Frankestein y la Sala Constitucional

Gustavo Elizondo Fallas

Gustavo Elizondo

En la novela de Mary Shelley Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada en 1818 y llevada al cine en varias versiones, donde la que más sobresale es la interpretada por Boris Karlof en 1935, se narra la historia de un científico un poco desquiciado de nombre Víctor Frankestein, que trata de crear un prototipo parecido al ser humano usando resto de cadáveres, hasta llegar al punto de que la criatura se les salió de las manos convirtiéndose en un ser de terrible aspecto, que deja abandonado en los bosques de Ginebra.

Retraer esta historia que produjo delirio entre los seguidores del cine de terror, nos lleva a plantear una analogía con respecto a la creación de la Sala Constitucional en nuestro país, cuyo nacimiento se da el 18 de agosto de 1989, luego de que una comisión integrada por connotados juristas planteó el proyecto ante la Asamblea Legislativa; el fin supremo de la Sala era conocer y declarar, por mayoría absoluta de sus miembros la “inconstitucionalidad de las normas de cualquier naturaleza y de los actos sujetos al derecho público”.

Hasta aquí todo estaba muy bien, al igual que Víctor Frankestein, había la buena intención y en nuestro caso, el espíritu del legislador apoyado en el aporte de los juristas, tenía la idea de garantizar los derechos constitucionales en el ámbito judicial, ni por la mente les pasaba que traspasara esos límites. El científico Suizo se dio cuenta de inmediato de lo que había hecho, era evidente comprobar que ese amorfo ser no era lo que él buscaba y de inmediato lo dejó abandonado, hasta calar con sus remordimientos en la lejana Escocia.

En nuestro caso, no sabemos en que momento los fines supremos se ”encharralaron” y la Sala perdió el rumbo, empezando a navegar por aguas extrañas y metiendo sus narices en cuanto tema se les ocurriera, de tal manera que los demás poderes propuestos por Montesquie tuvieron que replegarse a sus decisiones.

Entre las más connotadas injerencias estuvo la reelección presidencial, fallo en el que fue evidente como después lo reconoció don Guido Saénz en uno de sus libros, hubo una intervención grosera del principal beneficiario, pero siguieron otras, como meter las manos en las decisiones fiscales en los gobiernos de Abel Pacheco y Laura Chinchilla, hasta llegar a la actualidad, donde su máximo jerarca no ha tenido la mínima prudencia y adelantó criterio sobre el Expediente 20580 Ley de fortalecimiento de las finanzas públicas, condenándolo de previo, atreviéndose incluso a opinar sobre el tema de fondo y con su frase estrella “no pretendan que la Corte solucione el problema de la pobreza”.

Esto último fue el acabose, la manifestación máxima de injerencia y prepotencia, dejando claro que la Sala Cuarta funciona como el Olimpo y que los magistrados son deidades omnipotentes y omnisapientes; la figura creada con buena intención se nos convirtió en un adefesio jurídico, con sus fines originales enterrados y metido, como decía Beto Cañas, en la gradería de sol.
Tal como vociferaba el monstruo en los bosques Suizos, ¿Dónde estás Víctor Frankestein?

Msc Gerencia social

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