Reflexión de Semana Santa en tiempos de Coronavirus: una óptica teológico–política

Ocean Castillo Loría

Reflexión de Semana Santa en tiempos de Coronavirus: una óptica teológico–política

Cuando se quiere hablar de Dios ‘no religiosamente’ es preciso hacerlo de manera que no se escamotee de algún modo la carencia de Dios en el mundo; muy al contrario, debemos ponerla de manifiesto y así precisamente como una luz sorprendente cae sobre el mundo. El mundo adulto es más sin Dios, y quizá por esta razón está más cerca de Dios que el mundo menor de edad”. Dietrich Bonhoeffer, 14 de julio de 1944. Carta desde la cárcel de Tagel, Alemania.

I

Estamos en tiempo de crisis.

Este año, la Semana Santa es diferente. Hay especialistas que inclusive, hablan de una Cuaresma secular (Recuérdese que ese tiempo de preparación, va del miércoles de ceniza, hasta el jueves santo a las tres de la tarde): este momento, creyentes o no, nos concentramos en valores centrales: la vida, el amor, la solidaridad.

Por primera vez, para muchos, esta Cuaresma 2020, es un desierto forzado, un desierto que no nos imaginamos que atravesaríamos. Creíamos que el tema de las pestes era cosa del Medioevo o de principios del siglo pasado.

Quienes buscan a Jesús, montado en la mulita, quienes caminan en el Vía Crucis del lunes Santo, quienes acuden fervorosamente a la misa de la Cena del Señor, los que van a la “Procesión del Encuentro” y reflexionan la crucifixión de Cristo, deben quedarse en casa.

Los templos vacíos, no tendrán adoración de la Santa Cruz con fieles, no habrá “Procesión del Santo Sepulcro”, con penitentes. Este año el Sábado de Gloria, será de verdadero silencio, la Virgen Dolorosa, atravesada por las espadas de dolor, de sus hijos, los enfermos, los agonizantes, los muertos del mundo.

No habrá en los templos para la Vigilia Pascual, celebración máxima del cristianismo, llena de fieles. No habrá resucitado por las calles, pero sí la más profunda esperanza de pasar esta estela de incertidumbre y muerte y resucitar como lo hizo Jesucristo.

Para muchos, se está viviendo la Semana Santa más vacía.

Esto por no hablar de los que siempre viajan, de los que esperan vacaciones, de los turistas, de los empresarios del turismo, que miran en esta etapa una de sus temporadas altas (En Costa Rica, la tasa de la actividad turística hoy, está en cero)

Hoy, por primera vez, en muchísimos años, no hay juerga…

Dejamos por primera vez, de vivir una Semana Santa “cultural”: dentro de la costumbre del país en el caso costarricense; o una Semana Santa de “vacaciones”…

Mas la situación es más compleja: ya ni siquiera se puede salir a la calle.

Ya se teme constantemente por la salud. De hecho, hoy recordamos que: “sin salud, no somos nada”. Todo ha pasado a segundo plano en la mente de los hombres y las mujeres: la política, el dinero, el fútbol etc.

Hoy muchos están atrapados por el miedo, aun más, por los múltiples miedos. Frente a ellos, la propuesta cristiana es la fe (Papa Francisco)

Hoy la economía tiembla…

Quizás por primera vez, este año, el Evangelio va a ser más importante que la religión.

Este año, quizás entenderemos que lo sagrado es el ser humano (Lo decía San Pablo, somos templos del Espíritu Santo. 1 Corintios 6: 19), lo religioso es acercarse a Dios, con corazón sincero. Esta año, volvemos a lo básico, a lo que nos dice el libro del Génesis, que el hombre y la mujer, están hechos a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1: 27)

Sí, Jesús en la mulita, el Cristo en la columna, el lavatorio de los pies, el Jesús en el huerto, la procesión del encuentro, el crucificado, la procesión del Santo Sepulcro, la procesión del Silencio, la alegría del resucitado; nos llenan de fervor.

Pero muchas de esas imágenes, van “en andas”, en las “andas” de la costumbre religiosa, de la tradición. En muchas ocasiones, en esas “andas”, olvidamos el Evangelio mismo. Se trata pues, hoy, de vivir la religión de manera diferente.

Porque… ¿No era Jesús un hombre religioso?: la respuesta es sí, pero la pregunta es: ¿Cómo vivía su religión?: en la soledad de las madrugadas, de los montes… Jesús no oraba en el Templo, por lo menos, los Evangelios no nos lo dicen.

Además, Jesús vivía su ligamen con Dios – Padre, sanando a los enfermos. ¿Por qué?: porque Jesús sabía y practicaba el principio de que la tesis fundamental de la religión, era (Y es), remediar el sufrimiento (Claro está, el Evangelio nos dice que Jesús vivió su Cuaresma, para optar por su proyecto de vida: “Fue llevado por el Espíritu al desierto…” Mateo 4: 1. Traducción Biblia de Jerusalén (1998))

Esto lo había olvidado la cúpula religioso – política de Israel: para ellos, los pobres, los enfermos, los desamparados de este mundo, eran pecadores, impuros “dejados de la mano de Dios”. Jesús es el médico que va tras el enfermo: “No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Marcos 2: 17. Traducción Biblia Latinoamérica. LXXX edición)

Esto, rompiendo la misma Ley de Moisés. Esa misericordia del Nazareno, fue lo que olvidaron “los hombres de religión de su tiempo”, los que terminaron rechazando el Evangelio de Jesús y los que son parte de los que lo matan en la cruz: la religión opresiva, no pudo convivir con el Evangelio.

La Biblia es veraz: su mensaje es verdad: Jesús es Dios, es Hijo de Dios. Pero esto: ¿Qué significa?: que Dios está donde se remedia el sufrimiento: de los enfermos, de los hambrientos, de los indigentes. Ellos, son los preferidos de Dios. Dios es Dios de todos, pero lo es desde los pobres, los oprimidos y los condenados.

Aquí, para un cristianismo poco acostumbrado a una visión liberadora, se nos presenta una realidad: el Dios judeo – cristiano, es un Dios claramente parcial, todos somos iguales ante él, pero nuestras sociedades son desiguales e injustas, por tanto, Dios se coloca de lado de las víctimas de la desigualdad y de la injusticia.

Hoy nosotros, en tiempos de Covid–19, vivimos y sufrimos la soledad… los templos, independientemente de la comunidad de fe, están cerrados…

Esto nos permite regresar a una tesis que en nuestro quehacer teológico, es constante: podríamos decir que prácticamente toda sociedad, “monta” un sistema de dominación:

• Una política y una economía egoístas.
• Una cultura opresiva.

En el siglo I, en tiempos de Jesús, la política estaba en dos manos: la cúpula político – religiosa judía y la cúpula romana, encarnada en Pilato. Esa clase o esas clases gobernantes, servían a la clase económica, de la que eran parte y concentraban la riqueza (Borg y Crossan)

No en balde, hoy sabemos gracias teólogos (G. Thiessen), que la política tributaria era tan opresiva, que los sectores pobres, tendían a “enmontañarse” (Esconderse en las montañas), para huir del pago de impuestos (Adicionalmente, mucho de ese dinero, quedaba en manos de los recaudadores. Se explica por ello, lo que les costó a los apóstoles, aceptar a Mateo como su compañero. De esto habla a profundidad el Teólogo de la Liberación, Juan Luis Segundo)

El centro de ese sistema de dominación, era el Templo, que era sede religiosa y política: ¿Y qué hizo Jesús en el Templo? (Algo que podríamos ubicar cronológicamente, en lo que nosotros conocemos como el “Lunes Santo”): lanza a los mercaderes del Santuario. Les dice a los que hacen dinero a costa de la religión, que están haciendo de la “casa de oración”, una “cueva de ladrones”. En el siglo I, la destrucción del templo, fue la parálisis y empeoramiento de la economía del sistema de dominación en Israel.

Pero este año, en pleno siglo XXI, podemos volver a la alternativa de Jesús, frente al sistema de dominación:

• Una política de servicio.
• Una economía para la solidaridad.
• Una cultura para la verdadera libertad, una libertad, una ética del servicio.

Esa alternativa, esa enseñanza, esa práctica, desconcertó a las gentes de su tiempo: el mismo Juan el Bautista, mandó a preguntarle si él, era el que había de venir o había que esperar a otro. Jesús responde: “Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la buena noticia” (Mateo 11: 4 – 5. Citado por el teólogo José María Castillo, en uno de sus múltiples artículos)

Esa alternativa es la solidaridad de los pobres, de los enfermos, de la gente marginada. De los que buscaron y los que buscan a Jesús. Este es un buen tiempo, para volver a una verdadera experiencia religiosa: una experiencia que nos lleve a la honradez, a la honestidad, a la solidaridad (Este es el verdadero encuentro con el Evangelio)

Para esto, en la Semana Santa 2020, nos queda lo más importante: el Evangelio. Allí, se explica la razón de ser y lo esencial de la Semana Santa. Sin esa razón de ser, sin esa esencia, no nos queda nada.

Por lo pronto, en este aciago tiempo, de principio podemos reflexionar en serio y a fondo, que contrario a lo que se nos ha planteado por años, la vida no es solo optimismo o pensamiento positivo: estamos recibiendo una dosis de realismo: la vida también es lo negativo, lo oscuro.
No hay domingo de resurrección sin viernes santo. No hay alegría sin prueba, no hay resurrección sin cruz…

La Semana Santa nos presenta esta realidad:

• La traición de Judas.
• La cobardía de Pedro.
• La condena a la muerte y muerte de cruz (Filipenses 2: 5 – 8), que pesa sobre Jesús, del cual solo se puede decir que: “pasó haciendo el bien” (Hechos 10: 38)
• La ambición y el miedo de los sumos sacerdotes: ellos fueron los que convirtieron la “casa de oración”, en “cueva de ladrones”. Fue Caifás, el que dijo, que era mejor “que un hombre muera, a que muera todo el pueblo” (Juan 11: 50)
• Es la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní, que en medio de llanto, con sudor de sangre, tiene miedo y no quiere morir (“Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz de amargura; pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”. Mateo 26: 20. Traducción Biblia de América. 1999)
• Son las mujeres, es María al pie de la cruz (Juan 19: 25 – 27)

Jesús, que se enfrenta al sistema de dominación, Jesús que le plantea alternativa: el Reino de Dios. Es molido por la tortura (“Desciende a los infiernos”), es condenado a muerte por pena capital (La cruz), es expulsado de la sinagoga (Como lo establecen los teólogos José Ignacio y María López Vigil), es desde la fe, el “Siervo Sufriente” (Isaías 53), es desde la historia, el subversivo ejecutado.

Pero viene la resurrección: “Al tercer día según las Escrituras”, como lo decimos en nuestro credo. Es el mensaje de que este planeta, tiene solución, pero no bajo los principios del sistema de dominación: no por el egoísmo, no por el aplastamiento de los débiles, no por el reinado del “dios mercado”, del “becerro de oro”.

Este planeta tiene solución, desde la voluntad, desde el aguante, a pesar de nuestros fracasos: repetimos: no hay resurrección sin cruz…

Lo primero es la vida, no la prosperidad de los poderosos, de esos de la cúpula del sistema de dominación, que viven a costa de la fuerza de trabajo de los demás. Durante años, se nos ha enseñado que “el fin justifica los medios”, la vida (La de los privilegiados), queda justificada por la manera en la que el capitalismo ha sido gestionado (De forma monetarista, economicista o neoliberal): ¿El resultado?: el dolor y la muerte.

Así las cosas, uno de los tópicos que deben cambiar es el entendimiento de la economía: desde el reformismo político, desde el cristianismo liberador, la economía debe ser para dar vida, proteger la vida y mejorar la vida. Con total claridad: debemos ir a una Economía Social Solidaria (Esto lo dijo claramente en su homilía del Domingo de Ramos, el arzobispo de San José, José Rafael Quirós). Esta es parte de la respuesta a la pregunta: ¿Qué tipo de sociedad queremos?

Este es un buen momento para ver una realidad separada por una larguísima distancia: en el siglo I, el sistema de dominación defendía una economía egoísta, hoy sabemos que la economía neoliberal es una canallada (Lo que un conjunto de economistas definió en estos días como un: “… hay patadas”): en Costa Rica, hay actores de la empresa privada, que creen que su aporte en medio de la crisis, es bajar los exorbitantes precios de las pruebas de Covid – 19.

La cosa es clara: el mercado no nos va a salvar. La empresa privada, no nos va a salvar.

La respuesta se encuentra en un Estado de corte reformista. Hoy, en Costa Rica, la Caja Costarricense de Seguro Social, ha mostrado sus frutos (Quizás muchos de los que en el pasado, trataron al personal administrativo y de salud como vagabundos, hoy les dan gracias)

Hoy, el sistema político, vuelve a subordinar al sistema económico, hasta el sector comercial, ha supeditado muchas de sus iniciativas de solidaridad a la coordinación Estatal…

II

Entonces en el momento presente, muchísimo del mundo vive una desgracia tras otra: la desgracia del virus y su enfermedad y la desgracia de sistema económico monetarista. Será ese sistema económico, el que nos ha hecho olvidar que tierra y humanidad somos uno.

No se puede decir que esta división no nos iba a traer terribles consecuencias: solo para poner un ejemplo, el mismo Papa Francisco, nos lo dijo en su Encíclica “Laudato SI”. Esto se sabía desde la sabiduría de los pueblos originarios, pero de nuevo, en la lógica del capitalismo salvaje San Juan Pablo II), lo hemos olvidado. La misma ciencia nos lo dijo, el prestigiosísimo científico Isaac Asimov, expresó en 1982: “la tierra y la humanidad, forman una sola entidad”.

Ya nos lo decía el autor del Génesis: el nombre del primer ser humano es “Adán”, significa “hijo de la tierra”. Cuando desde la narración de ese libro, la pareja humana rompe con Dios: es decir, peca, a su vez, rompe con el prójimo: cuando Dios pregunta qué fue lo que sucedió, Adán dice que quien lo hizo pecar fue: “la mujer que me diste” (Se mira el rompimiento con el prójimo. Génesis 3: 12); más adelante, Dios le dirá a Adán que cosechará los frutos de la tierra con esfuerzo (Rompimiento con la ecología. Génesis 3: 17 – 19)

Esta realidad, tiene una evidencia incontestable: solo basta preguntarnos: ¿Cuántas plantas y animales han sido extintos entre los siglos XIX y XX?: es el ser humano el que ha amenazado la vida.

Acabamos de preguntar: ¿Cuántas plantas y animales han sido extintos entre los siglos XIX y XX?; pongamos las cosas de manera más dramática: la agresión es tan fuerte, que más de mil especies desaparecen por año. Como puede verse, la “cultura de la muerte”, va más allá del tema del aborto o la eutanasia. Y por supuesto, esa cultura también es: la sed, el hambre, la guerra, la violencia estructural (La pobreza); que mata a millones de personas.

Hoy sabemos que la tierra está enferma: hoy, los cielos que deberían contar la gloria de Dios y el firmamento que debería anunciar la obra de sus manos (Salmo 19: 1 – 2), está llena de enfermedades (Hasta una desconocida como el Covid – 19); la crisis de las relaciones humanas, marcadas por la desigualdad y la injusticia social (Fruto del modelo neoliberal, como ya lo hemos dicho); la falta de una solidaridad básica.

A la luz de esto, una de las principales conclusiones que deberíamos sacar de esta etapa de la humanidad, es que el modelo economicista ha fracasado. De seguir por esta senda, el escenario extremo es la extinción.

Sí, ha de lucharse contra esta terrible enfermedad.

Sí, debe repensarse la política y la economía (los bastiones de ese re pasamiento, deben ser: el cuidado, la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión. Tal y como lo demuestra el teólogo de la Liberación, Leonardo Boff)

Pero ojo, la tierra quiere o requiere algo más: el respeto de sus ciclos y sus ritmos. Entrar en serio en una lógica de sostenibilidad, saber que cuidar de la humanidad, implica cuidar el planeta. Esta mega crisis nos debe hacer entender: para que los cielos cuenten la gloria de Dios y el firmamento anuncie la obra de sus manos, el ecosistema no necesita de nosotros. Pero nosotros, sí requerimos de él.

En esto (Tesis propia de los Teólogos de la Liberación), planteamos algo fundamental: la salida a la crisis del Covid – 19, no es solo política, no es solo económica, no es solo del área de salud: exige que la humanidad se convierta (Tenga una “metanoia”, una transformación profunda), de la relación del ser humano con la tierra. Esto es clave: si no cambiamos: ¿Cómo será la próxima pandemia?, si no cambiamos, nuestras élites políticas y económicas, nos podrían estar enviando a un viaje sin regreso.

En esta Semana Santa, debemos orar y hacer firme propósito para que las cosas cambien.

Siendo así la realidad, deben reevaluarse las preguntas básicas que nos plantea la economía:

• ¿Qué producir?
• ¿Cómo producir?
• ¿Para quién producir?

Una vez más, debemos cuestionar el modelo capitalista – monetarista:

• Esta crisis derrumba la tesis de “producción ilimitada”.
• Esta crisis cuestiona los principios egoístas de la competencia y la competitividad.
• Esta situación derrumba el individualismo económico.
• El consumismo irracional, debe convertirse en cosa del pasado.
• El despilfarro de los actores privados y públicos, no puede continuar (Aquí los economistas monetaristas tienen razón, cuando hablan del recorte del gasto superfluo del Estado)
• La indiferencia ante la miseria de millones de personas no puede seguir.
• En esta etapa que vivimos, debe abandonarse la majadería del “Estado mínimo” y la falsa idea neoliberal de que “la avaricia es buena”.

El tópico es tan claro, que defensores del neoliberalismo, se han “convertido” de su pensamiento: es el caso de E. Macron (Presidente de Francia) o el caso de Bolsonaro, de Brasil, quien hablaba del Covid – 19, como una gripecita y hace algunos días, reconoció, que este era el desafío más grande al que se había enfrentado su país.

Otros, como el mismo Trump, han tenido que cambiar su pensamiento, pasando de la prepotencia a la impotencia. Lamentablemente, esta coyuntura ha confirmado que Nicaragua, está gobernada por dos psicópatas.

Lo cierto es que la soberbia de occidente (“Donde nuestras estructuras no iban a fallar”) así como el modelo economicista, han fracasado rotundamente… el virus ha revelado lo débil de nuestras estructuras sociales. Todo se rompe, todo está en crisis.

Recomenzamos a valorar en esta parte del mundo la vida familiar, recomenzamos a recordar, la interdependencia, la vulnerabilidad etc.

Recomenzamos a recordar que nuestros hábitos no están decididos; que nuestros discursos no están decididos; que nuestros caminos no están decididos…

En esta Semana Santa, como en otras (Casi que todas, para decir lo menos, de mi generación), la televisión nos presenta le película: “Los diez mandamientos”: por ella (No por la Biblia, porque el habitante promedio, por lo general, no lee la Biblia), recordamos que el camino de liberación del pueblo de Dios, fue el éxodo en el desierto. Antes de ello y durante la primera etapa de éste, también recordamos la arrogancia y prepotencia de Faraón.

¿Qué es claro con esto que nos está sucediendo como humanidad?: que la economía de mercado “absoluto”, esa que convierte en producto todo y la ideología neoliberal que la defiende, es un látigo oscuro para los seres humanos y para el futuro de la vida.

El anarco – capitalismo sembró y cosechó la anarquía del Covid – 19.

Ya lo dijimos: en el siglo I, la destrucción del templo, fue la parálisis y empeoramiento de la economía del sistema de dominación en Israel. Hoy, esta pandemia ha generado el colapso de la economía del sistema de dominación. Basta ver la situación de las bolsas de valores. Es la parálisis el sistema especulativo, individualista y anti vida (Así lo definió el Papa Francisco)

¿Qué lección podemos sacar de todo esto?: que el sistema de dominación presente, viola la principal ley del cosmos, de la ecología y de la humanidad: la interdependencia de unos con otros. Volvemos a una frase clásica: “no somos una isla”.

En estos momentos más que nunca, desde la perspectiva teológica, debe terminar de olvidarse aquella viejísima idea de que el ser humano debía “dominar la tierra”: somos parte de la naturaleza y la tierra. No podemos explotar los ecosistemas a nuestro antojo. Evidencia de esta realidad, es que en este momento: baja la contaminación ambiental, baja el frenético y artificial estilo de vida consumista.

Solo como ilustración, las aguas de Venecia, están tan limpias, como hace 50 años, hay marsopas en las bahías, cisnes y patos vuelven a ocupar ríos, aquellos que hasta hace poco, estaban contaminados de petróleo.

Otra de las lecciones que debemos extraer de esto, es que no estamos solos: que los otros reinos de la naturaleza tienen su lugar…

Por si fuera poco, aparece ante nuestros ojos una contradicción inadmisible para el economicismo: que una crisis de salud, genere una crisis económica, la que a su vez, favorece a la ecología… como lo dice el sociólogo Edgar Morin: “El Coronavirus, nos dice verdades esenciales”.

El ser humano, el nuevo ser humano, que salga de esto: debe amar, pensar, cuidar y venerar (Recuérdese que en la Teología Católica, la veneración es respeto, venerar es respetar); esto nos conduce a otra conclusión: desde hace años, se nos viene diciendo que estamos en la “Era de la Información”, pero hoy sabemos que estar hiperinformados, no significa que vayamos a cambiar nuestro comportamiento.
Para cambiar espiritualmente, para cambiar socialmente, hay que convertirse a profundidad: esto implica no solo despertar la razón, debe despertarse la razón sensible; debe despertarse la razón cordial (La que viene del corazón, no es la simple sensiblería); hay que superar la indiferencia, hay que padecer con los otros.

Con este telón de fondo, hay que decir una verdad de Perogrullo: no hay nadie inmune al virus (Aunque hay sectores empresariales en Costa Rica, que todavía creen esa mentira); entonces, los ricos y los pobres deben ser solidarios (El gran problema de muchos de esos ricos, es que como tienen que desprenderse de riqueza, pues prefieren cerrarse a la razón)

Lo irónico es que quizás, por primera vez, mucha gente acomodada está sufriendo lo que viven los oprimidos…

Lo cierto es que hay una realidad, es la que dijo el Papa al diario “La Stampa” de Italia, en la recta final de marzo de este año: “La oscuridad ha llegado a todas las casas. Este tiempo es oscuro para todos, sin exclusión. Está marcado por el dolor y sombras, que se nos han metido a la casa”. Todos lloramos. Todos sufrimos.

Ya lo dijo el Papa Francisco: no hay puerto de salvación. O somos humanos y en tanto humanos, iguales en dignidad, conscientes que viajamos en la misma barca azotada por la tormenta o nos hundiremos todos (La homilía completa del Papa en el momento extraordinario de oración por la pandemia: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2020-03/homilia-completa-oracionextraordinaria-papafrancisco-coronavirus.html); en otro momento lo dijo el Papa: “…la humanidad es una comunidad…”

En otro orden de cosas, repetimos: No hay domingo de resurrección sin viernes santo. No hay alegría sin prueba, no hay resurrección sin cruz… y ya hemos dicho, de ello, son prueba, las mujeres, María al pie de la cruz.

En este momento las mujeres tienen un rol especial, ellas saben de la vida y del cuidado necesario: no en balde, las vemos en el Evangelio, yendo después del sábado al sepulcro, para embalsamar el cuerpo de Cristo. Hoy las necesitamos: ¿Por qué?: porque el sistema de dominación, nos ha hecho insensibles hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Ellas y nuestros “héroes de blanco” (Todo el cuerpo del sistema de salud), necesitan todo nuestro apoyo. Hay que cuidar a quien nos cuida, para minimizar los terribles males de esto que estamos viviendo.

Por ello, los creyentes no nos podemos quedar paralizados, no nos podemos quedar callados: ¿Nos importan verdaderamente los sufrimientos de los desamparados?, ¿Viviremos esta Semana Santa y siempre, el Evangelio?

III

¿A qué recurrimos para dar y darnos esperanza?: a la historia (Se superó la peste en la edad media, se superó la peste en 1918, se superó la peste después de la I Guerra Mundial); otros miran o construyen consensos reales o ficticios (“Dejemos nuestras diferencias políticas, económicas y sociales de lado; luchemos contra el enemigo común”), siguen así el viejo consejo maquiavélico. Por cierto, eso es lo que está pasando con nuestro actual gobierno.

En otros momentos, nos trata de ganar la desesperanza y aun en esos momentos, aparecen cosas positivas: se reflexiona el sentido del mal, se reflexiona el sentido de la vida, se aborda la realidad de la muerte, cosa que en el “pensamiento positivo”, parece un tabú.

Hoy en muchas páginas de lectura y de libros en redes sociales, el texto “La Peste”, de Albert Camus, es un exitazo: cuando se lee esta obra, se observa el sufrimiento humano, el mal físico y moral del mundo. Ante estas realidades, Camus, plantea la necesidad de la ternura y la solidaridad.

Desde el cristianismo, ese argumento no es nuevo: el rompimiento con Dios, con el prójimo y con la naturaleza (El pecado), trae consigo el sufrimiento humano, la enfermedad física y la inmoralidad. Ante este escenario, la respuesta es el amor y la solidaridad de Jesucristo.

Entonces, con estas ideas claras, surge la pregunta: ¿Por qué Dios guarda silencio?; ¿Por qué Dios permite el Covid – 19 y calla?; ¿Es un castigo?; ¿Hay que pedir milagros a Dios?; ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante el sufrimiento de los inocentes?; ¿Dónde está Dios?

La respuesta desde la fe, es poco más o menos la siguiente: Dios es Padre y actúa como Madre: no castiga, es creador, es bueno y misericordioso, él está siempre con nosotros: por ejemplo, recordemos que uno de los títulos de Jesús, en el Evangelio según San Mateo, es “Dios- con Nosotros” (Mateo 1: 23)

Recordemos también el Salmo 103: “El Señor es, con los que lo honran, tan tierno como un padre con sus hijos; pues él sabe de qué estamos hechos: sabe bien que somos polvo” (Versículos 13 y 14. Traducción de la Biblia de Estudio Dios Habla Hoy con Deuterocanónicos)

Creemos en que Jesús de Nazaret, viene a traernos vida y vida en abundancia (Evangelio según San Juan 10: 10) y se compadece de los que sufren (Como ya lo hemos expuesto en este mismo trabajo); además, creemos en el Espíritu Santo, “Señor y dador de Vida”, como lo decimos en el Credo. Adicionalmente, debemos recordar que esta fe, es una dádiva, es un regalo, que nos llega a través de la Biblia por medio de la Iglesia.

Pero esto no significa que en nuestra experiencia de fe, se tenga momentos de paciencia y momentos de querella: recordamos las disputas de Job y las pérdidas de paciencia del mismo Cristo (“¿Cuánto tiempo más he de estar con ustedes?” Mateo 17: 17)

Mas también recordamos la paciencia del “santo Job” y de Jesucristo. De hecho, en términos penitenciales, deberíamos abrazar esas paciencias. Lo cierto es que, ante coyunturas como la que estamos pasando, volvemos nuestros ojos hacia los libros sapienciales de la Biblia.

Ya nos lo dicen libros como el Eclesiastés o el libro deuterocanónico de la Sabiduría: la vida es vanidad…

Pero ante esto: ¿Debemos pedir milagros a Dios?: si se quiere desde una óptica teológica tradicional y hasta una óptica liberadora, el milagro ya está hecho: Dios es Jesucristo: Dios que es Jesucristo, ama y no castiga; él nos trae vida y nos la trae en abundancia, él se compadece de los que sufren.

Ahora bien, nosotros como creyentes, hemos sido bautizados y por tanto, hemos recibido al Espíritu Santo: “Señor y dador de Vida”. Entonces: en el siglo I: ¿Quién era las manos y los pies de Dios en la tierra?: Jesucristo.

Y de nuevo: nosotros como creyentes, hemos sido bautizados y por tanto, hemos recibido al Espíritu Santo: “Señor y dador de Vida”. Entonces: en el siglo XXI: ¿Quiénes son las manos y los pies de Jesucristo en este momento en el planeta?: nosotros, hombres y mujeres creyentes en Jesucristo, ungidos por su Santo Espíritu.

Así las cosas: la voluntad de Dios, es que nosotros: las manos y los pies de Cristo en la tierra, colaboremos en la realización de este planeta: limitado y finito. Como ya hemos visto, Jesús no resuelve teóricamente el problema del mal: recordemos: Jesús vivía su ligamen con Dios – Padre, sanando a los enfermos. ¿Por qué?: porque Jesús sabía y practicaba el principio de que la tesis fundamental de la religión, era (Y es), remediar el sufrimiento.

Adicionalmente: podemos volver a la alternativa de Jesús, frente al sistema de dominación:

• Una política de servicio.
• Una economía para la solidaridad.
• Una cultura para la verdadera libertad, una libertad, una ética del servicio.

De nuevo, por esto, el sistema de dominación, mata a Jesús. Pero la respuesta final de ese choque entre sistema de dominación y Reino de Dios (El proyecto de Jesús), la da Dios – Padre: la derrota del sistema de dominación son las llagas del crucificado, es ese crucificado que es resucitado. Ese es el nuevo horizonte que Dios nos abre.

Jesús se identifica con los pobres y con los que sufren: ellos deben iluminar nuestra vida y esa luz y la fuerza del Espíritu Santo, nos deben dar fuerza y consuelo en estos momentos de sufrimiento y pasión.
Entonces: ¿Dónde está Dios?: en las víctimas de la pandemia, en los médicos, en las enfermeras (Los que inclusive, en su servicio, están supliendo hasta a familiares), en quienes los atienden. Está en los científicos que están luchando contra el tiempo para encontrar una cura, está entre los que buscan resolver el problema (Ya lo dice Mateo 25: 40: “…En verdad les digo que cuando lo hicieron con algunos de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí”. Traducción Biblia Latinoamérica Formadores (2004)). Está (Si que lo está), entre los que oramos y rezamos por los demás, entre los que queremos difundir esperanza.

Es como lo ha dicho el Papa: “La oración nos deja comprender nuestra vulnerabilidad. Es el grito de los pobres. De los que se están hundiendo. De los que se sienten en peligro, solos. Y en una situación difícil, desesperada, es importante saber que está el Señor, y que nos podemos aferrar a él”.

Por eso rogamos en oración: “Señor Jesús, te pedimos por Costa Rica, por los costarricenses: ¡Que el Señor nos ayude y nos conceda la verdadera caridad y la verdadera paz!”… eso sí, queremos que conste que para lograr una cultura de paz, debemos retomar la importancia de las emociones. Debemos saber administrarlas y potenciarlas. Debemos reconstruir un tejido social compasivo y misericordioso (Como Dios); un tejido afectivo y lleno de gratuidad.

Y esa esperanza, también la necesitaremos para cuando esto pase, porque luego de la estela del Coronavirus, la situación será como cuando termina una gran guerra (¿Una guerra mundial?), ya el “otro”, no será simplemente el “otro”, el “otro” es y será, parte de “nosotros”. Esto inclusive, lo sabemos desde la Espiritualidad Monástica: decía San Benito de Nursia: “dentro de mí, no soy uno. Soy muchos”.

En ese “nosotros” y en medio de una economía desecha, que probablemente es lo que tendremos, cada uno debemos aportar nuestra experiencia para reconstruirla. Para ello, debe cambiar una de las principales características, para decir lo menos, de los costarricenses: la envidia.

Por eso, en este tiempo, repetimos, nos es tan valiosa la Espiritualidad Monástica, el Papa Gregorio, llegaría a decir de San Benito a quien acabamos de citar que: “era un hombre que vivía consigo mismo”.

Para combatir la envidia, para combatir la división, las diversas tradiciones espirituales, nos enseñan a integrarnos internamente, para poder vivir en común con los demás, para trabajar en común, para aceptar nuestras diferencias y vivir en el amor.

Quizás al fin, tendremos claro que: “la humanidad es una única comunidad” (Papa Francisco)

Además, en esta lógica, como cada Semana Santa, hacemos memoria de Jesús, de su vida, de su enseñanza, de su movimiento (Que terminará de un modo u otro en la Iglesia), de su obra, de su muerte y resurrección. Ahora debemos volver a la memoria, a las raíces: a nuestros ancianos, a nuestros abuelos.

De igual manera, otro tópico clave es que no debemos, no podemos olvidar nuestra situación política (Ni antes, ni durante la pandemia), nuestra situación social, nuestra situación económica…

• No podemos olvidar que en su incapacidad, este gobierno “le echaba la culpa a los demás, a los que habían gobernado antes”, olvidando que a pesar de las sombras de otras administraciones, el país llegó a tener superávit presupuestario (Administración Pacheco de la Espriella) y la crisis mundial anterior (2008), fue gestionada con buen suceso (El Plan Escudo de la segunda administración Arias); tampoco podemos olvidar, que en ese “señalamiento de culpas”, “ni a patadas”, el gobierno habló de los escándalos del “cementazo” y del “huecazo fiscal”, fruto de su predecesor del mismo partido político.

• No podemos olvidar que antes de la pandemia y durante ella, se olvidó el tema de la reactivación económica.

• No podemos olvidar que es vergonzoso, que, Costa Rica sea uno de los países más desiguales: ¿Cuánto ganan los más ricos en este país?, ¿Cuánta desesperación y rabia se genera en los más pobres?: ¿Cuán cerca o lejos estaremos de un escenario de violencia populista?

• No podemos olvidar, que mientras los grandes sectores empresariales, hicieron “clavos de oro” antes de la pandemia y fueron favorecidos con amnistías tributarias, durante el azote, pusieron “carita de tugurio”, y diciendo que “eran solidarios”, solo velaron por sus propios intereses. Esto “Porque los pobres, son pobres por culpa de ellos mismos, porque lo que quieren es “aprovecharse” de nosotros (Los empresarios), antes que trabajar”. Eso sí, a la hora de vender bienes y servicios, no importa la clase social del que tiene el dinero.

• No podemos olvidar a los que no pueden “quedarse en casa”, muchos que engrosan el sector informal de la economía, los que sufren más, los que viven de trabajos precarios. Y por otro lado, los trabajadores independientes.

• No podemos olvidar, que mientras, antes del Covid – 19, los neoliberales hablaban de rebajar el salario mínimo, vender activos del Estado y trataban al sector público de “vagabundos privilegiados”, durante la enfermedad de impacto universal, aplaudían la existencia de lo que nos queda de Estado de Bienestar, y más de uno, seguro se santiguaba ante los retratos de Calderón Guardia y José Figueres Ferrer.

• No olvidemos el deterioro de nuestro sistema educativo, que antes del Covid, era para este gobierno, un sistema de ideologización y que, hoy en vez de fortalecer, golpea la tolerancia democrática.

• No podemos olvidar que antes de la pandemia, este gobierno, surgido de la voluntad popular (Escuálida, pero voluntad al fin), buscaba (¿Busca?) restringir la libertad individual jugando de una especie de “Gran Hermano”.

Claro está, esto no significa cerrar los ojos, ante el lío en el que nos encontramos, donde los gobiernos del mundo están buscando la “cuadratura del círculo”; pero la memoria nos sirve para recordar que nuestra debacle económica, no es simple responsabilidad del Covid – 19.

Nótese que en este momento, en esta Semana Santa, estamos encontrando a Dios, donde menos lo esperábamos…

Quizás esta Semana Mayor, sea una buena oportunidad, para regresar como el hijo pródigo a la Casa del Padre, casa que es la espiritualidad del bienestar. Espiritualidad, que nos debe permitir la construcción de un nuevo modo de vida.

Un nuevo modo de vida, que nos conduzca a construir una globalización de la solidaridad, globalización que, debe sustentarse en dos pilares que aquí, de un modo u otro, hemos expuesto: una ética económica solidaria y una ética política que potencie la afectividad.

Esto nos debe conducir a resolver de una vez por todas, una fortísima disyuntiva: conocimiento e información, para transformar la realidad de cara al bien y no, la información y el conocimiento para dominar: recordamos las palabras que Dios le dijo a Israel, al entrar a la tierra prometida: “…Escoge pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30: 19. Traducción Biblia Latinoamérica (1995))

Inclusive ese escoger la vida, nos debe a futuro, hacer profundizar nuestra realidad psicológica y hasta epistemológica, volviendo a la vieja relación de materia y conciencia: ¿Cuál va a ser a futuro la relación entre ser humano emocional e inteligencia artificial?

Ya lo dijo el escritor Yuval Noah Harari: “…Toda la riqueza y todo el poder podrían quedar concentrados en manos de una élite minúscula mientras que la mayoría de la gente sufriría no la explotación, sino algo mucho peor: la irrelevancia”.

Entonces: debemos ir a una nueva política, una nueva economía, una nueva cultura, a una nueva espiritualidad: para ello, hay que empezar por lo último que hemos citado: construir una nueva espiritualidad: debemos ir de una “religión de creencias” (Normas y ritos) a una espiritualidad mística (Recordamos aquí al gran teólogo Karl Rahner): una forma de vida, ya sin ego, lanzada a remediar el sufrimiento, teniendo como centro lo humano.

Además, preparándonos para cuando esto pase, debemos volver a conceptos claves y que nos presenta la Teología del Pueblo:

• Raíces.
• Memoria.
• Hermandad.
• Esperanza.

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