Camilo Rodríguez Chaverri
Se fue para el cielo Doña Caridad Zúñiga Calvo, la primera mujer que vivió en lo que ahora se llama San Gerardo de Dota. Fue ella quien bautizó con ese nombre al pueblo que apenas iban a formar. Lo hizo porque San Gerardo es el patrono de las mujeres en gestación y de las familias.
Formaron San Gerardo dos familias, dos hermanos casados con dos hermanas. Los hermanos son Efraín y Federico Chacón (qdDg). Las hermanas, doña Caridad y doña Claudina Zúñiga (qdDg).
Sólo queda a este lado don Efraín, quien precisamente hoy cumple 90 años. A la víspera de su cumpleaños, sepultó a la mujer que estuvo a su lado más de seis décadas.
Los hermanos Efraín y Federico Chacón descubrieron un valle lindísimo, y ahí fundaron un pueblo.
Como dijo Pablo, hijo de don Efraín y doña Caridad, querían hacer una finca, pero hicieron un pueblo. Ahí cada familia crió a once hijos. Son veintidós primos hermanos dobles.
Fue fundamental en esta historia el hecho de que fueran dos hermanos casados con dos hermanas.
En 1954, cuando descubrieron el valle en el que reina el Savegre, ahora considerado el río más limpio de América Latina, en ese momento Efraín y Federico eran peones agrícolas. Su papá no había vivido con ellos. Fueron muy valientes al lado de su madre.
Al principio, en lo que ahora es San Gerardo no había más que montaña y río. Efraín y Federico vivieron en una cueva. Cuando convencí a don Efraín para que escribiéramos un libro sobre su gesta campesina, él me llevó a la «mentada» cueva. No era otra cosa que una pequeña entrada en una piedra. Había que entrar gateando. Adentro, uno no puede ni siquiera ponerse de pie. Ahí pernoctaron los primeros años. Dormían y comían en la cueva.
Federico le dijo a Efraín un día que la única manera de sobrevivir ahí era con las familias.
Había que caminar un día entero en el monte para llegar al valle. Era lo que el novelista Fabián Dobles llamó «El sitio de las abras». Abrir la montaña con las manos y unas pocas herramientas.
Efraín fue a traer a su esposa Caridad para que conociera. Federico los estaba esperando con tortillas palmeadas. (Cocinaba en la cueva).
De ahí en adelante, esos hombres y sus esposas se encargaron de empollar una comunidad.
Hicieron el camino. Fundaron la escuela. Con el apoyo de una organización católica alemana, levantaron el templo.
Criaron chanchos. Sembraban maíz para alimentarlos.
Fueron criadores de ganado. Siendo campesinos, si acaso habían ido a la escuela, tuvieron criterios de excelencia.
Don Efraín y su familia ganaron premios por su hato.
Después, alguien depositó truchas en el río. Pusieron a soñar al río y el río soñó con un santuario donde reinara él mismo. La gente empezó a llegar para pescar. Después de la pesca, pedían ayuda en la casa de don Efraín y doña Caridad. Les daban un café, una aguadulce. Les preparaban las truchas. No podían ni cobrar. No sabían de eso.
Los visitantes les aconsejaron construir una cabina.
Había una cabina, o tal vez dos, cuando yo conocí, hace casi treinta y cinco años. Yo no estaba ni en el kínder. Volví veinticinco años después y de mi asombro por la transformación del lugar surgió un libro.
Después, tomamos por aparte la historia de doña Cari y la publicamos en otro libro, sobre mujeres pioneras del turismo en Costa Rica.
Estas dos mujeres, las hermanas Caridad y Claudina, sensibilizaron los proyectos de sus maridos.
Y los sueños del río también premiaron a estas familias. Hace 61 años entraron para abrir montaña, con machetes y sierras de mano. Hoy conservan la naturaleza. Hoy tienen una enorme reserva privada. Cámaras puestas en el bosque demuestran el paso de felinos grandes, pumas y manigordos, por sus propiedades.
Su historia de vida mereció otro libro, muy interesante.
Ayer Dios le dijo a doña Caridad, «diay, Cari, bienvenida, aquí la estabamos esperando; mañana vamos a mandar a miles de pájaros a cantarle feliz cumpleaños a su marido; aquí usted es bienvenida, aunque tal vez usted no se asombre mucho con todo lo que tenemos por aquí en el cielo porque usted viene de vivir en un paraíso».
Que cante también doña Cari con todos los pájaros.
– Periodista y escritor