El boyero y la carreta típica

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

A finales del mes de noviembre hubo una actividad en San José muy bonita, llamado “Entrada de Santos y Desfile de Boyeros” en su edición XXIV, dentro del marco de la feria “Orgullo Rural Costarricense” patrocinada por el INDER, donde pude tomar muchas fotografías. La feria propiamente dicha se llevó a cabo en la Plaza de la Democracia y Abolición del Ejército. Aprovechando que también a lo largo del tiempo tengo otras imágenes de boyeros y sus carretas, en especial un desfile en Aserrí en la feria del tamal del 2007; pensé entonces que sería interesante escribir sobre la carreta típica, aunque aclaro que en estos desfiles se ve todo tipo de carretas, no solo la típica cuya su característica principal consiste en la decoración artesanal con distintos dibujos de llamativos colores con diseños únicos que pueden ser figuras geométricas, líneas, curvas, flores, animales o paisajes.

La carreta típica es un rasgo cultural costarricense fuertemente arraigado a la identidad nacional del país, tan es así, que es símbolo nacional desde 1988, y la tradición de pintarla fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 1995. Además está, por supuesto, la tradición del boyeo y las carretas, que también fueron inscritas en 2008 en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La historia de carreta típica está ligada al café, que vino de Europa a las Antillas y de allí se extendió al resto del continente, llegando a Costa Rica en los primeros años del siglo XX. Don Tomás Acosta era el gobernador de ese entonces. Al inicio se sembró en las casas como planta ornamental, pero con la independencia, el ayuntamiento de San José y gobernantes como don Juan Mora Fernández y Braulio Carrillo fomentaron su cultivo comercial; esto permitió el acceso de muchas personas sin recursos, a la calidad de pequeños propietarios.

En 1843, Costa Rica envía un primer embarque a Inglaterra, de esta manera abre las puertas del país al mercado internacional y consolida la situación de monocultivo. Con el fortalecimiento de la actividad cafetalera, se intensifica el uso de la carreta, que pasa a ser el mejor instrumento en el esfuerzo del país por producir y exportar el grano de oro. El camino a Puntarenas exige la multiplicación de carretas. El café y la carreta garantizó el empeño de Costa Rica para desarrollarse y por generar riqueza pública.

Desde mediados del siglo XIX, con la extensión de los cultivos de café, con terrenos en extremo pendientes y llenos de barro, durante los meses de acarreo, se empezó a dar preferencia por carretas de rueda maciza, para evitar la acumulación de barro entre los radios.

La tradición de pintar y engalanar las carretas comenzó a principios del siglo XX. Originalmente, cada región de Costa Rica tenía su propio diseño, lo que permitía identificar el origen del boyero por los motivos pintados en las ruedas. A principios del siglo XX, flores, rostros y paisajes en miniatura empezaron aparecer al lado de los motivos que representaban estrellas puntiagudas. Se organizaron concursos anuales para premiar a los artistas más creativos, costumbre que aún perdura hoy día.

Aunque los motivos ornamentales presentan evidentes semejanzas, puede afirmarse que no hay dos carretas pintadas exactamente iguales, siempre se dan cambios en los detalles y el acomodo de los dibujos, porque así lo exige la propia dignidad del artista. La carreta proclama la sencillez y aspiraciones de una Costa Rica rural y artesana.

La edad de oro de las carretas puede ubicarse de 1850 a 1935.

La carreta fue decretada Símbolo Nacional por medio del Decreto Ejecutivo No. 18197-C del 18 de julio de 1988, durante la primera administración de Oscar Arias Sánchez el 22 de marzo de 1988, donde se reconoce en forma oficial la importancia de la carreta y destaca su papel estelar en el desarrolle de Costa Rica.

Por Decreto Ejecutivo Nº 18483-C de octubre de 1988, se declaró al segundo domingo de marzo de cada año, Día Nacional del Boyero.

Al convertirse la mayoría de las carretas en un medio de transporte obsoleto, se redujo drásticamente la demanda de carretas, y por lo tanto también disminuyó en las últimas décadas el número de artesanos que dominan la técnica para fabricarlas y decorarlas; prácticamente quedando Sarchí como el único lugar donde todavía se pintan carretas.

En mis recorridos por el país, he tenido la oportunidad de fotografiar diferentes monumentos y estructuras que exaltan a los boyeros y la carreta en diferentes localidades.

En Sarchí, en el parque de la localidad, está el Monumento a la Carreta, una enorme carreta típica, con una placa alusiva, y en la ciudad (norte y sur) en diferentes puntos hay otras obras y monumentos que nos recuerdan el Símbolo Nacional (se pueden ver en la galería).

Entrando a Atenas, un kilómetro antes de llegar al centro de la ciudad, específicamente en la “Y Griega” de los Ángeles, en el pequeño parque que hay en ese lugar, está el Monumento Nacional al Boyero, inaugurado en el año 2003, que se ha convertido en una de los atractivos turísticos más fotografiados de Alajuela. La escultura muestra a un boyero con sombrero y chuzo en mano frente a su yunta de bueyes. Se ubicó en ese lugar, por ser la antigua ruta de los boyeros que transportaban el café hacia el Pacífico desde el valle central.

En San Ramón, en los jardines de la iglesia católica, frente al costado noreste del parque, está otro Monumento Nacional al Boyero, conmemorando a los boyeros de San Ramón que ayudaron a la construcción del templo católico. La obra es del escultor Edgar Zúñiga y fue inaugurada en el 2002.

La placa que acompaña al monumento dice:

MONUMENTO NACIONAL AL BOYERO

A LOS HOMBRES QUE CON ESFUERZO, CARRETA Y
BUEYES FORJARON LA COSTA RICA DE HOY E HICIERON
POSIBLE LA CONSTRUCCION DE ESTE TEMPLO PARROQUIAL

COMISION DE BOYEROS RAMONENSES

AGRADECEMOS LA COLABORACION
DEL PUEBLO RAMONENSE
EL ESCULTOR EDGAR ZUÑIGA Y
DEL INSTITUTO COSTARRICENSE DE TURISMO.
7 DE DICIEMBRE DE 2002.

El Monumento al Boyero y la Boyera, es un conjunto escultórico ubicado en la plaza de deportes de San Antonio de Escazú. La obra fue hecha por el escultor escazuceño Mario Parra Brenes e incluye una escultura y, un muro en alto y bajo relieve, siguiendo la técnica de modelado en arcilla y posteriormente vaciado en concreto coloreado. El muro tiene 65 metros de longitud y tres metros de alto.

En Cartago, en una medio rotonda (no es totalmente circular) localizada en frente del plantel municipal, antiguo matadero, se colocó el Monumento al Boyero Agricultor. La escultura fue hecha por el artista cartaginés Max Ulloa, y mide cerca de 15 metros.

Investigando, encontré que en Cañas y San Isidro de Pérez Zeledón hay otros monumentos al boyero. Esto lo que demuestra es la enorme importancia que se le da a nuestro legado campesino y rural, lo cual es de elogiar.

 
Para ver las imágenes de los desfiles de boyeros, incluyo también uno de Aserrí del 2007 y, por la gran cantidad de imágenes, hice un álbum en Facebook. En la galería local, hay imágenes de los monumentos descritos. La imagen de referencia para la columna, me parece que es muy icónica, se trata de una carreta del desfile con el Teatro Nacional al fondo.

En el anexo les incluyo un texto muy bonito donde se explica el origen de la expresión “Montado en la carreta” y, una versión de la leyenda costarricense “La carreta sin bueyes”.

 
Califique esta columna:

Usé como referencia datos obtenidos del Kiosco de Información del MEP y del Ministerio de Cultura y Juventud.

Anexo

¿Ha escuchado o utilizado el dicho «montado en la carreta»?

Un pedacito de historia de nuestros antepasados…

Cuando Costa Rica organizó el transporte de café de San José a Puntarenas, principalmente a finales del siglo XIX y principios del XX, eran no cientos, sino miles, las carretas que llevaban el café hasta el puerto.

En determinado momento, Costa Rica llegó a exportar hasta 440 000 quintales anuales de café por la vía a Puntarenas. Cada carreta transportaba 10 quintales, lo que significa que se necesitaban más de 44 000 viajes de carreta hacia Puntarenas en cada cosecha. Una carreta necesitaba 8 días para ir y 8 para regresar y se exportaba el café durante enero, febrero, marzo y abril. En cuatro meses, había que transportar esa cantidad de café.

Contando reparaciones y descansos, un boyero, entonces, haría unos 4 o 5 viajes por temporada, por lo que estamos hablando de entre 5 000 y 10 000 carretas las que participaban en la exportación de café.

Eran interminables las filas de carretas que iban hasta Puntarenas a dejar café o que volvían hacia San José y el tránsito tenía que ser ordenado, por lo angosto de la carretera, los daños que las carretas sufrían y la topografía. Por lo tanto, el Gobierno estableció un reglamento sobre cómo debían ser conducidas las carretas y sobre el comportamiento de los boyeros.

Para el cumplimiento de dicho reglamento, el Gobierno estableció una policía de carreteras, a caballo, la que constantemente patrullaba en uno u otro sentido para vigilar el cumplimiento cabal de las normas establecidas en el reglamento.

Una de las normas indicadas era la prohibición absoluta de conducir la carreta montado en ella. Esto es, como si fuera un coche de caballos. El reglamento estipulaba que el boyero debía ir al frente de su yunta de bueyes, y no, como sucedía con frecuencia, que, al cansarse el boyero, se sentaba en la compuerta delantera de la carreta y dirigía los bueyes con los pies apoyados sobre el timón. Esa prohibición tenía su lógica pues, si los bueyes no sentían la presencia de su amo, podían espantarse y causar un accidente en aquellas interminables filas de carretas, una muy cerca de la otra.

Ahora bien, era práctica habitual de los boyeros tomar mucho licor durante el viaje. Ya fuera por el frío en las largas noches, por el calor en el día, por cualquier celebración, por cualquier pena que sobrellevar, por lo que fuera, pero tomaban mucho guaro.

Cuando estaban tan ebrios que no podían sostenerse en pie, no les quedaba más remedio que montarse en la carreta y dirigir desde allí a los bueyes.

Cuando la Policía los sorprendía en esa situación, de inmediato les ponía una infracción que implicaba una multa, la cual debía ser publicada en el diario oficial. Es así como, en La Gaceta Oficial de la época (1870-1890), se pueden encontrar largas listas con ese tipo de infracciones, que dicen más o menos así: «Fulano de tal: un peso de multa por ir montado en la carreta».

Esto significaba que se había sobrepasado en la ingesta de licor, lo que lo obligaba a abandonar su puesto al frente de sus bueyes. De esta manera se fue asimilando la expresión «estar montado en la carreta» con el estar ebrio, ya que la frase por sí sola no tiene ninguna relación con esa condición.

Así trascendió hasta nuestros días. Y los que alguna vez nos «montamos en la carreta» ni idea teníamos que estábamos emulando la acción de aquellos pioneros que, con sus viajes al puerto, ayudaron a crear la Costa Rica de hoy…

Autor desconocido

Leyenda de La carreta sin bueyes

Vivía en un caserío del antiguo San José, pueblo de carretas, gente sencilla y creyencera; una bruja quien estaba enamorada del más gallardo de los muchachos del pueblo.

El muchacho por su gran apego a su fe cristiana no quería tener nada con ella pero la bruja valiéndose de artificios, lo logró conquistar y así vivir con él mucho tiempo, conviertiéndolo en un ser similar a ella.

Como se puede notar nadie estaba de acuerdo con esta unión, mucho menos el cura del pueblo el cual en sus prédicas denunciaba el hecho, al pasar de los años aquel muchacho, ya mayor, tuvo una enfermedad incurable y pidió a la bruja que si se moría, le dieran los santos oficios en el templo del lugar.

Al solicitarle al sacerdote la última petición de su amado la bruja recibió la negativa debido al pecado arrastrado en su vida.

La bruja dijo por las buenas o por las malas y al morir su hombre, «enyugó» los bueyes a la carreta y puso la caja con el cuerpo muerto, cogió su escoba, su machete y se encaminó al templo.

Los bueyes iban con gran rapidez pero al llegar a la puerta, el sacerdote les dijo «en el nombre de Dios paren», los animales hicieron caso, más no la bruja la cual blasfemaba contra lo sagrado.

El sacerdote perdonó a los bueyes por haber hecho caso y la bruja, la carreta y el muerto todavía vagan por el mundo, y algunas noches se oyen las ruedas de la carreta pasando por las calles de los pueblos arrastrada por la mano peluda del mismito diablo.

Autor desconocido

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2 comentarios

  1. Gustavo Elizondo

    ¡Qué buen artículo don Carlos!, las carretas fueron fundamentales también para el desarrollo de la zona de Los Santos, para llevar café hasta los beneficios de Desamparados y regresar con la mercadería de las pulperías; entre la mercadería venían las garrafas de licor que eran «pitiadas» por los boyeros (con una cañita hueca de catalina o planta similar lograban chupar el contenido), entonces también «se montaban en la carreta» y eran sorprendidos por la policía, porque la ley también aplicaba aquí.

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