Ricardo Sancho Chavarría
El populismo no es una ideología y como método de acción política o como tipo de liderazgo, no es nada nuevo. La historia ha demostrado que la obsesión populista de líderes políticos ha llevado a muchas sociedades al colapso democrático y a la destrucción económica. No le hablan al pueblo, se consideran encarnación del pueblo mismo y sus únicos voceros autorizados y salvadores, siembran el miedo y la desconfianza, hablan de cambios a sabiendas que no son posibles para luego culpabilizar a la oposición y nuevamente el círculo perverso de la descalificación y la mordaza. Con el resentimiento, el lenguaje desenfadado y la apatía de muchas personas, los populistas logran el apoyo de las masas en un giro disruptivo que termina en la presión por reformas desde el referéndum y las reformas constitucionales. En la historia reciente, todos esos experimentos, cuando llegaron al poder, terminaron con lesiones letales a la democracia representativa impuesta por una fantasía de democracia participativa. Las democracias europeas vieron surgir alternativas populistas que no llegaron al poder, Le Pen en Francia, Pablo Iglesias en España y simultáneamente a Vox, demostrando que no es un asunto de ideología. David Cameron en su momento embarcó al Reino Unido en un Brexit que al final fue una apuesta oportunista para su fuero interno en la Cámara de los Comunes. En USA Trump y América Latina ha sido prolija en liderazgos populistas Perón y luego Cristina Kirchner en Argentina, la oleada populista del Foro de Sao Paulo con Chaves, Maduro, Evo y Correa. Lo que tocaron, lo destruyeron. Y qué decir de un pasado no muy lejano en América Latina cuando las dictaduras en Argentina, Brazil y Chile justificaron la represión y la muerte con un Estado de seguridad nacional supuesta en contra del comunismo. Lo mismo que hace Daniel Ortega en Nicaragua pero esta vez en contra de la democracia.El método populista en Costa Rica tampoco es nuevo y si bien ha sido modesto, su aparición es creciente con la gesticulación política de doña Pilar Cisneros y don Rodrigo Chaves. Un incipiente GW Villalobos, Juan Diego Castro, Otto Guevara, Otón Solís guardaron alguna vez la idea de un apoyo electoral sobre la base del resentimiento y vertieron toneladas de desechos sobre líderes y partidos. Los votantes no siempre los respaldaron pero cuando lo hicieron los resultados están a la vista para desgracia de nuestro país, por lo que una aceleración de estos métodos persuasivos polarizantes no comulga con la institucionalidad democrática de Costa Rica.
La mayoría de problemas que sirven de caldo de cultivo para la impronta populista son las condiciones económicas y la corrupción. Ninguno de estos problemas se ataca con reformas constitucionales ni con referéndums sino con una efectiva gestión pública y la aplicación de las leyes existentes. El flagelo de la corrupción es educación, es exigencia de estándares de desempeño en el sector público, es la aplicación de cero tolerancia en los mismos partidos políticos. Las condiciones económicas no se resuelven con más leyes, se resuelven con la reactivación económica, la eliminación de trámites burocráticos y la ejecución de los recursos, eso es gerencia pública, no verborrea populista. El modelo de democracia política que posee Costa Rica es deliberativo, representativo, no se puede consultar a todos los ciudadanos todo el tiempo sobre todos los temas cotidianos. Esa no es la esencia del referéndum y la consulta electoral cada cuatro años es para decidir quien lidera, no para otorgarle poderes imperiales a nadie.
Costa Rica se puede preciar de un marco de Estado de Derecho que es sólido en sus instituciones. Lo que ha fallado consistentemente es la capacidad de Gobierno a través de personas conocedoras, con experiencia y habilidades negociadoras entre el Poder Ejecutivo y la Asamblea Legislativa. Pero los fallos no son por las instituciones, son por las personas. Ha fallado porque se improvisa y se camina sobre la prueba y error. Ha fallado por la coordinación entre instituciones y a veces al interno de ellas. Ha fallado por la desconfianza entre lo público y lo privado. Hay muchos diagnósticos y poca acción. Ha fallado porque los ejecutores de la ley no privilegian lo pronto y lo cumplido. El aparato burocrático es muy pesado y las personas que responden desde una ventanilla, un escritorio o un puesto de seguridad muchas veces no están capacitadas lo que violenta derechos fundamentales del ciudadano y del usuario. Para todo eso se requiere experiencia y liderazgo, ni improvisación y ni salvadores. Es un tema de gestión pública eficiente y efectiva en todos los niveles, no es un tema de leyes ni de referéndums y mucho menos de poses populistas.
– Exdiputado
Vale que Costa Rica es un país libre y podemos externar nuestras opiniones, pero primero antes de publicar algo pida que alguien que sepa de redacción le revise.