Gestión política de Luis Gmo. Solís y Carlos Alvarado

Ágora*

Guido Mora Mora
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Guido Mora

El pasado 8 de mayo culminó uno de los procesos políticos que más nos enorgullecen en el ejercicio de la democracia costarricense: el primero de mayo se produjo la Instalación de un Nuevo Plenario Legislativo y el miércoles pasado el Traspaso del Mando Presidencial. Sobre estos acontecimientos y algunos otros aspectos relacionados, deseo reflexionar el día de hoy.

La Administración Solís Rivera:

Luis Guillermo Solís triunfa en 2014, entre otras cosas, porque su candidatura encarnó un conjunto de expectativas subyacentes en la población costarricense que, cansada de las promesas vacías; a la luz de los problemas de corrupción y del discurso cansino y reiterativo de los partidos políticos tradicionales, optó por depositar su confianza en quien fue percibido, como un actor procedente de sectores políticos emergentes.

Como representante de un partido fundado en diciembre del año 2000, su candidatura fue avalada por miles, quienes valoraron la importancia de un “rostro nuevo” en el espectro político nacional, alternativo a los actores políticos tradicionales, que se habían perpetuado en el escenario político costarricense.

Si algo debemos decir, respecto a esta elección, es qué en nuestro criterio, el triunfo de Solís constituye un primer paso en el proceso de transformación de la política electoral, en donde los votantes se manifiestan, de manera abierta o velada, contra los partidos y personajes políticos tradicionales, protagonistas en la política nacional, a lo largo de muchos años.

A pesar de que una de las banderas de campaña del Presidente Solís fue la lucha contra la corrupción, al final de su mandato pesan profundos cuestionamientos sobre la probidad y la permisibilidad en el uso indebido de los recursos públicos, y sobre el tejido relacionado con el caso del “cemento chino” y su impacto, no sólo en los tres poderes de la Republica, sino también en el accionar de distintos partidos políticos, lo que ha permitido evidenciar alcances insospechados, en las oscuras relaciones económicas entre diversos actores de la política costarricense.

Prevalece también la percepción de que el Presidente Solís, ejerció un pobre liderazgo político y muy poca autoridad, entre quienes conformaron su equipo de trabajo.

Comentan algunos de quienes conformaron este equipo, que esta falta de autoridad y su carácter permisivo, cándido y hasta ingenuo, posibilitaban, de forma reiterada e inconveniente, el incumplimiento de obligaciones y plazos por parte de jerarcas de la Administración Pública. Queda la impresión de que eran pocos los jerarcas que respetaban y atendían al pie de la letra los mandatos del Presidente quién, en el ejercicio del poder, nunca logró Infundir en algunos de sus ministros y otros funcionarios públicos, el compromiso y hasta el temor ante el incumplimiento de las labores que el mismo asignaba.

Esta realidad convirtió su gestión, en el tiempo, en una Administración poco efectiva, pues da la impresión de que muy pocos funcionarios, asumieron con plenitud el compromiso que conlleva ocupar un cargo en la Administración Pública y luchar por la obtención de los objetivos propuestos.

Analizando esta situación, desde mi óptica particular, les comento que hace más de 14 años abandone el sector público para dedicarme a la administración de una empresa privada. El cambio de perspectiva que provocó asumir las nuevas ocupaciones, me condujo a tomar conciencia, de algunas diferencias sustanciales de la cultura gerencial de uno y otro ámbito de desempeño laboral.

No es que una sea mejor o más conveniente que la otra, ni que el sector público pueda sustituir al privado en la generación de riqueza y empleo.

Pero es muy importante comprender, que el sector público debe desarrollar los mecanismos que le permitan tener la efectividad y lograr la eficiencia que requiere el funcionamiento de una empresa privada. No se trata de que el sector público deba “obtener utilidades” en el desempeño de sus labores, sino que, al igual que el sector privado, debe aplicar las herramientas que le posibiliten alcanzar los objetivos que se establecen, de manera racional, eficiente y efectiva.

Cuando comencé a trabajar en el sector privado me percaté de que yo no podía postergar las decisiones para el futuro. La empresa que dirijo depende día a día de las opciones que, como administrador, debo elegir. No puedo posponer para días o semanas posteriores decisiones sobre el pago de proveedores, la compra de materia prima, o la búsqueda de nuevos productos o mercados, entre otros. Si lo hago, la empresa se detiene, decrece y comienza a generar pérdidas.

Mi obligación como administrador consiste en tomar decisiones y ejecutarlas de manera eficiente y efectiva: esta es la forma de funcionar de la empresa privada.

La realidad en el sector público es otra. En no pocas oportunidades, las decisiones se postergan y las acciones se asumen con gran lentitud. Nadie asume la autoría por los atrasos y se diluye la responsabilidad, entre un sin fin de funcionarios.

Es esta una de las mayores críticas a la burocracia.

La lección de eficiencia, responsabilidad y eficacia, debe ser aprehendida por los funcionarios públicos de todos los niveles: no pueden continuar dejando las decisiones o las definiciones para el futuro, ni evadir el compromiso al realizar sus labores, por desinterés, irresponsabilidad, desidia o por temor.

La concreción de objetivos en el sector público al igual que en el sector privado, responde a la toma oportuna y a la ejecución inmediata de una decisión: si como administrador tomo una decisión y acierto bien para la empresa y la institución. Si tomé una decisión y me equivoqué, es lamentable, pero con mi proceder, aprendí una lección sobre qué debía decir o que debía hacer, en mi ejercicio de líder de una organización.

La Administración Alvarado Quesada:

Tal y como planteaba, el pasado 8 de mayo se inició una Nueva Administración.

El Presidente Alvarado debe exigir a los nuevos jerarcas metas efectivas, con plazos definidos. Los jerarcas tienen que comprender que, de igual manera como uno lo hace en el sector privado, deben trabajar con ahínco para alcanzar las metas previamente definidas, en los plazos previstos.

Es indispensable que, en este período de Gobierno, se dejen de postergar las decisiones y las acciones.

Costa Rica no puede continuar esperando qué la voluntad de un funcionario público o el estado de su humor, sea quien determine el avance de una solución o la atención de una problemática a que se enfrenta un sector económico o un grupo social.

Debe privar el respeto a la Ley y, en el marco de lo legal, deben acometerse de manera inmediata y efectiva las tareas que permitan alcanzar los objetivos propuestos, para que el país retorne al camino del crecimiento, con justicia social y equidad económica.
Debe saber, don Carlos Alvarado, que de él y su Administración se tienen grandes expectativas.

Usted don Carlos, es el líder de un equipo y ese equipo tiene que respetarlo, debe respetar sus plazos y tiene que comprender que el ejercicio de Gobierno obliga a “jugar un partido” todos los días. Cada día cuenta, para alcanzar los objetivos que usted, como Presidente, se ha propuesto.

Don Carlos, cuatro años pasan muy rápido, pasan volando. Por favor, si usted percibe que algunos de los jerarcas que nombró, no está comprometido con su trabajo, por favor llámele la atención. Si tiene que liberarse de él, hágalo, porque el pueblo de Costa Rica está cansado de incumplimientos, mentiras y falsas promesas.

Y ustedes, señores jerarcas de las instituciones públicas, el pasado 8 de mayo comenzaron a transitar un camino y a desenvolverse como administradores. Los costarricenses los mediremos y valoraremos su trabajo, de acuerdo con cumplimiento de los objetivos alcanzados y al impacto que estos logros tengan en el fortalecimiento de la democracia costarricense.

Está en sus manos no defraudar, no sólo a quienes votaron por el Partido Acción Ciudadana, sino a los cinco millones de costarricenses, que confiamos en la democracia y deseamos que sea el sistema político que podamos preservar en nuestro país.

Muchos éxitos y que las labores que ahora emprenden, contribuyan a engrandecer política, social y económicamente a nuestra querida Costa Rica.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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