La tumba del hombre blanco y el raciocinio ordenado del sentido común

Por Fidel Baschetto, Emmanuel Alvarez y Silvina Delgado

Canal de Panamá

Para mediados del siglo XVIII, al Istmo de Panamá se lo conocía como “La Tumba del hombre blanco”. Miles morían de enfermedades causadas por aquellos «vapores miasmáticos», y banderas amarillas flameaban sobre edificios, advirtiendo Fiebre Amarilla.

En 1880, Francia se propuso crear el Canal de Panamá. Sin embargo, poco tardaron la Fiebre Amarilla y la Malaria para demostrar sus letalidades. Mientras las obras avanzaban, sucesivos brotes azotaban a obreros y técnicos, de tal manera que, en 1882, la compañía se vio obligada a iniciar una red de servicios médicos y la construcción del Hospital Central de Panamá.

En aquellos tiempos alrededor de jardines florales se construían pequeños canales para que las hormigas no accedieran. El Aedes aegipty sin embargo, recibió una invitación. Hoy es claro que es vector de varias enfermedades no solo de Fiebre Amarilla. Pero entonces, ni el jardinero, ni el director del Hospital, lo sabían.

Se calcula que de los 186 mil hombres que en total empleó la compañía francesa en las obras del Canal de Panamá, contrajeron Fiebre Amarilla 52 mil y 22 mil murieron. Por todo ello en 1889 la Compañía quebró. Francia no pudo terminar el canal. La Fiebre Amarilla se lo había impedido…

Mientras tanto, en febrero de 1881, como delegado especial de Cuba ante la Conferencia Sanitaria Internacional un médico, desconocido por entonces, disertó en EE.UU, acerca de su teoría según la cual, para que la Fiebre Amarilla pudiera propagarse era necesaria «la presencia de un agente cuya existencia era completamente independiente de la enfermedad y del enfermo”. No fue muy escuchado. Volvió a Cuba logró grandes avances, y ya en agosto de ese propio año, ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, presentó por vez primera una teoría sobre la transmisión de la Fiebre Amarilla, a través del mosquito. Sin embargo, no fue tomado en serio otra vez. Cuba todavía continuaba a manos de España.

Recién para 1900 Finlay pudo demostrar la veracidad de su teoría. A veces para ser un investigador serio no hace falta tecnología; ¿cuántas vidas habrá salvado usando solo el raciocinio ordenado del sentido común? Con el objetivo de combatir la Fiebre Amarilla que diezmaba sus tropas de ocupación en la isla, llegó a Cuba una representación de la Comisión Médica del Ejército de Estados Unidos, encabezada por Walter Reed. Esta comisión logró, bajo la supervisión y con ayuda de Carlos Finlay, realizar experimentos que demostraran que el mosquito es el agente transmisor de la enfermedad, presentando el propio Reed los resultados de este estudio epidemiológico en la Conferencia Sanitaria Panamericana de 1900, en La Habana, mientras Finlay, habiendo sido el gran compositor de esta teoría, probablemente ocupara un asiento más entre la audiencia de Reed.

En 1904, Estados Unidos retomó las obras de construcción del canal abandonadas por los franceses, conociendo una de las principales causas de su fracaso: la Fiebre amarilla y el rol del mosquito. Ese mismo año arribó, procedente de Cuba, el médico norteamericano William Gorgas, especialista en enfermedades tropicales, quien ya en 1900 había tenido éxito en disminuir la incidencia de fiebre amarilla entre los soldados estadounidenses asentados en la isla cubana, al poner en práctica la teoría de Finlay. Gorgas no tuvo más que implementar medidas similares en la “Zona del canal”, (aisló a los enfermos, ordenó colocar mallas en las ventanas, la eliminación de criaderos de mosquitos y el drenaje de zanjas) logrando en dos años controlar la enfermedad.

El 15 de agosto de 1914, un barco cruzó de un océano a otro a través de Centroamérica: fue el primero en navegar por el “Canal de Panamá”. Un año y 4 días después (19 de agosto de 1915) fallecía en La Habana, el Dr. Carlos Juan Finlay sin reconocimiento alguno por aquella “desvariada” teoría, que daría por evitar miles de muertes y permitir una obra que cambiaría la historia de América y del Mundo.

Sin embargo 40 años después de su muerte, la Confederación Médica Panamericana sugirió, en 1955, celebrar el 3 de diciembre como Día del Médico, en memoria del doctor Finlay que supo usar el raciocinio ordenado de su sentido común. También en su honor, el gobierno de Cuba creó el Premio de Microbiología «Carlos J. Finlay», que la UNESCO entrega cada dos años.

Como decía don Ernesto Sábato: “los hombres se reconocen en el extranjero o en el futuro, que es otra especie de extranjería”.

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