¡Pienso, luego voto!

Pablo Ureña

Soy socialcristiano y, sin embargo, en el 2006 y el 2010 voté por Oscar Arias y Laura Chinchilla y en la segunda ronda del 2014 voté por Luis Guillermo Solís; en la primera del 14 había votado por Rodolfo Piza. Con esto quiero decir que no soy oveja de ningún rebaño. Pienso luego voto.

De cara al primer domingo de febrero próximo actuaré motivado por lo que yo crea mejor para Costa Rica. De los 13 candidatos me honro con la amistad o, por lo menos, la familiaridad de 5 de ellos. Si votara por el amigo tendría que votar 5 veces y echaría a perder el voto. Mejor decido por razones más objetivas.

En los próximos 4 años, si no hay un liderazgo de primer orden en Zapote, la Asamblea Legislativa será un desmadre peor que la actual. Y no nos podemos dar ese lujo: hay que resolver problemas relacionados con el gasto público, la seguridad ciudadana, el desarrollo de la infraestructura, la mejora de la competitividad interna, el salvamento del IVM y un largo etcétera que, en sus aspectos medulares pasa por la Asamblea Legislativa.

Y, en una Asamblea tan fragmentada, el talante del gobernante es crucial para procurar y lograr los acuerdos que permitan tomar decisiones. Por ello, de entrada, no voy a votar por ninguna candidatura confesional, su radicalismo es el primer valladar para procurar acuerdos de amplio aliento.

Otto es mi amigo pero él mismo sabe que ya periclitó. A Carlos Alvarado le quedan cuatro años de travesía por el desierto para ver si regresa luego de expiar los pecados de Luis Guillermo. Villalta prefirió ir a lo seguro -la diputación- antes que a lo posible -la Presidencia- y le dejó a Edgardo una candidatura de sacrificio. Entre Rodolfo Hernández y Rodolfo Piza ya yo había decidido, desde la convención del 13, por Piza; prefiero un conservador moderado que un derechista políticamente inculto.

Antonio es un hombre inteligente, capaz, pero el figuerismo no le va a permitir ser Presidente primero porque él se fue del Partido, segundo porque regresó para liderar una campaña que averguenza la historia de Liberación Nacional y finalmente porque al ganar la convención interna se dió el lujo de echar a José María. Los errores se pagan y esos tres son terribles y darle mi voto cuando ni muchos de los propios lo van a hacer no me parece razonable de mi parte.

Me queda escoger, entonces, entre dos amigos: Rodolfo Piza y Juan Diego Castro. Con Juan Diego tengo, además, deudas de gratitud y, sin embargo, no voy a votar por él para Presidente. No tiene el perfil que el país necesita para quien va a dirigir el Ejecutivo durante los próximos 4 años. Su talante es de guerrero, no de pacifista; sería un excelente diputado de oposición -un gladiador- pero un desastre como Presidente que, por la coyuntura que tenemos debe ser un armonizador, un negociador, un hombre de paz.

Con Rodolfo tengo diferencias -algunas seguramente insalvables-; me parece muy conservador; me gustaría que estuviera más en la línea revolucionaria de su ilustre padre. Pero, sin embargo, le reconozco dotes que me hacen confiarle mi voto para Presidente: tiene el talante negociador y componedor que se necesita; conoce el Estado y sabe qué teclas hay que apretar para que mejore; es un demócrata, se siente y se sabe un ciudadano más y no un Mesías y tiene, además, la mejor formula presidencial: él como el Doctor de Derecho Constitucional que conoce el Estado y sabe cómo ponerlo a caminar; Edna como la economista con vocación social que sabe que el crecimiento económico debe tener su paralelismo en la mejora social y Max, el ingeniero, el «muchacho» preparado que será capaz de ir a dirigir lo que que haya que dirigir para que la obra pública se haga. Y no es solo el metro lo que hay que hacer, es mucho más.

Unos pensarán que acierto y otros que me equivoco y yo, diay pensaré que estoy haciendo lo que creo mejor para el país: Piza Presidente, si señor.

Tomado de Facebook

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