El tren eléctrico metropolitano: Empuje para salir de la crisis

Manuel D. Arias M.

Manuel Damián Arias

Desde las ideas de John Maynard Keynes y con los claros ejemplos del “New Deal, con el que Franklin Delano Roosevelt sacó a Estados Unidos de la gran depresión, o del Plan “Marshall”, que fue imprescindible para levantar a Europa después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, ha sido claro que la inversión en obras públicas y la intervención directa del Estado en la economía, son fundamentales en los peores momentos de crisis, porque promueven la productividad, el empleo y generan un aumento del consumo.

Por este motivo, llama poderosamente la atención que un señor que fue Secretario General de una agrupación política que se define como Socialdemócrata, el Partido Liberación Nacional (PLN), lance un día tras otro una campaña contra la absolutamente necesaria construcción de un tren eléctrico de pasajeros para el Gran Área Metropolitana. Evidentemente, el señor está en precampaña electoral, imagino que con miras a la candidatura presidencial para las elecciones del 2022; sin embargo, su obsesión en contra de la modernización de la movilidad urbana, en un momento de crisis económica como el actual, es un contrasentido ideológico, social y económico, ya que la ejecución de obra pública será, junto a otras medidas, el cimiento de la recuperación, para salir del desastre de la pandemia por el COVID-19.

Parece que los que creen en la fantasía de la autorregulación del mercado y del desmantelamiento del Estado solidario y del bienestar, estaban en una cuarentena informativa, mucho más severa que la que ha provocado la pandemia, ya que ignoran hechos como las protestas acaecidas en Chile, en los meses previos a la aparición del COVID-19, las cuales desnudaron el mito del éxito del modelo neoliberal en América Latina, ya que en ese país, al igual que en la mayoría de la región que aplicó las políticas de Milton Friedman y los “Chicago Boys”, la creciente desigualdad ha sido el caldo de cultivo de un conflicto social que, por ahora, está pausado, pero que no se ha resuelto.

En todo caso, el fundamento técnico para el proyecto, parece que va mucho más allá de los conocimientos en urbanismo y desarrollo sostenible que demuestra este aspirante a líder político, ya que el tren eléctrico de pasajeros ha sido una prioridad para el país desde hace décadas y es una iniciativa que no puede esperar más, si es que Costa Rica tiene la intención de mejorar la calidad de vida en las ciudades, acabar con el congestionamiento vial, redefinir los usos de suelo para crear espacios urbanos más competitivos y habitables, así como cumplir con las metas de descarbonización de la economía que son parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y de los compromisos en contra del calentamiento global.

Evidentemente, el tren no es suficiente. Como ha propuesto, en múltiples oportunidades,La Municipalidad de San José,, también hay que complementar esta iniciativa con un tranvía para el centro de la capital y con un verdadero plan de sectorización de las obsoletas rutas de transporte público, en modalidad de autobús, para que no confluyan todas en el casco central. No obstante, el tren eléctrico es un paso en la dirección correcta, ya que sería la columna vertebral de un nuevo sistema de movilidad urbana, más moderno, fiable, rápido y, sobre todo, sostenible, ya que utilizaría energías limpias y contribuiría a disminuir la dependencia de combustibles fósiles, que tanto daño le causan a la salud humana y a la naturaleza y que tienen un costo oneroso para el país.

Además, una vez terminado dicho proyecto, se podría conectar con líneas férreas hacia las costas y de frontera a frontera, acabando con el desastre del transporte de carga en el país.

Sin embargo, la oposición a este proyecto, que ha sido impulsado de forma definitiva por el actual gobierno de la República, nace de concepciones revanchistas del quehacer político; y de visiones ideológicas dogmáticas y reaccionarias, porque no aceptan la importancia del Estado como uno de los motores que, en coordinación con el sector privado, impulsan al país hacia el desarrollo y el progreso.

El transporte particular en vehículos no hace un uso democrático del espacio público vial y, asimismo, genera un modelo urbano de ciudad extendida, que es insostenible, ya que amenaza al entorno del Valle Central, porque el crecimiento no planificado de la metrópoli, condena a sepultar, bajo casas y concreto, bosques, tierras de cultivo e importantes acuíferos.

El transporte urbano moderno, sostenible e intermodal, con ciclovías, tranvías y ferrocarriles, es compatible con una sociedad que pretende agilizar el crecimiento económico y la movilidad social, mediante los emprendimientos de alto valor agregado, que involucran investigación, desarrollo e innovación. No hacer el tren ahora, tendría un altísimo costo de oportunidad para el país, porque una obra pública de esas dimensiones y de esas características, sería fundamental para reactivar la economía, no sólo para salir de la recesión causada por el virus SARS-COV-2, sino a mediano y largo plazo también. En Costa Rica, cuando este tipo de obras no se ejecutan, finalmente nunca se llevan a la práctica, lo que implicaría décadas de retraso en un problema que es fundamental para el país.

Así que, si al PLN le queda algo de Socialdemócrata, — algo que dudo cada día más —, debería comprometerse con el actual ejecutivo a aprobar esta iniciativa, cuando le llegue la hora en la Asamblea Legislativa. Es hora de dejar atrás la mezquindad de la politiquería barata y la adhesión a modelos fallidos de teoría económica, para demostrar que existe ese compromiso vigente con la “lucha sin fin”, del “mayor bienestar, para el mayor número”, que inició hace más de 70 años un hombre adelantado a su tiempo, don José Figueres Ferrer.

Periodista

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