Luis París Chaverri
A pesar de reconocer que cinco de los ocho puntos acordados habían sido negociados previamente, el presidente de la República negó que sobre la huelga del 26 de octubre haya existido alguna confabulación entre su gobierno y el colectivo sindical Patria Justa.
Pero algunos hechos, como el aparente “fracaso” del movimiento, la extraña pasividad frente a la toma policial de los muelles de Limón y la rapidez con la que se llegaron a los acuerdos, hacen sospechar que la huelga fue -con el entendimiento previo de ambas partes- un simulacro y un montaje que tenía el propósito de legitimar y hacer avanzar la agenda del pacto suscrito hace algunos meses por el Frente Amplio, el Partido Acción Ciudadana (PAC) y ese bloque sindical.
Esta suspicacia encuentra validez en las innegables similitudes entre lo pactado por esos grupos el pasado 26 de junio en una rimbombante ceremonia en el Teatro Melico Salazar y los acuerdos alcanzados en la primera hora del martes 27 de octubre entre el gobierno y el bloque sindical.
Recordemos que cuando esa alianza hizo público sus compromisos, don Luis Guillermo Solís negó también tener conocimiento de esas negociaciones, aunque en ellas habían participado las más altas autoridades del oficialista PAC y miembros de su fracción legislativa, y pese a que fue desde la propia Casa Presidencial que se gestionó el uso de las instalaciones del teatro para ese evento.
Esta maniobra entre el gobierno y los sindicatos, es un episodio más que revela la falta de transparencia con la que se manejan los asuntos en la presidencia de la República y se asemeja, por su opacidad, a otros incidentes como el del ofrecimiento de una embajada a la procuradora general de la República, o como el de la autoría de la famosa “ley mordaza”, pero sobre todo, pone en evidencia la falta de una adecuada asesoría política.
La ausencia de un asesoramiento político experto es producto de la equivocación del presidente a la hora de seleccionar a sus más cercanos colaboradores y de conformar su equipo de trabajo, al haber privilegiado las relaciones de amistad sobre la excelencia y la idoneidad.
Ese fue el caso del nombramiento de don Melvin Jiménez como ministro de la Presidencia, sin tener experiencia política y de gobierno, una decisión que por cierto le generó un gran desgaste y no pocos problemas en los primeros meses del actual gobierno, hasta el punto en que la situación se hizo insostenible y tuvo que sustituirlo.
Por otra parte, su estrecha relación con el diputado Víctor Morales Zapata alentó un excesivo protagonismo de éste a pesar de los problemas que tenía con la fracción de su partido y de la sanción que le impuso el PAC, lo que le ha deparado a don Luis Guillermo innecesarios desencuentros con varios legisladores oficialistas, entre los que se encuentran dos de los más conspicuos líderes de ese partido como son Ottón Solís y Epsy Campbell, cuya experiencia política le hubiera sido de mucha ayuda al gobierno.
Tanto don Melvin como don Víctor, al igual que Mariano Figueres, su otro álter ego, tienen en común –además de su amistad con el presidente Solís- el no poder exhibir una larga militancia en el PAC que garantice la adhesión y observancia de los postulados ideológicos y éticos de ese partido, creando así recelo en los genuinos y leales partidarios.
También es notoria la decisión de don Luis Guillermo de prescindir de otros importantes dirigentes del PAC, como por ejemplo Juan Carlos Mendoza, alejado del país para representarnos en la Organización de Naciones Unidas, o Alberto Salon, dedicado hoy a responsabilidades académicas de alto nivel, quienes podrían haber aportado pericia y madurez política.
La indignación que ha generado el accionar del presidente Solís con relación a la huelga convocada por el bloque sindical Patria Justa y el acuerdo suscrito, no es otra cosa que la acumulación del malestar y la frustración causados por tantos errores y desaciertos cometidos en estos dieciocho meses de su administración.
La gente siente que la huelga fue simulada, que se le ha tomado el pelo, que se le ha engañado, que no hay transparencia, que la “casa de cristal” se volvió opaca, que son muchos los errores y los incumplimientos, que el presidente está mal asesorado, y por ello su enfado ha sido incontenible.
Ojala, por el bien de todos, que el señor presidente tome debida nota de esta repulsa ciudadana y aplique los correctivos necesarios que le permitan mejorar sustantivamente el desempeño del gobierno.
– Exembajador ante el Vaticano