La necesaria convergencia democrática de la izquierda

Manuel D. Arias Monge

En Costa Rica, pero también en todo el mundo occidental capitalista, el régimen democrático liberal, burgués y representativo está bajo asedio y corre grave riesgo de involucionar hacia novedosas manifestaciones de tiranía, de la mano del empuje del populismo fascista y ultra conservador, que ha logrado imponer entre las masas, merced a las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones y del monopolio industrial mediático de la producción periodística y cultural, un pensamiento mágico y religioso, plagado de ideas extraídas de las pseudo ciencias y de las teorías de la conspiración, que ha servido para manipular, alienar y enajenar a grandes porciones de la población, lo cual permite la preservación del status quo, profundiza las brechas entre quienes más tienen y quienes menos tienen, y perpetúa el libertinaje de mercado sin regulaciones, ambiental y humanamente insostenible y predatorio de los recursos naturales.

Ni las sociedades, ni el planeta, ni los derechos humanos son compatibles con el capitalismo salvaje, por lo que las élites han decidido quitarse las máscaras, para apoyar proyectos políticos autoritarios, que prevengan, por medio de la represión, la desestructuración del equilibrio de las instituciones democráticas y la exclusión de discursos alternativos, cualquier atisbo de adquisición de conciencia de clase, por parte de los sectores medios y bajos, que ven deteriorarse, día con día, su calidad de vida, sus oportunidades de movilidad social, sus alternativas de progreso material, la calidad de su medio ambiente y su acceso a la cultura.

Sin embargo, donde algunos ven apocalípticas sombras oscuras en el horizonte, debido a esta arremetida antidemocrática, en realidad lo que se presenta es una oportunidad, ya que toda esa convulsión, que hace que el capitalismo renuncie a sus valores liberales, oculta la realidad de que ese sistema, tanto económica, como social y políticamente, ya no da más y está al borde del más estrepitoso colapso de la historia humana. El cambio climático, la crisis de los ecosistemas, la desigualdad norte-sur, la pobreza acumulada en los países ricos, la emergencia de nuevas potencias en un mundo multipolar, la rampante corrupción institucional y empresarial, los conflictos bélicos de “baja intensidad”, así como el desplome absoluto del marco de valores éticos, cívicos y morales amparados en dogmas religiosos, implican que este repunte populista es sólo el síntoma de los últimos estertores de una oligarquía que, por la fuerza, intenta evitar el cambio inminente.

Sin embargo, para que esa transformación sea posible, desde la acera del frente, es necesario impulsar, a toda costa, la convergencia democrática de todas aquellas fuerzas y movimientos sociales y políticos progresistas, que sean capaces de brindar un proyecto ideológico viable para construir una sociedad mejor.

Sobre la base del socialismo democrático, el feminismo, el ecologismo, el anti imperialismo, la solidaridad, la empatía y los derechos humanos, es urgente construir una alianza que, en las próximas citas electorales, esté en capacidad de enfrentar al populismo demagógico de extrema derecha, con el fin de iniciar un diálogo nacional, de amplia participación y concertación, para proponer e impulsar la fundación de la Tercera República, amparada en un sistema político democrático social, más transparente, participativo, deliberativo y directo, que construya una economía social y solidaria con mercados, humana y ambientalmente sostenible a largo plazo.

Para hacer esto posible, no obstante, es necesario primero dejar atrás el dogmatismo, el sectarismo y el personalismo que, por años y años, ha fragmentado a la izquierda democrática costarricense.

Es increíble que, a estas alturas de la historia, después del fracaso soviético, aún haya adeptos dogmáticos a una ideología que, como el Socialismo, es y debe ser dinámica, adaptable y sujeta a interpretaciones de conformidad con los contextos histórico, cultural y económico. En un mundo que evoluciona con enorme rapidez, todo aquello apegado a dogmas y que tiende a ser estático, está condenado irremisiblemente a colapsar y desaparecer. Ése y no otro es el principal problema del capitalismo neoliberal, por lo que parece totalmente contradictorio que también sea un inconveniente para el pensamiento progresista, que debería ser susceptible de evolucionar, como lo hacen las ciencias, para adaptarse a nuevos paradigmas.

Estamos en la tercera década del siglo XXI y lo más cercano que hay en este país a un partido democrático de izquierda es el Frente Amplio, única verdadera bancada de oposición en la Asamblea Legislativa, contra el poder autoritario de la derecha. Sin embargo, lo menos que tiene esta fuerza es, precisamente, amplitud, ya que sigue mediatizada por debates insustanciales y superados, sobre el fraude del totalitarismo comunista del estalinismo soviético, sobre el capitalismo chino de un solo partido y sobre revoluciones que, desde hace años, perdieron el rumbo y ya no tienen otro papel que nostálgicos resabios de un pasado rebelde y romántico. Entodo caso, el respeto por la soberanía de otras naciones, obliga a que sean sus pueblos los que decidan, sin ingerencias foráneas, su destino,

Mientras tanto, quienes nos hemos identificado como Socialdemócratas y, en menor medida, los socialcristianos progresistas, somos catalogados de revisionistas, de “burgueses”, de tibios y otras descalificaciones que, en realidad, no son congruentes con la realidad social, ideológica y política de la Costa Rica del tercer milenio y sólo sirven para dividir a quienes tenemos valores éticos, cívicos y democráticos que, en el fondo, son absolutamente compatibles.

No es de extrañar, porque, la consecuencia de cada divergencia, no es otra que más y más fragmentación. Así ha sido históricamente y así es hoy ya que, por ejemplo, si un regidor no está satisfecho, debido a que quedó fuera de las listas para diputados, su decisión es separarse, para conformar otro movimiento político que, a la larga, queda excluido de la representación popular. Mientras, la derecha se frota las manos, porque, sin mover un dedo, logra aquello de “divide y vencerás”.

Los que hoy nos sentimos traicionados y huérfanos, porque militamos, por muchos años, en una agrupación como el Partido Liberación Nacional (PLN), ya que creíamos, en su legado en la construcción del Estado social y democrático de derecho, solidario y del bienestar, así como porque le dábamos el beneficio de la duda, como supuesto adalid de la Socialdemocracia en la arena electoral costarricense, estamos en la mejor disposición de iniciar ese diálogo constructivo con el Frente Amplio y con otros movimientos y actores sociales, en procura de construir, a partir de la concertación y la convergencia, una alternativa viable que sea capaz de disputar las próximas elecciones, pero, sobre todo, que se movilice para conformar estructuras participativas de base, que ayuden a la ciudadanía, especialmente a quienes han quedado excluidos de la educación y de la cultura, a tomar conciencia sobre la verdadera situación del país y sobre los instrumentos de manipulación que la derecha utiliza para perpetuar el status quo.

Desde la calle, en los barrios, pueblos y caseríos, de la mano con todas las personas, — y especialmente con las poblaciones vulnerables y excluidas –, hay que crear conciencia de clase, proponer el pensamiento lógico, racional y científico, así como brindar acceso a la producción cultural y artística que despierta a la gente. Esto es hoy más viable que nunca, debido al poder de las herramientas digitales de la información y de las comunicaciones. Debemos elevar el pensamiento del pueblo soberano, para crear una masa crítica que promueva el cambio y que, en el mediano plazo, haga posible la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que dote a la República de un nuevo marco legal e institucional, congruente con la solidaridad, la empatía, la verdadera paridad de género, el desarrollo económico humana y ambientalmente sostenible, el respeto irrestricto a los derechos humanos, la libertad, la paz, la distribución equitativa de la riqueza y la eficiencia y eficacia de los servicios públicos que hacen posible el bienestar, como la salud, la educación, la cultura y la seguridad ciudadana.

La élite, la oligarquía, la verdadera aristocracia de este país, que no somos las y los hijos de pequeños o medianos agricultores, comerciantes o empresarios, maestros, profesores universitarios o funcionarios públicos, sino que son las familias propietarias de las tierras, de las grandes fortunas y los importantes conglomerados comerciales, industriales y financieros, no dudarán en utilizar las peores armas en nuestra contra, por lo que la unión es fundamental.

De esta manera, frente a esa amenaza, de no tomar el camino de la convergencia y la unidad, dejaremos abiertas, de par en par, las puertas para los experimentos del fascismo de nuevo cuño que se esparcen como un cáncer por el mundo. No obstante, aquí, humildemente, queda trazado un rumbo hacia la izquierda. Evidentemente, aún es necesario tomar la brújula, la escuadra y el compás, con el fin de dibujar, primero, una hoja de ruta y, posteriormente, un detallado mapa, que sea capaz de llevar a la sociedad costarricense hacia ese horizonte de paz, democracia, libertad, derechos humanos y justicia social que anhelamos para nuestras hijas e hijos.

Ustedes tienen la palabra…

Comunicador Social

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