Para combatir a la derecha israelí hay que volver a aprender los fundamentos de la solidaridad

Oren Ziv

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Un manifestante israelí ayuda a transportar a un palestino herido en una manifestación. Beitunia (Cisjordania), 16/4/2015. Foto: Oren Ziv/Activestills

Pocos días después de que estuviera claro que el electorado israelí había elegido un gobierno supremacista judío de extrema derecha, hablé con varios activistas palestinos que estaban recogiendo aceitunas en la Cisjordania ocupada. A pesar del ambiente decaído que impera en la izquierda en Tel Aviv, donde vivo, ni uno solo de los activistas con que hablé mostró algún signo de estar deprimido. Nadie dijo que pensaba abandonar el país para irse a Berlín, y sobre todo, nadie se planteaba abandonar las protestas, el boicot a Israel o la resistencia activa a la ocupación por otros medios.

Entre ellos había algunos que habían estado encarcelados durante un tiempo en Israel, mucho antes de que apareciera en escena [el diputado de extrema derecha] Itamar Ben Gvir. Hubo quienes expresaron su temor de que el nuevo gobierno fuera peor, mientras también se preguntaban si habría alguien en la comunidad internacional que pudiera negar ahora que Israel es un Estado fascista.

Por otro lado, no resulta difícil entender por qué el reciente triunfo electoral de Ben Gvir despierta temores entre muchas personas judías israelíes, pues hasta ahora han estado relativamente protegidas frente a políticas que afectan a grupos indeseables, sobre todo palestinos. Pero antes de empezar a formular un plan más amplio sobre el trato a dar al nuevo gobierno, la izquierda ha de recuperar los fundamentos de la resistencia y la solidaridad, no solo contra Ben Gvir, sino también contra el supremacismo judío, el colonialismo y la apartheid, que ya existen desde mucho antes que el líder de Otzma Yehudit.

Debemos estar al lado de quienes más sufrirán las consecuencias de su política, no para cambiar o reforzar la izquierda, sino porque combatir la injusticia es lo que hay que hacer. En este ambiente tan extremo, la solidaridad es el paso fundamental, y a veces el único, que es preciso dar.

Al menos en un futuro previsible, el cambio no vendrá del parlamento. De ahí que la gente judía israelí tiene que inspirarse en grupos de acción directa como Anarquistas Contra el Muro, Ta’ayush y otras organizaciones que han actuado contra la ocupación durante más de 20 años. Ya sea documentando ataques de colonos, demoliciones de viviendas y actos de violencia cotidianos por parte del ejército; acompañando a pastores y agricultores que sufren la violencia y el acoso por parte del ejército y de los colonos; o manifestándose en solidaridad con la gente palestina amenazada de expulsión y sustitución por colonos, estos grupos han ayudado a sentar un precedente de cómo la población judía debe alzarse contra la opresión israelí.

El nuevo gobierno también ha dejado clara su intención de promover terapias de conversión e implementar otras medidas draconianas contra la comunidad LGBTQ y en particular contra la comunidad trans. Actuará del mismo modo contra las y los solicitantes de asilo africanas. En estas luchas también hay organizaciones que han estado combatiendo durante años y que más que nunca necesitan un apoyo masivo.

Además de participar en manifestaciones u otras actividades, la izquierda debe adoptar la mentalidad de una minoría oprimida, como dijo el profesor israelí Idan Landau el día después de las elecciones. Los judíos israelíes que se oponen a la ocupación y al supremacismo judío no son más que un puñado. Esta es la realidad.

A los ojos de muchas personas de centroizquierda sionista, la victoria de Netanyahu, el ingreso en el gobierno de los kahanistas y la posibilidad de que se altere la composición de Tribunal Supremo supone un paso más en la erosión de supuestos valores liberales (por mucho que estos valores no existan más que en las mentes de quienes perdieron las elecciones), lo que comportará un cambio drástico en sus vidas. Aunque es improbable que Ben Gvir y Netanyahu intenten de inmediato poner coto a los desfiles del Orgullo en todo el país o cerrar los bares en sabbat, muchas personas del espacio liberal sienten que ya no reconocen a su país. A medida que entren en vigor nuevas políticas draconianas, este sentimiento puede intensificarse y hace que la gente salga a la calle para protestar.

Es posible que el nuevo gobierno se cuide mucho de soliviantar al público judío israelí laico. Sin embargo, es probable que veamos una intensificación de los ataques a la población palestina de Israel, así como un intento de impedir que sus representantes políticos accedan al parlamento. Esto comenzará con la inhabilitación del partido palestino Balad en las próximas elecciones, así como con ataques a las autoridades locales árabes, a activistas palestinos en los campus universitarios y a quienes traten de promover cooperaciones entre judíos y árabes en torno a cualquier asunto. Se impulsarán grupos de milicianos justicieros en las llamadas ciudades mixtas para que se tomen la justicia por su mano y se pondrá el punto de mira en los poblados no reconocidos en el Néguev con la excusa de luchar contra el crimen. Docentes y funcionarias que se desvíen de la línea oficial se enfrentarán a castigos cada vez más severos.

Ante esta situación, incluso la decisión de abandonar el país es legítima. Un votante de derechas, que celebraba la victoria de su bloque, me ha dicho a comienzos de esta semana que si tuviera mi edad, se iría. Quienquiera que no pueda o no desee irse al extranjero debería pensar a fondo cómo va a resistir y qué riesgos se dispone a correr. No hace falta establecer comparaciones con la Alemania de 1933. Basta con ver qué ocurre actualmente con activistas antigubernamentales en Turquía, Hungría o Irán.

El mes pasado, un grupo de colonos armados me amenazaron con romper mi cámara con un hacha y me tiraron piedras bajo la mirada de unos soldados. Agentes de policía abrieron fuego contra mi vehículo a la salida del poblado palestino de Nabi Saleh, y miembros de la “juventud en la cima” dañaron mi coche y los coches de otros periodistas y activistas durante la recogida de olivas en Cisjordania. Esto, por supuesto, no es una tendencia nueva, pero está claro que las cosas solo van a empeorar.

Con todo, en la realidad actual todo acto de resistencia es crucial y nos recuerda a todas y todos que no estamos solas en la lucha.

+972 magazine

Traducción: viento sur

Oren Ziv es reportero gráfico de Local Call y miembro fundador del colectivo fotográfico Activestills.

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