Datos, algoritmos y política: ¿puede la IA gobernarnos?

Desde el ChatGPT hasta el escándalo de Cambridge Analytica, desde la manipulación electoral hasta la creación de un «Partido Sintético», la Inteligencia Artificial es uno de los principales temas ético-políticos de nuestra era.

Por Alfredo Moreno

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En 1955 el escritor Isaac Asimov escribió un cuento de ciencia ficción llamado “Sufragio Universal”. La historia se ubica en un futuro año 2008, en las vísperas de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Asimov imagina como, en años en donde comienza el desarrollo electro/digital en California, el presidente es elegido por un único elector en representación de todo el país.

En el cuento, una supercomputadora de más de un kilómetro de extensión y tres pisos de alto llamada Multivac posee los datos completos del padrón y las variables de todas las elecciones que se realizaron en el país hasta entonces. Luego de un proceso secreto que tiene en suspenso a toda la nación, Norman Muller, empleado de un comercio de una pequeña ciudad del interior, es elegido entre 50 millones de personas como el votante universal.

El día de la elección, la policía lo lleva entre medidas de seguridad hasta el sótano del hospital local, donde el jefe de informática le explica qué sucederá y por qué será conectado a una serie de sensores y dispositivos: “Multivac ya tiene toda la información que necesita para decidir todas las elecciones nacionales, estatales y locales. Sólo necesita verificar ciertas actitudes mentales imponderables, y lo utilizará a usted para eso. No podemos predecir qué preguntas le hará, pero quizá no tengan mucho sentido para usted y ni siquiera para nosotros.” Los científicos le aclaran que Multivac no basará su análisis en la información de las respuestas de Norman, sino en sus sentimientos.

Para desarrollar la idea de la Multivac Asimov se basó en Univac, el primer computador que se fabricó de forma comercial en Estados Unidos y que en 1952 fue utilizado por la cadena CBS para predecir la elección presidencial. Con una muestra del 1% de la población predijo que ganaría Dwight Eisenhower, como finalmente sucedió.

La ciencia ficción es una realidad

El papel de la inteligencia artificial (IA) y de la ciencia de datos es cada vez más importante en el curso de las elecciones democráticas. La campaña electoral de Barack Obama, las del Partido Sintético de Dinamarca, la campaña de Emmanuel Macron en Francia, Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil y Mauricio Macri en Argentina son buenos ejemplos y configuran una práctica que debilita la democracia.

En diciembre de 2020, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos y casi todos los estados de ese país presentaron una demanda contra Facebook por perjudicar a sus usuarios y competidores. Si bien a esta altura la entrega voluntaria de nuestros datos a las grandes corporaciones no es ninguna novedad, en ese entonces quedó comprobado que el monopolio violaba la privacidad de sus usuarios y propagaba “una epidemia de contenido tóxico y dañino que afectaba a tres mil millones de personas”.

Las periodistas Sheera Frenkel y Cecilia Kang, en su libro «Manipulados», aportan información detallada sobre la historia del experimento social con más repercusiones de la época y sobre una cultura empresarial que exige tanto lealtad ciega como secretismo. Después de más de un año de investigaciones, en julio de 2019 se confirmó que Facebook debería pagar una multimillonaria multa por el caso de Cambridge Analytica. La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC, por sus siglas en inglés) ordenó a la red social a pagar US$5.000 millones como sanción por las malas prácticas en el manejo de la seguridad de los datos y violar la privacidad de los usuarios. A Facebook se le acusa de haber compartido de manera inapropiada los datos de 87 millones de usuarios con la firma de consultoría política Cambridge Analytica.

Monitorización de la opinión, el “análisis de sentimiento”

Uno de los primeros casos de éxito en el uso de técnicas de big data y análisis de redes sociales para ajustar una campaña electoral fue el de Barack Obama en las presidenciales de Estados Unidos de 2012. En su campaña (y en muchas otras que la sucedieron), las encuestas tradicionales de intención de voto, basadas en llamadas telefónicas o entrevistas personales, se complementaron con el análisis de redes sociales.

“A Facebook se le acusa de haber compartido de manera inapropiada los datos de 87 millones de usuarios con la firma de consultoría política Cambridge Analytica”

Estos análisis ofrecen un método barato y casi en tiempo real de medir la opinión de los votantes. Para ello se aplican técnicas de Procesamiento del Lenguaje Natural (PLN), en particular las dedicadas al «análisis de sentimiento». Dichas técnicas analizan los mensajes contenidos en Twitter, Instagram, Facebook, blogs, etc. y tratan de medir si las opiniones vertidas en ellos son positivas o negativas con respecto a un cierto político, a un cierto mensaje electoral o a una situación social y política dada.

El principal problema que tienen es el sesgo muestral, pues los usuarios más activos en redes sociales suelen ser jóvenes y tecnófilos, y no representan a toda la población. Por eso estas técnicas tienen limitaciones a la hora de predecir resultados electorales, aunque resultan muy útiles para estudiar las tendencias de voto y el estado de opinión de las personas.

Intervención en campañas electorales: el caso Donald Trump y Macron

Más inquietante que el estudio de las emociones en redes sociales resulta su uso para influenciar estados de opinión y configurar el voto. Un caso bien conocido es el de la campaña de Donald Trump en las presidenciales de EE.UU. de 2016. El big data y los perfiles psicográficos tuvieron mucho que ver con una victoria que no habían logrado predecir las encuestas.

No se trató de una manipulación en masa, sino que diferentes votantes recibieron diferentes mensajes basados en predicciones sobre su susceptibilidad a diferentes argumentos, recibiendo información sesgada, fragmentada y a veces contradictoria con otros mensajes del candidato. La tarea fue encomendada a la empresa Cambride Analytica, que se vio implicada en una polémica por la recopilación no autorizada de información sobre millones de usuarios de Facebook. El método de Cambride Analytica se basó en los estudios de psicometría de Michal Kosinski, quien comprobó cómo con un número limitado de likes se puede obtener un perfil del usuario tan acertado como si lo hicieran sus familiares o amigos.

El problema no está en el uso de la tecnología sino en la naturaleza “encubierta” de la campaña, en la manipulación psicológica a votantes susceptibles a través de apelaciones directas a sus emociones o la difusión deliberada de noticias falsas a través de bots. Un bot es un software (aplicación) que efectúa automáticamente tareas reiterativas mediante Internet y posee capacidad de interacción, cambiando de estado para responder a un estímulo. Estos fueron utilizados en las presidenciales francesas de 2017. La campaña de Emmanuel Macron sufrió un robo masivo de correos electrónicos a sólo dos días de las elecciones. Multitud de bots se encargaron de difundir evidencias de comisión de delitos supuestamente contenidos en la información, que luego resultaron falsas.

El Partido Sintético

Dinamarca abrió el debate en sus últimas elecciones legislativas, a las que concurrió el Partido Sintético, liderado por una aplicación de IA. Se trata de un chatbot (los bot de charla o bot conversacionales​ son aplicaciones basadas en software que simulan mantener una conversación con una persona al proveer respuestas automáticas, las cuales son previamente establecidas por un conjunto de expertos) llamado Leader Lars, con la aspiración de entrar en el parlamento. Detrás del chatbot hay humanos, naturalmente, en particular la fundación MindFuture de arte y tecnología.

Leader Lars fue entrenado con los programas electorales de partidos daneses marginales desde 1970, para configurar una propuesta que representara al 20 % de la población danesa que no acude a las urnas. Si bien el Partido Sintético parece una extravagancia (con propuestas como una renta básica universal superior a 13.400€ al mes, el doble del salario medio en Dinamarca), ha servido para estimular el debate sobre la capacidad de una IA para gobernarnos.

Si analizamos el pasado reciente de la IA, vemos que los avances se suceden uno tras otro, particularmente en el campo del procesamiento del lenguaje natural, tras la aparición de las arquitecturas basadas en transformers. Los transformers son enormes redes neuronales artificiales (uno de los métodos de la IA) entrenadas para aprender a generar textos, pero fácilmente adaptables a muchas otras tareas. Estas redes aprenden la estructura general del lenguaje humano y acaban teniendo un conocimiento del mundo a través de lo que han “leído”.

“Si bien el Partido Sintético parece una extravagancia […] ha servido para estimular el debate sobre la capacidad de una IA para gobernarnos”

Uno de los ejemplos más avanzados lo ha desarrollado OpenIA y se llama ChatGPT. Se trata de un chatbot capaz de responder de manera coherente a casi cualquier pregunta formulada en lenguaje natural, de generar texto o de efectuar tareas tan complicadas como escribir programas informáticos a partir de unas pocas indicaciones.

El caso de Brasil

Las relaciones del clan Bolsonaro con Steve Bannon convirtieron al “mano derecha” de Trump en un referente del bolsonarismo, quien inspiró una táctica de activismo digital al estilo brasileño. La relación entre Bannon y la familia Bolsonaro se consolidó el mismo año en que Brasil eligió por primera vez a un presidente de extrema derecha. En vísperas de la campaña electoral, Eduardo Bolsonaro conoció personalmente al estratega que ayudó a llevar a Trump a la presidencia de Estados Unidos.

Bannon, asesor de políticas globales para debilitar las democracias locales, fue fundador de Breitbart News, un sitio de extrema derecha famoso por difundir noticias falsas y contenido racista. Entre las técnicas para viralizar publicaciones, el sitio web centró sus esfuerzos en difamar a los políticos demócratas y difundir teorías sobre una hipotética conspiración global marxista contra lo que denominó “valores estadounidenses tradicionales”.

El inicio de 2019 estuvo marcado por la designación de Eduardo Bolsonaro como embajador sudamericano de «El Movimiento», articulación creada por Bannon y encabezada por Marine Le Pen (Francia), Matteo Salvini (Italia) y Viktor Orbán (Hungría), para unir a líderes mundiales de ultraderecha.

El caso de Argentina

En 2016 el gobierno de Mauricio Macri mantuvo una negociación demostrada con Cambridge Analytica, la empresa acusada de utilizar datos personales de Facebook para perpetrar campañas en diferentes países a través de la manipulación del electorado en las elecciones legislativas de 2017.

Alexander Nix, ex CEO de Cambridge Analytica, admitió que su empresa trabajó en una “campaña antikirchnerista” durante las elecciones presidenciales de 2015, cuando fue nterpelado por la Comisión de Asuntos Digitales, Cultura, Medios y Deporte del Parlamento británico, que investiga el uso ilegal de los datos de la red social Facebook por parte de la consultora. Nix manifestó desconocer el asunto de la campaña en la Argentina, aunque finalmente debió admitir que estaba al tanto, sin mencionar la identidad de su contratador: “No nos gusta hablar de clientes específicos, simplemente porque hay una confidencialidad con el cliente”, sostuvo en su comparecencia, que fue transmitida por el canal C-Span 2.

Los parlamentarios denunciaron en su informe la existencia de “alarmantes pruebas” sobre la presunta injerencia ilícita de la empresa consultora británica SCL Group en operaciones políticas en el extranjero, incluida una maniobra realizada en 2015 contra la entonces presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner.

“El comité ha visto evidencia confidencial de una reunión entre los directores del Grupo SCL con el PRO-Cambiemos el 27 de mayo de 2015, en relación a una campaña anti-Kirchner en Argentina”, afirmaron los miembros del mencionado Comité en su informe sobre “Desinformación y falsas noticias”.

Sin transparencia

Las ventajas de usar una IA para la acción de gobierno serían varias. Por una parte, su capacidad de procesar datos y conocimiento para la toma de decisiones es muy superior a la de cualquier humano. Pero, al día de hoy, los chatbots se alimentan de los datos que proveedores direccionados les proporcionan para dar sus respuestas. No tiene aún autonomía de lenguaje ni pueden reaccionar “espontáneamente”, tomando la iniciativa. Es más adecuado ver estos sistemas como oráculos, capaces de responder a preguntas del tipo “qué crees que pasaría si…”, “que propondrías en caso de…”, más que como agentes activos.

Los posibles problemas y peligros de este tipo de inteligencias, basadas en grandes redes neuronales es el de la falta de transparencia (“explicabilidad”) de las decisiones que toman. En general actúan como “cajas negras”, sin que podamos saber qué razonamiento han llevado a cabo para llegar a una conclusión determinada.

El “experto” es un humano que define los procesos de aprendizaje y orienta los resultados. No olvidemos que detrás de la máquina están personas que definen o adecúan las estructuras de datos y los algoritmos para los procesos de aprendizaje (el entrenamiento del algoritmo). Estas decisiones y acciones permiten introducir ciertos sesgos en la IA a través de los datos que han usado para entrenarla. Por otro lado, la IA no está libre de dar datos o consejos erróneos, como muchos usuarios de ChatGPT han podido experimentar.

La Soberanía sobre los datos y la transparencia sobre los procesos de la IA continúa a la espera de políticas más firmes a manos del Estado. Políticas como la exigencia de almacenamiento local de los datos para aplicación de leyes contramonopólicas y de visibilidad ciudadana sobre los algoritmos y los procesos de aprendizaje permitirían garantizar transparencia democrática en el contexto digital. La democracia está en riesgo: la manipulación de las personas mediante el uso indebido de datos personales y la propagación de noticias falsas es un hecho demostrado. El debate y las acciones aún están pendientes: la disyuntiva entre democracia o corporaciones debe desplezarse urgentemente al terreno político, ético y social.

ALAI, América Latina en Movimiento

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