Hipopótamos en Colombia, otro legado problemático de Pablo Escobar

Por Luis Cano y Martina Farmbauer (dpa)

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Hipopótamos en uno de los lagos del parque «Hacienda Nápoles». Los animales introducidos en Colombia por el narcotraficante Pablo Escobar se han multiplicado de manera tan prolífica que el país está buscando una solución para detener su crecimiento descontrolado. Foto: Luis Bernardo Cano/dpa

Los hipopótamos que el narcotraficante Pablo Escobar llevó hace años a Colombia se han multiplicado de forma tal que se está buscando un modo de controlarlos, ya que los animales originarios de África se han acostumbrado demasiado bien a las tierras latinoamericanas.

Escobar trajo canguros, jirafas, elefantes y otros animales exóticos para crear su propio su zoo privado en la «Hacienda Nápoles». La avioneta o al menos una copia del aparato con el que el narcotraficante envió su primer cargamento de cocaína a Estados Unidos supo decorar la entrada al lugar hasta que las autoridades la retiraron.

El capo de la droga colombiano lleva mucho tiempo muerto, el cártel de Medellín se ha disuelto, pero los hipopótamos de Escobar proliferan.

«Tenemos una meta: detener el crecimiento descontrolado de los hipopótamos», explica a dpa el biólogo de la agencia regional de medio ambiente Cornare, David Echeverri.

Los hipopótamos pueden dañar el ecosistema, desplazar a las especies autóctonas y alterar la calidad del agua. La última iniciativa para afrontar este problema es un anticonceptivo solicitado por la embajada de Colombia en Estados Unidos.

Pablo Escobar llevó cuatro hipopótamos africanos a la «Hacienda Nápoles», ubicada a unos 170 kilómetros de Medellín. Los animales exóticos eran una de las formas que tenía Escobar de mostrar su poder y riqueza. Con el cártel de Medellín dominó el tráfico de drogas hacia Estados Unidos en las décadas de 1970 y 1980. La hacienda, una finca de unas 3.000 hectáreas, es ahora un parque recreativo, con un total de unos 80 hipopótamos retozando en los alrededores de la localidad de Puerto Triunfo, en el noroeste de Colombia.

«Los animales son una bendición, traen muchos turistas», dice Isabel Romero en el pueblo de Estación Cocorná. La mujer y sus hijos ofrecen excursiones en lancha a las zonas de descanso de los hipopótamos por el equivalente a unos 60 dólares y los llevan hasta el sitio donde el pequeño río Cocorná desemboca en el Magdalena. Como los animales siempre vuelven a este lugar, las visitas funcionan. A través del Magdalena, que atraviesa Colombia de sur a norte, los hipopótamos pueden extenderse por todo el país.

Cuando las fuerzas de seguridad mataron a Escobar en 1993, los hipopótamos fueron abandonados a su suerte. El clima tropical, sin enemigos naturales, les vino bien. «Hace unos diez años, nos dimos cuenta de que teníamos una enorme población de hipopótamos», agrega el biólogo Echeverri. «Empezamos a estudiar la población para ver si había una solución inmediata».

Es probable que el momento justo para aplicar medidas no haya sido aprovechado a tiempo. Sólo diez hipopótamos han sido castrados quirúrgicamente, una operación compleja y costosa que insume unos 8.300 dólares. Otros cuatro fueron llevados a zoológicos colombianos. Los demás animales siguieron reproduciéndose. El periódico «El Espectador» señaló que es preocupante la ausencia de decisiones con fundamento que garanticen el control efectivo de la populación. Hasta la fecha no hay ninguna solución a la vista.

Mientras unos 40 hipopótamos se mueven libremente de un lado a otro del lago cercano a la «Hacienda Nápoles», la hipopótamo Vanessa, apartada de la manada, es la única que ha sido domesticada y que tiene un estanque para ella sola en la finca. Los turistas acarician y alimentan a Vanessa, si bien su boca con enormes dientes puede inspirar cierto temor.

Los hipopótamos son más peligrosos que los cocodrilos y los leones. Con su peso pueden incluso volcar botes. Los pescadores del río Magdalena van atentos y suelen saber dónde están los animales, que no se dejan intimidar. Sin embargo, siempre existe el riesgo de un ataque. En una ocasión, Jaime Cañaveral consiguió salvarse en tierra saltando sobre una motocicleta que pasaba por allí, según cuenta. «Ese animal me hizo correr de una manera tremenda», recuerda.

Sin embargo, los habitantes de la región se han acostumbrado en gran medida a que los hipopótamos retocen en los ríos y anden por las calles, como ocurre en el pueblo de Doradal. Han encontrado la manera de convivir con ellos. «Si no les haces daño, no te hacen daño», indica Ana Rita Duque Quiceño, vecina de la «Hacienda Napolés». «Mantenemos una distancia de seguridad y les tomamos fotos. De esa forma nunca ha ocurrido nada», agrega, comentando que ni siquiera los perros que ladran molestan a los hipopótamos, que pareciera que se han convertido en mascotas.

Por lo tanto, matar a los hipopótamos, como recomendaron recientemente los investigadores, es algo que ni se plantean los habitantes de la zona, pero tampoco otros colombianos amantes de los animales. Cuando «Pepe», un hipopótamo extraviado, fue abatido en 2009 por orden del Ministerio de Medio Ambiente y los soldados posaron con el animal muerto, muchos manifestaron su indignación. «Pepe» se convirtió en una de las figuras más famosas de Colombia. En 2012, un tribunal de Medellín prohibió la caza de los animales.

Además, la gente se beneficia del turismo de hipopótamos y niños se forman como guías. «Después de todo, son animales inocentes», señala la periodista Mónica Valdés. Los hipopótamos «fueron utilizados en su día por la cultura del narcotráfico y hoy se les sigue sacando partido», agrega.

Doradal es una especie de Disneylandia de los robustos mamíferos, con una estatua de hipopótamo rosa y un puesto de bebidas con forma de hipopótamo. Para Antonio von Hildebrand, realizador de la película «Los hipopótamos de Pablo», los narcos «tienen similitudes con los hipopótamos, o al menos Pablo Escobar las tenía. Son regordetes, lampiños, extremadamente agresivos, no muy inteligentes, pero sí muy fuertes, y todo lo que hacen, lo hacen por el territorio y las hembras».

Los hipopótamos generan controversia, como la sigue generando Escobar a día de hoy. Algunos lo consideran el mal personificado, mientras que otros lo veneran como una especie de Robin Hood sudamericano. La serie de Netflix «Narcos» fue un éxito mundial. Los «hipopótamos de la cocaína» también representan el legado de Escobar, ese del que la gente quiere deshacerse y del que no se desprende tan fácilmente.

Los investigadores parecen ser conscientes de que su recomendación de ultimarlos es difícil de aplicar «porque el hipopótamo es una especie muy carismática». La esperanza reside ahora en la castración química.

dpa

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