Crear un Estado palestino sigue siendo una quimera

Por Roberto Savio

Roberto Savio

Después de la caída del Imperio otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido recibió el mandato de la Liga de Naciones para administrar Palestina. La gestión de Londres fue poco eficaz, en parte, por las promesas contradictorias que hicieron a los árabes, a los sionistas y a Francia, la otra potencia colonial con la cual dividió la zona.

Pero el conflicto es mucho más antiguo. Ya se han cumplido 30 siglos desde los primeros enfrentamientos entre filisteos y hebreos y el acuerdo de paz impulsado por el presidente estadounidense Donald Trump entre Israel y dos pequeñas dictaduras monárquicas arcaicas del Golfo no será ciertamente la solución para la rivalidad milenaria.

Los filisteos se establecieron en esa zona alrededor del año 1200 AC. A finales del siglo XI AC los israelitas lograron expulsarlos de gran parte de su territorio, pero siguieron siendo independientes en la franja costera. Y, a pesar de que nunca dominaron por completo todo el área, el nombre del gentilicio procede precisamente, de la palabra peleset (filisteo) y el territorio Filasṭin, Falasṭn o Filisṭin (Palestina).

Tres mil años más tarde, el conflicto parece no tener arreglo. Los israelíes nunca han aceptado la existencia de un Estado palestino.

Por su parte, los dirigentes palestinos viven utilizando una retórica imposible, que los ha llevado a perder muchas ocasiones. La corrupción de la cual se les acusa, es cierta, pero Israel tiene una historia bastante negra.

Los sultanes y jeques árabes son personas con mentalidad de la Edad Media, que lo único que les importa es el fanatismo religioso y el dinero. Trump les gusta, porque de alguna manera se les parece. Los israelíes han sabido aprovechar todo esto, y eliminar la posibilidad de un Estado palestino.

Resultado: los palestinos van a tener que vivir bajo el control israelita. Van a ser ciudadanos de segunda clase, y la composición de Israel va a cambiar ya que los ultra ortodoxos haredin tienen una tasa de crecimiento más alta que los árabes y que los demás judíos.

Los árabes son 20% de la población, mientras los haredin ya constituyen 12% de la población. Al momento de la creación del Estado de Israel, representaban solo 0,2%. Son clanes medievales, que viven en un mundo especial. Por ejemplo, han logrado el derecho de no ir a la escuela, ya que solo estudian las escrituras sagradas. No hacen el servicio militar y por derecho no trabajan, básicamente los mantiene el Estado

Benjamín Netanyahu sobrevive gracias a los partidos ultra ortodoxos. El futuro de Israel no es un futuro de paz. Es un país que se va a derechizar siempre más, que va a tener que continuar usando la fuerza contra los palestinos, que van a convertirse exclusivamente un problema interno, ya que serán abandonado por los demás árabes. Van a vivir en condiciones económicas y sociales atroces, y vamos a presenciar como Israel va adoptando cada vez más el camino del apartheid.

Estas victorias cortas de Netanyahu, presagian un futuro negro. He visitado demasiadas veces la región como para tener un pronóstico positivo. En todo esto Trump impulsa alianzas con los fundamentalistas religiosos sunitas liderados por Arabia Saudita, unidos en contra de los chiitas, liderados por Irán.

Irán, la antigua civilización persa, es mucho más tolerante que los sunitas. El problema es que ha sido capturada por un grupo de fanáticos, que aprovecharon de la impopularidad del sah Mohammad Reza Pahleví, para tomar el poder en 1979. No son populares, pero se mantienen.

Cabe recordar que el régimen teocrático se instaló con la decisiva ayuda de Occidente.

El ayatolá Ruhollah Jomeini volvió de su exilio en Francia a Irán en un avión puesto a disposición por el gobierno conservador del presidente galo Valéry Giscard d’Estaing. Irán hace parte de los errores de lectura de la realidad de Estados Unidos, cuya política exterior es siempre de corto plazo.

Desencadenar una escalada para sacar el sah, utilizando el clero, creó un régimen que finalmente se invirtió contra ellos, cosa que Reza Pahleví nunca hubiera hecho. Es el mismo error cometido en Afganistán, cuando financiaron un movimiento en contra de la ocupación rusa, creando fenómenos como Osama bin Laden, que terminaron en un camino opuesto.

Dicho sea de paso, es el mismo error que cometió Israel cuando apoyó al comienzo al grupo Al Fatah, para debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasir Arafat.

Los mullah no son nada populares, pero se mantienen, por el apoyo de los campesinos y un fuerte aparato represivo. Sin duda en algún momento los sacarán en una crisis interna sangrienta, e Irán volverá a su normalidad.

A este respecto, deseo subrayar tres asuntos: a) Irán tiene universidades de altísimo nivel, un gran cine, una excelente arquitectura, una buena categoría científica: todas realidades desconocidas en el mundo sunita. b) En Teherán hay sinagogas e iglesias, cosa inexistente en el mundo sunita. c) En todos los atentados terroristas ocurridos en Europa y Estados Unidos, no hay un solo terrorista chiita. Y tengamos en cuenta que Irán sufre sanciones hace 40 años.

Moraleja: el desastre político del Medio Oriente es un desastre de gobernabilidad, en el cual Occidente y Trump tienen muchas responsabilidades. Y también los europeos, que instalaron a los reyes, príncipes, emires y jeques cuando se repartieron el Imperio otomano.

Y Trump, con su yerno Jared Kushner, que a pesar de ser judío, sabe razonar en términos árabes, al fortalecer el mundo de los petrodólares y del pensamiento medieval.

En todo este panorama, los palestinos continúan como un pueblo sin patria y sin nacionalidad, y los israelíes tienen la respuesta preparada: no aceptan el plan de paz, y no tienen dirigentes que quieran la paz.

Sin embargo, persistir en mantener a millones de personas resentidas y en la pobreza no es una receta inteligente. Y es evidente que el nivel intelectual y artístico del pueblo israelita poco tiene que ver con esta fórmula.

Por lo tanto, caer en esta trampa solo se explica por el esfuerzo de Netanyahu de mantenerse en el poder, a cualquier precio, vendiendo su alma a la ultraderecha, con una izquierda que se ha convertido en una fuerza simbólica…

ROMA

Periodista italo-argentino, Roberto Savio fue cofundador y director general de Inter Press Service (IPS), de la que ahora es presidente emérito. En los últimos años también fundó Other News, un servicio que proporciona “información que los mercados eliminan”.

RV: EG

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