Salud mental y política, reparación psicosocial

Rodrigo Marchant

Rodrigo Marchant

Los índices de violencia en todos los aspectos de la vida de Latinoamérica han venido incrementándose debido a flagelos tales como: el narcotráfico; la corrupción, los abusos sexuales y por culpa de la casi nula atención legislativa a la importancia del cuidado de la salud mental de los ciudadanos. El bienestar social no puede ser algo que se establezca como unidad de medida solamente a partir del ingreso monetario de cada cual o basado en índices de felicidad a partir de parámetros subjetivos.

“El ser es la sustancia de todas las cosas por la que se espera, la evidencia de las cosas que aún no son vistas” señala la coach argentina Alexandra Hernández, autora de la “ley de la Asunción”, que busca hacer sentir la realidad al ser humano. Hoy, cuando más duele el deterioro de la calidad de vida y mental en nuestro continente, se ve y se palpa con una brutalidad como no se ha logrado manejar de forma asertiva, por parte de las fuerzas de orden, pero también de los sistemas de enseñanza y de la política en general el manoseado Bienestar de la población.

La falta de educación, medios de comunicación sin sustancia y redes sociales que exacerban lo violento, están dentro de las razones por las cuales se ha enquistado la violencia en nuestras sociedades y casi se ha naturalizado el soportar sistemas abusivos, como si se tratara de una columna vertebral. Muy poco se hace referencia a nuevos modos civilizatorios de relacionarnos y las formas de resolver los conflictos mentales que se encuentran confrontados entre aquellos expuestos a malas políticas y aquellos que buscan minimizar la realidad, aportando muy poco desde el poder.

Sin duda, la excesiva búsqueda de individualización promovida por la tecnocracia y la muy poca preocupación por el sentir colectivo, ha hecho imperar la doctrina filosófica del nihilismo, donde al final todo se reduce a la nada, y por lo tanto nada tiene sentido.

La paz como columna vertebral

“La paz es un proceso que nunca termina…No se puede ignorar o pasar por alto las diferencias de nuestros intereses comunes. Requiere entender que trabajamos y vivimos juntos” Oscar Arias Sánchez, Premio Nobel de la Paz.

El Foro Global de Investigación en Salud viene analizando la violencia sexual en Latinoamérica y el Caribe desde el año 2000, con un pre- informe presentado en 2006, respecto a la violencia documentada ejercida sobre niñas y mujeres indígenas en particular. A ese primer dato se sumó el levantamiento de la UNICEF el 2017, donde se sostiene que cerca de 1,1 millones de niños, niñas y adolescentes en América Latina han sido víctimas de violencia sexual en algún momento de su vida.

A esas escalofriantes estadísticas -correspondiente solo a los casos de violencia sexual denunciados- es necesario sumar las cifras de violencia doméstica, contra hombres y mujeres. También las victimas de pederastia en las Iglesias y sectas del continente, por citar algunas.

A esta suerte de coctel fatal es necesario considerar y sumar a los seres humanos en su conjunto (no solo como un número) como sobrevivientes de la delincuencia y el crimen organizado, con mafias especializadas en abusar y explotar física y comercialmente a la población en general, sea de forma presencial o digitalmente.

La falta de respuestas y reparación de los distintos gobiernos ha generado un aumento exponencial del clima de violencia y frustración, siendo la base para el surgimiento de estallidos sociales; grupos violentos y deslegitimación de la política y las instituciones.

Concretamente se nota el déficit de buena política y de una necesidad urgente de formación en el diagnóstico de problemas sociales, el diseño y la implementación de intervenciones. Pero, la evaluación de programas es vital, como lo sostienen tres autores españoles, Isidro Maya-Jariego, Manuel García y Francisco Santolaya, especializados en Estrategias de Intervención Social.

Psicodrama, TV, Redes Sociales y Derechos Humanos

El psiquiatra Jacob Levy Moreno hace décadas propuso aplicar: la expresión dramática; el juego teatral; el movimiento del cuerpo; la expresión de los simbólico y la puesta en escena de lo vivido como herramientas terapéuticas grupales, poniendo en acción el pasado, el presente y el futuro. La TV educativa también buscó aportar en los 90 contribuyendo con series, documentales y programas -tales como TELEDUC de Chile- que han servido de referente para el sistema de Escuela digital hoy imperante.

Sin embargo, la irrupción de las redes sociales, donde las propias investigaciones internas de los gigantes como META (ex Facebook) reconocen que los contenidos de odio son donde el usuario más habitualmente se detiene a consumir ideología. Ese solo dato ya nos debe hacer reflexionar sumado a la exposición gratuita a la pornografía y los juegos en línea, con realidades aumentadas de actos violentos, que van desde las violaciones, decapitaciones y burlas a la autoridad, donde finalmente se desdibuja lo real de lo virtual.

Se requiere intervenir si, pero deben hacerse intervenciones masivas, utilizando los medios actuales y la capacidad legislativa para comprender los algoritmos y las consecuencias de cada flujo de información. Donde el objetivo final sea reparar la salud mental agredida, frente a tanta permisividad y ataques de las industrias del entretenimiento.

Asimismo, es necesario hacerse cargo de las consecuencias sociales que han venido ocurriendo y de cada una de las víctimas, que engrosan el sistema Latinoamericano de estadísticas de problemas de salud mental. Urge, por tanto, aumentar las intervenciones del Estado en estas materias, proveyendo de acciones de tipo psicológicas, farmacológicas y legales a quienes han estado expuestos a violencia de cualquier tipo.

Por ejemplo, la organización internacional: “Fundación para la Confianza” (www.paralaconfianza.org) que reúne a sobrevivientes de abusos y prepara protocolos para que especialistas puedan intervenir en Escuelas, Universidades, ha querido introducirse de lleno dentro de espacios políticos, como lo es el ya muy comentado proceso constituyente paritario chileno, donde han hecho entender que la promoción de los derechos humanos debe ir de la mano de espacios de colaboración y reconstrucción de las confianzas, para creer que los cambios políticos son capaces de lograr alcanzar el ansiado y esperado bienestar psicosocial ya casi olvidado.

Master en Investigación Aplicada, Lancaster University, Inglaterra. Periodista, Universidad de Viña del Mar, Chile.

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