Los microcoches, una nueva tendencia en la movilidad eléctrica

Por Thomas Geiger (dpa)

Los microcoches, una nueva tendencia en la movilidad eléctrica
Regreso al futuro: el Microlino parece un Isetta modernizado, su autonomía eléctrica es de 200 km. Foto: Microlino AG/microlino-car.com/dpa

Son tan rápidos como los coches deportivos y, al menos en teoría, pueden atravesar medio país con una sola carga de batería. Sin embargo, los coches eléctricos al estilo de un Tesla Modelo S o un Audi E-tron tienen tiempos de carga casi interminables, son más pesados que algunos camiones ligeros y cuestan tanto como una limusina de lujo.

En resumen: no son adecuados para la comercialización en masa y, en la opinión de muchos críticos, sus dimensiones son más que exageradas.

Mientras que la movilidad eléctrica con coches como el VW ID3 o el Opel Corsa eléctrico se está extendiendo, especialmente en el segmento de masas, algunos fabricantes están volviendo la mirada hacia una clase de vehículos comparativamente nueva y aún más pequeña.

Los microcoches eléctricos, idóneos para el tráfico urbano por sus prestaciones y alcances modestos, tienen por objeto introducir la movilidad eléctrica en los núcleos urbanos y contribuir a que las ciudades sean más habitables.

El más reciente empujón en esta dirección vino de Citroën, y se llama Ami. Así denominado en honor a un exitoso modelo de la década de 1960, el Ami de la marca francesa es una especie de caja de zapatos sobre ruedas con un cuerpo de plástico de solo 2,41 metros de largo y 1,39 metros de ancho.

Esto significa que ocupa incluso menos espacio que un Smart, y con un radio de giro de 7,20 metros es aún más práctico.

El Ami es impulsado por un motor eléctrico que permite una velocidad de 45 km/h, de modo que el coche puede ser conducido por jóvenes de 16 años con el permiso de conducir adecuado.

Alimentado por una batería de 5,5 kWh, tiene un alcance de hasta 70 kilómetros. El pequeño vehículo, que pesa menos de 500 kilos, necesita tres horas para recargarse en un enchufe doméstico.

Christopher Rux, portavoz de la marca, indicó que en Francia el Ami se ofrece a partir de 6.000 euros (aproximadamente 7.100 dólares estadounidenses) y puede ser alquilado por 20 euros al mes.

Así como Citroën se adhiere a la micromovilidad con un vehículo de gran encanto, limpio y con acreditado nombre, dos fabricantes de segunda fila también depositan grandes expectativas en el segmento de los coches diminutos y presentan sus respectivas creaciones inspiradas en el legendario Isetta de BMW.

La empresa suiza Microlino y el fabricante alemán Artega han anunciado el lanzamiento de sus coches en forma de burbuja para este año.

Durante mucho tiempo, ambos estuvieron jugando con un diseño tan similar que no solo los ingenieros, sino también los abogados tuvieron que trabajar horas extras. Tras numerosas disputas legales y unos pocos retoques de diseño, ambos están ahora autorizados a comercializar su coche.

Aunque el Artega Karo y el Microlino ya no se parecen tanto, la idea es idéntica: un coche extremadamente compacto y práctico, con dos asientos y una única puerta que se abre hacia adelante como en un refrigerador.

También técnicamente se asemejan: por un precio a partir de 12.000 euros, el Microlino ofrece un motor de 11 kW para una velocidad máxima de 90 km/h y dos tamaños de batería para una autonomía de 125 o 200 kilómetros. Artega también promete una velocidad máxima de 90 km/h y rangos idénticos por poco menos de 14.000 euros.

Estos vehículos supercompactos no son totalmente nuevos, y algunos de ellos están muy presentes en el tráfico vial. El peculiar Renault Twizy, por ejemplo, con su silueta delgada y sus ruedas independientes, se ve con mucha frecuencia en las grandes ciudades.

Si bien Renault considera que la venta de 30.000 Twizys en ocho años es un éxito respetable, la verdad es que, con coches pequeños convencionales como el Twingo, los franceses alcanzan esta cifra en solo unos pocos meses.

El consultor Andreas Radics admite que estas reinterpretaciones eléctricas del Isetta pueden llegar a tocar las fibras sensibles de los compradores a través de su diseño emocional, tal como lo hicieron en su momento el Fiat 500 o el Mini.

También piensa que es posible que sean incluidos en las flotas de los servicios de movilidad. Sin embargo: «Estos vehículos difícilmente contribuirán a promover la movilidad eléctrica», objeta el experto de la consultora Berylls Strategy Advisors.

Según Radics, estos vehículos carecen de utilidad: «La autonomía, la velocidad y el espacio no pueden competir con los coches convencionales, por lo que su practicidad diaria es muy limitada».

El asesor señala que los vehículos llenan un nicho de mercado, pero que siguen siendo solo un fenómeno marginal en la revolución de la movilidad.

Y añade que hay algo más que a menudo les falta a los pequeños: «El producto debe ir acompañado de un concepto de marketing, de servicios y una adecuada oferta de postventa, y en la mayoría de los recién llegados estas prestaciones brillan por su ausencia».

Stefan Möller, de la empresa de alquiler de coches eléctricos Nextmove, también es bastante escéptico: «Como productos de nicho para individualistas quizás encuentren adeptos, pero no creemos en un gran éxito a corto plazo.

Möller añade que esto se debe, entre otras cosas, a los fabricantes y a la política: «Ningún gran fabricante alemán tiene vehículos adecuados en oferta, y por eso faltan los incentivos del Gobierno».

En Alemania, explica Möller, el bono medioambiental solo se concede a coches «reales», mientras que los microcoches como el Twizy están excluidos del subsidio de 6.000 euros. Esto hace que la diferencia de precio con un Smart o un VW e-up sea a veces irrelevante.

La magnitud de los obstáculos que se presentan en el camino hacia un coche eléctrico pequeño fue experimentada en carne propia por la empresa emergente alemana «e.Go», nacida en el seno de la Universidad de Aquisgrán.

Su pequeño coche «Life» recibió en su momento numerosos elogios por su estética y por ofrecer, a pesar de sus 41 o 57 kW y un máximo de 120 o 130 km/h, una placentera conducción.

Sin embargo, la producción del «Life» parece no ser rentable; a precios a partir de 22.701 euros y con una autonomía máxima de 140 kilómetros tampoco se vende en cantidades suficientes. Los fabricantes aún no quieren rendirse, pero, por lo pronto, «e.Go» se ha declarado insolvente.

dpa

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