Luis Paulino Vargas Solís
Dicho lo anterior, una primera pregunta me surge: ¿están los diversos partidos políticos conscientes de lo que esto significa?
Descarto, de inmediato, al Partido Nueva República de Fabricio Alvarado. Carece de vocación democrática y, de hecho, es una organización a la que se le dificulta mucho tan solo entender lo que el pluralismo democrático entraña.
Creo que en los otros partidos sí existe suficiente consciencia de las exigencias y normas propias de la democracia liberal: desde la centroizquierda del Frente Amplio hasta la derecha del Liberal Progresista y pasando por el centrista PAC y las centroderechas de Liberación y la Unidad (más a la derecha el segundo que el primero).
Algo distinto es que estos partidos comprendan cabalmente el momento que vivimos, y logren actuar según las exigencias que este plantea.
En el caso de Liberación y la Unidad existe algo como un bien arraigado ethos politiquero, demagógico y clientelar, producto de prácticas reiteradas a lo largo de muchos años, lo cual los constriñe a una visión estrecha y cortoplacista.
Desconozco hacia donde pueda jalar el Liberal Progresista, aunque el estilo personalista de Feinzaig podría ser una limitante importante.
En el caso del PAC, la verdad no se ve fácil que logre resucitar, después de que Carlos Alvarado, con el apoyo de Ottón Solís, destruyera, hasta reducirlas a cenizas, las alianzas sociales que lo sustentaban y le dieron vida. Hay algo heroico en el solo intento por revivirlo.
En cuanto al Frente Amplio, ya quisiera yo que el legado de Manuel Mora, tejiendo una alianza amplia y pluralista con la Iglesia Católica, representada por el arzobispo Sanabria, y con el gobierno de Calderón Guardia, sea la inspiración para abrirse a nuevas y más amplias posibilidades de diálogo y entendimiento. Desconozco totalmente si eso será posible o si algo de eso estará siendo considerado.
Puede que el chavismo se desinfle y no pase de ser una especie de cimarrona ruidosa que pasa y se olvida rápidamente. Pero no podemos contar con eso, ni mucho menos confiarnos a esa posibilidad.
El caso es que el desafío está planteado: el chavismo es una seria amenaza y un grave peligro que obliga a estar alertas al máximo.
No estamos ante una campaña política más. Estamos, en cambio, frente a un proceso que podría tener consecuencias excepcionalmente dañinas para el futuro de Costa Rica.