Raíces propone por el futuro de la juventud costarricense

Mauricio Ramírez Núñez

Mauricio Ramírez

El colectivo juvenil Raíces está formado por un grupo de costarricenses políticamente independientes y libre pensadores, preocupados por la realidad nacional e internacional que, compartiendo una visión del mundo similar, decidimos en 2019 crear un espacio para el análisis, la reflexión y el estudio sobre los problemas que nos aquejan, con el fin de participar e incidir desde nuestras posibilidades en la defensa de la democracia, el Estado Social de Derecho, la protección del medio ambiente, así como de un desarrollo más humano e inclusivo para Costa Rica. Tenemos claro que vivimos una época de grandes y profundos cambios, por lo que se torna indispensable retornar a las raíces de los pueblos con el fin de reconstruir identidades fuertes de cara a los retos que como países enfrentamos y enfrentaremos en el mediano y largo plazo.

Por lo mencionado con anterioridad, es que el colectivo decidió participar en el proceso de diálogo del gobierno de la República llamado “Costa Rica escucha, propone y dialoga”. De la manera más seria, responsable y comprometida con los más altos valores democráticos, nos dimos a la tarea de construir propuestas en torno a tres grandes ejes; reactivación económica, creación y protección de empleo, así como finanzas públicas y negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Fuimos invitados a participar del diálogo público sobre este último tema, algo que nos entusiasma y nos exige una constante autocrítica y mejoramiento continuo de nuestras ideas, posturas y luchas. De las diversas propuestas que el colectivo presentó a los señores jerarcas presentes en dicha reunión, hubo una que llamó fuertemente la atención del señor presidente del Banco Central de Costa Rica, don Rodrigo Cubero.

La idea es poder crear un impuesto conocido como “tobin” para todas las transacciones financieras que se muevan por el sistema de pagos del BCCR, tanto nacionales como internacionales, donde se pueda cobrar un 0,02% por cada una (lo que equivale más o menos a 2 colones por cada 1000 que se transan), a excepción de lo que se mueve en cajeros automáticos, salarios, pensiones y transacciones sinpe móvil, es un impuesto muy fácil de recoger que el mismo banco puede retener de manera rápida, poco burocrática y directa. Al principio pensamos en un 0,5%, pero entramos en razón que era muy alto y eso podría generar efectos secundarios, así que lo replanteamos.

Pero ¿cuál sería la razón de este impuesto casi imperceptible? atacar las creciente desigualdades sociales generadas por una economía que ha dejado de invertir en bienestar social y se ha encargado únicamente de socializar pérdidas no sólo económicas sino también ambientales. El economista Thomas Piketty es un crítico de este modelo y en varios de sus últimos textos, incluidos “El Capital en el Siglo XXI” y “La Economía de las Desigualdades”, explica muy bien que el incremento exponencial de las disparidades globales se debe a un sistema en extremo egoísta y sin ningún tipo de control específicamente en el área financiera e internacional.

La dinámica de la globalización, que hoy podemos afirmar con contundencia que no fue otra cosa más que una forma de totalitarismo propio de finales del siglo XX y principios del XXI hizo posicionar al mercado por encima del Estado, dejándolo en una clara y objetiva desventaja al destruir las fronteras para el capital financiero y transnacional, pero dejando al Estado circunscrito a un territorio delimitado con fronteras concretas. Basta recordar las palabras del sociólogo polaco Zygmunt Bauman al respecto: “la mentira de las promesas del libre comercio está debidamente disimulada; la conexión entre la miseria y la desesperación crecientes en la mayoría inmovilizada y las nuevas libertades de una pequeña minoría móvil es difícil de advertir en los informes provenientes de las tierras situadas en el extremo que es beneficiario de la glocalización”.

Por más legislación internacional que se haga, como bien lo plantea el profesor Piketty, no se puede alcanzar una paridad o correcta redistribución de la riqueza sino se toman medidas contundentes y fuera de todo esquema ortodoxo de la economía clásica. Los tiempos cambian y las realidades hablan, la pandemia ha traído grandes problemas en muchos campos, siendo el económico uno de los más afectados, poniendo a las personas jóvenes a pensar sobre el futuro; empleo, vida digna, retiro con una pensión digna y estabilidad emocional.

Mientras las ganancias crecen y los salarios se estancan, la precarización laboral se vuelve “normal”, junto a una revolución digital que no espera y reemplazará gran parte de los empleos hasta hoy conocidos, es tiempo de proponer, pensar y pasar a la acción. Nuestra idea con esta propuesta es que dicho impuesto pueda pasar a un fondo especial al cual las y los jóvenes en una demostrada situación de desventaja económica y social, cuando se gradúen y salgan del colegio tomen de ese ahorro país, estrictamente para estudiar en la universidad, llevar una carrera técnica, consolidar un emprendimiento o hacer casa.

Parte de lo que caracterizó a Costa Rica en la segunda mitad del siglo XX fue su Estado Social de Derecho, con “palancas estratégicas” las cuales otorgaban posibilidades de un verdadero ascenso social para quienes se esforzaban y decidían emprender un camino por una vida mejor. Es muy lamentable que estas oportunidades con el paso de los años se hayan venido cerrando hasta tal punto donde para cualquier persona joven el día de hoy, por más estudio que tenga, está limitada objetivamente por una realidad que le impide por muchas razones aspirar con entusiasmo a una vida mejor. Las luchas sociales, políticas y económicas antes eran por el reconocimiento de derechos, hoy son por que no se quiten derechos en nombre de la crisis.

Ojalá don Rodrigo Cubero, el señor presidente Carlos Alvarado, así como las señoras y señores diputados leyeran esta propuesta y escucharan el espíritu con el que la hicimos. Somos gente joven, que trabajamos, estudiamos y queremos un mejor país, deseamos conversar, proponer y dialogar, creemos en la democracia y estamos deseosos de luchar por lo que vale la pena en Costa Rica y el mundo. Esas son las verdaderas raíces costarricenses, aquella que nos heredaron los grandes de la patria y cuya historia aún hoy debemos estudiar con ilusión y orgullo.

Académico, fundador del Colectivo Raíces.

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