“Se está librando una guerra contra el pueblo palestino”. Dossier

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No hay espiral de violencia en Jerusalén, tan solo la mortífera opresión de Israel sobre mi pueblo

Jalal Abukhater

Casi todos los días se ponen en marcha las excavadoras. En los barrios palestinos de mi ciudad, Jerusalén, las fuerzas israelíes derriban viviendas casi a diario. El expolio y la discriminación llevan aquí siendo una realidad de larga data, en la parte oriental de la ciudad, que lleva 56 años bajo ocupación militar israelí, pero con el nuevo gobierno israelí de extrema derecha, Jerusalén ha visto un repunte en las demoliciones: sólo en enero se destruyeron más de treinta estructuras.

Las noticias sobre nuestra región en capitales y medios de comunicación occidentales suelen estar dominadas por el derramamiento de sangre, y el pueblo palestino está viviendo algunos de los días más violentos, destructivos y letales que se recuerdan. El año 2022 fue el más mortífero en casi dos décadas en la Cisjordania ocupada. En enero murieron otros 31 palestinos por fuego israelí. La desesperanza, la frustración y la desesperación se ciernen sobre todos nosotros como una nube oscura. Pero las cifras no expresan por sí solas el alcance de esta crueldad.

Las cifras de muertos y las frases tópicas de unos medios de comunicación mal informados, parciales o sumisos respect a las espirales de violencia no son apropiadas ni suficientes para transmitir el desequilibrio de poder entre ocupantes y ocupados. La violencia a la que estamos expuestos los palestinos a diario no proviene sólo de las armas del ejército israelí, sino que es profunda y estructural.

No hay «espiral de demoliciones de viviendas» ni «expulsiones ojo por ojo»: los palestinos no confiscan propiedades israelíes ni detienen a miles de israelíes en tribunales militares. Cualquier planteamiento que sugiera una simetría de poder -o de responsabilidad- es analítica y moralmente erróneo.

Un microcosmos de esta violencia estructural puede encontrarse aquí mismo, en mi ciudad natal, Jerusalén. El mes pasado, un pistolero palestino mató a siete israelíes en el asentamiento de Neve Yaakov, en el Jerusalén Este ocupado. El ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, se comprometió a intensificar las demoliciones de viviendas palestinas construidas sin permiso, como respuesta al atentado.

La mayoría de las viviendas palestinas son objeto de demolición por carecer de permiso; de hecho, en la que es mi ciudad, al menos un tercio de las edificaciones palestinas carece de permiso israelí, lo que supone un riesgo de desplazamiento forzoso para 100.000 residentes de la Jerusalén Oriental ocupada.

De hecho, desde que comenzó la ocupación israelí de Jerusalén Este en 1967, prácticamente no se ha llevado a cabo planificación pública alguna para los barrios palestinos. Se han construido 55.00 viviendas para israelíes judíos en la parte oriental de la ciudad, mientras que para los palestinos se han edificado menos de 600 viviendas con algún tipo de ayuda gubernamental. Con esta política, lo que se ha garantizado no son sólo viviendas precarias para los palestinos, sino también que sigan siendo minoría en la ciudad.

A pesar de que los palestinos constituyen más del 37% de los habitantes de Jerusalén, sólo el 8.5% del suelo de la ciudad está destinado a fines residenciales para ellos (e incluso en esos casos el potencial para construir está restringido). Entre 1991 y 2018, solo el 16.5% de todos los permisos de construcción de viviendas emitidos por el municipio de Jerusalén fueron para barrios palestinos en el este ocupado y anexionado ilegalmente. La llamada construcción ilegal o no sancionada por los palestinos es una respuesta a la escasez crónica de viviendas basada en la discriminación.

Más recientemente, Ben-Gvir y el teniente de alcalde de Jerusalén, Aryeh King, anunciaron la inminente demolición de un edificio residencial en Wadi Qaddum, Silwan, sobre la base de que estaba construido en un terreno destinado a “deportes y ocio”, y no a uso residencial. Cuando se lleve a cabo, será una demolición a gran escala, que desplazará a unos 100 residentes. Sólo en los últimos 10 años se han demolido 1.508 estructuras palestinas en Jerusalén Este, dejando sin hogar a 2.893 personas, la mitad de ellas menores.

La Cisjordania ocupada también ha estado marcada por una realidad violenta. No se permite prácticamente la construcción palestina en la denominada Área C (el 60% de Cisjordania). Las autoridades israelíes derriban constantemente viviendas, carreteras, cisternas y paneles solares palestinos, entre otros. Se expanden los asentamientos considerados ilegales según el Derecho internacional, mientras que los palestinos se ven restringidos a enclaves fragmentados.

Al aumentar el número de demoliciones y desplazamientos en Jerusalén y Cisjordania, se ven amenazadas comunidades enteras. Pero debemos recordar que el coste es más evidente a nivel individual: la familia que pierde todo lo que tiene en el mundo. Los muros se desmoronan, los niños lloran y los padres se debaten por saber qué hacer o adónde ir después. Es una catástrofe, y es algo constante.

Carecer de un permiso imposible de obtener no es el único contexto en el que demoler propiedades palestinas; las autoridades de ocupación israelíes también destruyen o precintan viviendas como forma de castigo colectivo, algo estrictamente prohibido por el Derecho internacional. Los actos de desplazamiento forzoso de una población ocupada constituyen un crimen de guerra. La crueldad es asombrosa.

Estas demoliciones y desplazamientos forman parte de la violencia estructural a la que los palestinos nos enfrentamos cada día. Puede que este gobierno israelí prosiga con nuevas y crueles manifestaciones de la ocupación, pero los cimientos los pusieron las sucesivas coaliciones habidas desde 1967, del laborismo al Likud.

Por eso no hay conbsuelo para nosotros, los palestinos, en las multitudes de israelíes que protestan contra las reformas judiciales propuestas. Durante décadas, nuestros territorios han quedado confiscados y las personas desplazadas por políticos israelíes electos pertenecientes a diversos partidos, con el visto bueno de todas las instancias del sistema judicial. La ocupación y las políticas racistas nos las han impuesto quienes forman parte de la actual coalición, y muchos de los que actualmente están fuera de ella.

Esta violencia es nuestra realidad, y afrontarla supone un primer paso necesario en nuestra lucha por la dignidad y la justicia. Culpar a la víctima o clausurar el diálogo no hará más que prolongar nuestro sufrimiento. No se trata de una espiral de violencia, se trata de un sistema de apartheid, y el mundo exterior debe tratarlo como tal.

The Guardian, 7 de febrero de 2023

Los palestinos tenemos dos opciones, rendirnos o defendernos

Jamal Juma

«Lo ocurrido en el último año representa un mayor recrudecimiento de la violencia. No habíamos tenido una cifra tan elevado de personas asesinadas desde 2005: más de 230 palestinos en 2022. La actividad de los colonos, los planes de construcción de asentamientos y las operaciones de limpieza étnica de comunidades enteras van en aumento. Se está librando una guerra contra el pueblo palestino».

Jamal Juma es uno de los activistas palestinos más conocidos: maduró políticamente en la época de la primera Intifada y es coordinador de la campaña contra el Muro del Apartheid desde 2002 y de la Coalición para la Defensa de la Tierra desde 2012. Le entrevista Chiara Cruciati para el diario il manifesto.

La aparición del que se ha calificado como el gobierno más derechista de la historia de Israel, ¿agravará aún más la ocupación?

Este nuevo gobierno pretende acabar con la cuestión palestina y cimentar el régimen de apartheid. Habla de una revolución colonial: 18.000 nuevas viviendas para colonos y la anexión de importantes zonas de Cisjordania. Peor aún, lo hace mientras mata palestinos a diario. Hoy, basta con levantar la voz a un soldado en un puesto de control para que te maten. Israel tiene prisa por cumplir algunos de sus objetivos, como vaciar Masafer Yatta y el pueblo beduino de Khan Al Akhmar, construir asentamientos y confiscar tierras. Y quiere hacerlo sin ninguna resistencia por parte palestina. Este es el mensaje: si protestas, te van a matar. Esto genera una enorme rabia y frustración, también ante el silencio de la comunidad internacional, que no condena ningún acto cometido por Israel, incluidos los más recientes, como la matanza del campo de refugiados de Yenín. No hemos oído ninguna voz de condena.

¿Cómo cree que deben reaccionar los palestinos? ¿Espera que nos escondamos en nuestras casas, muertos de miedo? Estamos hablando de un pueblo que lleva luchando un siglo, desde el colonialismo británico, matanza tras matanza, catástrofe tras catástrofe, y que nunca se ha rendido. Y no lo hacen personas aisladas: los atentados de los últimos días los cometieron distintos individuos, uno de ellos de 13 años. No se trata de una resistencia organizada por los partidos políticos, sino de acciones nacidas de la desesperación de individuos que ya no tienen motivos para la esperanza. Mientras los colonos atacan comunidades, queman casas y coches bajo la mirada de los soldados, los palestinos intentan defenderse. Si esto continúa, veremos otro levantamiento. Los crímenes cometidos contra los palestinos no son un acto improvisado: esto lleva ocurriendo siete décadas. Y no hay un final a la vista. Hay dos opciones: o nos rendimos, dejando que Israel nos encierre en guetos que parecen las reservas de los nativos norteamericanos, o nos defendemos.

El objetivo de limitar a los palestinos a un espacio mínimo frente al crecimiento demográfico parece una estrategia imposible de seguir sin reacción.

Hoy Israel sigue adelante, encerrándonos en guetos, privándonos del control de nuestros recursos naturales y del acceso a la tierra. Es una limpieza étnica a largo plazo: con la creación de tantas pequeñas Gazas en Cisjordania, en 30-40 años esos lugares ya superpoblados serán inhabitables, con una población triplicada. ¿Qué nos espera? Una vida insoportable de aislamiento y nulo desarrollo económico que nos empujará a marcharnos por nuestra cuenta.

Usted ha hablado antes, a propósito de los últimos atentados de los palestinos, de acciones de individuos, a menudo muy jóvenes. ¿La falta de una estrategia nacional palestina provoca reacciones individuales?

Uno de los atacantes tenía 21 años, otro 13 años. Vivían en Jerusalén, en barrios colonizados. A eso se añade la rabia por la masacre cometida por el ejército israelí en Yenín y la frustración con la ANP, responsable de nuestra seguridad, que hace lo contrario, coordinarse con Israel en material de seguridad. Todo esto genera frustración en la generación más joven. No ven ninguna posibilidad de llevar una vida normal. Ya veremos cómo hay otros que llegan a las mismas conclusiones.

Entre Yenín y Nablús, hay muchos que consideran heroes a los combatientes armados, los únicos que, superando las barreras políticas, están cooperando frente a las divisiones de los partidos políticos.

La gente los ve como una fuente de esperanza, porque han creado una unidad nacional, desde Al Fatáh a la Yihad Islámica, pasando por los grupos de izquierda. Están juntos en la misma plataforma, un caso único de unidad que acerca a la generación más joven, mientras que los partidos políticos son incapaces de superar la división entre Al Fatah y Hamás, una división que nada tiene que ver con Palestina sino con agendas externas. Europa y los Estados Unidos nunca permitirán la unidad entre Cisjordania y Gaza, ni entre Fatáh y Hamás: perturbaría la función de la ANP. No creo que la lucha armada en Cisjordania pueda tener futuro a la luz de la represión de la inteligencia y el ejército israelíes y también de la ANP; es decir, no creo que pueda convertirse en una resistencia organizada y amplia. Seguirá así, con continuas pérdidas, dado el número de asesinatos selectivos y de detenciones.

¿En qué medida influye la situación socioeconómica? En Gaza, el asedio ha provocado una miseria sin precedentes. ¿Está aumentando la pobreza en Cisjordania o existe algún tipo de estrategia «económica» por parte de los israelíes y la ANP, en forma de permisos de trabajo y empleos públicos respectivamente, para controlar la ira de la población?

No creo que la ANP tenga una estrategia; su estrategia es la mera supervivencia. Israel, en cambio, sí que la tiene: está abriendo el mercado laboral a los palestinos mientras confisca sus tierras y les priva de recursos naturales, con el 62% de Cisjordania anexionada de facto, la más rica en recursos y tierras, capaz de impulsar una economía interna. El objetivo es hacernos dependientes del mercado laboral israelí. Un plan de desarrollo a largo plazo no es posible bajo la ocupación: El comercio palestino pasa por los puertos y aeropuertos israelíes, los impuestos los recauda Israel, que los confisca de una forma u otra. No hay libertad económica, ni siquiera con el programa neoliberal de la ANP, que ha concentrado la riqueza interna en unas pocas manos y ha ampliado la brecha entre una pequeña clase media muy acomodada y el pueblo, cada vez más pobre.

Il manifesto global, 6 de febrero de 2023

Para los palestinos, no hay diferencia entre un gobierno israelí y otro

Chiara Cruciati

«Nos hemos despertado esta mañana con la invasión del campo de refugiados de Yenín. Con nueve palestinos muertos. Con la noticia de que los militares habían entrado disfrazados de civiles en la furgoneta de una empresa jordana».

La empresa se llama al-Juneidi, y todos los mercados palestinos tienen las estanterías llenas de sus cartones de leche, zumos y queso blanco, con su logotipo en verde y azul. Baha Hilo es un activista palestino. Vive en Belén, donde trabaja desde hace años en campañas de plantación de olivos y en turismo político alternativo.

«Desde fuera, es la cifra, nueve muertos, lo que puede impresionar», nos dice, «pero esto es lo que ocurre de forma habitual. Veo Yenín de la misma manera que veo otras ciudades palestinas, Jerusalén, Al Ram, Hebrón. Yenín ha sido una de las más afectadas, pero centrarse en la historia de una ciudad llamándola corazón rebelde de Cisjordania es desviar la atención de la ocupación military, que es igual en todas partes. El mensaje de la historia de Yenín es otro: la incapacidad de Israel para asegurar el sometimiento final del pueblo palestino».

Esto es lo que hace Yenín por nosotros: evoca y hace física la imagen de la devastación. Los paralelismos con otras invasiones surgen de inmediato. La segunda Intifada está ahí, a la vuelta de la esquina.

Como entonces, Yenín sigue siendo un lugar de organización armada, en las estrechas calles del campo, las mismas que Israel arrasó con excavadoras allá por 2002: hubo que destruir las casas para dejar paso a los tanques.

Los grupos de combatientes siempre han estado ahí», continúa Baha, «pero hoy son más visibles». Las últimas incursiones israelíes en Yenín y Nablús se justificaron con el objetivo de detener a combatientes. Son personas de distintos orígenes políticos que trabajan juntas por una razón concreta: necesitan apoyarse mutuamente. Se esconden a veces hasta de sus propios partidos, de Fatáh en particular. Lo que les une es Palestina. Su afiliación es Palestina. Por eso la gente los ve como héroes: toman las armas y arriesgan la vida por la libertad de su pueblo».

Baha insiste en lo mismo que todos los palestinos: el derecho internacional reconoce el derecho a resistirse a una ocupación militar ilegal por cualquier medio necesario. Jamal Zakout, antiguo militante del Frente Democrático para la Liberación de Palestina, dice lo mismo. Él vivió la primera Intifada en Gaza, donde se inició un levantamiento que cautivó al mundo, sólo para acabar aplastado por el polvo.

«No necesitamos que la comunidad internacional nos diga que Ben Gvir [ministro israelí de Seguridad Nacional] es un extremista. Queremos que apliquen el derecho internacional y pongan fin a la ocupación. Lo que está ocurriendo en Yenín es el resultado de ese primer crimen».

Los palestinos no ven diferencias entre un gobierno israelí y otro. Viven en la oscuridad en la que todos los gatos son pardos, ya que siempre prevalece la indiferencia. TIndiferencia también hacia este gobierno, apodado por los medios de comunicación del mundo «el más derechista de la historia de Israel», capaz de hacer estremecerse incluso a los dirigentes occidentales, a los que suele ser mucho más difícil causar impresión alguna.

«Desde 1948, todos los gobiernos israelíes han sido culpables de crímenes de guerra contra el pueblo palestino», continúa Baha. «Cada día que un gobierno israelí mantiene la ocupación de Palestina es un día más de anarquía. Aquí decimos que la derecha y la izquierda son alas del mismo pájaro. Sólo los medios internacionales ven diferencias».

«Israel siente que tiene vía libre para hacer lo que quiera», dice Zakout. «No nos sorprendió. El gobierno anterior mató a 235 palestinos en un solo año. Y lo llamaban el ‘gobierno del cambio’. En este contexto, la debilidad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) nos pesa como un peñasco. Se debate sobre cuestiones inescrutables -como quién vendrá después de Mahmud Abbas- sin pensar en cómo volver a unir a este pueblo. Los palestinos no tienen confianza en la ANP, así que están asumiendo la tarea de su propia defensa: es una señal del fracaso de la dirección actual, incapaz de imaginar una estrategia nacional popular, lo único que puede dar respuesta a nuestras aspiraciones».

il manifesto global, 30 de enero de 2023

Jalal Abukhater joven periodista y ensayista palestino, nacido y criado en Jerusalén, estudió Diplomacia en la Universidad de Malta, y Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Dundee. Colabora en diversos medios internacionales, como Aljazeera English, The Guardian, The London Review of Books, GQ Middle East, This Week in Palestine, The Electronic Intifada, D.C. Thompson’s Courier Newspaper, y +972 Magazine.

Jamal Juma activista palestino, coordinador de la campaña contra el Muro del Apartheid desde 2002 y de la Coalición para la Defensa de la Tierra desde 2012.

Chiara Cruciati colaboradora del diario italiano “il manifesto” especializada en Oriente Medio, es redactora jefa de la agencia de información Nena News. Ha publicado con Michele Giorgio “Israele, mito e realtà. Il movimento sionista e la Nakba palestinese settant’anni dopo” (Alegre, 2018) y “Cinquant’anni dopo. 1967-2017. I territori palestinesi occupati e il fallimento della soluzione dei due Stati” (Alegre, 2017).

Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info

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