Casos y cosas
Heriberto Valverde Castro
De ello tenemos ejemplos jornada tras jornada, pero el más reciente y flagrante, al que la televisión puso en evidencia, fue el de un jugador del Cartaginés, ayer, en perjuicio de uno de Pérez Zeledón, al simular ser víctima de un golpe inexistente.
En el partido de la Liga frente al Olimpia de Honduras, el comentarista de la tv llamó la atención acerca de la inmadurez del portero catracho por dejarse desconcentrar por un jugador manudo en medio de la tanda de penales. En la trasmisión se ve que el “liguista” le dice algo (no precisamente una alabanza) al arquero luego de anotarle el penal, éste reacciona airado y luego, de seguido, falla al tirar el penal pegando el balón en el poste.
Es muy delicado entrar en acusaciones o valoraciones éticas a propósito de una acción como ésta, yo no lo hago, pero también es muy delicado y me parece un error alabar tal acción, y peor aún, como hizo un apreciado ex jugador manudo en su muro del facebook, decir que dicho jugador fue el héroe del triunfo manudo por haber desconcentrado al meta hondureño de la manera que lo hizo.
Lo importante de todo esto y que no se puede perder de vista es la dimensión educativa del deporte, en este caso del fútbol, del que vivimos pendientes una gran mayoría de la población y especialmente miles de niños y jóvenes, muchos de ellos soñando con incorporarse al mundo del fútbol profesional.
Tenemos que hacer del fútbol una herramienta para educar en valores como el esfuerzo, el trabajo, la disciplina, la sana ambición, el deseo de superación y el trabajo en equipo, pero también del respeto, la lealtad, la solidaridad, la tolerancia, la honestidad y la honradez. Y en esto, como en todo, el ejemplo se convierte en el mejor maestro.
Por eso es tan importante contar con personas calificadas (dirigentes, entrenadores y auxiliares) en todos los campos y momentos del proceso deportivo, y de manera particular en los primeros años de la formación.
Lo anterior vale también para los profesores de educación física y, por qué no, para la prensa que atiende este tipo de actividades, porque en las transmisiones de la radio y de la televisión escucha uno con frecuencia a locutores y comentaristas que padecen de graves trastoques axiológicos (inversión o trastorno de valores).