Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra…

Por Yayo Vicente

Yayo Vicente

Estamos ya en el segundo tiempo de la pandemia, siendo optimistas, nos quedan entre seis y ocho meses. Es la etapa más difícil, estamos hartos, la institucionalidad agotada, las empresas deterioradas (o cerradas). En el primer tiempo tuvimos victorias, números alegres y optimismo.

Vamos a ver cifras engordándose: más casos, más hospitalizados, más personas en cuidados intensivos, más muertos. Noticias frustrantes. Sensación de impotencia. En este segundo tiempo nos están golpeando durísimo y apenas empieza… Es, sin embargo, cuando hay que sacar fuerzas de flaquezas. De nosotros -TODOS- depende que hasta octubre enterremos a 200 personas, si no hacemos nada o solo la mitad, si nos ponemos las pilas. El cuadro es aterrador.

Cada uno debe aportar desde sus posibilidades. No enfermarse y tampoco enfermar a otros. Bajar riesgos con lo que nos han enseñado: distancia, salir menos, evitar tumultos, lavado de manos, uso de mascarillas y caretas. Con fiebre, tos u otro síntoma, a cuidarse y hacer lo posible para no contagiar a otros.

En la construcción, además del casco y arnés para amarrar la línea de vida y otros equipos de protección, debemos usar mascarilla y careta. “Chantar” con distancia y evitar la mejenga durante el descanso. En la labranza agrícola, no viajar apelotados, a la hora del almuerzo, no agruparse en la poca sombra.

El día de pago, cuando separamos la plata para pagar los picos, la comedera y un poquillo para ir a la cantina, mejor pensarlo dos veces. En la cantina uno se desahoga con los amigos: cuenta cuentos, chistes, reparte y recibe escupas. Se queja del maestro de obras, del poco pago y de todo lo molesto, pero eso era antes del COVID-19. Si algo no tiene remedio es la muerte y el COVID-19, pues ¡MATA!, a nosotros y a los otros. En la celebración del pago, nos podemos contagiar y entonces las penas serán peores.

Quien mal vive en una cuartería, debe esmerarse. No visitar a los demás cuartos, bañarse al regresar, pulsearla pero con mascarilla y careta, lavarse las manos cada nada. Es cierto que la tiene más difícil, que su riesgo es mayor. La pandemia se ensaña con los más necesitados y pobres. Pero siempre existe margen para bajar riesgos.

Los más acomodados, deben dejarse de tonterías. El último fin de semana hubo 4.602 denuncias, 1.300 por reuniones privadas en casas de habitación, 3.302 por locales repletos. ¡A qué se atienen! ¡En que mundo viven! La pandemia empeoró aquí, no en Júpiter. Están innecesariamente poniendo en riesgo a toda Costa Rica.

¡Qué sencillo resulta culpar al Otro! Eximirse de toda culpa. Quedar inmaculado y el Otro cargando con las cochinadas de las que creemos estar exentos. ¡NO! Mentira, sí somos una amenaza para los demás.

“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lucas 6, 41-42)

Los maestros de la ley y los fariseos quisieron tender una trampa a Jesús, para que éste les permitiera, contra sus enseñanzas, lapidar a una mujer adúltera. El Mesías, sabio como era, les dijo: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.

Las personas creemos que por no tener síntomas, estamos sanos y no somos una amenaza para los demás. ¡Nada más falso! Si creemos eso, terminaremos aceptando un billetes de tres mil colones.

Todos somos eventuales contagiadores, todos pueden contagiarnos. Veamos lo que conocemos del SARS-CoV-2 hasta hoy:

  • Si Usted ha estado expuesto a alguien con COVID-19, debe autoaislarse durante 14 días. Incluso si se siente bien, puede transmitir la infección.
  • Existen grandes niveles de concentración del virus en las secreciones respiratorias durante el período “presintomático”. Esta etapa puede durar más de una semana antes de comenzar con la fiebre y la tos.
  • Los casos no detectados, también exponen a la población al virus.
  • Durante la transmisión comunitaria, el número de contagiados es mucho mayor que el que muestran las cifras oficiales.
  • Mucha gente no es consciente que tiene el virus y lo transmite sin saberlo.
  • Los contagios silenciosos son un desafío para la contención de la pandemia.
  • En China, por cada caso confirmado había al menos seis personas infectadas pero sin diagnosticar. Las medidas sanitarias por parte de los ciudadanos redujeron la tasa de contagio y el virus comenzó a esparcirse más lentamente.
  • Hasta un 45% de los pacientes, se enferman y nunca tienen síntomas, pero si son capaces de contagiar.
  • Aunque parezca que la pandemia no para, el uso de medidas de protección personal y la restricción de movimiento, reduce el contagio.
  • En lugares cerrados, con aire viciado (recirculado), el virus puede transmitirse por el aire, a distancia mayor de los dos metros.

Dejemos de señalar a la mujer adúltera. Con el COVID-19 los sospechosos somos TODOS. Basta de pensar que los enfermos son otros y nosotros estamos libres. Nada de eso, es imposible asegurar semejante cosa. A lo sumo podríamos decir que hace 14 días parecía que estábamos sanos, pero hoy, no sabemos.

¿Será que nos da vergüenza asumir que somos un posible caso? Pues eso es mejor que luego sentir la culpa de enfermar al Otro.

En esta etapa de transmisión comunitaria, los sospechosos somos todos. Dejemos de señalar, dejemos de buscar Chivos Expiatorios. A partir de ahora, uno cuida al otro. En este segundo tiempo, ¡evitemos la goleada!.

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