El Padre Benjamín

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

La Asamblea Legislativa, en un acto de justicia histórica, designó al Padre Benjamín Núñez Benemérito de la Patria. Un sitial de honra y honor para aquellos hombre y mujeres que han hecho grande y diferente a Costa Rica.

Sus más cercanos le decíamos con cariño y respeto Palito y ese sacerdote, extraordinario y apasionado ser humano, fue nuestro guía ideológico y el maestro universitario que nos cambió la forma de ver el mundo y la sociedad.

Nació en Pacayas, en aquel país pobre y descalzo de principios del siglo XX y desde niño brilló por su inteligencia excepcional y su vocación hacia el sacerdocio. Discípulo predilecto de Monseñor Sanabria, extraordinario y visionario jefe de la Iglesia Católica, fue enviado a estudiar sociología en los Estados Unidos, en donde obtuvo su PhD (Doctorado Académico).

En aquellos convulsos años cuarenta, la Iglesia Católica le encargó la misión de fundar el Sindicato de Trabajadores Rerum Novarum. En ese positivo y necesario esfuerzo democrático, su mano derecha fue un joven palmareño que trabajaba en un tramo en el mercado central: Luis Alberto Monge.

Cuando estalló la Revolución de 1948, el padre Benjamín se fue a la Lucha Sin Fin y se unió a los combatientes. Cuando llegó, don Pepe levantó en alto su mano y exclamó lleno de júbilo: “Este es el Capellán del Ejército de Liberación Nacional” y, en tal condición, varias semanas después, en las montañas de Ochomogo fue el facilitador de la paz con don Manuel Mora, en aquella histórica reunión de madrugada con don Pepe Figueres que puso fin a la guerra y evitó la batalla por San José, en la que habrían muerto cientos de costarricenses. Ahí se salvó también la Reforma Social de Calderón Guardia.

De sus ideas y su brillante pluma, entre social demócrata y social cristiana, nació la Carta Fundamental del Partido Liberación Nacional y los memorables Decretos Ley de la Junta Fundadora de la Segunda República, así como el formidable e inspirador Manifiesto de Patio de Agua, en los años sesenta.

Fue ministro de Trabajo, embajador en las Naciones Unidas e Israel, pero sobre todo consejero y amigo de don Pepe, don Chico, Daniel y Luis Alberto.

Desde la cátedra universitaria y en La Catalina, motivó, entusiasmó y convenció a una generación de jóvenes idealistas de que el desarrollo económico y la lucha contra la pobreza pasaban por la educación y debería siempre ir acompañada de trabajo, producción, generación de riqueza, justicia y equidad social, en una auténtica democracia social en libertad. Acompañé a Luis Alberto a despedirnos de Palito, un día antes de su muerte.

Al bajar de su última casa, en San Antonio de Escazú, el presidente Monge llorando me dijo que habíamos recibido la bendición de uno de los grandes hombres de la historia de Costa Rica. ¡Hoy es un Benemérito de la Patria!

Gracias, padre Benjamín Núñez, por su benemérito y gran legado a Costa Rica.

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