Por Luis Casado*
¿Recuerdas los cantos de sirena a propósito del mundo de después? Todo iba a ser distinto. La Humanidad –consciente del calvario vivido–, devendría un paraíso de fraternidad, amor y felicidad.
Nadie pensó en la inflación. Al respecto escribí una nota que sigue a este texto, por si no la hubieses leído. La inflación es a los economistas lo que Spectre es a James Bond. La razón de existir de los Bancos Centrales es precisamente ella. Para combatirla los ‘comités de política monetaria’ reúnen un areópago de genios adivinos que reflexionan 24 horas al día (para eso les pagan) y disponen de armas que ellos estiman de grueso calibre.
Durante décadas los Bancos Centrales practicaron exactamente lo contrario de lo que predica la teoría: emitieron tanto dinero sin respaldo que ya nadie sabe cuanto hay en circulación, mantuvieron las tasas de interés en cero % e incluso toleraron tasas negativas (los gobiernos de los países del primer mundo toman un crédito de 100 y pagan solo 98 o aun menos…) y, curiosamente, nadie previó que son precisamente –en la pinche teoría que enseñan en todas las universidades– las condiciones que desatan la inflación.
Justamente, a propósito de las ‘previsiones’ de los economistas hay solo una alternativa: o mienten, o disponen de información privilegiada. Ambas constituyen un delito de cara a la actividad económica. John Mauldin, mi asesor financiero favorito, se descuidó y por una vez dijo una verdad. Hela aquí:
“Veintidós años de tradición dictan que comienzo el nuevo año previendo lo que viene. Desafortunadamente, el futuro nunca es realmente conocible. ‘Prever’ es un sinónimo respetuoso para ‘suponer’. Las mejores previsiones son suposiciones informadas, pero siguen siendo inherentemente inciertas. Este año será particularmente incierto”. (John Mauldin, 08/01/2022).
Dicho en otras palabras, John Mauldin no tiene una pijotera idea de lo que va a pasar, pero sigue vendiendo ‘previsiones’.
En cuanto a las emisiones monetarias sin respaldo que sumaron billones y billones de dólares y euros, ellas sirvieron mayormente para la especulación bursátil. Esto, que pudiese ser considerado un propósito perverso, fue asumido por la ‘comunidad financiera’:
“…tenemos que entender que el relajo monetario (Quantitative Easing – QE) fue intencionalmente destinado a provocar el aumento de las cotizaciones bursátiles. (…) Mi amigo Peter Boockvar escribió: ‘Quiero citar lo que el ex presidente de la FED Ben ‘pirómano devenido bombero’ Bernanke dijo en un editorial del Washington Post del 4 de noviembre 2010, defendiendo el QE1 y el inicio del QE2 en términos de su impacto en la Bolsa. Con relación al QE1 y al recién implementado QE2, ‘Esto ya alivió las condiciones financieras, y ahora parece ser eficaz nuevamente. La Bolsa sube y las tasas de interés a largo plazo bajan cuando los inversionistas empiezan a anticipar estas medidas adicionales. Condiciones financieras más accesibles promoverán el crecimiento económico… Y el aumento del precio de las acciones estimulará la riqueza de los consumidores y ayudará a incrementar la confianza, lo que también podría incentivar el gasto. Un gasto más elevado llevará a más altos ingresos y mayor lucro que, en un círculo virtuoso, sostendrán la expansión económica,’ Así, en vez de apoyarse en el ahorro, la inversión e ingresos más rápidos para conducir el crecimiento económico, el QE fue diseñado específicamente para la subida de la Bolsa que lograría ese crecimiento en su lugar. No es un síntoma del QE, fue un efecto directamente buscado. Por consiguiente, la respuesta de los precios de las acciones no debiese ser una sorpresa’”. (John Mauldin. 08/01/2022)
En la teoría económica la inflación es generada por un desequilibrio entre la oferta y la demanda. Esta última se desboca por exceso de liquidez, plétora de disponibilidad de dinero. Para luchar contra la inflación los Bancos Centrales reducen las emisiones de moneda, y encarecen el crédito para restringir el consumo. Durante las últimas décadas han hecho exactamente lo contrario –ya se dijo– sin generar ni un ápice de inflación… pero nadie cambió la teoría.
La prensa internacional lo explica con manzanas:
“La inflación de EEUU tocó en noviembre el 6,8%, máximos desde 1982, hace casi 40 años. Por eso no sorprende que la palabra inflación aparezca 75 veces en las actas de la FED. En la reunión varias voces comentaron que está siendo más alta y persistente de lo que se anticipaba, y las subidas de precios se están trasladando cada vez a más productos.”
El Banco Central del Imperio no elude el peligro que contribuyó a crear… y se propone actuar sin dilación, en plan muy aguerrido:
“La publicación de las actas de la reunión de diciembre del comité de política monetaria de la Reserva Federal de EEUU desataba la tormenta al desvelar que sus miembros se mostraron de acuerdo en que quizá sea necesaria una subida de tipos de interés ‘antes, o a un ritmo más rápido’ para contener la inflación.”
La FED, que mantuvo las tasas de interés en cero %, al tiempo que emitía dólares como si lloviesen del cielo, estima que “quizás” sea necesario ponerse las pilas. Para enfrentar la inflación generada, entre otros por las políticas de la FED, la FED usa la inflación. Me explico: para el común de los mortales la inflación es el aumento del precio de los productos y servicios que consume. La FED aumenta pues el precio de lo que considera una mercancía como otra: el dinero.
Los bancos, que viven de eso (no solo de eso…), se frotan las manos. Se produce así otro desequilibrio, que se suma al desequilibrio mencionado más arriba. El poder adquisitivo del personal disminuye a ojos vista, mientras suben los precios de las mercancías y el precio del dinero:
“Los salarios crecieron menos que la inflación por segundo mes consecutivo en noviembre. De acuerdo a los datos del INE, los salarios nominales crecieron 5,8% en 12 meses, un nivel por sobre el promedio del índice y mostrando un relevante dinamismo. Sin embargo, debido al importante aumento de los precios, esa alza de sueldos fue 0,9 puntos porcentuales menor que el incremento del IPC, golpeando la capacidad de compra de los trabajadores.” (La Tercera 06/01/2022).
Un menor consumo que debiese –a priori– calmar el deseo de las empresas de aumentar sus precios. A menos que… para seguir consumiendo el personal se siga endeudando, a tasas de interés más elevadas, lo que a su vez reduce una vez más su poder adquisitivo. ¿Me sigues? Si las ansias de consumo no remiten, el remedio es muy simple: vuelves a aumentar las tasas de interés y a reducir las emisiones de dinero. Hasta que las ansias de consumir se enfríen.
Aquí, un pequeño detalle: el nivel de endeudamiento de los chilenos bajó en el último semestre en razón de los retiros de 10% de las AFP: cuando el personal dispone de dinero no tiene sentido endeudarse. Pero esa fuente de liquidez se terminó: ahora volvemos al mundo de siempre.
Reduciendo las emisiones y subiendo los tipos, los Bancos Centrales solo tienen que cuidar de no provocar una recesión, que es lo que han provocado sistemáticamente al aplicar estos remedios de caballo (en Argentina, en Grecia y en toda Europa, por ejemplo).
Si la demanda agregada (hogares + empresas + Estado) se reduce fuertemente, llega un momento en que nadie quiere producir vainas que nadie compra. Eso hace que las empresas despidan personal, reduciendo así aún más el poder adquisitivo de los hogares, mientras las mismas empresas consumen menos materias primas, energía, transportes, etc., agravando la caída de la demanda agregada, lo que puede conducir a una recesión.
Los linces del Banco Central estudian muchos años para comprender las sutilezas de la subida/bajada de las tasas de interés y de las emisiones de dinero. François Mitterrand –que nunca estudió economía– declaró alguna vez: “La economía es simple. Son dos columnas: una de gastos y otra de entradas. Cualquier dueña de casa se lo diría”. A los economistas que no logran entenderlo los nombran directores de los Bancos Centrales. Después de una pasantía en el FMI.
Lo cierto es que a los desequilibrios mencionados se suman razones ‘coyunturales’. La desorganización de las ‘cadenas de valor’ provocada por la pandemia es una. Un clima caprichoso que hace aumentar el consumo de energía es otra. Las sanciones económicas que los EEUU y la UE le aplican a los países que no les obedecen es una tercera razón. La ‘guerra fría’ que los EEUU desataron contra China, y en menor medida contra Rusia (ahí la guerra se calienta a ojos vista) completan el cuadro.
Buena parte de la moderación de los precios y de una baja inflación durante décadas provino de las bajas remuneraciones de la mano de obra china que llenó el mundo de productos baratos. Ahora, Xi Jinping proclama su voluntad de que el pueblo chino se incorpore al consumo, y beneficie también del desarrollo alcanzado por esa gran nación: los salarios chinos aumentan y gradualmente los costes de producción también.
En el absurdo mundo de la economía capitalista la inflación es un estímulo para la inversión y la producción de más bienes, mientras –ya se dijo– el poder adquisitivo de los consumidores disminuye. Esquema clásico de las recurrentes crisis de sobreproducción. A esto debes sumarle el inimaginable endeudamiento de los Estados, de los hogares y de las empresas. Estos dos últimos constituyen una bomba de tiempo cuyo ominoso tic-tac vela el sueño de los presidentes de los Bancos Centrales.
Queda un elemento de importancia a tomar en cuenta: la acumulación de la riqueza en pocas manos. La distribución de dividendos de las más grandes empresas aumenta que es un primor. No solo ahora: desde hace años.
“En el ámbito mundial, los dividendos distribuidos aumentaron de 7,7 % en 2017, o sea más rápidamente que el crecimiento económico (3,6 %).” (lafinancepourtous.com).
Esto quiere decir que las grandes empresas distribuyen MÁS beneficios que los que obtienen, y se endeudan para remunerar a sus accionistas, absorbiendo así capitales que debiesen ser consagrados a la inversión productiva y a la creación de empleo. En algunos casos utilizan el lucro obtenido para comprar sus propias acciones, haciendo subir artificialmente su cotización bursátil, lo que constituye otra forma de enriquecer a sus accionistas. Los dividendos recientemente distribuidos aumentaron en más de dos billones de dólares con relación al ejercicio precedente, lo que permite ‘prever’ que los felices beneficiarios no sufrirán mucho con la inflación.
A eso le puedes agregar que las colocaciones de los privilegiados rinden un chingo: así, el fondo Medallion, del hegde fund Renaissance, reservado a sus socios por cierto, tuvo una ganancia neta del 48% en el 2021. Algo menos que en el año 2020 en el que ganó 71%, muy lejos del pinche rendimiento que proclaman las estafadoras AFP chilensis.
La subida de las tasas de interés cuyo objetivo declarado es luchar contra la inflación tiene otra consecuencia que ya causó alguna vez la quiebra de todo el sistema financiero chileno en el año 1982: aumenta el servicio de la deuda soberana (monto de los Presupuestos del Estado consagrado al pago de la deuda pública), así como el endeudamiento de las empresas y los hogares, particularmente cuando esa deuda está estipulada en dólares.
Tutto sommato, como decía mi gran amigo italiano Piero Maccioni, el fenómeno inflacionario puede resultar –para la inmensa mayoría de la población– peor que el jodido virus.
Para eso hay solución, desde luego: la Francia que en la posguerra creció vigorosamente durante treinta años usó la indexación de salarios. Y el crecimiento se hizo aún más vigoroso. ¿En qué consiste? Muy sencillo: los precios se fijaban en moneda corriente, y los salarios en UF. De ese modo el poder adquisitivo se mantenía fuerte a pesar de una inflación que llegó al 16% anual.
En Chile es al revés: son los precios lo que se fijan en UF, mientras los salarios se fijan en moneda corriente. De ese modo se protege a los rentistas, al riquerío, a los patrones, a los privilegiados.
Uno pudiese pensar que Boric… Pero no. Es mejor no pensar nada. Todo dios está dedicado a rayarle la cancha al novel presidente electo que, cuestión moderación y poner paños fríos, es un maestro en ciernes.
Así, el título de esta parida no es una pregunta: es una afirmación.
La inflación será peor que el virus.
*Editor de POLITIKA. Ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI – París). Ha sido profesor invitado del Institut National des Télécommunications de Francia y Consultor del Banco Mundial. Su vida profesional, ligada a las nuevas tecnologías destinadas a los Transportes Públicos, le llevó a trabajar en más de 40 países de los cinco continentes. Ha publicado varios libros en los que aborda temas económicos, lingüísticos y políticos.