Los límites del capitalismo

Progresemos

Carlos Manuel Echeverría Esquivel

Carlos Manuel Echeverría

El Secretario General de la ONU el portugués Antonio Guterres, se manifestó casi que asqueado al conocer la cantidad de dinero que en los últimos días han ganado las empresas petroleras, al calor de la operación militar rusa en Ucrania que tanto sufrimiento está dejando no solo en su teatro sino de alguna forma u otra en todo el mundo. Ha recomendado altos impuestos a esas indecentes ganancias.

Es claro que la guerra disparó el precio de alguna de las calidades de petróleo a 130 US$, que ya en estos días ha bajado a cerca de 90 US$, lo que alegra aunque sea “alegrón de burro”, pues volverá a subir al acercarse el invierno en el hemisferio norte.

Es claro que al calor de las reglas de la oferta y la demanda, así como de una ética occidental poco sólida, mientras muchos sufren, las compañías petroleras y sus accionistas se han enriquecido con los recursos extraordinarios que la coyuntura internacional les ha dejado. Tiene razón don Antonio de estar disgustado y uno como víctima asombrado por esta situación. Sin embargo, así funciona el capitalismo cuando se rige puramente por las leyes de la oferta y la demanda como tiende a ser en el mercado petrolero.

Cuando Adam Smith pensó el capitalismo lo hizo asumiendo que sería de competencia perfecta, donde hay tantos productores (inclúyase en la lista los comerciantes) y consumidores, que ninguno puede influir en los precios del mercado. Así, los bienes y servicios se intercambian en “el mercado” a precios determinados por la oferta y la demanda sin interferencia de ningún tipo. Las empresas petroleras saben que la demanda del bien tiende a ser inelástica y que un esquema de competencia oligopólico facilita el establecer el precio a un nivel alto.

A pesar de esas debilidades de la economía de mercado, salvo en época de guerra o emergencia desproporcionada y con un líder indeseable como era Stalin, la planificación centralizada autoritariamente fijando precios de bienes finales e intermedios y decidiendo que productos y servicios se consumen y quienes lo hacen, es algo de lo más indeseable por su irremediable tendencia a la ineficiencia e ineficacia.

El camino correcto es intentar darle el valor real a los bienes y servicios intermedios y finales por la vía de la economía de mercado que, de acuerdo a la oferta y la demanda, determina los precios y el destino de aquellos. Sin embargo, la economía de mercado es cortoplacista, lo que no ayuda a que los países pueden manejarse a sí mismos en función a legítimos y prudentes objetivos de desarrollo estratégicos. Metafóricamente, dicen que siempre hay alguien dispuesto a pagar lo que sea por el último cuerno de rinoceronte. Así mismo y para agravar las cosas independientemente del tamaño de los mercados, la tendencia es clara, del lado de la oferta, hacia el oligopolio (pocos proveedores de bienes y servidos) y en algunos casos hacia el monopolio, tendencia que más evidente se hace por supuesto en mercados reducidos como el nuestro por ejemplo, donde también, del lado de la demanda intermedia, se puede dar el oligopsonio y el monopsonio, cuando hay pocos o un solo comprador respectivamente.

Me atrevería a decir además que el pequeño mercado costarricense, hace posible que los inversionistas traten de recuperar su inversión en menos tiempo que como debería ser, quizás a tres años en lugar de cinco o más. Ésto hace que el nivel de precios, inflación aparte, sea alto.

Esto me ha llevado a entender en primer lugar que si me ponen a escoger entre la planificación centralizada y la economía de mercado sin moderación de tipo alguno, con todo y sus deficiencias debo escoger la segunda opción.

Sin embargo, hay opciones intermedias. Me inclino por una economía de mercado regulada en lo estrictamente necesario para que no pierda su valor práctico, acompañada de un esquema de planificación estratégica participativa (PEP) concentrada en los ejes fundamentales del desarrollo.

En el caso de Costa Rica se puede fomentar la PEP al amparo de la ley 6227 General de la Administración Pública, que da pie a los consejos sectoriales liderados por ministros rectores, donde puedan participar al menos periódicamente sectores relevantes de la sociedad civil debidamente organizados. Así mismo, se puede fomentar la PEP desde la perspectiva regional al tenor de la ley 5525 de Planificación Nacional, que crea el sistema nacional de planificación y dentro de éste el sub sistema nacional de consejos regionales de desarrollo, reforzado recientemente por la ley 10096 de Desarrollo Regional. Ambas leyes, complementarias, facilitan el que las entidades del Poder Ejecutivo se encuentren con las fuerzas sociales debidamente organizadas.

Costa Rica no necesita extremismos ni de derecha ni de izquierda, ambos autoritarios y proclives a funcionar mal tarde o temprano. Escojamos un camino como el propuesto y convirtámoslo en política de estado. De refilón le damos vida a nuestra democracia al redimensionarla a un nivel de participación superior al actual.

Ex viceministro de Planificación Nacional.

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Un comentario

  1. Gustavo Elizondo

    Mi estimado amigo, buen comentario pero permítame agregar que el sector bancario en Costa Rica, incluyendo «nuestros bancos» (ironía pura), se comporta igual que estos grupos petroleros, son los únicos que ganan, lo hicieron en pandemia y ahora, hacen su agosto con la política monetaria del BCCR al subir la Tasa Básica Pasiva, ellos nunca perderán.

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