La casa vieja

Desde La Mina 2.0
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com

Mauricio Castro

Hace unos 6 años fui al local principal del Partido Democrático Trabalhista de Río Janeiro (PDT/RJ), el Partido de Lionel Brizola, un edificio de 5 pisos, en términos ticos, el local quedaría donde está el teatro Mélico Salazar (¡imagínese el valor!).

Lo recuerdo porque me impresionó muchísimo: un local con poca luz, los muebles antiguos, el portero era un señor mayor, la recepcionista una señora mayor que el portero, el ascensorista un señor mayor que la recepcionista y los asistentes a la reunión distribuidos en esas mismas edades…por lo demás escasos y la idea era escuchar al SG de la Internacional Socialista.

En los pueblos siempre hay un casa vieja, famosa, vistosa, que sirve como punto de referencia, todo el mundo sabe que existe, se cosechan miles de historias del por qué fue famosa y nadie tiene certeza absoluta por qué se vino a menos, cada quien tiene su propia teoría o verdad de los hechos…Pues así es la historia de esta casa, “la casa”.

“La casa” se pensó construir en los 40, en los 50 se construyó, pensando —y lo fue— en que sería el centro por excelencia para el pensamiento revolucionario del momento, que se nutriría del pensamiento emanado de la Revolución Mexicana, de los sueños de Haya de la Torre, del proyecto político de Mariátegui, de las ideas sociales de la Iglesia (en particular de la Encíclica Rerum Novarum) y por supuesto, del pensamiento marxista y laborista europeo. Eran visitantes asiduos, solo por citar algunos, Rómulo Betancourt, Juan Bosch, Carlos Andrés Pérez…hasta Fidel y el Che pasaron.

En los 60, cuando algunos de los herederos legítimos sintieron que “la casa” se estaba quedando sin pensamiento, se juntaron en Coronado y elaboraron “El Manifiesto de Patio de Agua”. Hizo una revolución dentro de la otrora casa revolucionaria.

En los 70, se hizo una remodelación de “la casa”: algunos herederos legítimos y algunos de los constructores originales abrieron “la casa” y metieron de lleno la Internacional Socialista. Nuevos salones, nuevos cuartos, mejoras estructurales y se metieron nuevas tuberías y nuevos cables. Algunos de los herederos legítimos, se rebelaron, dijeron que la casa era oscura y poco transparente, se fueron y ganaron…y creo que con sus ideas revolucionarias, ayudaron a que la revolución sandinista ganara.

En los 80, la casa se llenó de más jóvenes, algunos con ideas innovadoras, otros siguiendo simplemente el ritmo que tenía “la casa”. Jóvenes organizados en los colegios, en las universidades, en todos lados….

Se abrió la puerta a otros jóvenes que venían la izquierda, de la con sello…tienen méritos—dijeron.

En los salones, corredores y en casi todos los rincones se podrían encontrar dirigentes sindicales, dirigentes campesinos, dirigentes comunales, dirigentes cooperativistas… se oía que llegaban a “la casa” gente del mundo de los negocios, pero en el fondo, se escuchaba algunas veces “Arriba los pobres del mundo, arriba los esclavos sin pan…” y se repartían rosas rojas.

Otros grupos que sentían “La Internacional” como propia veían la casa con malos ojos…¿con odio?¿con envidia?

En los 90, a “la casa” llegaron cada vez más gente del mundo de los negocios —pero no importa porque son de los nuestros se decía…— y empezaron a dejar de venir los dirigentes sindicales, los dirigentes campesinos, los dirigentes cooperativos y los dirigentes comunales. Todavía llegaban jóvenes llenos de ilusiones. Ya algunos habían decidido cambiar los colores de la fachada…ya no se escuchaba en el fondo “La Internacional”…

En el 2000, algunos de los herederos de “la casa” dejaron de hacer innovaciones y mejoras y solo le daban mantenimiento mínimo—y solo a veces– ya las cañerías y sobre todo el “el sistema de iluminación” empezó a fallar, había fugas y apagones. Había momentos en que “la casa” estuvo a oscuras, no se le veía luz alguna…y cuando se veía era la luz global. Ya muchos de los dirigentes sindicales, de los dirigentes campesinos, de los dirigentes comunitarios, de los dirigentes cooperativistas y de los jóvenes llenos de ideales dejaron de venir.

Algunos herederos y uno que otro fundador se fueron. Dijeron también que la casa era oscura y sin transparencia. Hicieron casa aparte y recientemente ganaron por dos veces consecutivas… Se llevaron mucho del pensamiento original de “la casa”, hay gente que dice que se llevaron el corazón de “la casa”.

A partir del 2010, algunos de los herederos de “la casa” decían –igual que varios del decenio anterior–que no se requerían mejoras, que era suficiente con cambiar el color de la fachada por colores más globales y modernos, cambiar algunos pedazos de la cañería, pero que la casa todavía aguantaba. Que se podía lograr que la gente volviera a la casa. Las fugas y apagones se incrementaron a niveles impensables… Más y más banqueros y empresarios empezaron a llegar —lo que no está mal— y más y más dirigentes cooperativistas, sindicales, campesinos, comunales y jóvenes dejaron de venir, lo que está remal.

“La casa” empezó a hacer más agua. En el 2014 y en el 2018 más y más fugas. Más fallas, más salones oscuros. Menos mejoras, los colores de la fachada ya casi no tienen nada que ver con los originales. Muchos quieren volver a los colores originales, otros quieren verdes más modernos.

Pero lo cierto es que cada día “la casa” se parece más a la del PDT de Río…

Y los que también cantaban “La Internacional” y nos veían con odio y hasta con envidia, hoy lo disfrutan tremendamente.

Hoy desde La Mina, en Santa Ana, pregunto: ¿La casa hay que repararla o renovarla o dejar que se siga deteriorando o como dicen por ahí: construir una nueva?

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