De bacterias mutantes y otros demonios

Puntos cardinales

Pablo J. Innecken Z.

Pablo J. Innecken

Quizá hay pocos seres vivos con los cuales convivamos tanto y tan seguido, como lo son las bacterias, hongos y virus; de hecho, existen microorganismos que son totalmente necesarios para la vida humana. En un artículo de 2017 de La Nación, Edgardo Moreno, microbiólogo especialista en Inmunología, Microbiología Celular y Enfermedades infecciosas y miembro de la Academia Nacional de las Ciencias (ANC), indicó que “se ha calculado que un humano tiene cerca de 37 billones (millones de millones) de células corpóreas y por cada una de ellas hay cerca de 1,3 bacterias, es decir, unas 48 billones”(1).

Es decir, somos seres que, por naturaleza, tenemos que vivir y convivir con estos microorganismos. No obstante, existe una infinidad de bacterias y virus que generan enfermedades infectocontagiosas y enfermedades no transmisibles en las personas.
La inocuidad alimentaria, esto es, los estándares de calidad e higiene de alimentos, evita que muchísimos de los productos que ingerimos contengan bacterias u hongos dañinos para nuestra salud. Instancias internacionales como el Codex Alimentarius, generan evidencia científica para crear estándares comúnmente acordados por los Estados, para proteger la salud de los consumidores frente a los productos alimenticios en su fase de producción, almacenamiento, distribución y preparación.

Costa Rica, a través del Comité Nacional del Codex Alimentarius y la Cancillería, ha llevado a cabo iniciativas relevantes como la proclamación del Día Internacional de la Inocuidad de los Alimentos, cuya fecha se celebra cada 7 de junio y que pretende ser un mecanismo para visibilizar la importancia de la inocuidad alimentaria.

No obstante, y a pesar de que todos conocemos la importancia de los alimentos sanos, saludables e inocuos, ya sean de origen animal o vegetal, existe un tema que ha sido poco explorado o debatido, y tiene que ver con la cuestión de las bacterias, virus y hongos.

Antes de entrar en materia, deseo externar un especial agradecimiento a la Dra. Graciela Bermúdez Sancho, Microbióloga de la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) por validar la evidencia científica incluida en este artículo.

Es muy usual que cuando nos enfermamos o tengamos alguna infección, el médico de base nos prescriba tomar antibióticos por algún tiempo. Los antibióticos, según la definición oficial, son aquellas “sustancias capaces de paralizar el desarrollo de ciertos microorganismos patógenos, por su acción bacteriostática , o de causarles la muerte , por su acción bactericida , y que es producida por un ser vivo o fabricada por síntesis”(2).

Es decir, existen antibióticos que naturalmente se encuentran en el planeta en estado natural (aloe vera, jengibre, miel, entre muchos otros), semisintéticos que son producidos en laboratorios a partir de una conexión natural de compuestos (como la ampicilina) o bien, sintéticos que son los producidos por la mano humana en laboratorios (por ejemplo, algunas de las pastillas que tomamos usualmente cuando nos son prescritas por un médico).

En la producción agropecuaria, se utilizan también antibióticos para frenar el desarrollo de enfermedades y plagas en las cosechas y el ganado.

Sin embargo, el uso global indiscriminado de antimicrobianos puede apoyar una resistencia y hacer mutar a estos virus, bacterias y hongos, tornándolos superfuertes y, por ende, inhibiendo la acción generan los antimicrobianos. Este concepto, hace alusión a lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización de Sanidad Animal (OIE), el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y otros organismos, denominan “la Resistencia a los Antimicrobianos” o RAM, por sus siglas.

Enfocándonos específicamente, en este artículo, en la producción pecuaria y siendo que el COVID-19 ha hecho que el concepto de enfermedades zoonóticas (transmitidas de un animal huésped a un ser humano) sea de uso más extendido, es importante indicar que la FAO, la OMS, el OIE y el OIEA, han entablado diversos diálogos políticos y científicos, para hacer frente a esta problemática global.

El caso de la RAM es tan grave, que el portal web de la OMS dedicado al tema indica que es “una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo”(3). Si bien, se denota que la resistencia a los antibióticos es un fenómeno totalmente natural y biológico, el uso indebido, indiscriminado y excesivo de estos fármacos en animales, está acelerando el proceso exponencialmente y llegando a ser un serio peligro.

La pandemia actual, nos hace enfrentarnos diariamente a noticias de nuevas variantes mutantes del COVID-19 y cómo se analiza la efectividad de las vacunas existentes frente a esas mutaciones. En el caso de los antimicrobianos funciona exactamente igual, y el riesgo es que los laboratorios farmacéuticos no tengan la capacidad financiera, tecnológica, de recurso humano o de tiempo, para hacer frente a retos de microorganismos sobre los cuales los antimicrobianos existentes sean ineficaces.

Según estadísticas de la FAO, casi 700 mil personas mueren anualmente por causas relacionados con la RAM, siendo que sólo en el ganado, por ejemplo, se emplean más de 27 diferentes tipos de antibióticos.

Ante este escenario que parece ser apocalíptico, y sin el menor deseo de generar consternación en los lectores, existen dichosamente soluciones prácticas en implementación, acordadas por los países del mundo en foros multilaterales, y que hacen que estemos a tiempo como humanidad, de frenar algunos efectos de la resistencia a los antimicrobianos.

¿Cuáles son esas soluciones?

  • La formulación de buenas prácticas, la cooperación técnica y la promoción y transmisión de experiencias exitosas en el manejo agropecuario, con uso consciente, eficiente pero transparente, suficiente y efectivo, pero sin ser exagerado, es la garantía absoluta de contar con un ganado saludable y frenar posibles mutaciones de bacterias que hagan a los antibióticos ineficaces en su accionar.
  • La cooperación y la ayuda gubernamental e internacional con las y los pequeños y medianos productores agropecuarios, incluyendo los agricultores familiares de subsistencia, es fundamental. Otorgarles acceso a tecnología, crédito y capacitación en el manejo sostenible de la producción, así como a productos farmacéuticos de calidad y a bajo precio, que incluyan programas orientadores sobre su uso, son opciones importantes.
  • El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), lleva a cabo valiosos esfuerzos para interconectar a las y los productores agropecuarios y extender experiencias compartidas, incluyendo en el uso de antibióticos. Es relevante tomar en cuenta el conocimiento acumulado en la materia por parte del Instituto Nacional de Innovación y Transferencia Agropecuaria (INTA), del Servicio Fitosanitario del Estado (SFE), del Servicio Nacional de Sanidad Animal (SENASA), y otras entidades gubernamentales,. Para hacer frente a la RAM, las buenas prácticas y la gobernanza, van necesaria y obligatoriamente aparejadas a la evidencia científica que las academias, laboratorios (como el INCIENSA) y científicos en el campo, generan al respecto.
  • El Ministerio de Salud, ha puesto en marcha un ambicioso, “Plan de Acción Nacional de lucha contra la resistencia a los antimicrobianos 2018-2025”4, que posee como algunos de sus ejes estratégicos, establecer una rectoría oficial para asegurar el desarrollo y la aplicación adecuados de las estrategias de prevención y control de infecciones debido a la RAM; ejecutar programas de comunicación pública permanente de pruebas científicas en salud humana, animal y vegetal; vigilancia permanente, así como formación profesional, capacitación, certificación y la potenciación de actividades de desarrollo científico.
  • Este documento, se complementa con otras iniciativas sectoriales o específicas, tales como el “Plan nacional pecuario de resistencia a los antimicrobianos 2018-2022”, del MAG y SENASA, que cuenta con apoyo del IICA en su aplicación y que ha permitido la creación de una comisión intersectorial pecuaria para la vigilancia de la RAM, con investigaciones de campo, generación de evidencia y recomendaciones.
  • El abordaje general de la resistencia a los antimicrobianos entonces, tiene que partir de un enfoque amplio, y es precisamente ese, el reconocimiento las Naciones Unidas realizan, al hablar de concepciones novedosas e integrales, tales como el enfoque “Una Salud”, que persigue la salud óptima del ser humano, las plantas, los animales y el entorno como un todo, constituyéndose ello, en la forma de lograr la sostenibilidad de la vida humana. Es decir, la vida humana depende y dependerá del grado en que cuidemos al resto de las especies que habitan el planeta.
  • Finalmente, y en términos más generales, una de las soluciones más sencillas está al alcance de nuestras manos: siendo que, como explicado, la Resistencia los Antimicrobianos es una problemática dada también por el mal uso de antibióticos -y antimicrobianos en general- en seres humanos, es casi un imperativo categórico que el paciente complete todo el esquema del tratamiento prescrito por el médico, tomándolo a las horas indicadas, con las dosis prescritas y sin suspenderlo. Ello evitará que el antimicrobiano pierda eficacia y las bacterias se vuelvan inmunes a su efecto.

Existiendo entonces, bases de gobernanza, generación de evidencia y buenas prácticas que son posibles de transmitir; la voluntad política en primer lugar, la sensibilización por parte de la población, así como la negociación internacional para el intercambio de cooperación técnica y financiera con organismos como la FAO o la OMS, y el diálogo sostenido con otros países, son y serán clave, para afrontar este problema global y minimizar sus efectos en nuestra vida y la de aquellos que nos sucederán.

Notas:

1. https://bit.ly/3G4cDTw
2. https://bit.ly/3rijVx1
3. https://bit.ly/3JRwEyS

Internacionalista y Máster en diplomacia

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