Punto de vista
Enrique García Neim
garcianeim@yahoo.es
Vemos que, delimitados por la definición anterior, se podría decir que en nuestra condición humana el pensamiento está ligado a la mente de manera necesaria.
Ahora bien, habría que reconocer que además del pensamiento, la mente incluye: percepción, memoria e imaginación. Es decir, la mente es un todo formado por partes, modelando el conjunto de capacidades intelectuales, pero cada parte tiene detalles.
En el caso del pensamiento, éste, siempre está presente en nosotros. No pedimos pensar porque es una condición necesaria y natural. Es como respirar, no está en nuestra voluntad respirar, porque es una función del Sistema Nervioso Autónomo que regula actividades involuntarias. Mientras estemos vivos siempre respiramos y pensamos. Inclusive cuando dormimos, los sueños y pesadillas son formas de pensamiento en reposo, confirmados mediante la actividad eléctrica cerebral y el recuerdo del sueño al despertar. En cambio, la percepción, memoria e imaginación, entran en acción de forma voluntaria, quiero decir, que si queremos recordar nos pedimos el recuerdo; si deseamos imaginar, lo pensamos primero y hacemos el esfuerzo de fantasear; y si quisiéramos observar o percibir algo concreto iniciamos pensando dónde queremos concentrar nuestros sentidos para ver algo que buscamos.
Pensamos, todo el tiempo pensamos. Cierto que la dificultad del pensamiento varía según el tipo de actividad que ejecutemos. Por ejemplo, si estamos distraídos es porque pensamos en otra cosa que nada tiene que ver con el momento; si nos ofuscamos perdemos la claridad de los sucesos por efecto de un pensamiento fuerte que nubla la razón; y cuando olvidamos, sabemos del olvido porque pensamos en recordar algo. Podríamos argumentar que distraerse, ofuscarse y olvidar, no son antónimos de pensar, debido a que el pensamiento forma parte de estas acciones, y nadie puede ser contrario a sí mismo, es decir, no es cierto que soy “A” y no soy “A”, en el mismo momento en que me pregunto: si soy “A” y no soy “A”. Ni el Trastorno de la Personalidad Disociativo se manifiesta así, ya que, la persona afectada está bajo el control de dos identidades distintas de forma alternativa. Cuando es “X” se reconoce como “X”, y, cuando es “Y” se registra como “Y”.
Si es cierto que siempre pensamos, por consiguiente, diríamos que no existiría la acción de no pensar, entonces el significado opuesto a pensar no está en la realidad de la vida humana. Ni tenemos palabra alguna en el idioma español, ya sea descrita, o inventada, o imaginada, que aluda al opuesto o inverso de pensar. Lo que existe es, no pensar, pero esto es una frase compuesta de dos palabras.
Se nos ocurriría decir que impensado o impensada, quizás aluden al inverso de pensar, pero no, porque su significado es: que sucede sin pensar en ello o sin esperarlo, que es sinónimo de fortuito, cuyo antónimo es previsto.
Entonces podríamos atrevernos a elucubrar que el pensamiento se hubiese cuidado de no tener contrarios. Tal intención no podría venir del consciente, porque precisamente en este momento estamos buscando el antónimo de pensar, entonces, ¿pudiese venir del inconsciente la intención del pensamiento de no tener contrarios, ni opuestos, ni inversos?
La respuesta que propongo es que no me parecería raro que el inconsciente se hubiese aliado con el consciente de maneras desconocidas por la ciencia para que el antónimo de pensar no existiese.
De ser así, podríamos decir que vivimos pensando hasta llegar a la última experiencia de vida; que las acciones que realizamos desde el inconsciente son una forma actuar sin pensar, pero no parece su contrario, sino su aliado, porque todas estas reacciones inconscientes nos ayudan a sobrevivir y comunicarnos; y dado que posteriormente a la muerte todavía no tenemos noticias de algo que podamos confirmar, nos quedamos en este mundo humano sublunar sin el antónimo de pensar.
– Magíster en Bioética