Las islas Frisias, un paraíso natural en el mar de Wadden

Por Bernadette Olderdissen (dpa)

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El faro de Amrum, construido en 1872, es un punto de referencia visible a la distancia. Foto: Simona Froehlich/Amrum Touristik/dpa

Las islas del mar de Wadden o mar de Frisia, en el mar del Norte, se caracterizan por su gran variedad y su diversidad biológica, por lo que no es necesario viajar al Mediterráneo o al Caribe para pasar unas vacaciones paradisíacas.

Este gran archipiélago natural, que se extiende desde Fanø, en Dinamarca, hasta las islas Frisias, en Alemania, y Texel, en los Países Bajos, está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Fanø: donde el mar del Norte es particularmente afable

La isla se encuentra en la parte occidental de la costa danesa y, sobre todo Nordby, la ciudad principal con sus casas pintorescas de techo de paja, es muy acogedora.

En el pasado, Fanø fue una gran potencia marítima. El monumento característico de la isla situado en el puerto, dos perros de aspecto triste, se remonta a esa época. La pareja de perros de porcelana, que adorna los alféizares de muchas ventanas, es también una tradición de aquellos tiempos: los marineros daneses se los regalaban a sus esposas en señal de fidelidad.

Los turistas pueden disfrutar de la playa que se prolonga a lo largo de 15 kilómetros o tomar la ruta panorámica 404, que conecta varios de los lugares de interés de la isla, entre ellos Sonderhø, que según se dice es el pueblo más bonito de Dinamarca.

Entre los atractivos también figuran los búnkeres pintados de colores vivos y los restos de la Muralla del Atlántico, construida durante la Segunda Guerra Mundial por las fuerzas armadas de la Alemania nazi para proteger las costas occidentales del Tercer Reich. Estas fortificaciones aún pueden verse en muchas islas del Mar de Wadden.

Sylt: la isla más sofisticada de Alemania

Muchos consideran a Sylt una isla de artistas y famosos. Sin embargo, los entendidos saben que aquí hay mucho más para hacer que pasear por la capital, Westerland, o lucirse en el lujoso municipio de Kampen.

Por ejemplo, vale la pena visitar el pueblo de Keitum, que además de sus salones de té tradicionales se destaca por las llamadas «casas de capitán», con techo de paja, sencillas y acogedoras, que los marinos daneses y teutones se hacían construir para su retiro.

En el norte de la isla, la parte más septentrional de Alemania, no hay rastros de elegancia y sofisticación. Más bien llaman la atención la gran cantidad de ovejas y los dos faros.

Los amantes de la naturaleza aprecian sobre todo el colorido acantilado de Morsum, en el este, en cuyas rocas amarillas, rojas y verdes anidan muchas golondrinas.

La reserva natural de Rantum es el hogar de una gran variedad de pájaros. Se asienta en una zona fangosa de más de 500 hectáreas separadas por un dique que levantó el ejército nazi para construir un aeródromo que nunca se utilizó. Hoy en día, es un área protegida para las aves y para practicar senderismo o ciclismo.

La mejor vista se obtiene desde la Uwe Dune en Kampen, una duna de 52,2 metros, o desde el faro de Hörnum, el único de los cinco faros de Sylt que aún puede visitarse.

Amrum: la isla que irradia mucha tranquilidad

La isla de Amrum forma parte del grupo que pertenece a las islas Frisias septentrionales en el norte de Alemania y es perfecta para quienes buscan un mayor contacto con la naturaleza. Desde el continente son unas dos horas de viaje en ferry y lo primero que llama la atención al llegar es Kniepsand, un enorme banco de arena que se desplaza año tras año varios metros hacia el norte.

La playa tiene doce kilómetros de largo, lo que ofrece a los visitantes suficiente espacio para mantener una distancia prudencial. En el interior de la isla frisia hay extensas dunas que se pueden recorrer por senderos de madera.

Con la marea baja se puede llegar hasta la vecina isla de Föhr. Pero en caso de que esa excursión de tres horas pueda ser muy cansadora, Amrum tiene varias opciones, entre otras, el paraíso de aves en la reserva natural Amrumer Odde.

El punto de referencia de la isla es el faro rojo y blanco construido en 1872, que con sus 42 metros de altura es uno de los más altos de la costa del mar del Norte. En la localidad de Steenodde, los pescadores venden la pesca del día desde los barcos.

Wangerooge: una isla sin coches, pero con un semáforo

El lema de la isla de Wangerooge es: «Dios creó el tiempo pero no dijo nada de apurarse», y los visitantes ya perciben ese clima apenas bajan del barco y suben al tren de la isla.

La sensación de comienzo de las vacaciones se produce a más tardar al atravesar la isla y llegar al pueblo del mismo nombre tras quince minutos en tren. En lugar de ruido de motores, la isla libre de coches ofrece el canto de las gaviotas. Wangerooge tiene tres torres, una de ellas es el antiguo faro del pueblo.

En caso de mal tiempo, se puede visitar la Casa del Parque Nacional, frente a la cual hay un esqueleto de cachalote de 13 metros de largo. Además, aún se conserva la primera calle con las casas tradicionales edificadas en 1863. En la calle Robben se encuentra el único semáforo de la isla, frente al Café Famoos, que solo indica si el bar está abierto o cerrado.

Los habitantes de Wangerooge están muy orgullosos de su semáforo, pero también de ser uno de los centros de talasoterapia en el mar del Norte. Este método terapéutico se basa en la utilización del agua de mar, las algas, el barro y otras sustancias marinas como fuente de curación.

Norderney: ceremonia del té y talasoterapia

Lo que todavía es relativamente nuevo en Wangerooge, tiene una historia de más de 200 años en Norderney, donde se encuentra la mayor casa de talasoterapia de Europa, la bade:haus norderney.

La segunda isla más grande de Frisia Oriental después de Borkum despliega mucha naturaleza para paseantes, senderistas y ciclistas, que pueden trasladarse por caminos bien señalizados a lo largo de la costa o a través de dunas perfectamente formadas.

Quienes van a pie pueden visitar los restos de un naufragio en el este de la isla: el Herring Lugger encalló allí en 1967 y queda fuera del agua cuando la marea baja. Pero cuando cambia la marea, el agua sube rápidamente y hay que tener cuidado.

Las ceremonias de té son una tradición en Nordeney y se dice que en Frisia Oriental siempre hay una taza de té preparada. Se sirve en una tetera y viene acompañado de azúcar cande y crema, lo que llaman «wulkje» (nubecita).

Borkum: aire de mar y aguardiente de espino amarillo

Borkum es la mayor y más occidental de las islas de Frisia Oriental y se encuentra a unas dos horas en ferry desde Emden, en el continente. Aparte de Helgoland, es la única isla alemana con un auténtico clima marino, es decir, bajo en polen y con altos índices de yodo. Además, tiene largas playas, marismas, amplios paisajes de dunas, bosques y brezales.

Los veraneantes más activos pueden aprovechar los 130 kilómetros de rutas de senderismo y ciclismo y hacer entremedio una pausa en el banco de focas del Nordbad o en el Greune Stee, un paisaje lleno de estanques y bosquecillos.

Y, por supuesto, los faros también merecen una visita, como el Faro Nuevo, que todavía está en uso, pero que contrariamente a su nombre es bastante antiguo, ya que data de 1879.

El museo de historia local Dykhus cuenta la historia de Borkum y, al igual que en Wangerooge, también se puede apreciar un esqueleto de cachalote. La caza de ballenas desempeñó un papel importante en la isla en el siglo XVIII y fue la fuente de riqueza antes de que comenzara el turismo y Borkum se convirtiera en un centro balneario turístico en 1850.

El fuerte de la isla es el espino cerval de mar, que está disponible en forma de aguardiente, grog, suero de mantequilla, mermelada o en un pastel. Los puestos de leche en las playas son muy populares entre los lugareños y los visitantes.

Terschelling: un paraíso para las aves

Situada frente a la costa holandesa, Terschelling tiene menos de 5.000 habitantes y es una de las cinco islas de Frisia Oriental menos visitadas. La isla se destaca por su biodiversidad. Además de las playas, el paisaje de lagos, dunas, bosques, praderas, brezales y marismas es sorprendentemente variado. En la reserva natural de Boschplaat, en el este, viven y se reproducen unas 80 especies de aves.

Desde Harlingen, el ferry tarda dos horas en llegar a Terschelling, mientras que la lancha rápida hace el traslado en 45 minutos. West Terschelling, el principal pueblo de la isla, alberga pintorescas casas de ladrillo, bonitos cafés y pequeñas tiendas. La mejor vista es desde el mirador de Seinpaalduin. Desde aquí se puede ver el faro de Brandaris, de 55 metros de altura, que data de 1594 y es el más antiguo de los Países Bajos.

Texel: la isla perfecta para la familia y las orquídeas

La mayor isla de los Países Bajos pertenece a las ovejas. Se dice que en verano, el número de ovejas supera el número de isleños. Pero además, Texel cuenta con otra característica interesante: sus 1.690 horas de sol al año son un récord holandés.

Los visitantes pueden alojarse en la ciudad principal, Den Burg, y desde allí desandar los 30 kilómetros de playa y los 140 kilómetros de bicisendas.

Una visita obligada son las dunas del suroeste, en la reserva natural de Hors, sobre todo en los meses de mayo y junio cuando florecen las orquídeas. En tanto, en el Parque Nacional de Slufter brotan las lilas y los claveles en julio y en agosto.

En el idílico pueblo de Oosterend, con casas de ladrillo parcialmente cubiertas de vegetación, se puede obtener la mejor vista de la isla desde el faro de 45 metros de altura.

Y lo que atrapa especialmente a los niños en la temporada alta son los barcos que navegan desde Oudeschild hasta los bancos de focas.

dpa

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