus fieles que Trump «es un enviado de Dios». Como Bolsonaro.

No en vano Trump es el primer presidente en un siglo que ha creado un Grupo de Estudio de la Biblia en la propia Casa Blanca, que se reúne todos los miércoles en una gran sala durante más de una hora presidido por Ralph Drollinger, un pastor evangelista ex jugador profesional de baloncesto.

A ese grupo acuden, entre otros, varios miembros del Gabinete de Trump, el vicepresidente Mike Pence, el secretario de Estado, Mike Pompeo, el fiscal del Estado, Jeff Sessions, la secretaria de Educación, Betsy Devos y otros.

Se conocen varias de las interpretaciones bíblicas que Drollinger comparte en ese grupo.

«La homosexualidad y los pseudo matrimonios entre personas del mismo sexo son ilegítimos y condenables a ojos de Dios», ha dicho.

También asegura que las Escrituras ’apoyan’ el capitalismo: «El derecho a la propiedad personal, el libre comercio y el capitalismo es respaldado por las Escrituras, pero ellas rechazan y condenan el comunismo». Palabra divina según el pastor Drollinger, enseñanzas que refuerzan las creencias del equipo de fundamentalistas religiosos que tiene Trump en su Gabinete.

Aunque ni Trump ni Melanie, su esposa, participan de ese grupo de estudio de la Biblia, el presidente recibe semanalmente un informe de manos del propio Drollinger y le devuelve comentarios por escrito sobre el mismo.

Según este pastor evangelista, «de todos los estudios bíblicos que he escrito sobre política, Trump está representando todo lo que he escrito».

Trump sabe lo que hace. Estados Unidos es el país desarrollado donde los ciudadanos más valoran su religión y votan en función de los valores religiosos del candidato. Se calcula que más del 70% de la población es cristiana y al menos el 50% de ese porcentaje es seguidor de alguna de las numerosas iglesias cristianas del protestantismo.

De todos los presidentes que ha tenido a lo largo de su historia Estados Unidos, a excepción de Barack Obama todos eran blancos, e incluyéndolo a él todos eran protestantes, exceptuando en este caso únicamente a John F. Kennedy, que era católico, y Thomas Jefferson, que era deísta.

Todos los presidentes estadounidenses, demócratas o republicanos, han invocado a Dios en actos de campaña, discursos en el Capitolio, artículos u órdenes ejecutivas, como ningún otro país desarrollado. La religión está omnipresente en la política de Estados Unidos.

Cuando faltan menos de cinco meses para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre Trump aumenta los gestos a su electorado conservador, blanco y protestante.

El 21 de mayo pasado criticó duramente a los gobernadores demócratas por no permitir la apertura de las iglesias a causa del confinamiento. «Las iglesias no están siendo tratadas con respeto por muchos de los gobernadores demócratas. Quiero que nuestras iglesias se abran. Y vamos a tomar una posición muy fuerte al respecto muy pronto».

Esa misma semana el Departamento de Justicia enviaba a varios gobernadores cartas intimidatorias, como la que recibió el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom:

«La prohibición de celebrar servicios religiosos presenciales viola la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos». ¿Qué dice la Primera Enmienda?: «El Congreso no hará ninguna ley con respecto al establecimiento de una religión, o la prohibición del libre ejercicio de la misma».

Milicias armadas de supremacistas blancos evangelistas se presentaron a las puertas de varias iglesias en distintos estados gobernados por demócratas para ’garantizar’ que se cumpliera la Primera Enmienda y se abrieran las iglesias.

Trump ha dado incluso un paso más, impregnando de religión hasta la política exterior de Estados Unidos.

El pasado 2 de junio el presidente firmó una Orden Ejecutiva al respecto: «La libertad religiosa para todas las personas en el mundo es algo vital de la política exterior de Estados Unidos, y Estados Unidos respetará y promoverá enérgicamente esa libertad».

La orden incluye un presupuesto de 50 millones de dólares anuales inicialmente para implementarla, y será el secretario de Estado y la USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) quienes velarán por «priorizar la libertad religiosa internacional en la implementación de todos los programas de política exterior del Departamento de Estado y la USAID».

Los intereses del poderoso lobby judío estadounidense, tan influyente en la política de Estados Unidos hacia Israel y Oriente Medio, coinciden en gran medida con el sector más radical de los evangelistas, los llamados ’sionistas cristianos’.

Aunque es poco conocida en España, esta corriente, con gran peso dentro del protestantismo estadounidense, tiene en el vicepresidente Mike Pence y en el secretario de Estado, Mike Pompeo, sus representantes más notorios dentro del Gabinete de Trump. La asesora espiritual de Trump, Paula White, es también una evangelista sionista.

Tanto Pence como Pompeo pertenecen a la agrupación evangelista sionista CUFI (Cristianos Unidos por Israel), fundada en 2006 por el pastor Antonio John Hagee.

Hagee, de 80 años, poderoso pastor emérito de la mega Iglesia Comerstone, en Texas y presidente de la GETV (Televisión Evangelista Global), pidió en varios de sus sermones a Trump que no dude en bombardear a Irán, comparando al régimen de los ayatolá con la Alemania nazi.

El sionismo cristiano estadounidense defiende activamente la política anexionista de los territorios palestinos por parte del Estado de Israel, teorizando que al ’pueblo elegido’ le corresponde según el Génesis todo el territorio existente entre el río Éufrates y el Nilo.

Estos evangelistas sionistas recaudan millones de dólares anualmente para ayudar a los colonos judíos que ocupan tierras palestinas y construyen ciudades en ellas desalojando a sus legítimos propietarios, porque entienden que así contribuyen al regreso de los judíos a ’la Tierra Prometida’.

Con el estrechamiento de las relaciones con Israel, el reconocimiento de Jerusalén como su capital exclusiva de Israel, la legitimación oficial de la política anexionista sobre más territorios palestinos, y su política antiabortiva y homofóbica, Trump ha conseguido aunar en estos años no solo el apoyo mayoritario del lobby sionista judío estadounidense, sino también del lobby evangelista sionista.

No son los únicos pero son dos bastiones claves con los que Trump cuenta para intentar una ’remontada’ que le permita en estos menos de cinco meses que quedan hasta las presidenciales revertir y superar los seis puntos que hoy le lleva de ventaja en las encuestas el ya casi oficial candidato opositor, el demócrata Joe Biden.

Roberto Montoya, escritor y periodista, forma parte del Consejo Asesor de viento sur

10/6/2020

Trump apuesta por la Biblia

Revise también

ips

Finanzas occidentales arruinan economías del resto del mundo

Noviembre 22, 2024 Por Jomo Kwame Sundaram KUALA LUMPUR – Las políticas financieras occidentales han …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *