El alma de Estados Unidos

…¿Y usted qué opina?

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

La comunidad internacional necesita el poder y el equilibrio que da el liderazgo de los Estados Unidos, en contrapeso a otros factores de poder mundial.

Pero el gran problema, hoy en día, se llama Donald Trump y su alocado, errático y hasta irracional liderazgo personalista, desde la Casa Blanca.

Tanto que, una vez más, está a prueba las enormes reservas morales y éticas del pueblo estadounidense y su defensa de la democracia y la libertad.

Trump primero se peleó con sus aliados históricos de Europa y no ha hecho otra cosa que distanciarse de los líderes de la Unión Europea y la OTAN, rompiendo una alianza política y militar fundamental, construida desde fines de la II Guerra Mundial y de la cual depende el equilibrio de poder mundial.

También se peleó con Canadá y México, por razones comerciales. A ambos países vecinos los ha tratado con una dureza y un lenguaje impropio, como si fueran enemigos y no socios de un proyecto económico y un mercado común.

De Centro América ni hablar. Más al sur, solo existen Cuba y Venezuela y, a veces, uno duda si por razones serias de defensa del sistema democrático o solo por estrategia electoral y para ganar votos latinos en la Florida.

Con Trump desapareció toda visión de solidaridad y cooperación hemisférica. A la vez, se ha empeñado en debilitar el Sistema de las Naciones Unidas, nacido e inspirado por las grandes ideas del presidente Franklin Delano Roosevelt.

La historia de sus extrañas relaciones con Rusia y Vladimir Putin están llenas de páginas dudosas y oscuras, tanto que fue objeto de un proceso de destitución por el Congreso y el Senado de los Estados Unidos.

La guerra comercial entre los Washington y Beijing es un desastre absoluto que afecta, indistintamente, a toda la comunidad internacional, cuando lo que se requeriría es moderación, colaboración y cooperación entre ambas grandes potencias y no un estado permanente de crisis, desconfianza y conflicto verbal.

A Trump no le interesa África y su visión de los conflictos entre Israel y los países árabes, es excesivamente parcializada y no coadyuva a una paz estable y duradera, abriendo así un gran espacio de maniobra y poder a China y Rusia.

Para rematar, a raíz de un vil asesinato racista, casi le declaró la guerra a su propio pueblo y pidió a la Guardia Nacional y al Ejército reprimir las protestas pacíficas y democráticas de la sociedad civil en contra del odio y el racismo. Hasta en el Pentágono los altos jefes militares le dijeron NO.

El tema es muy grave y de repercusiones mundiales y no solo para los Estados Unidos. Este enorme retroceso ético y este tiempo de oscuro liderazgo en la Casa Blanca debe terminar en las elecciones del mes de noviembre.

Como dice Joe Biden, su contendor por el Partido Demócrata, lo que está en juego es “el alma de los Estados Unidos”. Nada más y nada menos.

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