Por Anis Chowdhury y Jomo Kwame Sundaram
Los llamamientos, e incluso los gritos, para luchar contra la inflación por encima de todo son cada vez más fuertes. Afortunadamente, hasta The Economist acaba de recordar el 5 de febrero que luchar contra la inflación podría llevar al mundo a una depresión.No hay consenso sobre la inflación
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, duda de que el mundo se enfrente a una amenaza de inflación galopante. Insta a los responsables políticos a calibrar cuidadosamente las políticas fiscales y monetarias, con mayor especificidad, ya que no hay una talla única para todos.
La inversión generalizada del gasto debido a la covid-19 y los bajos tipos de interés amenazan la recuperación. Del mismo modo, el economista jefe del Banco de Inglaterra, Huw Pill, subrayó que el banco central no iba a endurecer del todo la política monetaria.
En cambio, al igual que Georgieva, aboga por un enfoque más matizado, razonando: «A medida que la pandemia retrocede y el nivel y la composición de la demanda y la oferta mundiales se normalizan, estas presiones inflacionistas deberían remitir”.
Fobia a la inflación en Estados Unidos
El halcón de la anti inflación Larry Summers, último secretario del Tesoro de Bill Clinton (1993-2001) y director del Consejo Económico Nacional durante los dos primeros años de Barack Obama (2009-2017), afirma que es una ilusión que las actuales presiones inflacionistas vayan a remitir.
Insiste en que la dolorosa lección de los años 60 y 70 y la recesión de 1982 es que un estímulo excesivo de la demanda no solo conduce a la inflación, sino a la estanflación y, en última instancia, a la recesión, ya que la inflación debe ser finalmente controlada.
Pero la historia económica que cuenta Summers es parcial, tendenciosa y engañosa.
Las prescripciones políticas draconianas supuestamente infligen dolor a corto plazo para obtener ganancias a largo plazo, pero se preocupan poco por sus ramificaciones. Summers no tiene nada que decir sobre cómo las subidas de los tipos de interés de principios de los años 80 empujaron a las naciones al impago, desencadenando crisis de la deuda, y más de una década de estancamiento en gran parte del Sur global.
La mayoría de los gobiernos no pueden hacer nada para combatir el aumento de los precios de las materias primas, especialmente de los combustibles y los alimentos. El endurecimiento monetario convencional reduce la inflación general, normalmente infligiendo mucho desempleo, sin afectar a las fuentes internacionales de esa inflación.
El crecimiento de los salarios en Estados Unidos
El reciente crecimiento de los salarios en Estados Unidos, con el que Summers está obsesionado, es en realidad muy diferente, en cuanto a causas y consecuencias, de los aumentos salariales de las décadas que él deplora. Los europeos también se han apresurado a señalar lo diferente que ha sido la inflación en su continente.
En primer lugar, el reciente crecimiento de los salarios no se debe a la negociación colectiva de los trabajadores, como en los años 60. O a la indexación salarial, que vincula el crecimiento de los salarios a la inflación durante los años 70.
El poder de negociación de los trabajadores ha disminuido mucho desde los años 80, con la desregulación del mercado laboral que ha aumentado la precarización.
Al mismo tiempo, la inversión extranjera directa ha acelerado la deslocalización, mientras que los cambios tecnológicos han reducido las necesidades de mano de obra. Muchos se han pasado al autoempleo, al trabajo informal y a otros trabajos extraoficiales. En 2020, había más de 2000 millones de personas en el trabajo informal, sobre todo en los países en desarrollo.
La pandemia ha incrementado enormemente el trabajo informal, especialmente en los países con mayores ingresos. La mayor remuneración a destajo y las ilusiones de independencia apenas compensan el menor poder de negociación y la mayor inseguridad laboral, de trabajo y de ingresos. Trabajar desde casa aumenta el trabajo de horas extras no remuneradas, mientras el llamado “robo de salarios” se generaliza.
En segundo lugar, las aparentes subidas salariales pueden ser una anomalía estadística. Se estima que entre la mano de obra no agrícola de Estados Unidos, muchos de los trabajadores mal pagados abandonaron sus puestos de trabajo en 2021 por razones de salud y seguridad, mientras que los trabajadores mejor pagados permanecieron en el empleo.
La investigación del FMI también descubrió que la oferta de mano de obra se redujo en Estados Unidos y en el Reino Unido, ya que los trabajadores de más edad y las madres con hijos pequeños renunciaron debido a los problemas relacionados con la pandemia. Este cambio en la composición del empleo ha elevado el salario medio.
Consideremos un mercado de trabajo con tres trabajadores A, B y C, con salarios por hora de 10, 20 y 60 dólares respectivamente. El salario medio por hora es de 30 dólares. Si el trabajador A renuncia, el salario medio por hora de los trabajadores B y C será de 40 dólares. Esto aumenta el salario medio por hora en 10 dólares, no debido al crecimiento salarial, sino al cambio en la composición de la mano de obra.
Los mayores salarios declarados en Estados Unidos reflejan el impacto puntual del aumento del salario mínimo, especialmente cuando lo pagan los grandes empleadores con presencia en todo el país, como las compañías Target, Southwest Airlines, CVS Health y Walgreens.
Perspectivas sombrías
Las Perspectivas Económicas Mundiales del FMI, publicadas en octubre de 2021, veían unas perspectivas poco halagüeñas para los trabajadores jóvenes y poco cualificados. Esto parece coherente con la razón por la que los trabajadores mal pagados son reacios a trabajar por una miseria con gran riesgo personal para ellos mismos.
Muchos trabajadores jóvenes se enfrentan a dificultades especiales, por ejemplo, los padres de niños pequeños debido a la insuficiencia de guarderías y a las interrupciones escolares. También ha aumentado el desajuste entre los empleos disponibles y lo que la gente quiere.
La presión inflacionaria actual se asemeja a la situación posterior a la Segunda Guerra Mundial, con una demanda reprimida de bienes de consumo que se desató antes de que se restablecieran los suministros interrumpidos por la guerra. La inflación alcanzó casi 20 % en 1947 antes de desplomarse.
La demanda de consumo actual todavía se enfrenta a interrupciones en la cadena de suministro debido a la pandemia. Pero estas situaciones son muy diferentes a los episodios que Summers cita para argumentar su argumento alarmista de dar prioridad a la inflación.
Las políticas antiinflacionarias convencionales, como la austeridad fiscal, el aumento de los tipos de interés y el endurecimiento del crédito, no solo son inadecuadas para hacer frente a las actuales presiones inflacionistas, sino que pueden ser muy perjudiciales, como advierte la máxima responsable del FMI.
Entender la inflación
La pandemia ha provocado grandes subidas de precios, sobre todo en los alimentos, la ropa, el combustible y las comunicaciones. También se ha agudizado el desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo en algunos sectores.
Mientras tanto, los datos de la administración de Washington muestran que las empresas no financieras estadounidenses obtuvieron sus mayores beneficios desde 1950 en la segunda mitad de 2021, a pesar del aumento de los costes laborales.
Pero Summers niega que el comportamiento monopolístico de las empresas haya contribuido al aumento de los precios.
Los beneficios globales de las empresas aumentaron 37 % con respecto al año anterior, mientras que la remuneración de los empleados solo aumentó 12 %, a pesar del segundo año de una pandemia que comenzó eliminando 20 millones de puestos de trabajo.
El senador demócrata estadounidense Sherrod Brown ha afirmado que los precios son altos porque las empresas los aumentan para poder seguir pagándose a sí mismas primas ejecutivas cada vez mayores y recompras de acciones.
El aumento de los precios de la vivienda y de los alquileres de alojamiento también está incrementando el coste de la vida.
Tras la crisis financiera mundial de 2008-2009, los gobiernos abandonaron de forma desacertada los esfuerzos de recuperación fiscal antes de tiempo. Las políticas monetarias no convencionales se convirtieron en la principal herramienta política desde entonces.
Esto ha fomentado la especulación inmobiliaria y de activos financieros, en lugar de invertir en capacidad productiva. La austeridad fiscal y la continua dependencia de las soluciones de mercado también disuaden a las acciones gubernamentales de abordar los principales cuellos de botella de la cadena de suministro.
La falta de coordinación efectiva entre las autoridades fiscales y monetarias, por ejemplo, para responder a la pandemia, ha exacerbado estas situaciones. En cambio, se ha favorecido mucho la especulación con productos básicos e inmobiliarios.
Estos incentivos perversos han socavado las inversiones necesarias en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), energías renovables, agricultura sostenible, sanidad y educación. Las empresas incluso han pagado dividendos y bonificaciones con los fondos de ayuda de covid. Así, los multimillonarios obtuvieron miles de millones más.
Matiz y especificidad
La coordinación efectiva entre las autoridades fiscales y monetarias es vital para un enfoque matizado que garantice una recuperación sostenible, inclusiva y resistente.
La coordinación de la política fiscal y monetaria también es necesaria para llevar a cabo una serie de reformas que deberían haberse llevado a cabo hace tiempo, con el fin de abordar los factores estructurales que exacerban las tendencias y presiones inflacionistas.
Pero las anteriores reformas para garantizar la independencia del banco central y las estrictas normas fiscales en favor de las soluciones de mercado han socavado la capacidad fiscal y monetaria del gobierno para actuar con eficacia.
Por lo tanto, estas políticas y las relacionadas con ellas, como los objetivos de inflación, deben ser enviadas irreversiblemente al cubo de la basura.
Las respuestas precipitadas a los temores de los halcones de la inflación harán descarrilar la recuperación mundial, lo que el FMI considera perturbador. El Fondo también está preocupado por las divergencias en la recuperación entre los países ricos y los pobres.
En lugar de la nueva preferencia de la Guerra Fría por las sanciones económicas al menor pretexto, se necesita una cooperación internacional y una coordinación de políticas mucho mejor y más sostenida. Deben abordar las interrupciones de la cadena de suministro mundial, estabilizar los precios internacionales de los productos básicos y minimizar los efectos nocivos de las políticas.
SYDNEY / KUALA LUMPUR –
Este es un artículo de opinión de Anis Chowdhury y Jomo Kwame Sundaram. Chowdhury fue profesor de economía de la Universidad Occidental de Sídney y ocupó altos cargos en la ONU entre 2008 y 2015 en Nueva York y Bangkok. Kwame Sundaram fue profesor de economía y secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico.
T: MF / ED: EG
(IPS)