Península de Kenai: Donde la naturaleza y el paisaje gobiernan en Alaska

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

La península Kenai es un área natural aproximadamente del tamaño de Costa Rica (unos 50 000 km2), que sobresale de la costa sur de Alaska, y se adentra en el golfo de Alaska. Kenai deriva probablemente de Kenayskaya, el nombre en ruso de la ensenada de Cook, que bordea la península por el oeste. En este microcosmos se pueden disfrutar todas las maravillas de Alaska: los enormes glaciares (Portage y Exit), la línea costera como de filigrana con ensenadas perfectas, y una prolífica vida salvaje y marina. Además de pueblos y ciudades como de postal, con una ruta escénica catalogada como una de las cinco más hermosas del mundo. El explorador y navegante ruso Gerasim Izmailov fue el primero en explorar y cartografiar la península en 1789, que se extiende aproximadamente 240 km hacia el suroeste desde las montañas Chugach, al sur de la ciudad de Anchorage.

Las montañas de Kenai (2 130 mt), cubiertas de glaciares, son una cordillera que se extiende por el sureste de la península a lo largo de la costa del golfo de Alaska. Gran parte de la cadena montañosa se encuentra dentro del Parque Nacional de los Fiordos de Kenai. La costa noroeste, que cierra la ensenada de Cook, es más plana y pantanosa y está salpicada de numerosos y pequeños lagos, como el lago Bear. Hay también algunos lagos mayores en el interior de la península, entre ellos el lago Skilak y el lago Tustumena. Los principales ríos que surcan la península son el río Kenai, famoso por su población de salmones, el río Ruso, el río Kasilof y el río Anchor. La bahía de Kachemak, una bahía de la gran ensenada de Cook, se encuentra en el extremo suroeste de la península, y gran parte de ella está protegida e incluida en el parque estatal de la bahía de Kachemak. En la península se encuentran tanto el campo de hielo Sargent como el campo de hielo Harding, que generan numerosos glaciares, en su mayoría en la costa oriental, también se hallan algunas de las mayores pueblos y ciudades del sur de Alaska. Tiene un suave clima costero, con abundantes lluvias. Es una de las pocas zonas de Alaska que permiten la agricultura (junto a Palmer cerca de Anchorage), con una estación de crecimiento adecuada para muchas cosechas. El turismo, incluyendo los cruceros, es una industria importante, junto con el acondicionamiento de barcos y la pesca.

Hicimos un viaje en automóvil, de aproximadamente dos horas, desde Anchorage a la bahía Resurección (Resurrection Bay), por la carretera a Seward, 200 kilómetros de bellos paisajes, que termina en la ciudad-puerto de Seward, bautizada con ese nombre en honor de William H. Seward, secretario de Estado de EEUU, en el Gobierno de Andrew Johnson, que en 1867 compró Alaska a Rusia por 7,2 millones de dólares (alrededor de cinco centavos por hectárea). Esta compra, en su momento, fue calificada como “el disparate de Seward” hasta que treinta años después se descubrió oro, y posteriormente petróleo. Seward es una ciudad pesquera y maderera, y el punto de partida de las excursiones en kayak, y de los cruceros por el Parque Nacional de los Fiordos de Kenai, en el que abundan las ballenas, las cataratas, los osos pardos y los glaciares marinos. El Parque, que colinda con Seward, protege los glaciares de la costa oriental de la península y cuenta con unos 650 km de costa. Fue establecido primero como monumento nacional en 1978 y luego como parque nacional en 1980 y protege una zona de 1 760 km2 (es el parque nacional más pequeño de los ocho situados en Alaska).

En la ruta hacia Seward, a mitad de camino, hay un desvío a la derecha, la continuación de la ruta 1, que se acaba a 160 kilómetros al sur en la pequeña Homer, una ciudad con mucho ritmo, artes y oficios ubicada al final de la península. Asentada en una impresionante lengua de tierra de ocho kilómetros conocida como The Spit, curiosamente, un poco parecida a la de Puntarenas. Este pequeño pueblo presume de ser un centro cultural y la “capital mundial del mero” (hay además otra ciudad de pescadores, Halibut Cove, uno de los rincones más bellos de la península, a la que sólo se puede llegar en barco). Por cuestiones de tiempo no pudimos hacer el viaje a Homer (solo a Seward), pero definitivamente es un lugar que si se puede, hay que conocer.

Nuestra viaje a Seward desde Anchorage, fue para tomar un crucero especial por la bahía Resurección y el parque nacional. La experiencia fue única. Desde el viaje hasta Seward, así como el propio puerto que es como de postal. Como decía al inicio la ruta es una de las más hermosas del mundo, el paisaje es realmente sobrecogedor, casi desde la misma salida de Anchorage. Antes de ingresar propiamente a la península, pasamos por el Alaska Wildlife Conservation Center en Portage, un centro donde rescatan y curan animales salvajes, para reinsertarlos posteriormente a su habitat natural. Tuvimos la mala fortuna (algo que suele suceder mucho en Alaska en la temporada de verano y otoño) que estaba lloviendo, lo que nos limitó el poder observar todos los animales, sin embargo logramos ver algunos de los representantes mas característicos de la zona como el bisonte, el alce y la zorra. Poco después de Portage, se ingresa propiamente a la península, donde hay un cartel a un lado de la carretera que lo recuerda, donde por cierto, me tomé una foto, para atestiguar que estuve en esos remotos lugares. El resto del camino es pasar acompañados de montañas nevadas, lagos, ríos, y poblados de ensueño como Moose Pass, Primrose o Bear Creek.

Seward, donde tomamos el crucero, es una de las ciudades que más me gustó de Alaska. El puerto en si, las casas, el centro histórico, y los negocitos, la hacen súper especial (se pueden ver imágenes en la galería al final del artículo). La población tiene una de las pocas calles principales relativamente intactas en Alaska, lo que da una buena idea de cómo eran las primeras ciudades costeras del territorio. A pesar de dos voraces incendios, un terremoto y un tsunami, algunos de los primeros edificios de la ciudad aún están en pie. Cerca del centro histórico de la ciudad hay un parque, que se extiende desde el pequeño puerto de botes hasta el Centro de Vida Marina, con lugares para acampar, juegos infantiles, una pista de patinetas, áreas de picnic, acceso a la playa y un sendero bordeado de hitos históricos. El sendero comienza fuera de la ciudad en Milla 5 y continúa a través del pequeño puerto de botes, a lo largo de la costa, y termina en el Centro de Vida Marina. Se pueden encontrar varios monumentos y puntos de referencia a lo largo del sendero, como el Monumento del Fundador, que es el lugar donde los primeros pobladores de la ciudad desembarcaron en agosto de 1903 y la Milla 0 del Histórico Sendero Iditarod, la famosa ruta de los perros de trineo, que en este caso va de Seward hasta Nome, una ciudad costera en el mar de Bering, con un recorrido de unos 1 500 km; en el lugar también hay un monumento, eregido en el 2008 para conmemorar el centenario del sendero. Es importante hacer notar que el viaje a Seward desde Anchorage, también se puede hacer en tren, que me leí, también es un viaje muy bonito. En mi caso como teníamos carro alquilado no lo consideramos, pero de no haber sido así, esta hubiera sido la primera opción (eso si, el viaje es un poco caro, pero con todas las comodidades y servicios).

El crucero que tomamos fue uno de cuatro horas. Los hay de más duración y costo; cuál tomar depende del tiempo disponible y, del presupuesto con que cuenten. Pero el que sea, hay que hacerlo, es una experiencia única, les aseguro que no se arrepentirán, si algún día tienen la oportunidad de hacerlo. En nuestro caso fue el de menor duración, más que todo porque teníamos que volver ese mismo día a Anchorage, ya que temprano a la mañana siguiente, salíamos rumbo hacia el Parque Nacional y Reserva Denali (del que escribiré en una futura entrega), y la ciudad de Fairbanks en el interior de Alaska. Otras personas se quedan a dormir en Seward, donde hay muy buen hospedaje. En el propio puerto está el Centro de Visitantes del parque nacional, por lo que es muy sencillo obtener de primera mano un vistazo de los glaciares que hay en el parque, que son y como se forman, junto con una explicación de lo que es un fiordo; además de la vida animal que se encuentra en el. Como dije, el parque colinda con la ciudad por el oeste y el sur. El regreso a Anchorage fue espectacular, porque además del paisaje, nos tocó ver el atardecer, con el sol ocultándose en el mar, en buena parte de nuestro recorrido final.

La Península de Kenai es uno de los “1.000 sitios que ver antes de morir” del famoso libro de Patricia Schultz, del que ya les he hablado, y que me ha servido de guía en muchas ocasiones, sin que esto signifique que me este muriendo, por lo menos no por ahora.

Como anexo, incluyo dos breves descripciones de lo que son un glaciar y un fiordo; que me pareció importante transcribir, dado que en estas latitudes donde vivimos, son dos cosas que casi nadie conoce o que ni siquiera han oído hablar de ellas.

Como de costumbre preparé una galería, en esta oportunidad bastante “cargadita”, dado que incluye imágenes de Seward y las tomadas en el crucero, donde topamos con suerte, ya que vimos —entre otros— leones marinos y nutrias de mar. Algunas pocas imágenes las tome de folletos, libros y el Internet, para que se pudieran dar cuenta de la magnificencia del paisaje. Además les incluyo un bonito vídeo de Seward y sus atracciones turísticas.

 
Con la ayuda de la Wikipedia y los amigos de alaska.org

Anexo:

Un fiordo es una estrecha entrada costera de mar formada por la inundación de un valle excavado o parcialmente tallado por acción de glaciares.​​ El agua al congelarse crea fracturas, formando un valle sumergido que presenta forma de U aunque la parte inferior no es visible, ya que está bajo el nivel del mar.

Un glaciar es una gruesa masa de hielo que se origina en la superficie terrestre por acumulación, compactación y recristalización de la nieve, mostrando evidencias de flujo en el pasado o en la actualidad.

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Un comentario

  1. Gustavo Elizondo

    Se nos está haciendo costumbre acompañar a don Carlos en sus viajes por estos recónditos y bellos lugares, lo mejor, sin invertir en pasajes ni viáticos, aquí desde la comodidad de nuestras computadoras. Gracias don Carlos por compartirlo, de esa manera tan amplia.

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